martes, 2 de octubre de 2018

AMBERES: CIUDAD EN OBRAS

El día amaneció lloviendo, señal de mal agüero para la visita que teníamos planificada hoy que no era otra que recorrer el casco histórico de la ciudad de Amberes (Antwerpen o Anvers, según se nombre en flamenco o francés), segunda ciudad más importante y de mayores dimensiones de Flandes. Se extiende sobre la orilla izquierda del estuario del Escalda, a 88 km del mar del Norte, circunstancia que la convierte en el principal puerto del país y el sexto del mundo. Su desarrollo industrial, logrado a expensas de la decadencia de la no muy lejana Brujas, atrajo desde esta última ciudad hacia Amberes una multitud de artistas: escultores, pintores y arquitectos que, en los siglos XVI y XVII, la cubrieron de hermosos monumentos. Entre todos los artistas que recalaron, el más reconocido internacionalmente fue el pintor Peter Paul Rubens. Nos levantamos temprano, como cada día, desayunamos con contundencia y nos preparamos para salir a la calle. Teníamos que ir a Amberes si queríamos verla hoy dos de octubre, pues mañana volábamos a Madrid y no queríamos vernos en el aprieto de llegar tarde a la terminal del aeropuerto de Zeventem. Era mejor hoy porque así disponíamos de todo el día para visitar la ciudad. Así que dicho y hecho. Nos abrigamos bien pues, según la app del teléfono, hoy fijaban lluvia discontinua y fuertes rachas de viento en Amberes. Nos encaminamos hacia la estación de Bruselas Central y allí sacamos dos billetes de ida y vuelta para Amberes al precio de 30,80 euros. El comprar estos billetes sueltos era consecuencia de que la tarjeta RAIL PASS ya la habíamos agotado y evidentemente era más caro comprar otra tarjeta que los billetes individuales. Una vez en nuestro vagón, que no iba muy saturado de pasajeros, nos acomodamos dispuestos a contemplar el gris, apagado y anodino paisaje belga a causa de la lluvia que caía en ese momento a través de la ventanilla del tren. La duración del viaje fue relativamente corta ya que poco antes de las diez y media de la mañana nos apeábamos en la estación Antwerpen-Centraal, después de haber recorrido los poco más de cincuenta kilómetros que separan estas dos ciudades.

sábado, 29 de septiembre de 2018

LOVAINA: UN AYUNTAMIENTO DE ENSUEÑO


Escultura 'Tótem'
El sábado amaneció esplendoroso. La brillante luz solar iluminó el apartamento y nos indicó que el día que teníamos por delante acababa de empezar. Desayunamos con tranquilidad: café con leche, tostadas y fiambre. Y así, tras el correspondiente aseo personal, salimos a la calle no más tarde de las ocho y media de la mañana y nos dirigimos hacia la estación de Bruselas Central. Hoy nos correspondía visitar la ciudad de Lovaina (en neerlandés Leuven), una ciudad universitaria belga, a 27 km de Bruselas.

Es otra de las “hermanas pobres” del turismo belga, junto con Malinas. Y es algo incomprensible porque belleza tiene a raudales, y edificios que, por sí solos, merecen ya una visita. Entre sus monumentos cabe destacar la biblioteca de la Universidad, incendiada durante la I Guerra Mundial y reconstruida con aportaciones de las universidades americanas. También es interesante la Grote Markt con un esplendido ayuntamiento típico de la arquitectura flamenca, la Oude Markt o Plaza Vieja, centro de la noche universitaria. Especial atención merece el Begijnhof, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y que es en realidad un viejo monasterio habilitado como colegio mayor de estudiantes. Lovaina es la capital de la provincia de Brabante en la
Biblioteca de la Universidad
región flamenca. Tiene sus orígenes en un campamento fortificado que levantó Julio César en este lugar. Aunque en época medieval la ciudad se convirtió en un importante baluarte del comercio textil, debe su renombre internacional a su condición de sede intelectual gracias a Universidad, lo que hace que se le conozca desde el Barroco como 'ciudad de estudiantes y monjas'.

GANTE, LA CIUDAD PERFECTA

Un nuevo día se nos presentaba para viajar por estas tierras flamencas. Hoy nos íbamos a desplazar a Gante, ciudad que nos tenía enamorados a la vista de las imágenes y vídeos que habíamos contemplado preparando el viaje. Miramos por la ventana del apartamento y pudimos apreciar que el cielo estaba despejado y no amenazaba lluvia como nos había ocurrido el día anterior en Brujas. Así que como en días anteriores, volvimos a madrugar para aprovechar bien el día; desayunamos contundentemente en el apartamento y nos encaminamos con diligencia de nuevo hacia la Estación Central, donde hicimos uso de nuestra RAIL PASS, que ya habíamos utilizado en los días anteriores para ir a Malinas y Brujas. Nos dirigimos al andén que nos indicaban los paneles informativos, donde llegó el tren con sorprendente puntualidad, cosa que es de agradecer; subimos a nuestro vagón y nos acomodamos para cumplimentar los datos correspondientes al desplazamiento a Gante en nuestra tarjeta ferroviaria. No eran más de las nueve y media de la mañana cuando abandonamos la Estación Central dispuestos a recorrer con rapidez los escasos sesenta kilómetros que separan la estación bruselense de la de Sint-Pieters. Una vez fuera de la estación, nos dirigimos a la estación de tranvía que hay en el exterior, y compramos dos billetes de la Línea 1 en una máquina expendedora al precio de tres euros cada uno, ya que, según nos informaron, el precio de los billetes es más caro durante el fin de semana. Ocho paradas después, nos bajamos en Gravensteen, junto al castillo del mismo nombre y justo frente a la oficina de turismo de la ciudad. 

