lunes, 9 de octubre de 2017

VENECIA (2): SAN MARCO. SESTRIERE DE DORSODURO, PONTE DI RIALTO, GRAN CANAL

Nuestro segundo día en la ciudad se nos prometía muy interesante dada la cantidad de actividades y visitas que teníamos previsto llevar a cabo. No eran todavía las siete y media de la mañana cuando ya estábamos preparando con tranquilidad un contundente desayuno a base de té y café con leche, tostadas de aceite –todo un lujo en Venecia– y algo de fiambre que habíamos comprado la tarde anterior. Recogido el apartamento y cumplidas las obligaciones de higiene personal, antes de las nueve salimos a la calle donde algunas nubes blanquecinas enturbiaban un cielo azul que no amenazaba lluvia alguna. Ese día habíamos planificado subir al vaporetto y disfrutar de la fascinante perspectiva del Gran Canal y de todos los palacios y edificios nobles que conserva y muestra orgulloso a lo largo de todo su recorrido. Teníamos previsto bajarnos en la parada de la piazza de San Marco para visitar detenidamente el interior de la basílica que preside este increíble escenario, cuyo exterior habíamos recorrido detenidamente el día previo. No obstante, antes de subir al vaporetto, nos detuvimos para contemplar de cerca dos augustos edificios que estaban prácticamente al lado de nuestro apartamento. El primero era CA’ D’ORO, uno de los palacios con mejor presencia de la ciudad. Su fachada es probablemente la más sorprendente y trabajada de los palacios que se encuentran a orillas del Gran Canal. Su construcción comenzó a mediados del siglo XV, con un estilo gótico-renacentista. El edificio es también conocido como la Casa Dorada ya que en su origen algunas zonas de la fachada estuvieron decoradas con pan de oro, adornos que desgraciadamente se perdieron con el paso de los siglos. En la actualidad el mármol también le aporta una tonalidad brillante. Hoy el Palacio alberga la Galería Giorgio Franchetti, que ofrece al público que la visita una interesante colección de variadas obras de arte.

El otro era el PALAZZO CA SAGREDO, hoy reconvertido en uno de los hoteles más populares de la ciudad. Este establecimiento no solo es conocido por sus magníficas instalaciones, sino que, además, lo es por una espectral escultura que luce en su entorno. Dos manos blancas gigantescas parecen estar sosteniendo a flore el palacio que se asoma al Gran Canal, como si los cimientos del inmueble corriesen peligro de removerse y propiciar su derrumbe. Un concepto nada descabellado, pues los tesoros arquitectónicos de la ciudad italiana están destinados a desaparecer, erosionados por la incesante subida del mar. Tras las correspondientes fotos, nos encaminamos a la cercana parada del vaporetto, esperamos su llegada y nos sentamos tranquilamente en su proa dispuestos a disfrutar del espectáculo que se nos avecinaba. 

Pronto pasamos bajo el atrayente arco del PONTE DI RIALTO que, aunque lo visitaríamos más tranquilos a la tarde, no desperdiciamos la ocasión para fotografiarlo desde todos los ángulos. El Puente es el más antiguo de los cuatro puentes que cruzan el Gran Canal; también es el más conocido tanto por su diseño como por su historia, habiendo sido durante años el centro económico de la ciudad. El puente se construyó entre 1588 y 1591 para sustituir al anterior puente de madera, ya que éste se había derrumbado dos veces y había sido quemado en otra ocasión. La estructura del puente es similar a la de sus antecesores, dos rampas inclinadas unidas por un pórtico en medio. Pasado el puente centramos nuestra atención en el elevadísimo número de palacios góticos, renacentistas y barrocos que enmarcan y delimitan con sus elegantes fachadas el Gran Canal. No dábamos abasto girando nuestros móviles a izquierda y a derecha, fotografiando embarcaderos, palacios o el denso tráfico náutico del canal. Ante nuestros ojos fueron desfilando, entre otros, el Palazzo Canova, hoy convertido en hotel, el Palazzo Cavalli con su anaranjada fachada refulgiendo al sol, el Palazzetto Pisani con unas delicadas pinturas cubriendo la mayor parte de su fachada, el Palazzo Corner della Ca’ Grande con su esbelta fachada barroca de mármol blanco, el Palazzo Grassi que alberga un museo de arte contemporáneo, o el Palazzo Gritti, un bellísimo hotel de cinco estrellas estratégicamente situado frente a la iglesia de Santa María de la Salute. Fastuosa también resultó la visión del Ponte dell’Accademia, con su elegante estructura de madera, que también pasearíamos por la tarde. Igual de impactante fue toparnos con la vista espectacular de Santa María de la Salute, situada en la Punta della Dogana, casi  frente a San Marco. 

