domingo, 29 de septiembre de 2019

SANTA MARIÑA DE AUGAS SANTAS


En nuestro último viaje a Galicia decidimos acercarnos a una pequeña iglesia situada en el Concello de Allariz y de la que había tenido conocimiento de su existencia de forma accidental a través de
Fachada principal
un blog completísimo sobre las muchas y muy distintas localidades que conforman la comunidad gallega (https://galiciapuebloapueblo.blogspot.com). Así pues, dejamos la A-52 a la altura de Allariz y nos dispusimos a recorrer los cinco kilómetros escasos que separan la parroquia donde se halla de la salida de la autovía. La carretera que nos acerca a la iglesia es estrecha y con numerosas curvas pero con muy poco tráfico. Todo el verdor de la vegetación que nos acompaña en este pequeño trayecto se derrama ante nuestros asombrados ojos que no terminan de acostumbrarse a el caserío disperso que se desparrama a lo largo de los montes cercanos.



Llegamos a Santa Mariña y aparcamos el coche en un ensanche de la carretera viendo sobresalir entre los tejados del caserío sus dos altivas torres. Lo peor de la visita era que no podríamos disfrutarla en su interior ya que tras conversación telefónica con la Oficina de Turismo de Allariz nos informaron que la persona que facilitaba el acceso a la iglesia está en estos momentos de baja médica y en estos momentos solo se abre para la misa de mediodía del domingo. Esa misma información nos la confirmaron un par de parroquianos con los que nos cruzamos y le preguntamos por el modo de acceder al interior. No habría más de una veintena de casas apiñadas
Ábsides
alrededor de la iglesia que la constriñen e impiden tener una visión amplia de su fachada y de su estructura en general. Para comprender mejor la existencia de una iglesia de este tamaño para tan reducida feligresía tenemos que remontarnos a tiempos pasados relacionados con el inicio del cristianismo, por un lado, y con la cultura celta por otro. El origen de todo es la leyenda del MARTIRIO DE MARIÑA, hija de un moro llamado Theudio[1]. Mariña, siendo muy  niña, queda huérfana de madre,  y su padre se la entrega a una mujer de Piñeira de Arcos para que la criara. Esta mujer, de nombre Ana,  era cristiana por lo que bautizó a la niña. Por esta causa fue repudiada por su progenitor. Mariña ayudada a su madre adoptiva cuidando el ganado y mientras realizaba esta labor solía sentarse a hilara a la sombra roble que hoy llaman de la Santa. Convertida en una joven hermosa, Olibrio, alto cargo romano, intentó seducirla sin éxito y tampoco consiguió que abjurara de su religión. Indignado, primero la encierra en un calabozo; luego la mandó colgar, azotar y herirla con peines de hierro; pero a los tres días de cada uno de estos suplicios ella ya estaba curada de sus heridas, más tarde la queman y le atan los pies y manos y la lanzan a un estanque; pero de todo sale la santa totalmente sana como por arte de magia. Condenada a morir abrasada en un horno próximo,
Segunda fuente de la Santa
saldrá viva gracias a San Pedro quien la sacó por un agujero y la dejó al lado de un estanque. Finalmente, el prefecto ordenó que la decapitaran. Y cuentan que  su cabeza, al ser cortada de un golpe, botó tres veces, Dino lugar al nacimiento de tres manantiales en el lugar en que dio cada uno de los botes, de los cuales, según dicen, manan aguas milagrosas que curan todo tipo de enfermedades e incluso expulsan a los malos espíritus.

Así, en el lugar del martirio se levanto una pequeña iglesia donde fue enterrado su cuerpo. Siglos más tarde, a finales del siglo XII, los monjes seguidores de San Agustín comienzan a ampliar aquella primitiva iglesia, siendo la Orden de los Templarios en el siglo XIII los que la terminen con su forma actual. Es, pues, un magnífico ejemplo del arte románico gallego, con claras y manifiestas  influencias compostelanas. El interior de la iglesia alberga el sepulcro de la santa, origen de todo el sentimiento religioso y mágico de la devoción con la que se acercan los feligreses a la misma. Como dijimos al principio, no pudimos acceder al interior y por tanto no pudimos visitar ni el sepulcro ni la capilla de Santo Tomé donde surgió el primer manantial milagroso al ser decapitada la santa, de cuyo cauce muchos creyentes llenan botellas que se llevan a casa para alejar los malos espíritus y mejorar la salud de sus familiares enfermos.

De vuelta al exterior, la fachada se alza majestuosa destacando sobremanera sobre el achatado caserío. El edificio tiene planta basilical con tres naves que desembocan en los tres ábsides que se abren en la cabecera del templo, siendo el central de mayores dimensiones que los laterales. La fachada principal se articula por medio de cuatro contrafuertes que nos indican la división interior de las naves. La puerta de acceso al templo está enmarcada por un arco de medio punto con dos simples arquivoltas con capiteles muy simples. En la parte superior de la fachada destaca un gran rosetón sobre el que descansa una grácil espadaña, que fue añadida al templo en el siglo XVIII. Los laterales de la facha se encuentra coronados por arcos apuntados sobre los que se ubican dos rosetones más pequeños que el central. Los muros laterales del templo no presentan vano alguno y dan una fuerte sensación de
Cementerio frente a la fuente
robustez. Los tres ábsides de la cabecera sí presentan delgadas ventanas con una columna rematada por capiteles con decoración geométrica muy simple a cada lado del vano. A lo largo de los tres ábsides corre también una pequeña cornisa sostenida por canecillos escasamente decorados. En  la parte trasera de la iglesia se encuentra la segunda de las fuentes de la Santa, situada a la sombra de una encina que hace el papel del roble que figura en la leyenda. Un hilo lo de agua brota de forma continua y circula unos metros por un pequeño canal que desagua en una recogida alberca alrededor de la cual parece que hubiera un lavadero abierto al aire libre. Frente a la fuente se alza el reducido cementerio coronado por un enjambre de pequeñas cruces de granito que van marcando cada una de las calles en que se ubican los enterrados allí. Sobre la fuente figura una inscripción que informa de que en el año 1840 se lleva a cabo la reforma de la fuente. Sin embargo, otra nota más actual aclara que dicha inscripción contiene algún que otro error al mostrar el nombre del obispo que ordenó la remodelación.





[1] Hay que tener en cuenta la incongruencia en cierto modo de la leyenda al mezclar el tiempo en que estuvieron los romanos en la Península con la presencia de los “moros”.

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