miércoles, 5 de octubre de 2016

BERLÍN (3): PUERTA DE BRANDENBURGO, PARLAMENTO ALEMÁN, MONUMENTO AL HOLOCAUSTO, , POTSDAMER PLATZ, SONY CENTER, KADEWE, KAISER WILHELM GEDÄCHTNISKIRCHE

Nos levantamos temprano porque a las diez y media teníamos concertada una visita a la cúpula del Parlamento alemán. Nos aseamos y preparamos unos tés de los que nos ofrecía gratuitamente el hotel que, junto con las pastas y restos de los bocadillos que habíamos comprado la noche anterior en uno de los puestos de comida rápida de los muchos existentes en las estaciones del metro berlinés, nos sirvieron como desayuno. Eran algo más de las ocho y media de la mañana cuando salimos del hotel en dirección a entrada de la estación de Spittelmarkt perteneciente a la línea U2. El día presentaba un aspecto apacible, con un cielo azulado manchado de nubes blancas que no amenazaban lluvia alguna y con una temperatura agradable para la hora matinal que era. Al llegar a la estación de Potsdamer Platz hicimos transbordo a la línea U1 hasta llegar a la cercana estación de Brandenburger Tor, donde nos bajamos. A las nueve de la mañana ya nos encontrábamos en la explanada que preside la BRANDENBURGER TOR y de la que parte la famosa avenida Unter den Linden, que habíamos paseado la noche anterior cuando estuvimos disfrutando del espectáculo de luz y sonido que se proyectaba sobre esta famosa puerta berlinesa. A esa hora ya era significativo el continuo ir y venir de personas en todas las direcciones de la plaza. Nos hicimos unas cuantas fotos con la Puerta como escenario principal y continuamos camino hacia el Reichstag, donde teníamos concertada la visita.

Llegamos con tiempo más que suficiente lo que nos permitió dar una vuelta por los alrededores de este impresionante edificio de dimensiones colosales. Mientras esperábamos para acceder a la sala de entrada al Parlamento pudimos contemplar el MEMORIAL EN RECUERDO DE LOS MIEMBROS DEL REICHSTAG que, durante la república de Weimar, fueron perseguidos y asesinados por el nazismo. El monumento está formado por noventa y seis planchas de hierro fundido con los nombres, fechas de nacimiento y muerte y el lugar donde ocurrieron los decesos de estos parlamentarios, grabados en los bordes. El Memorial fue diseñado por el artista alemán Dieter Appelt e inaugurado en 1992. 

El REICHSTAG es la sede del Parlamento alemán. Se trata de un edificio histórico con aspecto de templo clásico, coronado por una gran cúpula moderna obra del arquitecto Norman Foster. Está situado junto a la línea que marcaba el Muro de Berlín, que lo separó físicamente de la cercana Puerta de Brandenburgo durante casi veintinueve años. A pesar de su apariencia clásica, su construcción finalizó en 1894. Tras la II Guerra Mundial, el Parlamento quedó destruido y hubo un intenso debate acerca de su derribo o reconstrucción. Finalmente, en 1956 optaron por reconstruirlo aunque sin rehacer su cúpula original. Puntualmente, nos pusimos en fila y nos dirigimos hacia la entrada situada en un lateral del edificio. Después de pasar por los diferentes escáneres de protección y detección accedimos a una sala donde nos recibieron los guías asignados a los diferentes grupos y nos condujeron hasta los ascensores donde nos entregaron gratuitamente unas audioguías que nos acompañarían durante toda la visita. La cúpula de cristal es el elemento más espectacular del edificio y se encuentra situada directamente sobre la Sala de Plenos del Parlamento. La cúpula pretende ser un elemento simbólico con el que queda patente que ese lugar es el centro de la democracia parlamentaria y  el pueblo, desde la parte superior, puede ver que todos los asuntos son llevados con claridad. En el interior de la cúpula, se pueden ver multitud de fotografías antiguas a través de las cuáles se describe la historia del Parlamento mediante sus momentos más importantes. Una vez que llegamos al piso superior, salimos al exterior de la cúpula y paseamos por el tejado fijándonos en las vistas de los edificios que rodean al Reichstag o son visibles desde el mismo. Tras la correspondiente sesión de fotos, comenzamos el descenso por la rampa que, casi adosada a la estructura metálica que soporta el peso de la cúpula, desciende suavemente hasta alcanzar la planta baja. Tras devolver las correspondientes audioguías en los mostradores, abandonamos el edificio y nos dirigimos hacia la cercana Platz der Republik, enorme explanada que se abre frente a la fachada principal del Reichstag por la que paseamos disfrutamos de las maravillosas vistas que nos ofrece la hermosa fachada del Parlamento alemán. En uno de los costados de la plaza pudimos contemplar los numerosos edificios que conforman la CANCILLERÍA FEDERAL, a orillas del río Spree. Nueva sesión de fotos y vuelta hacia la Puerta de Brandenburgo. Nos detuvimos brevemente a contemplar en una esquina, frente a la fachada lateral del Parlamento por la que habíamos accedido para visitar la cúpula, una serie de cruces colgadas en la valla que rodea al parque Tiergarten, que recuerdan diferentes fechas y muertes de personas ocurridas a lo largo de los casi treinta años que estuvo levantado el Muro. Allí se puede leer el nombre y la fecha de su muerte del primer caído al intentar saltar el Muro en 1961 o el nombre del último fallecido en lograr ese mismo deseo pocos meses antes de la demolición en noviembre de 1989 de esta horrorosa barrera que crearon los dirigentes comunistas de la extinta República Democrática Alemana. Viendo hoy en día estas tristes cruces uno diría que todo lo ocurrido en esta ciudad fue como una horrible pesadilla de la que Berlín consiguió despertar y superar con creces aquellos años de sufrimiento. 

