jueves, 30 de marzo de 2017

LA CORUÑA, DOS LUJOS AL ALCANCE DE LA MANO: LA CIUDAD VIEJA Y SU MARINA.

Salimos de Santiago pasadas las una y media de la tarde. El plan que teníamos previsto era llegar temprano al hotel y dedicar la tarde a visitar la ciudad. Así que recorrimos con rapidez los escasos ochenta kilómetros que separan ambas ciudades y llegamos a La Coruña poco antes de las dos y media de la tarde. Nos dirigimos directamente en busca del alojamiento donde íbamos a pernoctar esa noche, el HOSTAL MARA, situado en la calle Galera, una zona peatonal que permitía el acceso a los vehículos solo en horario de mañana para que los camiones y furgonetas de reparto pudieran hacer su trabajo. Veintiséis euros íbamos a pagar por dormir esa noche. Aparcamos provisionalmente el coche en la calle San Andrés, frente a la iglesia castrense del mismo nombre, que corría paralela a la calle de nuestro hotel. Asimismo, teníamos apalabrado que por seis euros más podríamos dejar el coche en un aparcamiento cercano cuyo acceso de entrada y salida estaba frente a la calle Sol. Así que cogimos las maletas y nos acercamos a la recepción del hotel donde, muy amablemente, el señor que estaba allí nos indicó las maniobras necesarias para llegar al edificio donde dejaríamos el a la vez que nos entregaba las llaves del mismo. Concha se quedó en el estrecho vestíbulo de entrada del hotel vigilando las maletas, mientras yo me acercaba al aparcamiento a dejar el coche. Una vez aparcado el coche, de vuelta al hotel, el recepcionista nos indicó la habitación que nos había asignado que se encontraba en la cuarta planta.
Tomamos el ridículo ascensor en el que apenas cabíamos nosotros dos y las dos maletas amontonadas una encima de la otra. Al menos, no había que subir las escaleras a pie. Llegamos a la habitación que tenía un tamaño bastante grande: el cuarto de baño, muy amplio y recién actualizado en su azulejería y accesorios, frente a la puerta de entrada; a la derecha surgía un largo pasillo que desembocaba en la habitación propiamente dicha. Una televisión plana de bastantes pulgadas se encontraba colgada en la pared frente a la cama de matrimonio que, al sentarnos en ella, parecía cómoda. Lo único que no nos sedujo fue la persistencia de un cierto olorcillo desagradable que provenía del patio de luces del edificio, ya que el amplio ventanal de la habitación daba a una zona comunitaria interior. Dejadas las maletas, volvimos de nuevo a la calle y buscamos algún local que estuviera abierto a esa hora para comer algo. Y lo encontramos muy cerca del hotel ya que todo el enjambre de callejuelas en las que se encontraba nuestro alojamiento era zona de copas y picoteo. Entramos en la TABERNA DA GALERA donde pedimos un par de cervezas y dos raciones, una de croquetas y otra de calamares, que nos sirvió con prontitud una joven que atendía la barra. Una vez que habíamos acabado nos dirigimos hacia el aparcamiento para ir en coche a la Torre de Hércules para visitar el antiguo faro romano y el parque de esculturas al aire libre que el Ayuntamiento había desplegado por toda la zona aledaña. Aunque el cielo se presentaba prácticamente despejado de nubes y la temperatura era agradable e invitaba al paseo, no pudo ser. Un viento violento con una fuerza que no habíamos visto en toda nuestra vida nos recibió de mala manera. Ello nos obligó a abrir el maletero del coche con urgencia para coger los anoraks. En ese momento nos dimos cuenta de que mi abrigo no estaba en el habitáculo del vehículo, lo que nos obligó de nuevo a volver al aparcamiento. Efectivamente, caído en el suelo en la zona trasera de la plaza de aparcamiento estaba el anorak. Debía de