viernes, 31 de marzo de 2017

LUGO, ALGO MÁS QUE SU MURALLA ROMANA

Habíamos salido de Mondoñedo en torno a las once de la mañana con el cielo encapotado, pero sin amenaza de lluvia clara. Había poco tráfico en la autovía y recorrimos con prontitud los algo más de ochenta kilómetros que nos separaban de nuestro siguiente destino. Pasadas las once y media aparcamos provisionalmente delante del HOTEL ESPAÑA, sito en la rúa Vilalba, pegadito a la espectacular muralla romana que rodea la ciudad de LUGO. Dormir esa noche nos iba a costar treinta y cinco euros. Bajamos las maletas y subimos a recepción. Allí una chica muy amable nos informó de la dificultad de aparcar en la zona y nos recomendó llevar el coche al Aparcamiento Ramón Ferreiro que estaba en la rúa Salvador de Madariaga porque nos resolvía el problema del vehículo por un precio bastante económico: 3,75 euros por veinticuatro horas. Pero no todo iba a ser maravilloso: las veinticuatro horas eran naturales –el día finaliza a las doce de la noche–, así que tuvimos que pagar siete euros y medio por dos días de aparcamiento ya que teníamos previsto irnos al día siguiente camino de Portomarín y Orense.

MONDOÑEDO, CUNQUEIRO Y SU CATEDRAL

Volvimos a madrugar un día más y ya iban… La mañana amaneció gris y con algo de neblina, esparciendo su tristeza por toda la plaza que se abría a nuestros pies desde el balcón del hotel. Nuestro plan para hoy era visitar Lugo, donde dormiríamos en el Hotel España, situado frente a la muralla romana lucense. Pero habíamos decidido hacer un alto en Mondoñedo, población con algo más de 3.500 habitantes, pero con un riquísimo pasado. Recogimos la habitación, bajamos las maletas que guardamos en el coche que estaba aparcado frente a nuestra habitación, y nos metimos en la cafetería del hotel Linares para desayunar antes de iniciar el viaje. Pedimos una ración de churros, media tostada, una infusión y un café con leche, por lo que pagamos algo menos de cinco euros. Finalizado el desayuno nos dirigimos al coche dispuestos a recorrer los escasos cuarenta kilómetros de autovía que nos separaban de la sede episcopal de Mondoñedo. Callejeamos un poco con el coche para poder aparcar lo más cerca posible del centro histórico de la villa. Encontramos un sitio para dejar el coche en el aparcamiento público al aire libre situado frente al Seminario a las nueve y media de la mañana. Si en Ribadeo el día había comenzado gris y frío, en Mondoñedo, continuaba la misma tónica, con un ligero aumento del frío. Nos pertrechamos con nuestros anoraks bien abrochados y nos dispusimos a iniciar la visita turística.

jueves, 30 de marzo de 2017

RIBADEO, CIUDAD INDIANA Y MARINERA

Poco antes de las una abandonábamos la Playa de las Catedrales en dirección a Ribadeo donde, tras recorrer los poco más de diez kilómetros que separan ambos lugares, llegamos alrededor de las una y cuarto. Llevábamos una sensación extraña, como de haber visitado un lugar extraterrestre, donde las enormes rocas emergen poderosas libres del mar que las engulle dos veces al día al ritmo de las mareas. El caminar por la firme arena que el agua deja al descubierto, el contemplar la gran cantidad de vida a través de los incontables criaderos de percebes, mejillones y lapas marinas que se adhieren salvajemente a las rocas, el maravillarse con la sólida presencia de los arbotantes naturales que ha moldeado el mar con infinita paciencia monacal, el caminar envuelto en la más absoluta soledad por este onírico paisaje… todo ello nos creó una sensación increíble de bienestar interno que ya no abandonamos a lo largo de todos los días que nos restaban de viaje. Una vez llegamos a Ribadeo, nos dirigimos a la Plaza de España, también llamada Plaza do Campo, donde se encontraba el hotel que habíamos seleccionado para dormir esa noche. Era el HOSTAL LINARES, establecimiento que tiene una cafetería en su planta baja donde, además de las consabidas tostadas, ofrece churros a sus clientes para desayunar. Además de la larga barra atendida por diligentes camareros, tiene dos salones, uno exterior y otro interior que estaban bastante animados la tarde que llegamos tras finalizar nuestra visita a la ciudad. Pagamos treinta y cuatro euros por la habitación, ubicada en la primera planta del edificio –agradecimos enormemente que hubiera ascensor–. La habitación nos resultó un poco pequeña, aunque no agobiante. Una buena cama y mucha limpieza eran sus características principales. A esto había que añadirle que el balcón que teníamos se abría directamente a la Plaza de España desde donde se podían observar todos los edificios importantes que la circundan. Una vez que depositamos las maletas en la habitación y nos refrescamos un poco, nos echamos de nuevo a la calle donde comenzamos la visita a la villa pasadas ligeramente las una y media de la tarde.