De nuevo volvimos a la Puerta de Brandenburgo. Ahora sí nos íbamos a detener con tranquilidad para disfrutar de los edificios que conforman esta amplia plaza denominada Pariser Platz. Lo primero que atrajo nuestra atención fue el numeroso cuerpo de policías que vigilaban la entrada de la EMBAJADA AMERICANA, situada en el lateral izquierdo cerca de la Puerta. Un poco más a la izquierda, destacaba la sobria fachada del DZ BANK, edificio diseñado y construido por Frank Gehry, el arquitecto que diseñó el Museo Guggenheim de Bilbao, famoso por sus atrevidas y movidas fachadas, que contrastan con esta del banco, tan severa y lineal. Sin embargo, la ausencia de curvas en la fachada queda ampliamente compensada con la figura que preside el vestíbulo de entrada del edificio, llamada “Cola de Ballena”, que no es más que el auditorio para conferencias, conformado como una original y espectacular estructura arquitectónica de casi treinta metros de largo y doce metros de altura, cubierto por una original estructura de vidrio de forma elíptica. El acceso al hall de entrada es gratuito, aunque no vayas a realizar operación bancaria alguna. Un poco más a la izquierda emerge la conocida silueta del HOTEL ADLON KEMPINSKI, conocido mundialmente porque en uno de sus balcones apareció Michael Jackson mostrando a su hijo recién nacido, hecho que generó una gran polémica ya que el cantante exhibió a su pequeño por fuera de los barrotes de protección del balcón de la suite en la que se alojaba. 

Otra vez cruzamos la Puerta de Brandenburgo y enfilamos la avenida Ebertstraße y nos dirigimos al cercano MONUMENTO AL HOLOCAUSTO JUDIO, construido entre los años 2003 y 2005. Se trata de una cuadrícula formada por 2.711 bloques de hormigón de diferentes alturas, que permite que los visitantes elijan su camino de entrada y salida como si se tratara de un laberinto. Existe un Centro de Información donde se narra desde diferentes elementos la política de extermino de los nazis desde su ascenso al poder. Una de las salas más impactantes es la que muestra sus paredes cubiertas con los nombres y los años de nacimiento y muerte de las víctimas del holocausto. Este monumento provoca una gran diversidad de opiniones entre sus visitantes. Para algunos, es una experiencia impresionante recorrer los pasillos rodeado por losas más altas cada vez y, para otros, se trata de un lugar bastante feo que ver. Para nosotros, mientras recorríamos la soledad y tristeza que emerge de sus sinuosas, ondulantes y estrechas calles, su visita supuso encontrarnos en uno de los lugares que más nos han impresionado pensando sobre todo la multitud de horribles historias que a las que se trata de homenajear y recordar para evitar su olvido. Más dolor si cabe, al saber que, irónicamente, justo al lado de este monumento se encontraba el búnker de Hitler, lugar donde se suicidó junto con su mujer Eva Braun. 

