miércoles, 25 de septiembre de 2019

ANENTO Y SU INCREIBLE RETABLO


Tras la agradable visita a Molina de Aragón -tan cerca de Madrid y que no
Anento. Iglesia de San Blas
habíamos visitado hasta ahora-, enfilamos nuestros pasos hacia Anento, ya dentro de la provincia de Zaragoza. No habíamos escuchado nunca el nombre de Anento; de hecho, la primera vez que lo leímos pensábamos que estaba mal escrito. Y tras la visita, abandonamos el pueblo con la sensación de haber visto algo inigualable, único… ¡El retablo de la iglesia de San Blas!


La carretera, con buenas condiciones de asfaltado y sin mucha dificultad en la conducción, era la misma que habíamos cogido a primera hora del día para salir de Teruel y la misma que nos llevaría a Zaragoza por la tarde. Finalmente nos salimos de la carretera para adentrarnos por otra de peor calidad que sería la que nos llevaría al pueblo, que sufrió un pronunciado deterioro económico y patrimonial a lo largo de siglo XIX y primera mitad del siglo XX. Así, de 387 habitantes que refleja el censo de
Calles de Anento
1900, se llega a la alarmante cifra de 11 personas censadas en 1981. A partir de entonces, los habitantes de Anento comienzan a dirigir sus esfuerzos hacia la recuperación del lugar. Hoy en día, gracias al trabajo de sus vecinos, es un pueblo totalmente rehabilitado donde el turismo ha pasado a ser una de las principales fuentes de riqueza. ¡Y bien organizados que están! Llegamos poco después de las doce y cuarto. Buscamos aparcamiento y fue una tarea totalmente inútil. No se puede aparcar en ninguna calle de la localidad, en parte porque la quebrada orografía de las mismas no lo permite, en parte porque las ordenanzas municipales lo prohíben. Después de dar varias vueltas, nos encontramos con una enorme explanada con vallas de entrada y salida donde se podía aparcar sin ningún tipo de problema; la valla de entrada estaba levantada por lo que entramos y aparcamos el coche. Después nos enteramos que, para sacar el coche del aparcamiento, había que comprar en la Oficina de Turismo una ficha por el módico precio de dos euros para que la barrera
Iglesia de San Blas
de salida se levantara. No es mala idea. De ese modo recaudan un dinerito que si se utiliza coherentemente puede revertir positivamente en el mantenimiento del patrimonio local o en aspectos sociales y culturales de sus vecinos.