PLAYA DE LAS CATEDRALES: UNA OBRA DIVINA DEL MAR Y DEL VIENTO

Nos levantamos temprano, como la mayor parte de los días. El día amaneció fresco, ventoso y con el cielo cubierto aunque no presagiaba lluvia. Nuestra etapa de hoy terminaba en el Cantábrico, en plena Mariña Lucense. Ribadeo esperaba con los brazos abiertos nuestra llegada. No obstante, teníamos previsto hacer un alto antes de llegar a esta villa marinera para visitar la Playa de las Catedrales o como dicen los gallegos, Praia das Catedrais. Bajamos las maletas a recepción, abonamos la minuta del hotel y, mientras Concha me esperaba en el vestíbulo del mismo, yo me acerqué al garaje donde teníamos el coche aparcado y callejeé un par de calles hasta llegar a la puerta del hotel, sabiendo que aunque la circulación de vehículos estaba prohibida a partir de las doce de la mañana, sí se permitía el paso antes de esa hora para hacer los repartos en los diferentes establecimientos que conforman el abigarrado núcleo de callejas de la ciudad vieja.

LA CORUÑA, DOS LUJOS AL ALCANCE DE LA MANO: LA CIUDAD VIEJA Y SU MARINA.

Salimos de Santiago pasadas las una y media de la tarde. El plan que teníamos previsto era llegar temprano al hotel y dedicar la tarde a visitar la ciudad. Así que recorrimos con rapidez los escasos ochenta kilómetros que separan ambas ciudades y llegamos a La Coruña poco antes de las dos y media de la tarde. Nos dirigimos directamente en busca del alojamiento donde íbamos a pernoctar esa noche, el HOSTAL MARA, situado en la calle Galera, una zona peatonal que permitía el acceso a los vehículos solo en horario de mañana para que los camiones y furgonetas de reparto pudieran hacer su trabajo. Veintiséis euros íbamos a pagar por dormir esa noche. Aparcamos provisionalmente el coche en la calle San Andrés, frente a la iglesia castrense del mismo nombre, que corría paralela a la calle de nuestro hotel. Asimismo, teníamos apalabrado que por seis euros más podríamos dejar el coche en un aparcamiento cercano cuyo acceso de entrada y salida estaba frente a la calle Sol. Así que cogimos las maletas y nos acercamos a la recepción del hotel donde, muy amablemente, el señor que estaba allí nos indicó las maniobras necesarias para llegar al edificio donde dejaríamos el a la vez que nos entregaba las llaves del mismo. Concha se quedó en el estrecho vestíbulo de entrada del hotel vigilando las maletas, mientras yo me acercaba al aparcamiento a dejar el coche. Una vez aparcado el coche, de vuelta al hotel, el recepcionista nos indicó la habitación que nos había asignado que se encontraba en la cuarta planta.