viernes, 28 de septiembre de 2018

BRUJAS, CIUDAD DE ENSUEÑO

Otra mañana que se nos presentaba llena de buenos augurios. Brujas, ciudad de magia y leyendas, cuya belleza habíamos magnificado en nuestros pensamientos durante la preparación del viaje, nos esperaba a poco más de cien kilómetros para acogernos en su regazo y cumplir nuestro sueño. Ya teníamos la experiencia del viaje realizado el día anterior a Malinas y conocíamos el funcionamiento de la RAIL PASS que habíamos comprado el día anterior y de los paneles informativos de la Brussel Centraal Station. Volvimos a madrugar y a hacer un desayuno copioso que nos permitiera llegar hasta media mañana sin hacer ninguna parada. Café con leche, fiambre y pan fueron los ingredientes del mismo. El día, aunque no daban lluvia, amaneció cubierto y tras los cristales observamos que el viento jugaba con papeles y bolsas que volaban sin una dirección definida. Miramos la previsión del tiempo para Brujas con idéntico resultado: se pronosticaba que no iba a llover, aunque sí informaban de algunas rachas de viento. Nos pertrechamos de abrigos y bufandas y nos dirigimos por la rue de l’Evêque hasta Brussel Centraal. Nos dirigimos al andén cuatro desde donde salía nuestro tren. No habían dado todavía las nueve de la mañana en el reloj. Puntual, como siempre, llegó nuestro transporte, subimos a un vagón de cómodos asientos y repasamos lo que íbamos a ver a lo largo del día. Una hora después nos apeábamos del tren en la estación de Brujas tras haber recorrido los cien kilómetros que separan ambas ciudades. Nada más salir a la calle el viento nos azotó con fuerza y el cielo amenazaba agua de un momento a otro. Nos acordamos de los paraguas que se habían quedado en Bruselas pues, según la aplicación de nuestro teléfono, ese día no llovería.

jueves, 27 de septiembre de 2018

MALINAS: SAN BAVÓN Y LA GROOT MARKT


Como en días anteriores, nos despertamos temprano, desayunamos en el apartamento y nos preparamos para iniciar nuestro primer viaje en tren dentro de Bélgica. Hoy nos tocaba ir a Malinas. Así que rápidamente nos preparamos para dirigirnos a la Estación Central de Bruselas para comprar el bono de
Rail Pass de 10 viajes
diez viajes del que habíamos tenido noticias vía internet por otros viajeros de este servicio, denominado RAIL PASS, por un precio de 77 euros, lo cual hacía muy atractivo y económico viajar en tren. Consiste en una especie de cuartilla que vas rellenando sobre la marcha, según la vas usando. Tienes que cumplimentar a bolígrafo, en una lista numerada del uno al diez, el día que viajas (lunes, martes, etc.), la fecha, el nombre de la estación de salida y el de la estación de llegada. Lo normal es que pase el revisor y te pique el destino que has escrito en el bono. Puede darse el caso que, el revisor no pase en todo el trayecto y entonces tomas conciencia de que has “malgastado” un viaje que te podrías haber ahorrado.

martes, 25 de septiembre de 2018

BRUSELAS, CIUDAD MULTICULTURAL

Hubo que madrugar bastante este día que comenzaba el ansiado viaje a Bélgica. A eso de las cuatro de la mañana salimos de la casa de Carlos camino de la Terminal 1 del aeropuerto Adolfo Suárez-Madrid-Barajas, pues, aunque no teníamos que facturar las maletas, queríamos estar con la suficiente antelación a fin de evitar cualquier tipo de problema que pudiera surgir. Así que, una vez superado el control policial, a eso de las cinco y cuarto de la mañana nos dirigimos hacia la puerta de embarque de Ryanair. Nuestro vuelo salía a las 6:05 horas y tendría una duración de dos horas y veinte minutos. Subimos al avión y nos dirigimos a nuestros asientos que habíamos reservado previamente. Se veían muy pocos asientos desocupados. Puntualmente el avión despegó e tuvimos un vuelo normal en cuanto a tiempos de salida y llegada y ausencia de incidencias. Una vez en el aeropuerto de Charleroi nos dirigimos hacia la salida de la terminal donde nos esperaba frente a esta el autobús que habíamos contratado vía internet a la compañía FLIBCO.COM para que nos llevara a la Estación Sur de Bruselas, previo pago de 28,40 euros. Bajamos del autobús en un lateral de la Brussel Zuid, en la calle Frankijkstraat una hora después. Cogimos nuestras maletas y nos dirigimos al interior de la estación en busca del Metro al que nos costó llegar pues el acceso al mismo está prácticamente en el extremo opuesto.Una vez dentro, compramos en una máquina expendedora un par de abonos de 24 horas al precio de 7,50 euros cada uno. ¡Ojo! El billete tiene una validez de día natural: si lo compras a las diez de la mañana, caduca a las cero horas de ese día; si lo compras a las tres de la tarde, también caduca a las cero horas de ese mismo día. Pero según nuestros planes, teniendo en cuenta que cada billete cuesta 2,10 euros, cuando usáramos el bono para dos viajes de ida y vuelta, ya nos salía a cuenta. Subimos en un abarrotado vagón perteneciente a la Línea 3 cargando con nuestras maletas para apearnos diez minutos después en la estación de Bourse

