miércoles, 2 de marzo de 2011

martes, 1 de marzo de 2011

Tenerife: Punta del Teno, Santa Cruz e Icod de los Vinos

Como bien creo que queda reflejado a lo largo de todos los comentarios realizados, este ha sido un viaje en el que el descanso ha brillado casi por su ausencia, aunque este hecho no nos ha importado demasiado pues lo que es descansar ya lo haríamos cuando regresáramos a casa. Desayunamos en el hotel nuestro aporte diario de calorías y nos dirigimos sobre las ocho de la mañana en dirección a la Punta del Teno. Hasta el llamado Mirador de la Monja, donde hicimos una pequeña parada, el paisaje no nos dejaba intuir lo que se avecinaba. Tras pasar un pequeño recodo para ver el paisaje de la zona de Buenavista, nos encontramos de golpe con el viento que azotaba con tal fuerza que dificultaba sobremanera dar pequeños pasos. Concha llegó a comentar jocosamente que si hubiera sido ella la que hubiera estado en mi lugar, habría salido volando. Una vez realizadas las correspondientes fotos nos encaminamos hacia Teno. Convendría citar previamente que esta carretera dispone de unos grandes carteles en los que se prohíbe el acceso a la misma en los idiomas más usuales, previniendo de la caída de piedras de los acantilados por los que discurre con el correspondiente peligro que ello supone. No obstante, a pesar de las prohibiciones, «todo el mundo» circula por la misma, sin importar si quiera la presencia de la Guardia Civil, aunque es verdad que en las cunetas se puede observar con total claridad la presencia de rocas, más o menos grandes, desprendidas de las paredes rocosas. A un kilómetro aproximado del Mirador de la Monja surgen fantasmagóricos dos larguísimos túneles excavados en la roca viva donde la oscuridad absoluta reina a sus anchas. Ni que decir tiene que mientras los atravesábamos tuve mi pequeño pellizco en el estómago pensando en una posible avería. Una vez que volvimos a salir de nuevo al extraordinario amanecer sobre Los Gigantes, como decorado, la tierra volvió a surgir agreste y salvaje. Llegamos al final de la carretera y dimos una vuelta por el faro rojo que existe en sus aledaños y por los alrededores en los que contemplamos pequeñas calas golpeadas por un fuerte oleaje y algún que otro campista desperezándose.