miércoles, 29 de marzo de 2017

SANTIAGO DE COMPOSTELA: VUELTA AL PARAISO

Habíamos planeado que, en vez de volver directamente desde Gondomar a Bailén, haríamos un pequeño tour por las capitales gallegas que aún no habíamos visitado: la política –Santiago– y las administrativas –A Coruña, Lugo y Orense–, con paradas intermedias en otras localidades que considerábamos interesantes para girar una visita a su abundante oferta cultural, como Ribadeo, Mondoñedo, Portomarín o Allariz. Por ello, la noche anterior dejamos el coche cargado con el equipaje y listo de gasolina para iniciar nuestro viaje sin dilación alguna. Nos levantamos muy temprano y salimos en silencio de la casa de Alfonso e Irene tratando de no despertarlos. Bajamos las escaleras y nos montamos en el coche que estaba mirando hacia la puerta de salida de la finca. No eran todavía las ocho de la mañana cuando ya rodábamos camino de la autovía que nos llevaría hasta Santiago de Compostela, donde rememoraríamos la visita que giramos a esta ciudad en 1977 con motivo de nuestro viaje de bodas. Aquí pernoctamos tres noches en el Hotel Peregrino, un cuatro estrellas situado en la avenida Rosalía de Castro, a poco más de un kilómetro del centro santiagués, del que en algún momento haré una pequeña reseña relacionada con aquel entrañable viaje. Llegamos a Santiago cuando pasaban pocos minutos de las nueve de la mañana, después de haber recorrido los ciento quince kilómetros aproximados que separan ambas localidades y abonado una cantidad cercana a los diez euros en concepto de peaje en la autopista AP-9 que habíamos tomado con la intención de hacer el viaje más corto y cómodo. Una vez en Santiago callejeamos un rato hasta llegar a la Plaza de Galicia donde dejamos el coche en el Interparking Plaza Galicia. Una vez que salimos a la calle, lo primero que hicimos fue buscar un establecimiento donde poder desayunar, pues aún no lo habíamos hecho. Para ello, nos dirigimos al CAFÉ BAR EL MUELLE situado en la misma plaza donde habíamos aparcado el coche, nos sentamos en una mesa del interior y pedimos un café con leche, una infusión para Concha y churros para los dos.

martes, 28 de marzo de 2017

COMBARRO, MUCHO MÁS QUE HÓRREOS Y CRUCEIROS

Hoy no hubo que madrugar. Nos levantamos como cualquier otro día normal y desayunamos sentados en el porche trasero. Esta mañana queríamos desplazarnos a COMBARRO, del que dicen que es uno de los pueblos más bonitos de Galicia por muchos y variados motivos, aunque fundamentalmente por tres: por la conservación de las estrechas callejas de su núcleo urbano donde vivían de forma mayoritaria la gente de la mar, por sus característicos cruceiros –siete luce la villa– y por los muy numerosos hórreos –hay quien dice que se cuentan más de sesenta– enfilados muchos de ellos casi encima del mar.  Salimos de Gondomar pasadas las diez y cuarto de la mañana y condujimos tranquilos por la autovía de pago para recorrer los cincuenta y cinco kilómetros que separan ambas ciudades. Como siempre en estos últimos años, las obras eternas del puente de Rande fueron una ratonera para los conductores. ¡El atasco estaba servido! Con paciencia fuimos avanzando hasta conseguir circular con normalidad. Pasaban pocos minutos de las once cuando estábamos aparcando el coche en un hueco que vimos en la rúa  Francisco Regalado, cerca de la plaza Peirao da Chousa, una amplia explanada sin un árbol para disfrutar de su sombra. Imaginamos que esa mañana habría habido mercadillo porque en la plaza quedaban algunos puestos de venta ambulante, unos de comida y otros de ropa, que en ese momento contaban con la presencia de pocos parroquianos. 

lunes, 27 de marzo de 2017

MONTE DE SANTA TREGA: SU ERMITA Y SU CASTRO CELTA

Hoy iba a ser un gran día, como decía la canción de Serrat. Hoy íbamos a cumplir uno de esos sueños que tienes cuando eres jovenzuelo y crees que te vas a comer el mundo. Desde siempre habíamos querido visitar el castro celta de Santa Tecla –Santa Trega como dicen los gallegos– y hoy iba a ser plena realidad. Sin duda, el CASTRO DE SANTA TREGA es uno de los diez lugares únicos de Galicia, bien porque moviéndote entre sus casas y petroglifos podrás viajar en el tiempo y retrotraerte a cuando era un núcleo de población con cerca de cinco mil almas, bien porque desde lo alto del monte las vistas de la desembocadura del río Miño y la franja portuguesa son realmente espectaculares. Yo me levante como cada día a eso de las ocho de la mañana. Concha lo hizo un poco más tarde. Desayunamos una taza de café y otra de té negro, ambos con leche, y un par de pastas gallegas. Mientras Concha terminaba de prepararse y ordenar la habitación, yo aproveché para llevar a los nietos a la Guardería San José, en la parroquia de Borreiros. Cuando volví de nuevo a casa faltaban pocos minutos para las once de la mañana. Terminamos de organizar la comida de medio día y nos volvimos a subir al coche con dirección a A Guarda, villa a la que pertenece el mencionado monte. Cuarenta kilómetros nos separaban que recorrimos con tranquilidad pasando por localidades como Tomiño o Tui, que ya habíamos visitado en otras ocasiones.