lunes, 24 de septiembre de 2018

BÉLGICA: PREPARATIVOS DEL VIAJE

Durante el verano de 2018 habíamos planificado un viaje a Bélgica para conocer su capital y las principales ciudades flamencas: la típicas de cualquier viaje turístico, Amberes, Gante y Brujas; y las menos típicas, Malinas y Lovaina. Para ello, nos pusimos manos a la obra y empezamos a enumerar qué cosas necesitábamos para llevar a cabo este viaje. En primer lugar, necesitábamos volar a Bélgica. Después de hacer un seguimiento de las principales compañías aéreas que operan en el país durante bastantes días, si lo que pretendíamos era un vuelo barato, estaba claro que volaríamos con Ryanair. Que conste que nosotros no hemos tenido ningún problema, ni de demora, ni de pérdida o sobrepeso de equipaje. La única pega que le vemos es la estrechez de los asientos, pero como el vuelo durará un par de horas como mucho, pues nos apañamos. Vimos que los días más baratos para volar del mes de septiembre eran el 25 para el vuelo de ida (aeropuerto de Charleroi) y el 3 de octubre para el vuelo de vuelta (aeropuerto de Zaventem). El primer dista de la capital belga unos sesenta kilómetros, mientras que el segundo, de reciente creación, está separado de Bruselas unos doce kilómetros. Vistos los precios, decidimos reservar a finales de agosto, costándonos el vuelo de ida 55,98 euros, saliendo de Madrid a las 06:05 horas y aterrizando en Charleroi a las 08:25 horas. El vuelo de vuelta salía del aeropuerto de Zaventem a las 20:10 horas y llegada a Madrid a las 22:40 horas, por un precio de 61,97 euros. En estas cantidades están incluidas las tasas que cobra la compañía por reservar asiento y por pagar con tarjeta bancaria. El horario, tanto de la ida como de la vuelta, se acomodaba a nuestras exigencias personales: llegar lo más temprano posible al destina para aprovechar al máximo ese día, y regresar lo más tarde posible para volver a disfrutar el mayor número posible de horas de ese último día. Tanto la ida al aeropuerto Adolfo Suárez-Madrid-Barajas como el regreso de este lo teníamos cubierto con nuestro hijo Carlos actuando como taxista.

viernes, 21 de septiembre de 2018

OIA Y SU IMPRESIONANTE MONASTERIO

Entre los concellos de Baiona y A Guarda se sitúa el de Oia, en un espacio donde la costa resiste la constante agitación del océano y nos muestra los roquedales que con el paso del tiempo la fuerza marina va desgranando de la agreste costa. El caserío de Oia se derrama suavemente a lo largo de los márgenes de la carretera PO-552, siendo el monasterio de Santa María la Real el principal atractivo turístico de la localidad, aunque no el único. El monasterio tiene planta románica levantada en el siglo XII, aunque su
Monasterio de Oia
fachada nos lleva a los cánones barrocos reinantes en el XVIII, consecuencia de una de las múltiples reformas a las que fue sometido este monasterio a lo largo de los siglos. Está declarado monumento nacional. Pese a que las tierras de Oia están de cara al mar, la pesca no se ha desarrollado mucho, y la que se mantiene es de tipo artesanal. La tierra cultivada ocupa áreas muy concretas, con un claro predominio del maíz sobre cualquier otro producto. El ganado bovino tiene casi tanta relevancia como el equino, que se cría en libertad hasta que en el mes de junio se baja al curro, donde los caballos, que posteriormente serán vendidos, son marcados, domados y cortadas sus crines. Algunos petroglifos de la zona demuestran la presencia de estos equinos en este monte hace ya cinco mil años.

martes, 12 de junio de 2018

BILBAO, CIUDAD COSMOPOLITA

Poco después de las dos y media de la tarde aparcábamos el coche en la calle Henao, muy cerca del hotel donde íbamos a pernoctar esa noche. Como todas las calles cercanas estaban dentro de la llamada zona azul y había que pagar por dejar el coche, nos descargamos la aplicación BILBAO TAO, que era la que gestionaba el aparcamiento online. Una vez dados de alta y con todos los datos introducidos, abonamos 3,25 euros por dos horas en la calle. En un principio pensamos repetir la experiencia de Santander  de ir renovando cada dos horas el tique de aparcamiento, aunque el precio era bastante más caro, casi el doble. Pero, al menos, ese tiempo nos dio margen para llevar al hotel BILBAO CITY ROOMS las maletas y que nos asignaran la habitación. Este hotel, seleccionado principalmente por su ubicación, nos costaba noventa euros la noche, y era de los más baratos que vimos dentro de su categoría. La habitación era bastante coqueta, decorada en tonos blancos, con una espaciosa cama que parecía bastante cómoda y un cuarto de baño todo acristalado. Sobre la cabecera de la cama una gran fotografía en blanco y negro del Teatro Arriaga de la ciudad. Mientras Concha organizaba un poco los restos de comida y bebida que llevábamos en el pequeño frigorífico de la habitación y organizaba un poco las maletas, yo me acerqué a recepción para comentar el tema del aparcamiento. Rápidamente el chico que estaba allí me informó que era mucho mejor y más económico llevar el coche a un aparcamiento público cercano, sito en la Plaza de Euskadi, donde íbamos a pagar 13,50 euros por veinticuatro horas. Volví a la habitación y le dije a Concha que iba a llevar el coche al aparcamiento y que mientras ella se preparara para comenzar la visita de la ciudad en cuanto volviera. Y así lo hicimos. El pronóstico del tiempo para esa tarde daba una alta probabilidad de lluvia y de rachas moderadas de viento. Así, como somos muy previsores, nos enfundamos nuestros anoraks, cogimos dos paraguas y nos echamos a la calle. Sí nos gustaría comentar que durante casi todo el paseo que hicimos esa tarde, llevamos los anoraks en la mano y los paraguas cerrados en la otra porque ni hizo viento ni cayó una gota de lluvia. Cosa que también hay que agradecer.