haberse caído cuando habíamos estado ordenando el maletero tras haber sacado las maletas y no nos habíamos dado cuenta dada la escasa iluminación de la zona en la que se encontraba nuestra plaza de aparcamiento. Lo recogimos, volvimos a subir de nuevo al coche y nos dirigimos otra vez al aparcamiento sito en la zona baja de la torre de Hércules. Pasaban ya algunos minutos de las cinco de la tarde. El viento seguía soplando con igual o mayor virulencia que la primera vez que habíamos estado. Era casi imposible andar sin mantener una lucha constante y violenta contra la fuerza del viento. Ello, tras varios intentos, nos obligó a declinar la subida al antiguo faro romano y la visita al parque de esculturas que se encontraba en los alrededores. Así que optamos por hacer unas cuentas fotos y abandonar la zona para continuar nuestra visita a la ciudad por calles más tranquilas. Habíamos aparcado el coche al lado de la ESCULTURA DE CARONTE, obra en bronce realizada por Ramón Conde, situada en la entrada del Parque Escultórico de la Torre de Hércules. Representa a un hombre de obesidad mórbida y grandes senos que normalmente llevan a equívocos sobre el sexo de la figura. En realidad se trata de Caronte y forma parte de la mitología asociada con Hércules, ya que era el barquero encargado de guiar a las sombras errantes de los difuntos recientes al otro lado del río Aqueronte siempre que tuvieran un óbolo para pagar el viaje. Desde aquí, encorvados y manteniendo una lucha titánica con el viento nos acercamos a ver la gigantesca ESTATUA BREOGÁN, sita en el centro de una rotonda. Es un imponente monumento de granito blanco  realizada por José Cid y emplazada al principio de la rampa de acceso para subir a la Torre de Hércules. Está dedicada al padre mitológico del pueblo gallego. En la escultura, Breogán aparece con su escudo y su espada en la mano y tan sólo los rasgos fundamentales de su fisonomía están marcados levemente. La TORRE DE HÉRCULES se erguía majestuosa y desafiante al poderoso viento en lo alto de la colina en la que se encuentra. Es el único faro romano que desde sus orígenes hasta la actualidad ha cumplido con su función primigenia: la de servir de señal marítima e instrumento de navegación para las embarcaciones que en su singladura atraviesan el corredor atlántico. El faro fue construido con toda probabilidad en la segunda mitad del siglo I o en los primeros años del siglo II d. C. De la construcción romana ha llegado hasta nosotros el núcleo interior del faro y se ha perdido la rampa de acceso exterior. Como ya hemos dicho anteriormente, intentamos subir la cuesta de acceso a la Torre, pero la fuerza del viento dificultaba sobremanera el desplazamiento de la misma. Por ello, en un momento determinado, decidimos abortar la visita y volver sobre nuestros pasos de nuevo al coche. Nuestra intención era girar visita al viejo faro y al parque de esculturas que el ayuntamiento de la ciudad ha levantado en los últimos años en un futuro no muy lejano cuando volviéramos a la ciudad con mejores condiciones meteorológicas. Así pues, nos subimos de nuevo al vehículo y nos dirigimos al aparcamiento. Allí dejamos el coche y comenzamos el recorrido que habíamos planificado y que nos llevaría por los principales monumentos de la ciudad vieja. Eran algo menos de las seis de la tarde. No obstante, antes de nada, decidimos hacer un alto en el camino en la cafetería CONTERTULIA, sita en la calle san Andrés donde nos sentamos en una mesa del amplio salón interior a saborear sendos cafés con leche calientes que nos sacaron el frío del cuerpo acumulado durante la fallida visita a la Torre de Hércules y el parque de esculturas.  