miércoles, 22 de marzo de 2017

RIBADAVIA: LA FUERZA DEL GRANITO

Volvíamos de nuevo a Galicia, esta vez para hacer un largo recorrido que nos llevaría por todas las provincias y capitales gallegas visitando por primera vez alguna de ellas como Lugo y Orense, que no conocíamos. Habíamos salido temprano desde Paracuellos de Jarama y habíamos hecho un alto para comer en un bar de carretera del concello de Cualedro de nombre LA PAELLA, que nos dejó un buen sabor de boca por la calidad del servicio que nos ofrecieron, por la excelencia de los platos que nos sirvieron y por el precio que abonamos al pedir la cuenta. Lo tendríamos en cuenta para viajes futuros. Con las fuerzas repuestas, subimos de nuevo al coche y continuamos viaje hasta Ribadavia, antigua capital medieval del Reino de Galicia y cuna y capital del vino de Ribeiro, situada a pocos kilómetros de la ciudad de Orense. Pocos minutos pasaban de las cuatro de la tarde cuando abandonamos la autovía A-52 para recorrer los escasos tres kilómetros que nos separaban del centro urbano de esta interesante villa, que conserva uno de los cascos históricos más completos de toda la comunidad gallega. Aparcamos en la rúa do Progreso. Se respiraba una gran humedad en el ambiente, aumentada porque lloviznaba a ratos lo que nos obligó a coger el paraguas. 

Nada más comenzar nuestro paseo nos encontramos con dos construcciones religiosas que nos llamaron la atención: una, la pequeña IGREXA DE LA VIRGEN DEL PORTAL, dedicada a la patrona de Ribadavia, iniciada en el siglo XVI sobre los restos de la antigua iglesia del siglo XII, pero que no se acabó definitivamente hasta el año 1875, fecha en la que se construyó la fachada neoclásica que la preside en la actualidad. La otra, situada prácticamente a su lado, la IGREXA PARROQUIAL Y CONVENTO DE SAN DOMINGOS, de refinado estilo gótico con algunas reminiscencias románicas, construido entre los siglos XIII y XIV. Destacan los capiteles historiados con motivos vegetales, animales y geométricos y el ábside  de elegantes proporciones. Volvimos sobre nuestros pasos y nos detuvimos en la pequeña terraza cubierta por un toldo –de todas formas, no llovía en ese momento– del CAFÉ BAR CALVO, con escasa clientela en esos momentos. Pedimos una manzanilla para Concha y un café con leche para mí que nos sirvieron acompañados de unos trozos pequeños de bizcocho deferencia de la casa. Terminadas las bebidas y abonadas las consumiciones, iniciamos una visita rápida para ver los edificios más representativos de la villa que aún nos quedaban por ver. Bajamos la calle hasta que nos dimos de bruces con una letras de gran tamaño que conformaban el nombre de RIBADAVIA situadas frente a uno de los lienzos de muralla del CASTILLO DE LOS SARMIENTO, residencia oficial de los condes de Ribadavia hasta que se trasladaron al Palacio situado en la Plaza Mayor de la villa, mediado el siglo XVII. Resulta curioso el maridaje del apellido de esta familia nobiliaria relacionado con la riqueza vinícola de la zona. El estado de la fortaleza actualmente es bastante ruinoso, ya que le faltan las almenas así como la torre de homenaje y cualquier otro signo de protección que tuviera el castillo. Desde aquí nos dirigimos por la rúa Alcalde Meruéndano –con algunos ejemplos interesantes de fachadas de granito– que viene a desembocar en la Plaza Mayor, en la que abundaban las sillas y mesas amontonadas debido a la climatología contraria de los numerosos bares y restaurantes que alberga el recinto urbano y que en ese momento se encontraban cerrados. La PRAZA MAIOR es un gran rectángulo de forma irregular con excelentes ejemplos de casas con elegantes fachadas de granito de dos o tres alturas entre las que destacan, entre otras, la Casa Consistorial y el antiguo Palacio de los Condes de Ribadavia. El AYUNTAMIENTO cierra el costado izquierdo de la plaza, con fachada neoclásica de fino granito, de tres plantas y una TORRE DEL RELOJ adosada de estilo renacentista, con tres cuerpos superpuestos estando en el primero la escalera de acceso al interior de la torre, coronada por un reloj dotado de un cuerpo de campanas de hierro labrado que sobresale del resto del edificio capitular. Nos habían dicho, y nos lo confirmaron unos vecinos a los que preguntamos, que al reloj hay que darle cuerda diariamente tanto para marcar las horas como las medias horas. Enfrente, al otro extremo de la plaza, la exquisita fachada de piedra labrada y decorada con los escudos nobiliarios de la familia del PALACIO DE LOS CONDES, que en la actualidad alberga la Oficina de Turismo y en la primera planta el Centro de Información Judía, donde se cuenta la historia de la comunidad hebrea local, que fue una de las más florecientes de Galicia, enriquecida con el comercio del vino. Es también desde aquí desde el que se accede al interior del recinto murado del Castillo. En toda la plaza también son notables algunos ejemplos de balconadas con muy buenos ejemplos de rejería con filigranas primorosas. 