lunes, 11 de junio de 2018

DE CASTRO URDIALES A PORTUGALETE

Un día más madrugamos. El sol brillaba por su ausencia y el cielo encapotado de negros nubarrones amenazaba lluvia de un momento a otro. Pero la planificación era la que era y había que cumplirla. Si todo iba bien, esa noche dormiríamos en Bilbao. Recogimos las maletas y las metimos en el coche. A las ocho y cuarto enfilábamos en dirección a CASTRO URDIALES, primera parada del día. Poco más de media hora tardamos en recorrer los treinta kilómetros que separan Laredo de esta ciudad. Los posibles lugares donde aparcar el coche, bien estaban demasiado lejos de la zona que ibas a visitar, bien era imposible dejar el coche. Por ello decidimos enfilar la calle Santander en dirección al puerto e ir directos al aparcamiento público Saba Amestoy, construido bajo los jardines del Parque Amestoy, casi en el mismo puerto marinero de la villa. Cuando salimos a la calle, seguía sin llover, aunque la negrura del cielo había aumentado. Como era temprano y no habíamos desayunado, entramos en LA DÁRSENA CAFÉ donde pedimos sendos cafés con leche, un zumo de naranja y un par de tostadas de aceite y tomate ¡en pan de molde! Nos sentamos en una mesa y con fruición dimos buena cuenta de ello. Por todo nos cobraron algo más de seis euros que abonamos y nos encaminamos a la calle. ¡Llovía en ese momento! No mucho ya que permitía pasear sin mojarte demasiado. Así que nos armamos de valor y empezamos la visita, que siempre teníamos la posibilidad de cancelar si el tiempo no mejoraba.

domingo, 10 de junio de 2018

ENTRE SANTOÑA Y LAREDO, VILLAS MARINERAS

Amaneció un día radiante, con algunas nubes sueltas en el horizonte. Hoy dejábamos Santander, ciudad que había cumplido las expectativas que nos habíamos fijado antes de su visita y que hemos dejado plasmada en una entrada anterior del blog. Hoy teníamos desplazamiento en nuestro intento de acercamiento a Bilbao, ciudad a la que llegaríamos en un par de días. Para el día que empezaba teníamos previsto visitar dos localidades cántabras: Santoña y Laredo, donde dormiríamos esa noche. Ambas localidades asentadas sobre una gran extensión de marismas se encuentran separadas por la desembocadura de la Ría de Treto. Esa mañana nos levantamos pronto pues queríamos llegar a Laredo para comer. Recogimos las maletas, que habíamos dejado preparadas la noche anterior y nos despedimos del señor que había en la recepción, al que habíamos abonado las dos noches que habíamos dormido en este establecimiento la tarde anterior. Salimos a la calle en torno a las ocho y cuarto y nos dirigimos hasta la cercana calle de Narciso Cuevas donde teníamos aparcado el coche, junto a una tienda que me ponía los dientes largos cada vez que pasábamos junto a ella, Espuma de cerveza, dedicada a vender únicamente artículos relacionados con esta bebida: botellas y latas, copas, jarras, etc. Montamos el TomTom en el vehículo y fijamos el destino de Santona, obteniendo como respuesta que esta se encontraba a algo menos de cincuenta kilómetros desde donde estábamos. Casi todo el recorrido lo hicimos por una muy buena autovía de firme perfecto.

viernes, 8 de junio de 2018

SANTADER, UNA PERLA EN EL NORTE

Nos levantamos como cada día cuando los rayos del sol comenzaban a entrar por la ventana del dormitorio, aunque todo fue una ilusión vana. A los pocos minutos el cielo se volvía a cubrir de nubes que, aunque no amenazaban lluvia, sí afeaban, y bastante, el amanecer. La temperatura era fresca y pintaba alguna chaqueta o rebeca. Las calles de Santillana del Mar en ese momento estaban totalmente vacías y no se escucha un ruido, a no ser que fueran los cantos de los pájaros que comenzaban a revolotear el nuevo día. Nos sentamos en la mesa de la cocina a desayunar Preparamos unos cafés con leche y la caja de sobaos que habíamos comprado el día anterior. Añadimos también un poco de pan y fiambre que había en el frigorífico. Terminado el desayuno, preparamos las maletas, dimos una vuelta por el apartamento por si se nos había quedado algo olvidado, dejamos las llaves del piso en el taquillón de la entrada y nos fuimos directos al coche. Eran algo más de las nueve y media cuando salíamos de Santillana dispuestos a recorrer los escasos treinta kilómetros que nos separaban de SANTANDER, donde llegamos sobre las diez y cuarto de la mañana sin ningún tipo de problema conducidos perfectamente por el TomTom.

jueves, 7 de junio de 2018

DE LA CUEVA "EL SOPLAO" A SUANCES PASANDO POR COMILLAS

Un nuevo día amanecía con un cielo brumoso en general, aunque la app que llevábamos en el móvil nos avisaba que a medida que avanzara la mañana se abrirían claros que dejarían ver algún rayo de sol que otro. Desayunamos en casa unos sobaos que habíamos comprado la tarde anterior en la tienda que había enfrente del apartamento, y a eso de las ocho y cuarto bajábamos las escaleras camino del coche. A esa hora había poco movimiento en la calle. Nos montamos en el vehículo y nos encaminamos a recorrer los cuarenta kilómetros que nos separaban de la Cueva de “El Soplao”. Además de esta visita, teníamos previsto parar en Comillas de vuelta de la cueva, comer en Santillana del Mar y visitar por la tarde la cercana villa de Suances. Cuando volviéramos a Santillana, teníamos pensado terminar de visitar algunos palacios que aún no habíamos visto en el “pueblo de las tres mentiras” como se le conoce: ni es “santa”, ni es “llana” ni tiene “mar”. No obstante, es necesario conocer que el origen etimológico de la villa proviene de la santa a la que está dedicada la Colegiata, que no es otra que “Santa Juliana”. También hemos de aclarar que la visita a la cueva la teníamos planificada para la mañana del segundo día que viajábamos de Potes a Santillana del Mar, pero quiso la mala suerte que ese día estuvieran todas las entradas vendidas por lo que tuvimos que pensar en el día siguiente, lo que nos costó recorrer algunos kilómetros más.