Iniciamos nuestro recorrido en la IGLESIA CASTRENSE DE SAN ANDRÉS, construida a finales del siglo XIX en estilo neo románico. El templo se desarrolla en paralelo a la calle de San Andrés, con una puerta lateral a ésta por la zona ajardinada que tiene un hermoso cruceiro en medio. La fachada principal tiene dos cuerpos: una portada abocinada con arquivoltas de decoración geométrica; y el segundo, con ventanas semicirculares dotadas de pequeños rosetones; todo ello rematado con una torre central en forma de chapitel piramidal. El interior del templo es de una sola nave dividida en cinco tramos. La capilla de San Andrés es desde 1938 sede de la vicaría general castrense de la zona militar e iglesia parroquia del personal militar residente en la ciudad. Desde aquí, siguiendo la calle Estrecha de San Andrés llegamos al MERCADO DE SAN AGUSTÍN que, con una  espectacular cubierta parabólica conformada por una fina lámina de hormigón, es uno de los edificios más audaces, emblemáticos y coherentes con su destino de la primera mitad del siglo XX. Enfrente de su puerta principal se despliega la conocida como PLAZA DEL HUMOR, espacio en ligera pendiente dedicado a las figuras del humor. Allí el visitante se encontrará con personajes inmortales del género, tanto creadores como figuras de series de cómics, libros y televisión. La plaza esta presidida por dos maestros gallegos en el arte de hacer reír:  Castelao y Cunqueiro, cuyas estatuas dominan el lugar, sentados en un par de bancos de piedra colocados uno frente al otro. A su alrededor, en otros pedestales, se encuentran tres grandes del humor gallego: Camba, Fernández Flórez y Vicente Risco. Dibujados en el suelo podemos reconocer a grandes autores como el Arcipreste de Hita, Groucho Marx, Cervantes junto a personajes como Pedro y Pablo (Los Picapiedra), Astérix y Obélix, Mortadelo y Filemón o Mafalda. Preside el conjunto una fuente coronada con un remedo del gato que acompaña a Alicia en el País de las Maravillas. Muy cerca destaca la elegante fachada de la IGLESIA DE SAN JORGE con un ajetreado intercambio en el pasado entre jesuitas y agustinos. La fachada está formada por un cuerpo central flanqueado de dos torres gemelas y una gran puerta principal, sobre la que están la hornacina del santo titular y el ventanal de iluminación, enmarcados por un doble juego de columnas dóricas que a su vez albergan las imágenes de Santa Lucía y Santa Margarita. La obra constituye un hermoso ejemplar del barroco compostelano. El interior del templo es majestuoso, con toda su estructura en piedra de sillería, y se desarrolla en planta de cruz latina. Es de tres naves, la mayor de bóveda de cañón y asegurada con arcos fajones; las laterales, con la mitad de altura, llegan hasta el crucero. De esta parroquia salen algunas de las procesiones de Semana Santa de mayor concurrencia de la ciudad. Enfrente de esta iglesia se abre la PLAZA MARQUÉS DE SAN MARTÍN, presidida por un hermoso cruceiro realizado en granito enmarcado por cuatro imágenes: san Roque, Santa Lucía, Santa Margarita y San Nicolás. Está coronado por un Cristo de tres clavos y una Virgen orante en su reverso. Desde aquí, en pocos pasos llegamos a la espectacular y cinematográfica PLAZA DE MARÍA PITA, nombrada así en honor de una famosa heroína coruñesa que luchó para repeler la invasión de la Armada Británica comandada por Sir Francis Drake. La plaza, que supera los diez mil metros cuadrados de superficie, esta dominada en uno de sus laterales por el PALACIO MUNICIPAL, edificio de principios del siglo XX de estilo modernista donde se ubican las oficinas del Ayuntamiento. En su fachada hecha de sillería destacan la estatuas que representan a las cuatro provincias gallegas. Bajo la torre del reloj se puede ver el escudo de la ciudad tallado en piedra, sujeto por dos matronas. En el interior se puede acceder al Museo de los Relojes, con una interesante colección de relojería de entre los siglos XVII al XX. En el otro extremo de la plaza se encuentra la