jueves, 5 de octubre de 2017

MILÁN (2): NAVIGLI, BASÍLICAS DE SAN EUSTORGIO, SAN LORENZO Y SAN AMBROSIO, CASTELLO SFORZESCO, CUBIERTA DE LA CATEDRAL

Amaneció un nuevo día radiante, con un sol espléndido y con una perspectiva calurosa en cuanto a las temperaturas. Nos levantamos temprano y preparamos un buen desayuno con las viandas que habíamos comprado la noche anterior. Una vez recogida la cocina, nos aseamos y terminamos de prepararnos para salir a la calle, cosa que hicimos pocos minutos antes de las nueve de la mañana. Hoy cambiábamos de medio de transporte. Hoy íbamos a coger el tranvía de la línea 9 que tenía parada junto a nuestro apartamento vía Filzi vía Adda– y nos íbamos a bajar tres cuartos de hora después en la parada de Porta Ludovica. El tranvía no llevaba exceso de pasaje y pudimos sentarnos sin agobios y dedicarnos a disfrutar tranquilamente de las calles y monumentos por los que íbamos pasando. Llegados a nuestro destino, nos encaminamos hacia los NAVIGLI que, hasta el siglo XIX, formaron el distrito portuario de la ciudad. Suena raro hablar de puerto en una ciudad que se encuentra a más de ciento cincuenta kilómetros del mar, pero sí es verdad que estos canales fueron importantísimas vías de comunicación y transporte de mercancías dentro de la ciudad mediante un sistema de exclusas que permitían navegar a los barcos a diferente nivel y con distinto calado. Los canales fueron desecados en los años treinta del siglo pasado, conservándose desde entonces dos de estas vías acuáticas: el Naviglio Grande y el Naviglio Pavese cuyas aguas proceden del río Ticino. Los barrios que envuelve estos canales desentonan con el concepto de gran ciudad que tiene Milán. Son casas de dos o tres pisos, con muchas terrazas a la calle. Sus habitantes llevan una vida tranquila y social más propia de una ciudad de provincias que de una gran capital. No hay más que acercarse a los antiguos lavaderos sitos en el vícolo delle Lavandai –callejón de las Lavanderas– para ver pequeños grupos de vecinos sentados a la sombra charlando amistosamente.
Desde aquí, tras la correspondiente sesión de fotos y vídeos, nos dirigimos a la PORTA TICINESE, construida a mediados del siglo XIX y que venía a sustituir a la antigua Porta Ticinese medieval existente junto a la iglesia de San Lorenzo, debido al notable aumento de la población de la ciudad y la necesidad de construir nuevos barrios donde ubicarla. Siguiendo el corso di Porta Ticinese llegamos en pocos minutos a la BASÍLICA DE SANT' EUSTORGIO, un ejemplo maravillo del románico lombardo. Resulta curioso que la torre campanario esté rematada por una estrella y no por una cruz. Ello es debido a que en esta basílica se custodian las reliquias de los Reyes Magos en una urna de cristal, aunque conviene aclarar que parte de estas se encuentran en la ciudad alemana de Colonia tras ser robadas de la basílica milanesa. La fachada es de ladrillo rojizo adornada con remates de mármol blanco y arquerías ciegas en las zonas altas. La portada principal es una verdadera maravilla labrada en mármol, con una graciosa pintura al fresco en el tímpano donde se relata la adoración de los Reyes Magos a Jesús. Esta portada vuelve a estar coronada por una estrella. La basílica tiene tres naves con bóvedas góticas de crucería. Existen numerosos frescos del siglo XIV en sus paredes. En el crucero se encuentra el sarcófago románico que en su día contuvo las reliquias de los Reyes Magos, hoy vacío. Detrás del altar se pueden contemplar los restos del ábside de la primitiva iglesia correspondiente al siglo IV. A la izquierda de la fachada existen varias capillas de los siglos XIII y XIV. Continuamos caminando por la misma calle hasta llegar a la antigua Porta Ticinese de origen medieval a la que se le añadió en el siglo XIV una escena en relieve de la Virgen y el Niño con San Ambrosio, dada la cercanía de dicha basílica y en el siglo XIX se le adosaron las dos torres que podemos ver en la actualidad. Desde aquí nos acercamos a visitar la BASÍLICA DE SAN LORENZO MAGGIORE ALLE COLONNE, situada frente a las dieciséis columnas corintias de los siglos II y III que formaban parte de un templo romano no identificado –que fueron colocadas en su emplazamiento actual en siglo IV– y de una copia de bronce de la estatua del Emperador Constantino. San Lorenzo es un valioso ejemplo de la arquitectura romana y cristiana primitiva, ya que se construyó a finales del siglo IV utilizando materiales del anfiteatro cercano, siendo una de las primeras