SANTILLANA DEL MAR, UNA VILLA DE PELÍCULA

Abandonamos San Vicente de la Barquera y nos dispusimos recorrer los poco más de treinta kilómetros que nos separaban de Santillana del Mar con la intención de comer en esta localidad. Algo menos de las una y media era cuando llamamos a Alicia, anfitriona del apartamento que habíamos reservado a través de AIRB&B para pasar los dos siguientes días por un total de ciento quince euros, para informarle de nuestra inminente llegada. Muy amablemente nos informó cómo llegar hasta el inmueble indicándonos que, si algún guardia municipal nos detenía por circular dentro del recinto histórico, le dijéramos que teníamos reservado aparcamiento incluido en el apartamento. Al parecer está casi prohibida la circulación de vehículos por las calles principales del pueblo. Puntualmente nos recibió Alicia en la puerta del edificio donde íbamos a alojarnos, un impresionante palacio blasonado de finales del siglo XVII, situado frente al lavadero público de la calle del Río, a escasos metros de la Colegiata de Santa Juliana. El aparcamiento consistía en un hueco murado por una pequeña lonja entre la calle y la pared del patio del palacio. La vista que teníamos en ese momento era espectacular con la fachada principal de la Colegiata como telón de fondo. Subimos las maletas al apartamento, donde Alicia nos mostró las distintas dependencias: el salón, el dormitorio, la cocina y el baño. Los ventanales que se abrían tanto en el dormitorio como en la cocina nos mostraban una especie de patio enorme, todo verde por el césped existente, con un solitario árbol frutal en uno de sus laterales y multitud de hortensias de considerable tamaño y volumen rodeando dos de las tapias del patio.

miércoles, 6 de junio de 2018

DESFILADERO DE LA HERMIDA, SANTA MARÍA DE LEBEÑA Y SAN VICENTE DE LA BARQUERA

Nos levantamos muy temprano pues hoy teníamos que llegar a Santillana del Mar pasando previamente por San Vicente de la Barquera. También habíamos incluido el acceso a la Neocueva de Altamira, previa reserva para las seis y media de la tarde. En nuestra planificación inicial habíamos incluido en este mismo día, ya que nos cogía de camino, la visita a la Cueva del Soplao, pero nos encontramos con el hándicap de que no había entradas disponibles para el acceso de la mañana. Solo podíamos acceder a la cueva durante la tarde, opción que nos entorpecía todo el día. Por eso decidimos no visitarla ese día y hacerlo el siguiente que sí teníamos posibilidad de hacerlo a primera hora de la mañana. A las siete de la mañana estábamos ya en el balcón con un café con leche humeante entre las manos. Los juegos de luces y sombras que a esa hora sacaba el sol al macizo montañoso de los Picos de Europa que teníamos frente a nosotros no se puede describir, había que verlo para poder entender la fuerza de la naturaleza. Esta visión nos volvía a traer el recuerdo de Lole y Manuel con su tema “El sol, joven y fuerte, ha vencido a la luna, que se aleja impotente del campo de batalla”. Terminado el desayuno, recogimos las maletas y las cargamos en el coche. Antes de irnos queríamos comprar orujo y otros licores de la zona. El dueño del apartamento me había recomendado el que se vendía en un local sin más publicidad que un portón grande, situado muy cerca de donde teníamos el coche aparcado. Me acerqué a ver y me encontré con una de las mejores marcas de orujo y otras clases de licores que he probado. Compré una botella de orujo blanco, otra de hierbas, otra más de licor café y una última de orujo de miel. Pagué los cincuenta euros que me pidió el dueño del local, que además era el que elaboraba los licores. Tras la compra, terminamos de repasar el apartamento para evitar que se nos quedara algo, dejamos las llaves en la mesa del salón y nos dirigimos al coche que pusimos dirección a San Vicente de la Barquera.

martes, 5 de junio de 2018

FUENTE DÉ, MONASTERIO DE SANTO TORIBIO DE LIÉBANA Y POTES

Después de pasar varios días en Madrid, en casa de Carlos y Alicia, disfrutando de los nietos, llegó el día previsto para iniciar nuestro viaje a Cantabria. Íbamos a estar una semana, del cinco al doce de junio, iniciando el recorrido en Fuente Dé y Potes y terminándolo en Bilbao. Dejamos el coche preparado y cargado con todo lo que nos íbamos a llevar para no tener que hacer ruido ya que salíamos muy temprano al día siguiente. Sobre las cinco de la mañana bajamos en silencio las escaleras, montamos el TomTom en el coche e iniciamos nuestro viaje siendo todavía noche cerrada. Bordeamos Madrid hasta tomar la A-I en dirección Burgos, carretera que seguimos hasta que poco antes de llegar a esta capital castellano-leonesa nos desviamos por la A-231 en dirección a Osorno. Donde llegamos poco después de las ocho de la mañana después de recorrer los casi 300 kilómetros que nos separaban desde nuestro punto de salida. Sobre las ocho y cuarto, nos detuvimos en el primer bar que vimos abierto para desayunar, ¡que ya iba siendo hora! Además de descansar para poder estirar las piernas un rato, pedimos unas tostadas de aceite y tomate hechas con un pan exquisito y unos cafés con leche calientes nos supieron a gloria. Nos hicimos de nuevo a la carretera una vez finalizado el desayuno.

