viernes, 22 de febrero de 2019

Turquía: MÁLAGA – ESTAMBUL – KAYSERI (Día 1)

22 DE FEBRERO

Ese viernes 22 de febrero era el día elegido para iniciar el viaje. Nuestros amigos Cándido y Paqui habían llegado la tarde del día anterior a Torremolinos para dormir en casa y aparcar el coche, y así poder desplazarnos al día siguiente al aeropuerto Pablo Ruiz Picasso de Málaga, para lo que contratamos un par de taxis que nos llevaron con celeridad a la terminal internacional para juntarnos allí con el resto del grupo e iniciar los trámites de facturación. Lo planificado era realizar ese mismo día dos vuelos, ambos con la compañía de Turkish Airlines, uno que nos llevaría desde Málaga hasta el aeropuerto internacional Atatürk de Estambul (TK 1306), y desde allí, sin salir del aeropuerto, tomaríamos otro vuelo que nos llevaría hasta la ciudad de Kayseri (TK2018) situada en el centro de Anatolia.

Fuimos los primeros en llegar al punto de encuentro dentro del aeropuerto de Málaga. Allí nos hicimos una foto y la mandamos al grupo de Whatsaap de todos los que participábamos en el viaje. Al poco aparecieron por allí Toby y su mujer Loli, su hermana Rosario y también Maribel. Momentos después aparecieron Ángel, organizador y alma del viaje, su mujer Paqui, su hija Marina y Loli. Finalmente aparecieron “los de Granada”: Bernardo y su mujer Encarna y su hija Natalia, junto con Sonia, David y Cristina y Javier y María.

Una vez todos reunidos, nos dirijamos al mostrador de Turkish Airlines para facturar el equipaje. No sé qué problema había en ese mostrador pero cuando llegamos no se podía facturar porque, según nos dijeron, “se había caído el sistema” y por tanto no podían llevar a cabo la facturación del equipaje. Eran más de las doce del mediodía y, por la fila de viajeros que había esperando a facturar, daba la sensación de que la salida del vuelo no iba a ser muy puntual, ya que ésta estaba prevista para las 13:10 horas. Minutos después, y una vez solucionado el problema, facturamos la maleta mediana y nos quedamos con las dos maletas de cabina para subirlas con nosotros al avión. El paso por el control de policía fue rápido, aunque tuvimos la mala suerte de que nos tocó abrir mi maleta para que la policía comprobara que todo lo que contenía era correcto. Me dijeron que aleatoriamente seleccionaban un número de maletas diario y sobre ellas realizaban el control. Yo pensé para mí: ¡mira qué suerte tengo para esto y sin embargo nunca me toca la lotería! Solventado ese pequeño retraso iniciamos el largo camino hacia la puerta de embarque de la compañía turca con la que volábamos. “Nos han enseñado todo el aeropuerto de Málaga” era el comentario
Menú de Turkish Airlines
gracioso entre nosotros ya que la dichosa puerta de embarque estaba al final de todo el aeropuerto y tuvimos que hacer todo ese recorrido a pie y cargando con las maletas de cabina. Quien más lo notó fue Cándido que ya venía cojeando y ayudado por un bastón. Viéndolo caminar tan dificultosamente llegamos a pensar que no podría aguantar la totalidad del viaje.

Llegados finalmente a la puerta de embarque, subimos al avión, guardamos nuestras maletas de cabina en los compartimentos correspondientes y tomamos asiento. A pesar de todo el retraso que habíamos acumulado con la caída del sistema en el mostrador de facturación, el retraso no fue mayor de media hora. Y así, minutos antes de las dos de la tarde, el avión inició su aproximación a la pista de despegue y en un momento ya estábamos en el aire camino de Estambul. Nos quedaban por delante algo más de cuatro horas y cuarto, según la información facilitada por la compañía aérea; es decir, llegaríamos aproximadamente sobre las siete y media de la tarde a Estambul.