iglesias redondas. En el tímpano de la portada principal de la fachada se representa el martirio de San Lorenzo, patrono de la iglesia. Su interior es muy luminoso y está cubierto con una enorme cúpula que es la más grande de toda la ciudad. En diversas capillas existen antiguos mosaicos del siglo V que representan escenas del Antiguo y Nuevo Testamento. En una de las naves laterales nos encontramos con una escultura de Juan XXIII, papa nacido en la cercana Bérgamo. Salimos de la basílica y justo al otro lado de las columnas romanas, en la vía Edmondo de Amicis, nos encontramos un muro en el que un artista local había realizado el WALL OF DOLLS –Muro de las Muñecas–, una pared en la que se han ido colgando muñecas de diversos tamaños y modelos, junto con fotos de mujeres víctimas de la violencia de género y textos y mensajes relativos al tema. El Muro quiere ser un grito silencioso y continúo contra la violencia hacia las mujeres. Desde aquí nos acercamos a visitar los escasísimos restos que quedan del antiguo Anfiteatro Romano y en este punto, prácticamente las once de la mañana, decidimos hacer un alto y descansar. Paramos en CIOCCOLATTI ITALIANI, pasamos al interior de esta coqueta cafetería que, con una decoración minimalista y una música new age de fondo, resultaba muy agradable para estar un rato sentado entre sus mesas. Pedimos una Coca-Cola zero y un cappuccino por lo que pagamos 5,60 euros. Aprovechamos que en la mesa había una bandeja con azucarillos para coger algunos de más para los desayunos del apartamento. A las once y media salíamos por la puerta y nos encaminamos hacia la PUSTERLA DI SANT'AMBROGIO, una de las puertas menores de la muralla medieval, situada junto a la basílica de San Ambrosio. Toda la zona estaba en obras y hubo que dar un pequeño rodeo para acceder a la BASÍLICA DE SANT'AMBROGIO. El templo es una de las iglesias más antiguas de la ciudad, un magnífico ejemplo de arquitectura románica medieval de la Lombardía. Sus primeros cimientos se datan a finales del siglo IV por orden del obispo Ambrosio, cuyo sepulcro se conserva en un lateral de la nave principal del templo. Con el paso de los siglos se van haciendo modificaciones y ampliaciones –el atrio y la torre campanario se incorporan a la iglesia a mediados del siglo IX–. El acceso al templo se hace a través de un atrio rectangular cubierto en los laterales por arcos románicos de medio punto, en cuyas paredes se encuentran insertas numerosas lápidas romanas. Una leyenda que circula entre los milaneses es que la vieja columna romana que hay en el lateral exterior izquierdo del atrio recibe el nombre de la Colonna dei Diavolo, porque tiene dos agujeros en mitad de su fuste que fueron abiertos por los cuernos del diablo mientras tentaba al obispo Ambrosio. Todo el templo es una construcción de ladrillo rojizo, excepción hecha de las columnas. Todos los muros exteriores se hallan decorados con trozos de mármol blanco incrustados en el muro de ladrillo y con galerías de arquillos ciegos lombardos. Otro hito de la visita a este templo es la observación de las puertas originales de acceso a las naves del interior. Labradas entre los siglos IV y VII, son de madera tallada con escenas de las vidas de David y Saúl. En la actualidad se encuentran protegidas por unos cristales cuyos reflejos impiden verlas con detalle. La planta del templo está dividida en tres naves sin transepto, separadas por arquerías dobles de medio punto para darle mayor altura a las naves y bóvedas de medio cañón con crucería románica. Resulta curioso encontrarse con dos fustes de columna uno frente al otro en la nave central. El de la izquierda está coronado por una serpiente; el de la derecha por una cruz. La leyenda dice que la llegada del fin del mundo se dará a conocer cuando la serpiente descienda de su columna. Esperemos que al ofidio le quede aún bastante tiempo para eso. En el altar mayor nos encontramos un baldaquino del siglo X que descansa sobre cuatro columnas romanas y que a su vez protege el ciborium o Altar Dorado, obra del siglo X, decorado con relieves de la vida de Jesús en la parte delantera y de San Ambrosio en la trasera. El ábside, que cierra la cabecera del templo pertenece a los primeros elementos de la iglesia, está decorado con un mosaico de Cristo Pantócrator donde se incluyen escenas de la vida de San Ambrosio y otros santos. Otra obra maestra de esta basílica es el llamado sarcófago de Stilicho, del siglo IV, situado debajo del púlpito, en el lateral izquierdo de la