miércoles, 25 de abril de 2018

ARENAL D'EN CASTELL Y VIAJE DE REGRESO

Penúltimo día que pasábamos en la isla. Hoy íbamos a tener un día relajado para pasear por los alrededores del hotel y poco más. Ya habíamos entregado el coche y no disponíamos de medio de transporte, a no ser que quisiéramos tomar algún autobús público. Esa mañana aproveché y, dado que me había despertado temprano, a eso de las siete salí a caminar un rato por las calles de la urbanización donde se encuentra el hotel. Así cogí el Paseo des Passerell y continué por la calle Punta Grossa hasta el final, donde ya no había nada urbanizado. Disfruté de las vistas de los agrestes acantilados de la zona y de un amanecer brumoso que me recordó mucho el atardecer que habíamos visto días antes en la Cova d’en Xeroi. No había un alma por las calles. Todo era calma y tranquilidad. A eso de las ocho y media regresé al hotel y subí a la habitación. Concha ya se había levantado y estaba esperándome para bajar a desayunar. Había ya numerosos comensales a esa hora en el comedor, aunque no estaba completo. De nuevo a nuestra rutina: café con leche, zumo de naranja, tostadas de aceite y tomate, fiambre y algún yogur. Cuando terminamos subimos de nuevo a la habitación para terminar el aseo personal de cada uno. Sobre las diez estábamos ya en el vestíbulo de entrada del hotel donde se agolpaban ya numerosos huéspedes para apuntarse a las excursiones programadas.

martes, 24 de abril de 2018

CALA EN TURQUETA, CALA MACARELLA Y CALA MACARELLETA

Nuevo día y nuevos planes. Hoy íbamos a tener un día tranquilo y relajado. Íbamos a visitar por la mañana dos de las más renombradas calas de la isla: Cala en Turqueta y Cala Macarella, que tiene otra pequeña cala añadida de nombre Cala Macarelleta. La tarde la íbamos a tener libre e íbamos a estar disfrutando de las instalaciones del hotel. Dado que tanto esa tarde como al día siguiente no íbamos a usar el coche, llamamos a la agencia de alquiler Arenal Rent a Car para comunicarle que de los seis días que habíamos apalabrado de alquiler, restaríamos uno y dejaríamos el alquiler final en cinco días, a lo cual Borja, responsable de la agencia, no puso ninguna pega. Nos comentó que ya nos habían hecho el cargo de los seis días en la cuenta bancaria pero que al día siguiente nos harían el reintegro del día no disfrutado. Como en días anteriores, nos levantamos temprano, nos aseamos y bajamos a desayunar. Volvimos a subir a la habitación, terminamos de cepillarnos los dientes y bajamos camino del coche a poco antes de las nueve de la mañana. Hoy íbamos a realizar el desplazamiento más largo de todos los días que llevábamos pues teníamos que llegar casi a Ciudadela y desde allí dirigirnos al sur para llegar a la cala. Recorreríamos un total de cincuenta kilómetros aproximadamente. Llegamos al aparcamiento habilitado al efecto poco antes de las diez, después de recorrer bastantes kilómetros por unas carreteras estrechas donde, a veces, era difícil de imaginar el paso de dos vehículos a la vez.

lunes, 23 de abril de 2018

CALA MITJANA, CALA GALDANA, TALATÍ DE DALT Y COVA D'EN XOROI

Otro amanecer más que asomaba tímidamente por el horizonte de la ventana de nuestra habitación presagiando un día espléndido en cuanto a temperatura y sol. Hoy nuestra planificación era mucho más relajada ya que por la mañana íbamos a visitar dos de las muchas calas que existen en la isla de las que teníamos muy buenas referencias, CALA MITJANA y CALA GALDANA; y por la tarde íbamos a desplazarnos para ver el poblado talayótico de TALATÍ DE DALT y la COVA D’EN XOROI, en la que buscábamos una de las maravillosas puestas de sol que habían descrito visitantes anteriores. Repetimos nuestra rutina de cada mañana respecto al aseo personal, vestirnos, bajar al comedor a desayunar, volver a la habitación para terminar de asearnos, llegar al coche aparcado en uno de los descampados cercanos al hotel y salir a recorrer la isla. Las dos calas que íbamos a visitar estaban situadas en el sur, muy cerca la una de la otra. CALA MITJANA se encontraba a poco más de treinta kilómetros del hotel. Enfilamos la carretera, pasamos por Alaior y por Ferrerías, municipio al que pertenece. Llegamos al aparcamiento habilitado para ello a pie de la carretera y dejamos el coche dispuestos a recorrer a pie el kilómetro y medio más o menos que nos separaban de la cala propiamente dicha. A esa hora, algo más de las nueve y media, no había ningún otro coche aparcado. Enfilamos el camino asfaltado y anduvimos paseando entre pinos y encinas unos veinte minutos a paso relajado en un ambiente fresco dado lo temprano de la hora.