Nos bajamos del vaporetto en San Marco en torno a las nueve y media de la mañana y nos encaminamos en medio de un ingente gentío hacia la piazzetta di San Marco, donde se encuentran las columnas de San Marco y San Teodoro. Todo a nuestro alrededor era un ir y venir continuo de personas acotado por un enjambre de puestos callejeros de venta de recuerdos de la ciudad, ante los que se agolpaban numerosos turistas que a esa temprana hora ya invadían las calles y canales. Nos dirigimos sin detenernos a la fila que había formada para acceder al interior de la BASÍLICA DE SAN MARCO, que a esa hora ya tenía un tamaño considerable. No obstante, mientras duró la espera aprovechamos para fotografiar pequeños detalles que no habíamos visto el día anterior: la bella cúpula y los numerosos pináculos que sobresalían tras los andamios que cubrían parte de la fachada; la actual copia del grupo escultórico de LOS TETRARCAS, realizado en porfirio, en la que cuatro personajes, dos con barbas y dos imberbes, se encuentran abrazados dos a dos, simbolizando la unión política que tanto necesitaba el antiguo Imperio romano y que tan poco tiempo duraría y que supuso el ocaso del mismo; la bellísima portada del Palazzo Ducale, presidida por la figura del león de San Marcos; los rojizos y casi interminables mástiles que se yerguen ante la fachada principal de la basílica… ¡Todo era una auténtica y real lección de historia del arte y de la superación humana! Tras más de media hora de espera pudimos acceder al interior de la basílica, que se encontraba parcialmente cerrada a las visitas debido a las obras de restauración y limpieza que se estaban llevando a cabo. Lo primero que atrajo nuestra atención fue el maravilloso suelo que estábamos pisando realizado a base de trocitos de mármol formando bellísimos dibujos geométricos. En el interior de la Basílica el color dominante es el dorado. Los mosaicos de la cúpula principal de la Ascensión datan de principios del siglo XIII y representan escenas del Nuevo Testamento. Los mosaicos del atrio fueron realizados en teselas de cristal y pan de oro y detallan escenas del Antiguo Testamento. Debajo del altar, sustentado por cuatro columnas de alabastro y mármol, reposa el cuerpo de San Marcos. La entrada a la basílica es gratuita, aunque existen algunas estancias donde hay que pagar una entrada para visitarlas. El Museo de la Basílica es una de ellas y la visita más importante de las tres. Visitando el museo se pueden ver de  cerca los techos y mosaicos de la catedral, admirar las obras del propio museo y, lo más importante, ver las esculturas originales de los Caballos de San Marcos. Estos cuatro caballos de bronce bañados en oro se encontraban en el hipódromo de Constantinopla y fueron obtenidos como botín en la cuarta cruzada. Las réplicas de estos caballos se encuentran en la Logia dei Cavalli. También es visitable el Tesoro, de origen bizantino, de oro y plata, procedente del saqueo de Constantinopla. Y, por último, la llamada Pala de Oro: retablo de piedras preciosas realizado por orfebres medievales. Aunque el tiempo no acompañaba para vestirse con prendas veraniegas, la basílica no permite el acceso a la misma en tirantes. Tampoco se permite la entrada al interior con mochila. Finalizada la visita a la basílica, nos dirigimos hacia la piazzeta dei Leoncini, situada en el lateral izquierdo de San Marco, llamada así por los dos leones rojos que presiden el acceso a la misma. Continuamos camino hacia los soportales del fondo de la plaza, donde se ubica el Museo Corner para salir a la calle Valleresso, vía comercial de lujo por excelencia: Tiffany’s, Balenciaga y un largo etcétera tenían sus puertas abiertas para los posibles compradores. 