nave central, en cuyo interior conserva este sarcófago de un general romano, con preciosos relieves de escenas religiosas. También es digna de una visita minuciosa la Capilla de San Vittore in Ciel d'Oro, llamada así por los mosaicos dorados de su bóveda. Además, conserva en su solería mosaicos del siglo IV que representan a San Ambrosio. Salimos a la calle repletos del conocido síndrome de Stendhal después de haber disfrutado de tantísima belleza en tan poco espacio. Solo por visitar esta basílica, ya merece la pena el viaje. Giramos a nuestra derecha por vía Giosué Carducci para girar de nuevo a la izquierda hasta llegar a la CHIESA DE SANTA MARÍA DELLE GRAZIE, obra finalizada por Bramante en el siglo XVI para ser mausoleo de la familia de Ludovico el Moro. Aunque el templo bien merece una visita, la verdadera joya que guarda esta iglesia es el llamado CENACOLO VINCIANO donde se encuentra el grandioso fresco de Leonardo da Vinci La Última Cena. Leonardo fue contratado en los últimos años del siglo XV para cubrir el muro norte del refectorio de la iglesia con un fresco. El artista optó por representar el momento inmediatamente posterior a la constatación de Jesús de que uno de sus apóstoles lo va a traicionar mientras celebraban “La última cena”. Aunque durante siglos sufrió el paso del tiempo y su deterioro fue en constante aumento, tras la última restauración realizada a finales de la década de los noventa del siglo pasado, ha recuperado todo su esplendor. Fue una pena porque no pudimos visitarlo porque solo se permiten muy pocas visitas al día y cuando quisimos comprar previamente las entradas por internet, la fecha más cercana para acceder a esta magnífica obra de arte nos llevaba a primeros de diciembre, es decir, casi dos meses después de nuestro viaje. Continuamos nuestra visita a través de la vía Giovanni Boccaccio, desde donde las vistas de las torres Generalli y Allianz cerrando el horizonte son espectaculares. Desde aquí giramos a la derecha en dirección al PARCO SEMPIONE, uno de los parques urbanos más queridos de los milaneses. Se ubica en el centro histórico sobre una antigua plaza militar. En nuestro recorrido por el parque visitamos el MUSEO DEL DISEÑO LA TRIENNALE, que abrió sus puertas en 2007. También estuvimos viendo la TORRE BRANCA, considerada por algunos milaneses como la “Torre Eiffel” de la ciudad. Inaugurada en 1933, es una estructura metálica de más de cien metros, construida con tubos de acero de base octagonal y estructura prismática. En su parte más alta hay un interesante mirador. Desde aquí, callejeando por los parterres del parque llegamos al ARCO DE LA PACE, un arco de triunfo encargado por Napoleón para celebrar sus victorias que no pudo ver concluido. Tiene un diseño clásico estando coronado por la cuadriga de la paz tirada por seis caballos A esta cuadriga le acompañan cuatro jinetes a caballo que representan los ríos más importantes de la Lombardía. Bajamos por la inmensa alfombra verde que se extendía a nuestros pies desde el Arco de la Paz hasta prácticamente el Castillo Sforzesco. Nos hicimos fotos, grabamos vídeos, nos sentamos a la sombra, paseamos por el sol hasta que poco a poco nos fuimos acercando al CASTILLO SFORZESCO, originario del siglo XIV con muchas modificaciones a lo largo de los siglos sientes. El castillo de los Sforza llegó a lucir una de las cortes más mundanas y ricas del Renacimiento italiano, teniendo como huéspedes a artistas de la talla de Bramante o Leonardo. Con el devenir de los siglos, incluso llegó un momento a finales del siglo XIX en el que se planteó su demolición, hecho que afortunadamente no tuvo lugar. Nosotros entramos por la parte trasera del castillo para, después de pasear por su enorme cortile, un patio con unas dimensiones espectaculares, salir por la puerta principal custodiada por la Torre Filarete. Hoy en día el castillo es la sede de tres museos, el de Arte Antica, con obras de Miguel Ángel, Leonardo o Mantegna, el de Artes Aplicadas y el Arqueológico. Poco después de las una y media salíamos por la puerta principal y nos detuvimos un rato en un quiosco que había a mano derecha que vendía bocadillos variados y cerveza fresca. Como pensábamos ir a comer a un local que habíamos visto cerca del apartamento, solo pedimos dos cervezas Heineken por las que pagamos cuatro euros. Nos sentamos en la fontana de la piazza dei Castello y allí nos las bebimos tranquilamente. Acto seguido entramos en la estación de metro de Cairoli Castello y nos fuimos hasta Centrale