domingo, 22 de abril de 2018

CIUDADELA, PEDRERA s'HOSTAL Y NAVETA DES TUDONS

De nuevo, el día amaneció radiante, con una temperatura casi veraniega. Todas las prendas de abrigo con las que habíamos llenado la maleta seguían en el fondo del armario esperando peores tiempos. Tal y como habíamos planificado, hoy visitaríamos por la mañana la antigua capital de la isla, Ciudadela y, ya de vuelta al hotel, teníamos previsto parar en dos sitios: la Pedrera s’Hostal y la Naveta dels Tudons. Por la tarde nos íbamos a quedar en el hotel porque Concha quería darse un chapuzón en la tranquila cala que teníamos enfrente. Así que, al igual que días anteriores, nos levantamos temprano -algo menos de las ocho de la mañana-, nos vestimos y bajamos al comedor para desayunar. Apenas había gente en las escasas mesas ocupadas. Repetimos la rutina de cada día: zumo, café con leche, tostadas de aceite y tomate, algo de fiambre y algo de bollería para completar. Vuelta a la habitación, limpieza de boca y dientes, repaso estético en general, últimos retoques al atuendo y a la calle. Nos subimos al coche y enfilamos dirección a CIUDADELA de la que nos separaban aproximadamente cuarenta kilómetros, en general de buena carretera ya que íbamos a circular por la Me-1, vía que une Mahón y Ciudadela. Casi a las diez menos cuarto llegábamos a las primeras rotondas, en las que por lo general había alguna escultura relacionada con la ciudad: un caballo por sus conocidas fiestas, la silueta de un zapato por su industria zapatera, etc. Callejeamos un rato hasta llegar a la céntrica Plaza des Born, donde, entre otros, se encuentra el Ayuntamiento. Casualidades de la vida, había varios huecos para aparcar y en uno de ellos metimos el coche, aunque toda la zona era de pago. Pero, dado que era domingo, el aparcamiento nos salió gratis por ser fin de semana. Haciendo un poco de historia, sabíamos que la ciudad fue capital de la isla hasta 1714, coincidiendo con el periodo de la ocupación inglesa. Todo ese pasado, los años de destrucción de la ciudad y resurgimiento otra vez, la han dotado de una belleza difícilmente igualable. Sus plazas apacibles, sus estrechas calles adoquinadas, sus iglesias, principalmente su catedral gótica y la desacralizada iglesia del Roser, la larga franja de su puerto… Todo ello son alicientes más que suficientes para visitar y disfrutar de la ciudad.

sábado, 21 de abril de 2018

MAHÓN, ES CASTELL Y FORNELLS

Un día más volvió a amanecer radiante, con una temperatura casi veraniega. Tal y como habíamos planificado, hoy visitaríamos por la mañana la capital de la isla, Mahón, y un pueblecito cercano llamado Es Castell, conocido hasta hace pocos años como Villacarlos. Por la tarde, visitaríamos la población cercana de Fornells y su profunda bahía, que habíamos visto el día anterior desde la lejanía del Monte Toro. Sin más preámbulos, nos vestimos, nos acicalamos un poco y bajamos al comedor a desayunar, tras lo cual, volvimos de nuevo a la habitación para terminar de asearnos y dirigirnos al coche para enfilar en dirección a la capital menorquina. Poco más de veinte kilómetros la separan de Arenal d’en Castell. Quizá sea el momento de aclarar que nosotros no participamos en ninguna de las excursiones que se organizaban desde el hotel, sino que todos nuestros desplazamientos fueron por nuestra cuenta y riesgo. Sí nos sorprendió el precio de cada una de las excursiones que no recuerdo cuántas ni cuáles eran. Por ejemplo, echar la mañana visitando Mahón, que era una de las excursiones, tenía un precio aproximado de cincuenta euros por persona; es decir, si contratabas dos o tres excursiones, el precio total del viaje a Menorca se disparaba un poco. Pero claro, la mayor parte de los usuarios de este tipo de programas, como el IMSERSO, se dejan un poco llevar, quizá por el desconocimiento, quizá por la comodidad de que “me lo hagan todo”. Dicho lo anterior, nos subimos al coche pocos minutos después de las nueve, con escaso tráfico por la carretera y poco más de media hora después dejábamos el coche en los bajos de la plaza de la Explanada, en un aparcamiento público. Sin embargo, a pesar del poco tráfico y de la poca gente que vimos por la calle, fue bastante complicado aparcar por lo que nos vimos obligados a meter el coche en el parking. 

viernes, 20 de abril de 2018

NAVETAS DE RAFAL RUBÍ, CALA EN PORTET, TORRALBA D’EN SALORD, TORRE D’EN GALMÉS, SON SAURA, ALAIOR, ES MERCADAL Y MONTE TORO

Amaneció un día radiante, con una temperatura espléndida. Nos levantamos temprano, aproximadamente a las ocho y cuarto, y tras asearnos bajamos a desayunar. Había poca gente a esa hora en el comedor. Una gran variedad productos nos estaban esperando: pan normal o de molde, aceite, mantequilla, fiambre variado, queso de varias clases, huevos fritos, salchichas, bacon,  café, leche, zumos, etc. Ambos pensamos que este tipo de desayuno era un peligro, sobre todo si teníamos que hacerlo toda una semana. Nos permitimos cierta licencia por ser el primer día, pero teníamos que controlarlo. Una vez que acabamos de desayunar, nos dirigimos al exterior del hotel para encontrarnos con Borja, representante de ARENAL RENT A CAR, que ya nos estaba esperando en la entrada. Nos llevó hasta el coche que íbamos a disponer estos días, un Fiat Panda, con número de matrícula 5666JFF. Nos explicó mínimamente los aspectos de funcionamiento que cambian de un modelo de coche a otro: apertura del depósito de gasolina, intermitentes, etc., y nos entregó las llaves. Volvimos de nuevo a la habitación para recoger el TomTom que nos ayudaría en nuestros desplazamientos por la isla. Menorca muestra vestigios de presencia humana que datan del 2100 a.C. Desde entonces hasta la llegada de los romanos en 123 a. C., la Prehistoria insular discurre por diferentes fases. Uno de los edificios más emblemáticos y exclusivo de Menorca, son las navetas, construcciones funerarias colectivas, de hasta cien individuos inhumados junto a sus ajuares, como en la de es Tudons (Ciutadella) con restos datados sobre todo en el siglo IX a.C. Entre el 1000 y el 700 a.C. se construyeron los talaiots, torres troncocónicas de piedras en seco. Su función principal era el dominio visual del territorio circundante, además de cohesionador social de la comunidad que vivía a su alrededor. A partir del 650 a.C. se construye el edificio más original y exclusivo de Menorca: los santuarios de taula. Son recintos de planta de herradura y fachada cóncava. En ellos se practicaban rituales relacionados con la fecundidad de la tierra y de las personas, efectuándose el sacrificio de animales domésticos, libaciones con vino y rotura simbólica de ánforas. La presencia del fuego como elemento ritual y simbólico se repite en estos monumentos.

