Habíamos pasado una tarde excelente durante la visita a Villaviciosa, pero el tiempo impasible nos apremiaba para llegar a la ciudad de Gijón donde íbamos a dormir las dos próximas noches. Algo menos de media hora nos llevó recorrer los escasos treinta kilómetros que separaban ambas localidades. Llegamos al extrarradio gijonés a eso de las seis y media de la tarde, aunque al hotel lo hicimos media hora más tarde. Y es que tuvimos un problema con el GPS. Entramos en la ciudad y callejeamos en dirección al centro sin ningún tipo de problema, ya que el navegador nos iba dirigiendo atinadamente. La cosa se complicó cuando llegamos a la calle HM Felgueroso, frente a los jardines del Paseo de Begoña. En esa misma esquina, el navegador perdió la conexión al satélite y comenzó un proceso interminable de búsqueda que no finalizaba nunca. Viendo que la conducción guiada era imposible, comenzamos a circular por las calles gijoneses sin orientación alguna hasta que llegamos a un hueco donde pudimos estacionar momentáneamente el coche. Reiniciamos el GPS y volvimos a marcar la dirección del hotel. De nuevo, bajo la correcta guía del navegador, callejeamos hasta que nos dimos cuenta de que habíamos llegado al mismo punto –calle de HM Felgueroso esquina con Paseo de Begoña–, donde se volvió a repetir la misma incidencia de la vez anterior: perdimos la conexión al satélite y de nuevo quedamos perdidos en el centro de la ciudad. Fue en ese momento cuando apagué el TomTom, encendí el navegador del teléfono y escribí la dirección del hotel del que no nos separaban más de quinientos metros y al que pudimos llegar sin ningún problema atendiendo las orientaciones del móvil.
No entendimos qué podría haber sucedido, si era alguna interferencia de alguna torre de comunicación cercana o que en esa zona de la ciudad no hubiera cobertura del satélite. Sí es verdad que al día siguiente, cuando volvíamos de nuevo al hotel tras nuestra visita a Avilés y Cudillero, se volvió a repetir la misma historia y tuvimos que volver a conectar el navegador del teléfono para poder llegar al hotel.Dormimos dos noches en la habitación 605 del HOTEL HERNÁN CORTÉS, sito en la calle Fernández Vallín, un cuatro estrellas con algunos años a sus espaldas que en determinados aspectos eran imposibles de ocultar, en cuyos bajos se encontraba el CASINO DE ASTURIAS, al que estábamos invitados por el mero hecho de ser clientes del establecimiento hotelero, aunque no llegamos a aceptar la invitación. Pagamos un total de ciento ocho euros por dos noches. La habitación era amplia, con paredes empapeladas en tonos crema y una amplia cama confortable y mullida. Aprovechamos el frigorífico del minibar para dejar en su interior los grelos que habíamos comprado esa tarde en Villaviciosa y que tan primorosamente nos había empaquetado la señora de la tienda. El coche lo dejamos estacionado en el APARCAMIENTO JOVELLANOS, sito en la cercana Plaza Seis de Agosto y concertado para los clientes del hotel. Pagamos casi diecisiete euros por los dos días que íbamos a estar en Gijón, con la ventaja de que podíamos entrar y salir del aparcamiento todas las veces que quisiéramos gracias a una tarjeta específica que nos dieron los responsables del control del mismo.
Pues bien, con las maletas ya colocadas en nuestra habitación y con el coche tranquilamente aparcado, salimos a la calle para forjarnos una primera impresión de la ciudad. Pasaban ya algunos minutos de las ocho de la tarde. Nos dirigimos hacia la conocida zona de marcha local, todo un dédalo de calles y callejuelas entre la plaza del Carmen y la plaza del Marqués, donde los bares y restaurantes abundaban a más no poder. Todos los locales estaban llenos de bote en bote, tanto el interior de los mismos como las concurridas terrazas que los complementaban. Previamente habíamos pasado por la IGLESIA DE SAN JOSÉ, construcción pseudobarroca de mediados del siglo XX que vino a sustituir a otra anterior que fue destruida durante la Guerra Civil. En un lateral de la iglesia pudimos comprobar de primera mano la extraña convivencia de este templo de dimensiones considerables con un enorme bloque de pisos que se perdía en el cielo nocturno gijonés y que empequeñecía sobremanera la iglesia católica. Cenamos esa noche sentados en la terraza del RESTAURANTE EL FEUDO, sito en la calle Felipe Menéndez, donde pedimos dos raciones, una de cecina y otra de revuelto de gambas, acompañadas de entrada por un “cañón” –cerveza en un vaso de sidra– y una caña, que rematamos con un gintonic que nos sirvieron envuelto en uno humo blanquecino que brotaba del líquido y que, según nos explicó el camarero que nos atendió, era nitrógeno líquido que se le añadía al combinado. Nos quedó la duda y una cara de incredulidad de si el señor que nos atendió se estaba quedando con nosotros o decía la verdad. El caso es que aquel brebaje estaba fresquito y sabía a gloria vendida. Finalmente abonamos casi treinta y siete euros por todo y con el estómago lleno nos encaminamos hacia el hotel pues el cansancio iba haciendo ya mella en nuestros cuerpos. No obstante, al llegar a la recepción estuvimos pensando la posibilidad de visitar brevemente el Casino al que estábamos invitados. Sin embargo, tras el deseo momentáneo, concluimos que ganaríamos más yéndonos a dormir y descansar después del largo viaje para estar con fuerzas renovadas al día siguiente, que viendo los diversos salones de juego del mismo.