Tomamos de nuevo un vaporetto que nos acercó en escasos minutos a la orilla contraria de San Marco, pues pretendíamos visitar la BASILICA DI SANTA MARIA DELLA SALUTE, uno de los edificios religiosos más importantes de la ciudad. Su cúpula aparece en gran parte de las postales más vendidas, así como en multitud de pinturas que reflejan diversos rincones de su geografía. Los inicios de Santa María della Salute se remontan a 1631 y fue erigida para celebrar el fin de la peste que eliminó a gran parte de la población de la Región del Véneto. La Basílica consta de una planta octogonal con pequeñas capillas en cada uno de sus lados. Aunque la decoración interior es escasa, en ella es posible disfrutar de pinturas de Tiziano y Tintoretto. El cuadro más importante se encuentra en el interior de la sacristía y se trata de las "Bodas de Caná" de Tintoretto. De nuevo en la calle, pasamos por delante del ábside de características góticas de la antigua iglesia de San Gregorio, desacralizada en la actualidad. Un poco más tarde, caminábamos por la calle del Bastión donde nos quedamos boquiabiertos contemplando los escaparates de un comercio que lucía maravillosos trabajos realizados en cristal. Llegamos al exterior del palazzo Vernier dei Leoni donde se aloja la COLLEZIONE PEGGY GUGGENHEIM, que es la más importante de arte europeo y americano de la primera mitad del siglo XX. En ella se admiran varios movimientos artísticos que pusieron patas arriba el concepto de arte: el cubismo, el futurismo, el surrealismo, el expresionismo abstracto... En este museo hay obras de Picasso, Dalí, Mondrian, Kandinsky, Klee, Rothko, Modigliani, Pollock, Moore, Magritte, Duchamp o Braque… Esta fundación recibe el nombre de Peggy Guggenheim, una estadounidense enamorada del arte. El precio de la entrada nos pareció excesivo y declinamos entrar, aunque sí estuvimos paseando un rato por sus jardines, contemplando las numerosas esculturas que se exponen en ellos. Seguimos nuestro itinerario hasta llegar al Campo de San Vío, donde se encuentra la coqueta iglesia del mismo nombre y una de las obras paradigmáticas de James Lee Byars, una TORRE DORADA cilíndrica de veinte metros de alto, visible por encima de puentes y tejados. El color dorado nos remite, según su autor, al de la pintura bizantina y a su vez al glamur de una de las ciudades más lujosas y cargadas de datos sensoriales de la tierra. Frente a esta escultura se alza la bella fachada del PALAZZO CINNI, del siglo XVI, que alberga una variada colección de arte. Descendimos siguiendo el curso del río San Vío hasta llegar a la orilla opuesta del sestriere –barrio– de DORSODURO para visitar la CHIESA DEI GESUATI, también conocida como Iglesia de Santa María del Rosario, conocida como Chiesa dei Gesuati, un complejo conventual del siglo XVIII que se levantó para sustituir una construcción dominica que se había quedado pequeña. Los nichos en la fachada contienen grandes estatuas que representan las cuatro virtudes: Prudencia, Justicia, Templanza y Fortaleza. En el interior, el techo tiene unos frescos de Tiépolo representando la escena en la que “Santo Domingo instituye la devoción del Santo Rosario” y otros pasajes de la vida de este santo. En el altar mayor destaca una impactante Crucifixión de Tintoretto. Cuando abandonamos la iglesia, volvimos sobre nuestros pasos para llegar a la calle Contarini donde se encuentra la GALLERIA DELLA ACCADEMIA, uno de los museos más importantes de la ciudad. Su nacimiento es muy parecido a la Galería de la Academia de Florencia, cuando en 1750 la República de Venecia decide dotar a la ciudad de una escuela de pintores y escultores. Así las primeras piezas fueron obras de los pintores de la escuela, después acogió muchas procedentes de iglesias y conventos y más tarde se