jueves, 19 de abril de 2018

MENORCA: PREPARATIVOS DEL VIAJE

Era la primera vez que participábamos en los denominados “viajes del IMSERSO” y tuvimos la gran suerte de que nos tocara Menorca, segunda de las peticiones que habíamos hecho en su momento, asignación que nos hizo mucha ilusión pues era una isla que teníamos ganas de conocer sobre todo por su cultura talayótica. A mediados de septiembre de 2017, la agencia de viajes nos confirmó el destino obtenido. El viaje tendría lugar entre el diecinueve y el veintiséis de abril del año siguiente. Ya eran dos los puntos que nos gustaban: el destino -Menorca- y la fechas -finales de abril, que casi nos aseguraba buen tiempo-. Abonamos dos pequeñas cantidades para reservar el viaje: cincuenta y seis euros como señal de reserva a la empresa gestora del IMSERSO, y veinticuatro euros a la agencia de viajes de Bailén que nos había gestionado la reserva. El último pago, por un valor de cuatrocientos euros, teníamos que hacerlo a finales de febrero, cosa que así hicimos. Una vez que hicimos el último pago, la agencia de viajes nos facilitó todos los datos necesarios de autobuses y vuelos porque el hotel ya sabíamos cuál era, el CLUB AGUAMARINA 2. La ruta era la siguiente: un autobús nos recogía en la Estación de Autobuses de Jaén para llevarnos al aeropuerto de Granada donde cogeríamos un vuelo que nos trasladaría a Mahón y desde allí otro autobús nos recogería para llevarnos al hotel adjudicado en Arenal d’en Castell.

miércoles, 21 de marzo de 2018

VIANA DO CASTELO Y SU PLAZA DE LA REPÚBLICA


Nos amaneció un día de lujo, con un cielo de color azul intenso que animaba a llevar a cabo la visita a Viana do Castelo y Barcelos, ambas ciudad en el norte de Portugal, que teníamos planificada desde hacía tiempo. Así que, muy temprano, cogimos el coche y nos encaminamos a la frontera de Tui, atravesamos Vilanova de Cerveira en un santiamén y recorrimos con presteza los escasos setenta kilómetros que nos separaban desde Gondomar. Además de salir temprano, había que tener en cuenta que ganábamos una hora en el momento en que atravesáramos el Miño y nos adentráramos en Portugal. Por lo tanto, llegamos a Viana casi a las diez de la mañana, nueve de la mañana hora portuguesa.

BARCELOS, CAPITAL DEL GALLO


Iglesia de Nossa Sra del Terço
Eran poco más de las una y media de la tarde -hora portuguesa- cuando aparcamos gratis el coche en el Campo da República de Barcelos, después de haber recorrido los treinta y cinco kilómetros que  separan esta ciudad de la vecina Viana do Castelo. Este Campo no es ni más ni menos que una enorme zona arbolada y con diferentes calles anexa al Parque Municipal. Aparcar en otras zonas cercanas al casco histórico es complicado porque gran parte de estas calles es peatonal y donde se puede aparcar está todo lleno.

jueves, 22 de febrero de 2018

SEVILLA, CIUDAD ETERNA DE BELLEZA INFINITA

Llevábamos ya tiempo queriendo repasar la ciudad de Sevilla pues hacía bastantes años que no habíamos vuelto a visitarla. Y mira por dónde, hablando con nuestros amigos Enrique y Luisina de que teníamos pensado hacer este viaje, rápidamente se apuntaron ellos también. Pensamos que una visita de tres días -dos noches de apartamento- serían suficientes, aunque con Sevilla ya se sabe: nunca es bastante. Decidimos que la visita se realizara entre los días veinte y veintidós de febrero, de martes a jueves. Entramos en la aplicación AIRB&B y comenzamos la búsqueda de un apartamento céntrico que se adaptara a nuestras exigencias, fundamentalmente que tuviera una plaza de aparcamiento para poder olvidarnos del coche durante unos días y utilizar, en caso de que fuera necesario, el transporte público. Tras varios días de visitar la web para seleccionar aquellos apartamentos que nos pudieran interesar, nos decantamos por un apartamento sito en la calle San Vicente, que constaba de dos dormitorios de matrimonio, dos cuartos de baño, un salón y una pequeña cocina que nos vendría perfecta para realizar los desayunos y las cenas. Y lo más importante, aparcamiento para el vehículo. El precio marcado era de 241 euros por las dos noches. Una vez reservado el apartamento, nos pusimos en contacto con Pepe, uno de sus dueños. Pepe era la amabilidad andando, siempre pendiente de los pequeños detalles que pudieran facilitar y mejorar nuestra visita a la ciudad.