La actividad de las azafatas durante el vuelo, a pesar de su duración, fue muy variada y de una excelente atención a los pasajeros. A los pocos minutos de iniciar el vuelo, ya estaban ofreciéndonos unos auriculares con los que poder utilizar los recursos audiovisuales que se nos ofrecían en la pantalla que había frente a nosotros en la parte trasera del asiento delantero. Allí podías infórmate de las noticias, de la situación y localización en cada momento  del vuelo, podías ver documentales sobre Turquía, películas dobladas al castellano, juegos, etc. Y lo más curioso de todo es que toda esa oferta de entretenimiento funcionaba correctamente. Al rato volvieron a pasar las azafatas de nuevo –también había algún que otro azafato– ofreciendo té, café, agua o algún zumo de fruta. No llevaríamos más de una hora cuando volvieron a pasar nuevamente para ofrecernos esta vez un menú completo: ensalada, plato principal, postre y pan con bebidas incluidas –agua, vino o cerveza–. Poco después, una vez retirada la
Estambul. Aeropuerto Atatürk
bandeja del menú, volvieron a pasar ofreciendo otra vez té, café, refrescos o bebidas alcohólicas. Todas estas atenciones nos llamaron poderosamente la atención ya que hacía mucho, pero que mucho tiempo, que no nos ofrecían en los vuelos nada más que objetos para comprar o papeletas para participar en sorteos. Y así, entretenidos y distraídos por la continua actividad de las azafatas hacia los pasajeros, nos plantamos en el aeropuerto Atatürk de Estambul casi sin darnos cuenta dentro del horario previsto que eran las siete y media de la tarde. En Estambul ya era noche cerrada teniendo en cuenta que existe una diferencia horaria con España de dos horas.

Una vez en el aeropuerto, sin necesidad de recoger la maleta facturada que sería embarcada en el vuelo que nos llevaría a Kayseri, nos pusimos a caminar en busca de los mostradores del control de pasaportes y del control de equipaje de mano que debíamos de volver a pasar en este aeropuerto a pesar de no haber salido del mismo. Una vez solventados estos trámites nos dirigimos a la terminal de vuelos domésticos del aeropuerto; es decir, a la terminal desde la que operaban todos los vuelos interiores de Turquía. Si el aeropuerto de Málaga ya nos pareció grande por la mañana y a Cándido, por su cojera evidente, se le figuró enorme, no voy a comentar en exceso las dimensiones del aeropuerto turco. A esas horas de la tarde/noche, el pie de Cándido era todo un poema. Apoyado dificultosamente en el bastón, lo arrastraba con evidentes muestras de dolor. Por fin llegamos al control de acceso de la terminal doméstica y nuevamente tuvimos que pasar por el escáner las maletas. Una vez que hubimos pasado el control se nos presentó Erdem Endinç que iba a ser nuestro guía inseparable en los siguientes diez días. Siguiendo sus instrucciones, nos dirigimos nuevamente a la puerta de embarque correspondiente para tomar el vuelo TK 2018 de Turkish Airlines, que nos llevaría de Estambul a Kayseri, ciudad situada a unos setenta kilómetros de distancia de Ürgüp, localidad donde se encontraba nuestro hotel. Así que, de nuevo nos embarcamos, colocamos nuestras maletas de cabina en los compartimentos correspondientes y tomamos asiento. El vuelo salía a las 21:55 horas y llegaba a Kayseri en torno a las once y media de la noche. Tanto el despegue como el aterrizaje fueron relativamente puntuales. Y nuevamente el cuerpo de azafatas comenzó su trabajo rutinario: nos ofrecieron unos nuevos auriculares para poder disfrutar de la oferta audiovisual que nos mostraban en
El grupo en el aeropuerto de Kayseri
pantalla; pasaron de nuevo ofreciendo té, café o agua –las bebidas alcohólicas en este vuelo desaparecieron–; otra vez volvieron a pasar para entregarnos un bocadillo bastante apetitoso como cena. Aterrizamos sin ningún tipo de problema y enfilamos nuestros pasos hacia la cinta donde se encontraba nuestra maleta mediana facturada. Una vez recogida, nos dirigimos hacia la salida del aeropuerto donde esperamos la llegada del autobús que nos acompañaría el resto del viaje conducido por Ösdem y en el que se encontraba ya nuestro guía. Una vez colocadas las maletas en el maletero del autobús, en torno a las doce de la noche enfilamos nuestros pasos hacia el hotel Perissia de Ürgüp, un cinco estrellas con mucho encanto y en el que dormiríamos tres noches, donde llegamos aproximadamente a las una de la madrugada. Tras el reparto de habitaciones y entrega de la correspondiente tarjeta de acceso a las mismas, cada uno de nosotros se dirigió hacia su habitación con la intención evidente de descansar y estar preparados para el día siguiente. Previamente, Erdem nos explicó que íbamos a cambiar las actividades del sábado por las del domingo y viceversa, ya que la actividad de subirse en globo prevista para el sábado había sido suspendida por las malas condiciones atmosféricas.

Hotel Perissia. Lámpara del vestíbulo
Una vez llegamos a la habitación y colocadas las maletas, encendimos la televisión un rato –todo eran cadenas en turco o en inglés– mientras dábamos buena cuenta de unos bocadillos y unas botes de agua que nos habían dejado como detalle de bienvenida. Tras ello, a eso de casi las una y media de la madrugada nos metimos en la cama y procuramos descansar para estar en plena forma al día siguiente.

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