enriqueció con donaciones de colecciones privadas de venecianos ilustres. Aquí pueden verse grandes obras de artistas de conocido renombre de la pintura veneciana e italiana hasta el siglo XVIII: Tiziano, Tintoretto, Canaletto, Leonardo Da Vinci, Paolo Veronese, Giambattista Tiepolo, Pietro Longui y Lorenzo Lotto entre otros muchos. Esta pinacoteca se encuentra adosada a la iglesia desacralizada de Santa María de la Caridad. Casi enfrente de este museo se alzan majestuosos los primeros estribos del PONTE DELL’ACCADEMIA, uno de los más populares y transitados puentes en Venecia que cruzan el Gran Canal. Fue  construido inicialmente de hierro e inaugurado en 1854, luego se reestructuró y se hizo de madera. El puente tiene una longitud de 48 metros y con el tiempo se le han ido haciendo arreglos al puente original colocándole partes de hierro. Desde los accesos a este puente se puede contemplar una vista excepcional del canal y la bellísima cúpula de Nuestra Señora della Salute y del PALAZZO FRANCHETTI situado en la orilla opuesta. Nuestro largo paseo por el sestriere de Dorsoduro nos llevó hasta los jardines del PALAZZO RECANATI donde se exponían numerosas escultura de arte contemporáneo dentro del Friendship Project. Desde allí nos dirigimos al Campo de San Barnaba donde se encuentra la iglesia del mismo nombre. Este campo es mundialmente conocido por haber servido de escenario en la película de Harrison Ford “Indiana Jones y la última Cruzada”. La CHIESA SAN BARNABA hace la veces de la biblioteca donde desaparece el padre del personaje. La Iglesia, de mediados del siglo XVII, alberga en la actualidad el MUSEO DE LEONARDO DA VINCI donde se exponen maquetas interactivas de las máquinas que ideó este genio renacentista y dibujó en sus escritos. Fue una visita bastante interesante y curiosa. Desde aquí nos dirigimos al cercano PONTE DEI PUGNI, uno de los más famosos de la ciudad por la historia que tiene lugar en el mismo. No es ni el más grande ni el más bonito, ni siquiera cruza el Gran Canal, pero en él se enfrentaron durante años las bandas rivales de los Nicolotti y los Castellani, a puñetazos –pugni significa “puño”–. Lo tradicional era que los ganadores tirasen a sus oponentes al canal, ya que hasta hace poco tiempo el puente no tenía barandilla. Estas peleas fueron prohibidas por su extremada violencia en el año 1705. En el puente podremos observar marcas en el suelo que indican donde tenían que colocarse los rivales. Tras las correspondientes fotos, nos detuvimos un momento para comprar algo de fruta para Concha en un establecimiento de nombre LA BARCA, situado frente al puente. En el colorido muestrario de frutas y verduras que tenía expuestas en la puerta vimos algunos ejemplares que no habíamos visto en nuestra vida: el tardivo, una especie de endivia de tonos rojizos con sus hojas enrolladas como si fueran las patas de un pulpo –según nos explicó el tendero, era una verdura muy sana por su bajo poder calórico–; también despertó nuestra curiosidad una especie de alcachofas de color también morado, cuya existencia desconocíamos. Finalizada la compra, y dada la hora que era, decidimos hacer un alto en alguna terraza y picotear algo. Por ello, desandamos los escasos metros que nos separaban de la plaza y nos sentamos en una de las escasas mesas que había libres en la terraza del BAR CANTON DE SAN BARNABA donde pedimos unas cervezas Moretti y, posteriormente, una Fanta de naranja, acompañadas por unas tapas, “especialidad de la casa”, según rezaba el cartel colgado en la fachada del establecimiento: una de ensaladilla rusa y otra de atún con mahonesa, ambas colocadas sobre unas rodajas de pan. Desde aquí eran claramente visibles los campaniles de la iglesia dei Carmini y al otro extremo el de la iglesia de San Samuele. Estando