martes, 2 de octubre de 2018

AMBERES: CIUDAD EN OBRAS

El día amaneció lloviendo, señal de mal agüero para la visita que teníamos planificada hoy que no era otra que recorrer el casco histórico de la ciudad de Amberes (Antwerpen o Anvers, según se nombre en flamenco o francés), segunda ciudad más importante y de mayores dimensiones de Flandes. Se extiende sobre la orilla izquierda del estuario del Escalda, a 88 km del mar del Norte, circunstancia que la convierte en el principal puerto del país y el sexto del mundo. Su desarrollo industrial, logrado a expensas de la decadencia de la no muy lejana Brujas, atrajo desde esta última ciudad hacia Amberes una multitud de artistas: escultores, pintores y arquitectos que, en los siglos XVI y XVII, la cubrieron de hermosos monumentos. Entre todos los artistas que recalaron, el más reconocido internacionalmente fue el pintor Peter Paul Rubens. Nos levantamos temprano, como cada día, desayunamos con contundencia y nos preparamos para salir a la calle. Teníamos que ir a Amberes si queríamos verla hoy dos de octubre, pues mañana volábamos a Madrid y no queríamos vernos en el aprieto de llegar tarde a la terminal del aeropuerto de Zeventem. Era mejor hoy porque así disponíamos de todo el día para visitar la ciudad. Así que dicho y hecho. Nos abrigamos bien pues, según la app del teléfono, hoy fijaban lluvia discontinua y fuertes rachas de viento en Amberes. Nos encaminamos hacia la estación de Bruselas Central y allí sacamos dos billetes de ida y vuelta para Amberes al precio de 30,80 euros. El comprar estos billetes sueltos era consecuencia de que la tarjeta RAIL PASS ya la habíamos agotado y evidentemente era más caro comprar otra tarjeta que los billetes individuales. Una vez en nuestro vagón, que no iba muy saturado de pasajeros, nos acomodamos dispuestos a contemplar el gris, apagado y anodino paisaje belga a causa de la lluvia que caía en ese momento a través de la ventanilla del tren. La duración del viaje fue relativamente corta ya que poco antes de las diez y media de la mañana nos apeábamos en la estación Antwerpen-Centraal, después de haber recorrido los poco más de cincuenta kilómetros que separan estas dos ciudades.