ESTATUA DE MARÍA PITA realizada en bronce, con una altura total entre estatua y pedestal de más de nueve metros. En la obra se puede ver representada a la heroína coruñesa alzando la pica con la que según cuenta la historia mató al alférez inglés que dirigía el asalto sobre La Coruña. Con la otra mano sujeta el cuerpo de su marido asesinado. A sus pies vimos un pebetero con una llama que permanece encendida 20 horas al día. Desde aquí cruzamos por una de las salidas que tiene la plaza hacia LA MARINA, donde pudimos ver las interminables galerías de ventanales mirando al mar, balcones cerrados con carpintería de madera pintada de blanco y con una gran superficie de vidrio que funcionan como miraderos y que son características de las viviendas de esta avenida. Las galerías son, en verdad, las fachadas posteriores de las casas. Datan del siglo XIX y tienen su origen en la aparición del mercado de vidrio plano y cortado, utilizado primero en el acristalamiento de las popas de los galeones y posteriormente para cerrar los ventanales de las viviendas. El propósito era el de permitir que entrase la luz del sol en el interior de las viviendas evitando la lluvia. Esta escenografía acristalada de las galerías proporciona al visitante un espejo que recoge los reflejos de la luz del día desde el amanecer hasta la caída de la tarde. Recorrimos un buen tramo de esta avenida y del puerto deportivo situado frente a ella. Pero, volvimos de nuevo sobre nuestros pasos para llegar otra vez a la plaza de María Pita, colarnos por otro de sus arcos de salida hacia la calle Ángeles, donde contemplamos una escultura en granito de la  INMACULADA CONCEPCIÓN que presidía la fachada del edificio de la congregación religiosa del mismo nombre. Desde aquí nos dirigimos a través de la calle Damas hasta la PLAZA DE AZCÁRRAGA, una de las más queridas y valoradas de los coruñeses. Hasta el año 1896 llevó el nombre de plaza de la Harina porque en este lugar era donde se realizaba la venta de grano además de festejos y ceremonias públicas. Por ese motivo era una de las plazas de mayor importancia de la ciudad. Su forma es rectangular, con un cantón superior bordeado de un banco en piedra y una reja. Una escalinata permite bajar hasta los jardines de tono romántico donde se abren cuatro avenidas enlosadas que distribuyen la vegetación en otros cuatro parterres con rejas y dejan en el centro de la misma la hermosa Fuente del Deseo de mediados del siglo XIX. Nos sentamos un momento a contemplarla con mayor detalle y descansar brevemente bajo los rayos de un sol que calentaba sin grandes alardes la tarde. Desde aquí nos fuimos al cercano PALACIO DE CAPITANÍA, desde cuya fachada se percibe la majestuosidad de los ábsides de la iglesia de Santiago. Este palacio se construyó a mediados del siglo XVIII para vivienda del Capitán General de la ciudad y para las dependencias del tribunal de la Audiencia. Llegaba uno de los platos fuertes de la tarde: la visita a la IGLESIA DE SANTIAGO, considerada como la más antigua de la ciudad. Fue construida en el siglo XII dentro de las características del estilo románico, aunque durante su construcción asumió reformas propias del gótico. De lo que fue la construcción original quedan tres ábsides semicirculares de la cabecera, y de la planta original queda la nave. Por supuesto, la Iglesia aún mantiene su torre, del siglo XVII, y el rosetón de su fachada principal, de fines del siglo XIX. Resultan de interés las fachadas norte y oeste. Piezas interesantes que atesora esta iglesia son el púlpito, las veneras romanas que sirven de base varias imágenes, la escultura de Santiago sedente en piedra del altar mayor y la imagen en madera de la Virgen de la Leche. Tuvimos además la enorme fortuna de que, mientras estábamos sentados en el interior de la iglesia observando la belleza de sus ábsides, se nos acercó un amable cura anciano que se sentó con nosotros en el banco en el que estábamos y mantuvimos una animada charla durante bastante rato, nosotros