sentados, disfrutando de las vistas y del continuo trasiego de personas en todas direcciones, coincidimos con un par de señoras de Bilbao que estaban pasando también unos días en la ciudad. Nos comentaron la decepción que habían tenido con el hotel que habían elegido del que no nos dijeron el nombre, pues, en su opinión, era muy caro y “muy desastre” según ellas. Nosotros hablamos del apartamento que habíamos alquilado y que evidentemente era más económico que su hotel y mucho mejor dotado a raíz de lo que decían. Esta idea, la de alquilar un apartamento y no la habitación de un hotel, les pareció interesante y nos comentaron que la tendrían en cuenta para futuros viajes. Finalizada la conversación y nuestras consumiciones, pedimos la cuenta y abonamos los doce euros que nos demandó el camarero. Nos levantamos y nos encaminamos hacia el cercano Campo de Santa Margherita, del que a pocos pasos se encuentra la CHIESA DI SANTA MARIA DEI CARMINI, al lado de la escuela del mismo nombre. Su construcción, de ladrillo en tonos rojizos, se inicia a finales del siglo XIII. En la zona alta de su fachada hay dos estatuas dedicadas a los profetas Elías y Eliseo, fundadores del la orden de los Carmelitas. Son abundantes, como casi en cualquier iglesia veneciana, las obras de Tintoretto o Bernadoni. Tras la visita, continuamos por la calle de le Boteghe donde nos detuvimos unos momentos para ver los escaparates de una preciosa tienda de máscaras y trajes de carnaval. Seguimos caminando y nos adentramos en los cuidados jardines de la  UNIVERSIDAD CA’ FOSCARI, de la que se encuentra muy cerca CA’ REZZONICO, uno de los palacios más importantes de Venecia y uno de los pocos que se pueden visitar actualmente. Se encuentra situado a la orilla del Gran Canal. Fue construido a mediados del siglo XVII, siendo su habitante más notable el Papa Clemente XIII. Actualmente alberga en su interior el Museo del Settecento Veneziano, que contiene todo tipo de objetos que recuerdan la forma de vida de los nobles que vivieron en siglos pasados. Desde aquí nos dirigimos hacia el Campo de San Pantalon, que atravesamos, y continuamos hasta llegar a la SCUOLA GRANDE DE SAN ROCCO, genial y recomendable museo de arte dedicado a Tintoretto. Es este uno de los edificios más importantes y mejor decorados de la ciudad, presentando una maravillosa fachada. Su construcción se llevó a cabo a principios del siglo XVI. Se puede decir que la Scuola Grande di San Rocco significa para Venecia lo que la Capilla Sixtina para Roma. Tintoretto decoró sus paredes y techos durante 24 años, logrando una obra de una inmensidad y uniformidad única. Justo frente al edificio de la Scuola, se encuentra la CHIESA DE SAN ROCCO, construida a finales del siglo XV. Tanto la Escuela como la iglesia presentan un estilo similar. El templo se encuentra decorado con frescos realizados también por Tintoretto, y un majestuoso órgano del año 1768. Su altar y cúpula son de principios del siglo XVI. Por si fuera poco, enfrente de la Scuola y pegado a la iglesia se puede visitar otro museo dedicado al gran Leonardo da Vinci. Concluidas las visitas, nos trasladamos al cercano Campo de Santa María dei Frari, donde está la iglesia del mismo nombre. La BASILICA DI SANTA MARIA DEI FRARI es una de las iglesias más grandes de Venecia, superada solamente por la Basílica dei Santi Giovanni e Paolo. Los Frari, como comúnmente se llama a la basílica, tiene dos caras completamente contrapuestas: el sencillo e inexpresivo exterior y el majestuoso interior. La construcción de la iglesia actual duró 100 años y se terminó a mediados del siglo XV. Su campanile es del siglo XIV y es el segundo más alto de la ciudad. El elemento más importante de la basílica y el que primero llama la atención es el cuadro de "La Asunción" de