Continuamos caminando por la avenida Ebertstraße hasta llegar a la archiconocida POTSDAMER PLATZ, presidida por unos altísimos y elegantes rascacielos que se elevan sublimes al cielo berlinés. Esta plaza quedó dividida en dos por el Muro, del que aún se conservan algunos de sus bloques como recuerdo de aquellos infaustos años, repletos de pintadas y chicles pegados. En este amplio escenario se encuentra también  la réplica del primer semáforo que funcionó en Europa. En la plaza también podemos contemplar algunos restos del lujoso GRAND HOTEL ESPLANADE del que sólo pudo salvarse un 10% tras el paso de la II Guerra Mundial, es decir, parte de la fachada y algunas habitaciones que representan el modo de vida de la alta clase de Berlín antes de la guerra. Estos restos se encuentran protegidos tras unos grandes paneles de cristal. Desde aquí también parte el conocido BOULEVARD DER STARS, en cuyo acerado destacan las estrellas con los nombres de los mayores actores y directores de la historia del cine y televisión de habla alemana. Entre estas estrellas están las de Marlene Dietrich o el director Wim Wenders. Y desde aquí, entramos directamente al SONY CENTER, caracterizado por su enorme cúpula de cristal y acero, obra de Helmut Jahn, iluminada con luces de colores cambiantes. Este espacio circular está repleto de bares y restaurantes que ofrecen a sus visitantes una amplia oferta de comida y bebida. Miramos el reloj y vimos que eran casi las una de la tarde, decidimos hacer un alto en el camino y tomarnos unas cervezas en alguno de los múltiples establecimientos que había. Elegimos uno australiano de nombre CORROBOREE, cuyo logo no podía ser otra que un canguro. El bar tenía dos alturas y nosotros nos acomodamos en la planta alta. Raudo se nos acercó un camarero al que pedimos una pinta de cerveza y una Coca-Cola, que nos sirvió con amabilidad. Evidentemente, la cerveza era australiana, Foster. Este alto en el camino nos vino de perlas, pues ya aprovechamos para descansar un poco las piernas y cubrir nuestras necesidades fisiológicas. Yo llevaba bastante sed y la cerveza me supo a poco, por lo que demandé una nueva pinta al camarero. Agotadas las consumiciones, pedimos la cuenta por la que abonamos algo más de doce euros y nos dirigimos hasta la cercana estación de metro de Potsdamer Platz perteneciente a la línea U2. Allí subimos a un convoy que nos llevó, después de cuatro paradas, a la estación de Wittenbergplatz, donde nos apeamos y salimos de nuevo a la calle. En esos momentos el cielo se había encapotado y caía una ligera lluvia que no impedía el paseo. Sin embargo, la hora que era nos recomendó buscar un lugar donde guarecernos de la lluvia y comer algo que nos permitiera continuar las visitas programadas para esa tarde. Y así lo hicimos. En un lateral de la Wittenberg Platz, nos topamos con un restaurante que nos dio buenas sensaciones. No teníamos intención de sentarnos a comer contundentemente, sino que pretendíamos tomar algo ligero que no nos amodorrara tras la ingesta. El RESTAURANTE FAUSTUS resultó ser un lugar tranquilo, agradable y con unas sillas cómodas. Nos sentamos en una mesa del lateral y pedimos un par de pintas de cerveza Burgensteiner  y un plato de salchichas bratwurst  a la parrilla acompañadas de patatas cocidas y chucrut para cada uno que nos supieron a gloria. Sabíamos con certeza que este tipo de comida no es el más idóneo para la salud, pero los alemanes son capaces de elaborar y cocinar estas salchichas de un modo único y delicioso. Además, no buscábamos otra cosa y acertamos plenamente con la elección. Pagamos algo más de veintiséis euros por la comida y salimos de nuevo a la calle. En esos momentos había dejado de llover. No obstante, decidimos entrar en los ALMACENES KADEWE, acrónimo de Kaufhaus des Westens (Grandes Almacenes del Oeste), los grandes almacenes más conocidos de Alemania y unos de los más grandes del continente europeo, donde se mezcla de un modo atractivo las ofertas más variadas y el lujo. En la entrada nos saludó sonriente un portero con sombrero de copa. En KaDeWe se encuentra todo lo que se desea: desde perfumes, cosmética o las más lujosas joyas en su planta baja hasta la más variada moda de las primeras marcas. Paseamos sin rumbo viendo las distintas secciones para finalmente dirigirnos a la sexta planta donde se ubica la sección gourmet y de delicatesen Y fue aquí donde compramos unos bocadillos que estaban diciendo “comedme” para cenar tranquilamente en el hotel y unas pastas que tenían una presentación espectacular para desayunar al día siguiente. Nos cobraron casi quince  euros por todo, que pagamos gustosamente. 