Desde aquí nos introdujimos por la rúa Merelles Caula en el precioso y muy bien conservado BARRIO DE LA JUDERÍA de calles cortas y estrechas, empedradas y con elegantes y robustos soportales que protegen a sus vecinos de las inclemencias del tiempo. Lo primero que nos encontramos, una vez que recorrimos los primeros metros de la calle, fue la IGREXA DE MARÍA MAGDALENA, edificación del siglo XVIII, con un cuerpo de campanas poco afortunado que rompe el escaso atractivo de la fachada neoclásica entre pilastras del templo. Sí nos sorprendió encontrarnos en una esquina un cartelón decorado con el conocido víctor franquista en rojo, narrando las hazañas evangelizadoras en tierras filipinas a comienzos del siglo XVIII del agustino FRAY JACINTO DE RIBERA, nacido en esta villa y bautizado en esta iglesia. Continuamos caminando por la rúa Santiago hasta llegar al templo románico del mismo nombre. La IGREXA DE SANTIAGO, románica del siglo XII, fue la primera iglesia que existió en villa. Es de planta rectangular con una sola nave cubierta de techumbre de madera. La portada contiene un arco de medio punto con tres arquivoltas que se sostienen por tres pares de columnas de capiteles con motivos vegetales. De su exterior, que fue lo único que vimos porque se encontraba cerrada, destacan las puertas y ventanas con una soberbia decoración artística,   así   como   los   arcos  y  un  rosetón primoroso. Antes de esta iglesia habíamos dejado atrás la fachada del MUSEO ETNOLÓGICO, con una amplia y variada de objetos procedentes sobre todo del contexto rural y también del urbano anteriores a la introducción de los medios de producción industrial. Seguimos nuestro agradable paseo –la lluvia había desaparecido por completo– hasta la estrecha praza de García Boente, toda ella porticada. Destaca en una de sus esquinas la CASA DE LA INQUISICIÓN, un edificio del siglo XVI con cinco escudos de familias de la villa ligadas al Santo Oficio. Muy cerca, la FONTE DA PLATA, rehundida en el suelo de la rúa Salgado Moscoso, atrajo nuestra atención con el sonido del agua que manaba de un caño. Por último, y como colofón a nuestra rápida visita a la villa, nos encaminamos hacia la IGREXA DE SAN XOAN BAUTISTA, impresionante ejemplar de iglesia románica del siglo XII, muy bien conservada y situada a escasos metros del barrio judío. Fue manda construir por los Caballeros de la Orden de Malta, forma una placita coqueta y bonita.  Presenta un ábside de gran clasicismo y de una extraordinaria belleza. La única pega es que se encuentra actualmente rodeado y agobiado por edificaciones que impiden una contemplación nítida y de conjunto.

Concluida la visita nos dirigimos de nuevo al coche para continuar camino hacia Gondomar donde nos esperaban nuestros nietos.