Tiziano. Se encuentra situado en el altar mayor rodeado de vidrieras. Otros puntos de interés son los mausoleos de este mismo pintor y de Antonio Canova, un magnífico escultor italiano del siglo XVIII, cuya tumba sorprende por su forma piramidal, por su tamaño y por las esculturas que contiene. De nuevo en la calle, pocos minutos antes de las dos de la tarde entramos en un supermercado llamado SPRITZ & CO y compramos algo de fiambre,  pan, cerveza y alguna tapa para picotear en casa. Abonamos veintiún euros por la compra. Con ella en la mano, nos dirigimos hacia la parada del vaporetto de San Tomà, donde nos subimos, pues nuestra intención era comer algo en el apartamento y descansar un rato para volver a salir por la tarde. De vuelta a casa, se nos presentó un detalle que no habíamos percibido las veces anteriores que habíamos navegado por el Puente de Rialto. A su derecha, sobresalía por encima del caserío el campanile de la iglesia de San Bartolomeo di Rialto. Llegamos al piso casi a las dos y media de la tarde. Picoteamos parte de las viandas que habíamos comprado, nos echamos al coleto un par de cervezas Nastro Azzurro, nos dimos una ducha ligera y nos fuimos directos a la cama.

A las cinco y media ya estábamos de nuevo en la calle dispuestos a echar el resto y visitar todo aquello que pudiéramos y que no habíamos visto hasta ese momento. Teníamos claro que en dos días no se podía recorrer la ciudad entera y alguna de sus afamadas islas cercanas, pero sí, al menos, los monumentos y edificios más representativos. Tomamos la vía Strada Nova y nos dirigimos hacia el Campiello Flaminio Corner, que nos mostró unos rincones donde las fachadas de los altos edificios bañados por estrechos canales parecían tocarse las unas a las otras. Desde allí nos encaminamos hacia el Campo de San Bortolomío, presidido por la estatua de Carlo Goldoni, dramaturgo veneciano del siglo XVIII. Y casi en volandas, movidos por los numerosos viandantes que en esos momentos se encontraban por los alrededores llegamos en un suspiro a los primeros peldaños del PONTE DI RIALTO, el más antiguo de los cuatro puentes que cruzan el Gran Canal. La escalera central que salta el desnivel del arco del puente se encuentra bordeada a ambos lados por pequeños comercios dedicados sobre todo a la joyería y orfebrería. Además existen dos tramos de escaleras situados en la parte trasera de las tiendas que atraviesan el puente en ambas direcciones.  Las vistas desde su punto más elevado del Gran Canal y de los palacios que lo bordean en ambas orillas son inenarrables y si a esto le añadimos una creciente puesta de sol creando bellísimos juegos de luces y sombras, el espectáculo es difícilmente descriptible. Continuamos nuestro paseo por la vía Riva del Vin, poblada de numerosas terrazas de bares y restaurantes que a esa hora de la tarde se encontraban repletas. Las vistas del puente desde esta zona, iluminado en esos momentos por los rayos mortecinos del sol, eran también dignas de ver. En una de las muchas tiendas del puente, Concha se compró una pulsera de cristal de Murano por la que pagó doce euros. Salimos al otro extremo del puente y nos acercamos hasta la CHIESA DI SAN GIACOMO DI RIALTO. Fundada en el año 421, esta iglesia se considera tradicionalmente como la Iglesia más antigua de Venecia, construida por un carpintero. Está dedicada al santo titular por sofocar un incendio de grandes proporciones. La edificación actual se realizó alrededor del año 1071. Un majestuoso reloj que señala las veinticuatro horas del día corona su fachada del siglo XV. En las cercanías se ubica también el Mercado Rialto, un lugar especialmente colorido donde predominan las frutas y verduras. Las callejuelas del mercado llevan los nombres de los gremios que las ocuparon años atrás.