atendiendo como buenos escolares y el explicándonos con todo lujo de detalle algunas de las características y anécdotas de la iglesia. Salimos del templo por la puerta de la fachada del templo, adornada con sendas estatuas de Santiago y su hermano Juan en las columnas de la portada y por una escultura del apóstol a caballo. Nos dirigimos a la travesía Tabernas para visitar la CASA MUSEO DE EMILIA PARDO BAZÁN, situada en la antigua residencia en la ciudad de la familia, que también es la sede actual de la Real Academia Gallega. Así lo decidió la última de las descendientes de la escritora, su hija Blanca Quiroga, firmando un texto de donación que habla de enaltecer y perpetuar la memoria de la eximia polígrafa y escritora gallega, autora entre otras obras de la conocida “Los Pazos de Ulloa”. En general, la visita al museo supone un reconocimiento a un pazo urbano típico del siglo XIX. Nos dirigimos de nuevo al Palacio de Capitanía para llegar a la calle Príncipe donde se encuentra la CASA DE ROSALÍA DE CASTRO, casa habitada por la poetisa gallega  junto con su esposo durante cinco años. En esta casa nació su hija Amara y también fue el lugar donde escribió el poema a Sir John Moore. Actualmente la casa está desocupada y solo se puede ver por fuera. Continuamos caminando hasta llegar a la calle Santo Domingo donde se encontraba la DELEGACIÓN DE DEFENSA, que en su origen fue el convento que los dominicos tuvieron en la ciudad. El edificio fue desamortizado durante el siglo XIX y ocupado por los militares como cuartel y prisión militar. Justo al lado se encuentra la IGLESIA DE SANTO DOMINGO, resultado de las sucesivas reconstrucciones del templo, siendo la última llevada a cabo a finales del siglo XVIII la que podemos contemplar en estos momentos. La iglesia es un soberbio ejemplar barroco con planta de cruz latina y de grandes proporciones, cuya nave y brazos son de bóveda de medio punto, con cúpula ovalada sobre pechinas en el crucero. La capilla mayor está ubicada en un ábside rectangular de bóveda casi plana y cerrada por un gran retablo neoclásico. Casi anexo a esta conjunto monacal se encuentra también el CONVENTO DE SANTA CLARA, edificio construido entre los siglos XVII y XVIII. Su puerta de acceso se encuentra en una apacible y recoleta plaza arbolada, presidida por un sencillo cruceiro, que diera la sensación de que vive aislada del ajetreo diario de la ciudad. Desde aquí giramos hacia la calle Santa María para disfrutar del segundo hito de la visita, la COLEGIATA DE SANTA MARÍA DO CAMPO, que recibe este nombre porque su construcción original se hallaba fuera de las murallas de la ciudad aunque en la actualidad está ubicada en el denominado casco antiguo. El edificio fue levantado entre finales del siglo XIII y comienzos del XIV. Desde sus comienzos fue la iglesia de los gremios de la mar y del comercio. Antiguamente rodeaba a la iglesia un cementerio del que aún quedan restos en los sepulcros adosados que hoy dan a la calle. El templo es de origen románico tardío, con planta basilical de tres naves sin crucero y un ábside semicircular en la cabecera. El templo cuenta con tres portadas: la de poniente, reubicada, tiene por tema una Epifanía; la ubicada en  el lado sur en cuyo tímpano hay una escena con personajes de difícil interpretación; y la situada en el lado norte que presenta una escena que puede corresponder al martirio de Santa Catalina. La plasticidad de su fachada principal y su tímpano, ambos del siglo XII, unida a la elegancia del cruceiro que preside la plazuela elevada que la antecede es de una belleza excepcional. Justo enfrente de esta colegiata se alza el PALACIO CORNIDE, del que tanto se ha hablado y escrito en los últimos sesenta años. Fue levantado a mediados del siglo XVIII, con tres plantas de altura y características plenamente barrocas. Sin embargo, es a partir de los años sesenta del siglo pasado cuando el edificio es adquirido por la familia Franco, parece ser que bajo algún trapicheo, y desde entonces