Y así iniciamos la visita. Nos encaminamos hacia la IGLESIA DE SAN BLAS -primera iglesia que visito dedicada al santo de mi onomástica, aunque después nos enteramos por explicaciones de la guía de la iglesia, que este santo es muy popular por las tierras de Aragón y Valencia-. Estaba cerrada, aunque se oían voces en su interior. Decidimos rodear el edificio para ver si había alguna otra puerta de entrada. No había. Así que nos armamos de valor y llamamos a la puerta. Tras varios intentos, la guía que estaba explicando en esos momentos la iglesia nos abrió la puerta y nos aclaró que podíamos pasar, pero que no repetiría lo que ya había explicado. Con nuestro consentimiento expreso, nos adentramos en el interior del recinto, donde había unas ocho o diez personas, niños incluidos, sentadas en los bancos de la iglesia. Tomamos asiento y nos dejamos seducir por la historia que la guía nos iba introduciendo para culminar su explicación con el contenido de las distintas tablas que conforman el retablo. La iglesia,
Retablo. Iglesia de San Blas
aunque es una construcción románica del siglo XIII, es pequeña, rectangular, de una sola nave con arcos ojivales en sus portadas, en su lonja y en su nave y una esbelta torre que domina toda la población. En el lado del evangelio, está la sacristía que es una sala cuadrangular cubierta con cañón apuntado en el mismo sentido que la nave de la iglesia. Parece que toda la iglesia estuvo decorada con pinturas murales, de las cuales solo se conservan las del ábside. Antes de mediados del siglo XIV se colocó un gran retablo pintado, obra del maestro Blasco de Grañén, dedicado a San Blas, Santo Tomás de Becket y la Virgen de la Misericordia. Es uno de los retablos góticos de mayores dimensiones e importancia de todo Aragón. Ocupa todo el presbiterio, y se compone de un cuerpo dedicado a los tres santos y sus escenas narrativas, con nueve calles de tres alturas, destacando las centrales, y en la parte inferior un banco común de once casas, cinco a cada lado de la central destinada al sagrario, alrededor un guardapolvo que actúa como marco protector. El pintor Blasco de Grañén y sus colaboradores programaron las escenas a representar atendiendo al titular del templo al que se destinaba el retablo y de acuerdo con los comitentes de la obra. En el banco, se pintaron escenas de la Pasión y Muerte de Cristo, desde su Entrada en Jerusalén
Retablo. Detalle
hasta el Santo Entierro. En el cuerpo del retablo se representaron, en la parte central, pasajes de la vida de San Blas, obispo de Sebaste, a la izquierda del observador, escenas de la vida de la Virgen María, y a la derecha, pasajes de la leyenda de Santo Tomás Becket. En el tercer piso del cuerpo del retablo que hace las veces de ático o coronamiento, se representaron figuras de santos de devoción universal, San Miguel arcángel, Santa Catalina de Alejandría, Santa Lucia de Siracusa, Santa Bárbara, y dos profetas, David e Isaías. En el coronamiento de la calle central se dispuso el Calvario, según es costumbre, y en las polseras o guardapolvos ángeles mancebos con los instrumentos de la Pasión o “armas de Cristo” acompañados de los escudos de los comitentes de la obra, los
arzobispos Francisco Clemente Capera y Dalmau de Mur. La vida de San Blas y sus hechos milagrosos se representan en seis tablas donde se observa como San Blas se ocultó en una cueva de los militares romanos, como los animales se le acercaban para pedirle ayuda, el milagro de la niña que fue salvada de atragantarse por una espina de pescado, su encarcelamiento y las visitas que recibía para que les curara males de la garganta a través de un ventanuco de su celda, su martirio con los raspadores y crucificado y la consagración como obispo y la entronización y santificación de San Blas. Nos parecía mentira que este magnífico y maravilloso retablo estuviera en este pequeño pueblo, desconocido para la mayoría de los mortales. Tras conversar un rato con la guía -previo pago de los dos euros correspondientes por persona- y echar las últimas fotos y vídeos, abandonamos la iglesia y nos dirigimos hacia un restaurante que había en los alrededores llamado El Horno de
El Horno de Anento
Anento
. Pasamos al interior ya que en la terraza las dos mesas que había estaban ocupadas. Dentro estábamos solos, no había nadie más que la camarera que nos atendió. No tenían mucha variedad para elegir, así que nos decidimos a pedir algunas raciones con unas cervezas y después continuar viaje hasta Zaragoza. Nos decantamos por una ración de oreja frita y unas patatas bravas, acompañadas de una bandeja de rico pan del que dimos cuenta con súbita rapidez. Cuando acabamos, tras abonar quince euros por las dos raciones y tres cervezas, nos dispusimos a recorrer las angostas calles del pueblo. Teníamos información de que en los alrededores de la población había restos de un TORREÓN CELTÍBERO, del que se conservan
varias hiladas de un potente torreón construido con bloques megalíticos; y de un CASTILLO del siglo XIV, que conserva una pared de unos treinta metros aproximadamente en la que resaltan dos torreones rectangulares entre los que se ubica una puerta de acceso al mismo. Pero no íbamos a visitarlos porque ya andábamos mal de tiempo.
Oficina de Turismo
Tras callejear un rato nos dirigimos hacia la Oficina de Turismo para comprar la famosa ficha para poder salir del aparcamiento. Enel centro de la plaza en la que se ubica hay una especie de fuente que trata de imitar el efecto del llamado AGUALLUEVE, que no es otra cosa que
un manantial que cae continuamente en forma de gotas de agua, creando un espectacular relieve, con paredes de piedra y musgo, y pequeñas grutas escondidas en su interior. Y así, tras comprar la ficha, nos dirigimos al coche con la intención de recorrer de un tirón los escasos noventa kilómetros que nos separaban de Zaragoza.




No hay comentarios:

Publicar un comentario