Nos encaminamos de nuevo hacia el vaporetto que volvimos a coger en la parada de San Silvestro. Habíamos decidido dar un último paseo panorámico por el Gran Canal y llegar hasta Lido, última parada de la línea. De nuevo se nos mostró en todo su esplendor la inenarrable belleza de las iglesias y basílicas, de los palacios góticos y renacentistas que bordean el Gran Canal, del romanticismo derivado de las góndolas arracimadas en sus paradas correspondientes y de la tranquilidad que emana de toda la ciudad. Nuestras miradas se posaron en la fachada del PALAZZO GRASSI, de mediados del siglo XVIII, con elementos barrocos y neoclásicos, y uno de los últimos palacios en construirse antes de la caída de la República de Venecia. Un poco más adelante, la majestuosidad del PALAZZO BARBARO que en realidad son dos palacios, uno de estilo gótico y otro barroco, no muy lejos del puente dell’Accademia bajo cuya estructura de madera pasamos sentados en la proa del vaporetto, contemplado en todo su esplendor bajo los rayos terminales del sol la incomparable belleza de la basílica de Nuestra Señora della Salute. Poco después, el vaporetto nos permitió observar con todo lujo de detalle la rojiza mole de la BASÍLICA DE SAN GIORGIO MAGGIORE, una de las iglesias más fotografiadas pues las vistas desde la Plaza de San Marcos, con las góndolas en primer plano, son magníficas. La construcción de la basílica finalizó en la segunda mitad del siglo XVI bajo las órdenes de Andrea Palladio. Tras una fachada de mármol brillante se esconde un interior pulcro que da una gran sensación de amplitud donde abundan las obras de diversos pintores venecianos, entre ellos Tintoretto. Y así continuamos hasta la última parada. Allí nos bajamos y dimos una vuelta por los alrededores haciendo hora para que de nuevo el vaporetto iniciara el recorrido de vuelta. La noche iba ganando terreno a la luminosidad veneciana y la vuelta nos proporcionó una nueva perspectiva de la ciudad al poder contemplarla bajo una iluminación artificial que realzaba con solemnidad los edificios principales que dan al Gran Canal. Nos volvimos a bajar en San Marco para disfrutar casi en soledad del Palazzo Ducale, el campanile, la plaza y la basílica iluminadas. También nos acercamos al Puente de los Suspiros, sumido en esos momentos en una penumbra afectada. A esa hora, casi las ocho de la noche, la presencia de turistas era prácticamente nula. Pocas eran las personas que en ese momento se encontraban en la plaza y la mayoría se encontraban allí por ser lugar de paso para sus destinos particulares. Acabado el paseo nocturno, nos dirigimos a la parada del vaporetto que en ese momento navegaba casi en solitario por el Gran Canal y con pocos pasajeros a bordo. Llegamos a Ca d’Oro y nos bajamos. Nos acercamos de otra vez a RIZZO NICOLA, donde habíamos comprado el día anterior, y compramos un par de trozos de pizza y unas cervezas para completar lo que nos había sobrado de la compra del supermercado a mediodía. Abonamos nueve euros y nos dirigimos hacia nuestro apartamento. Cenamos tranquilamente y nos dispusimos a preparar las maletas y dejarlo todo recogido pues al día siguiente teníamos que coger un tren que nos llevaría hasta Bolonia. Venecia nos había llenado por completo de su belleza.  


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