ha sido epicentro de todas las críticas. Continuamos el paseo por la travesía de Puerta de Aires hasta llegar a la CASA MUSEO DE MARÍA PITA, heroína de la defensa de La Coruña en 1589 contra la Armada Británica. Hoy su Casa Museo nos recrea su espacio con dos estancias y el dormitorio principal, así como una breve descripción de las vivencias de María Pita. En las diferencias salas podemos recorrer la Galicia de los siglos XVI-XVII, el urbanismo de La Coruña y la situación económica y social de la ciudad en aquella época. Nos llamó la atención el edificio de granito situado enfrente de la casa museo en cuya fachada rezaba un sonoro nombre: “Escuelas Populares Gratuitas”, que en la actualidad funciona como guardería infantil. De vuelta otra vez a la Colegiata, pasamos al lado de su bello ábside y nos dirigimos hacia la calle Veeduría donde se encuentra ubicado el GOBIERNO MILITAR, que fue antigua residencia de los Condes de Montaos. Cuenta con un bonito escudo nobiliario en su fachada. De nuevo aparecimos en la plaza de María Pita y, dado que ya casi habíamos cubierto la totalidad de la visita que teníamos planificada a la ciudad, decidimos sentarnos en la terraza cubierta de uno de los numerosos establecimientos que se ubicaban en los soportales de la plaza. Elegimos uno llamado RÍO TINTO porque fue el que vimos que tenía una mesa vacía en su terraza en una zona soleada de la misma. Pedimos un gin-tonic y una Coca-Cola Zero que nos supieron a gloria y nos permitieron un momento de relax en nuestra caminata vespertina. Una vez que finalizamos las bebidas nos dirigimos a la avenida de la Marina, donde en ese momento el sol que se enfrentaba a su ocaso se proyectaba con virulencia en las interminables cristaleras corridas de los edificios que conforman el acerado situado frente al mar. Paseamos tranquilamente disfrutando del espectáculo gratuito que nos brindaba el astro rey hasta llegar al moderno edificio de la AUTORIDAD PORTUARIA, organismo que controla toda la actividad económica y marítima desarrollada por el puerto de la ciudad. Justo enfrente, se encuentran las CASAS DE PAREDES, unas singulares construcciones realizadas a partir del año 1778, dentro del estilo neoclásico. Deben su nombre al capitán general García de Paredes, gran promotor del proyecto. El principal objetivo del plan de construcción no era otro que el de embellecer la vista de la ciudad desde el mar, aunque el proyecto no llegó a terminarse. Y aquí dimos por finalizada nuestro visita turística a la ciudad. Continuamos paseando hasta llegar al conocido Obelisco, donde giramos a la derecha a través de la calle Nova para volver a girar de nuevo a la derecha por la calle Olmos y continuar por la calle Galera en dirección al hotel. Subimos a la habitación cuando el reloj del teléfono marcaba las nueve y cuarto de la noche. Nos descalzamos para que los pies descansaran un rato y nos dimos una buena ducha relajante. Nos volvimos a vestir y salimos de nuevo a la calle para tomar algunos pinchos que nos sirvieran de cena. Después de recorrer varias de las animadas calles que rodeaban el hotel y ver los distintos establecimientos que había en las mismas, decidimos entrar en MALTE BEER AND FOOD, un bar especializado en cervezas que tenía buena pinta. Nos sentamos en unos taburetes que acompañaban a una mesa alta situada casi junto a la puerta de entrada y allí pedimos dos pintas muy frías de cerveza de grifo a las que les fuimos añadiendo  varias tapas de las muchas que, con una presencia que hacía salivar, se exhibían en los expositores de la barra: lacón, pimientos de piquillo, bacalao, pinchos, mini hamburguesas y alguna que otra más que fuimos pidiendo mientras yo repetía otra cerveza. Finalizada la degustación, a eso de las once de la noche, nos dirigimos de nuevo al hotel para acostarnos ya que al día siguiente teníamos que madrugar para llegar a nuestra siguiente etapa: la Playa de las Catedrales y Ribadeo.   

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