Una vez que salimos de estos almacenes la avenida Tauentzienstraße, donde pudimos contemplar la escultura denominada BERLÍN, situada en el vial central que parte en dos esta amplia calle. Esta fue erigida en 1987 con motivo del 750 aniversario de la inauguración de la ciudad pretendiendo ser un símbolo de la reciente unión de las dos Alemanias. La escultura consta de cuatro tubos de acero que se extienden hacia arriba, cuyos extremos se retuercen intentando unirse, aunque no llegan a tocarse. simbolizando la cercanía y el aislamiento entre los dos lados de Berlín. Continuamos caminando por la avenida Kurfurstendamm, una de las más importantes arterias comerciales de la ciudad, repleta de franquicias mostrando orgullosas sus atractivos escaparates para atraer posible compradores.  Finalmente, con una ligera llovizna sobre nuestros hombros, nos dirigimos hacia la cercana KAISER WILHELM GEDÄCHTNISKIRCHE, conjunto de tres edificios a cuál más significativo: una iglesia neo románica destruida por las bombas de la II Guerra Mundial, una moderna capilla octogonal llena de cristales azules que reflejan una preciosa luz en su interior, y un alto edificio, semejando lo que sería el campanario de la iglesia, que estaba cubierto de andamios pues estaba siendo restaurado. Teniendo en cuenta el humor alemán, a estos tres edificios se les conoce como: “la muela picada” –la iglesia derruida–, “la polvera” –la capilla octogonal– y “el pintalabios”–el moderno campanario–. En los años cincuenta hubo planes para derribarla, aunque consiguió salvarse de la piqueta. El exterior de la iglesia, agujereado y ennegrecido, pretende recordar la insensatez de la guerra. En el interior, una pequeña exposición muestra algunas fotos de la época en la que la iglesia quedó destrozada por los bombardeos. Para guarecernos de la lluvia decidimos entrar en la nave de la iglesia donde pudimos admirar un techo y suelo preciosos imitando formas y elementos bizantinos. Posteriormente pasamos al interior de la capilla y nos sentamos un buen rato a disfrutar de la calma que emanaba del ambiente bañado con una suave luz azulada reflejo de los miles de cristales añiles que conforman sus paredes. Todo ello estaba presidido con una impactante imagen de un Cristo crucificado que colgaba exento del techo de la capilla. El suelo nos resultó encantador por su originalidad y colorido. Terminada la visita, salimos al exterior. Continuaba lloviendo, ahora un poco más fuerte, por lo que decidimos volver al hotel, descansar el resto de la tarde y preparar las maletas, pues al día siguiente teníamos que abandonar la habitación antes de las doce de la mañana, aunque dejáramos las maletas en la recepción del hotel. Por ello, finalizada la visita a la iglesia nos dirigimos hacia la estación de metro de Zoologischer Garten perteneciente a la línea U2 que nos llevó directamente a nuestro hotel, donde llegamos poco después de las seis de la tarde. Un poco más tarde, después de habernos aseado y descansado, salimos de nuevo a la calle. Esta vez el paseo iba a ser rápido. Nos acercamos hasta la cercana estación de metro de Alexanderplatz y, sin salir a la calle, entramos en un Spar Express donde compramos una pinta de cerveza Berliner y una Coca-Cola Zero por las que pagamos algo más de tres euros que nos sirvieron de acompañamiento para los bocadillos que habíamos comprado esa misma tarde en los almacenes KaDeWe.  





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