Fs. Desde allí nos acercamos al CAFFÈ PIRELLI NOVE, una cafetería sita en la calle Pirelli que a su vez era un estanco. Habíamos pasado varias veces por delante y veíamos que tenía una buena oferta culinaria, que los precios eran asequibles y que entre su clientela abundaban los trabajadores. Pasamos al interior y nos sentamos en una mesa. Pedimos dos primeros platos colmados de pasta y dos pintas de cerveza por los que pagamos veinte euros. Curiosamente, mientras estábamos comiendo, las noticias del telediario italiano estuvieron un buen rato hablando del problema separatista catalán. Salimos de nuevo a la calle y nos dirigimos al apartamento donde llegamos pasadas las tres y media de la tarde. Nuestra intención era echar una pequeña siesta que nos diera fuerzas para continuar las visitas de la tarde. De nuevo en la calle, cogimos otra vez el metro que nos llevó hasta la estación de Duomo. Allí nos dirigimos a las taquillas pues teníamos intención de comprar dos entradas para subir a las CUBIERTAS DE LA CATEDRAL. Después de un rato haciendo cola para comprar los tiques, el funcionario muy amable nos concedió el valor de pensionistas y nos cobró veintiséis euros que era el precio de las dos entradas reducidas. A las seis estábamos otra vez haciendo fila frente a la entrada del ascensor que nos llevaría a los tejados. Porque eso hay que decirlo, el precio de la entrada se reduce casi a la mitad si los valientes que la compran quieren llegar a la cubierta subiendo las innumerables escalera que hay. Nosotros no estábamos para esas historias. No obstante, el hecho de pagar la entrada con ascensor incluido,  no nos evitó subir y bajar numerosas escaleras que nos encontramos en nuestro camino hasta el tejado catedralicio. Había bastantes grupos de visitantes a esa hora de la tarde. Recorrimos la cubierta por todos los lados posibles, por la derecha, por la izquierda, al frente de la fachada, excepto por la zona de la cabecera que se encontraba cerrada por obras. Desde aquí arriba es posible observar muy de cerca más de tres mil estatuas, medievales que nos muestran diversidad de santos, animales y figuras monstruosas; también se pueden ver una gran cantidad de pináculos, chapiteles y agujas que emergen desde cualquier lugar. El templo se encuentra coronado en su punto más alto por la escultura de La Madonnina, obra en cobre dorado que representa la Asunción de la Virgen. Las vistas son espectaculares: la piazza del Duomo vista desde la altura es majestuosa, las altas torres en el moderno barrio financiero… Todo Milán a nuestros pies. Una vez que creímos cubiertos todos los enfoques fotográficos posibles iniciamos el descenso de los tejados. Llegamos al ascensor y, mientras esperábamos a que llegara, el funcionario que estaba a cargo quiso hacerle una broma a unas muchachas asiáticas que también esperaban. Les preguntó de dónde eran y ellas muy amablemente respondieron que eran de Corea. El ascensorista les preguntó “¿Corea del Norte?” y consiguió apagar en ese mismo momento la sonrisa de las chicas. De nuevo en la calle, atravesamos la Gallería Vittorio Emanuele porque queríamos llegarnos a visitar PINACOTECA DI BRERA, que es el principal museo de la ciudad y uno de los más reconocidos e importantes del mundo por sus prestigiosas colecciones, que abarcan a los grandes maestros de los siglos XIII al XX. La pinacoteca está ubicada en un palacio renacentista del siglos XVI, construido para los jesuitas que lo convirtieron en uno de los centros culturales más importantes de la ciudad. En este museo se pueden contemplar obras de El Greco, Rubens, Van Dyck, Tiziano, Titoretto, Caravaggio o el mismo Modigliani. Desde aquí, ya noche cerrada en Milán, nos dejamos llevar sin rumbo fijo por las calles y monumentos iluminados: el teatro alla Scala, la Gallería, el Duomo, la piazza dei Mercanti… Milán era un auténtico escenario de cine. A las ocho y cuarto dimos por finalizado el paseo. Volvimos de nuevo al metro y esta vez nos bajamos en la estación de Reppublica. Desde allí nos dirigimos al súper TO.MARKET donde volvimos a comprar cerveza Peroni, fiambre, leche sin lactosa, patatas fritas, refrescos, fruta, agua, pastas y pan para el desayuno. Pagamos dieciocho euros por todo. Con nuestras bolsas en la mano nos encaminamos hacia el apartamento para disfrutar esa noche de un merecido descanso que nos habíamos ganado. A la mañana siguiente íbamos a visitar la ciudad de Como y el lago de su mismo nombre.

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