Amaneció el nuevo día con un cielo despejado y sin amenaza de lluvia, situación que nos confortó. Salimos muy temprano –acababan de dar las ocho y cuarto de la mañana cuando cruzábamos la puerta de acceso del hotel– con la intención de visitar los monumentos y lugares que teníamos planificados. Nos dirigimos por la calle de los Moros hasta desviarnos en la calle Jovellanos para contemplar la fachada de la BASÍLICA DEL SAGRADO CORAZÓN, que, en ese momento, se encontraba cerrada dado lo temprano de la hora. El templo fue construido a comienzo de los años veinte del siglo pasado en estilo neogótico y modernista y, habíamos leído, fue utilizado como cárcel durante la Guerra Civil. Enfrente de la iglesia, se encuentra la ecléctica fachada del antiguo INSTITUTO JOVELLANOS reconvertido en Casa de la Cultura gijonesa en la actualidad. Desde aquí nos dirigimos por la calle San Bernardo hasta la plaza Mayor, un coqueto y recogido espacio de dimensiones reducidas, carente de vegetación y con el mar a sus espaldas. En ella se encuentra el AYUNTAMIENTO, que cierra uno de sus laterales. El edificio, de tres plantas, con fachada neoclásica poco decorada, se levanta sobre una galería porticada que corona un reloj que marca las horas de sus habitantes. Desde aquí salimos a la luminosa plaza del Marqués, abierta al mar, con un ambiente marinero cargado de sal por la presencia del puerto deportivo y numerosos barcos atracados en sus amarres. Presidiendo la plaza se encuentra la ESTATUA DE DON PELAYO, elevada sobre un alto pedestal situado dentro del pilar de una fuente que mana agua a través de unas bocas de león. La estatua, realizada en bronce, nos muestra al primer rey astur con un brazo levantado en cuya mano sostiene la llamada Cruz de la Victoria y una espada desenvainada en la otra mano. Muy cerca de la estatua de Don Pelayo se encuentran los restos del POZO DE LA BARQUERA, lugar donde se elegían los cargos públicos municipales entre los siglos XVI y XVIII, se procedía al juramento y toma de posesión de los mismos ante los vecinos de la villa. Al lado del pozo, una maqueta en bronce del casco histórico de la ciudad informa de la ubicación de los lugares más interesantes para realizar una visita a los mismos. A la izquierda de la estatua –viéndola de frente– se levanta el magnífico PALACIO DE REVILLAGIGEDO, construcción del siglo XVIII, aunque una de sus dos torres es originaria del siglo XV. La fachada nos muestra las dos torres, más elevadas que el cuerpo central, de sección cuadrada rematadas con almenas y con una decoración base de vanos de carácter historicista. Sobre el cuerpo central y sus tres pisos de altura se concentra la riqueza decorativa del edificio a base de columnas y pilastras, estando coronado por un gran escudo heráldico. En la actualidad es un centro de exposiciones. Adosada al palacio, se encuentra la COLEGIATA DE SAN JUAN BAUTISTA, trazada en los primeros años del siglo XVIII. En una esquina de la plaza, ya en la calle Óscar Olavarría, en una posición elevada y privilegiada se encuentra la OFICINA DE TURISMO en una casa preciosa con un fantástico balcón esquinado. Continuamos nuestro paseo por la calle Muelle de Oriente hasta llegar a los llamados JARDINES DE LA REINA, donde es visible un hermoso RELOJ en la parte más alta de una esbelta columna blanca acanalada coronada por un capitel corintio. Dicho reloj se colocó en los años veinte del siglo pasado. Los jardines, por llamarlos de algún modo, tienen una extensión muy reducida y, bajo nuestro punto de vista, una denominación demasiado pomposa para la vegetación que ofrecen. Avanzamos paralelos al muelle del puerto deportivo hasta llegar a uno de los iconos actuales de la ciudad: cuatro rectángulos donde resaltan las letras del nombre de la ciudad: GIJÓN, un perfecto decorado en rojo que sirve para una foto clarificadora del lugar donde ha sido realizada.
Volvimos sobre nuestros pasos y nos encaminamos hacia la travesía Jovellanos hasta llegar al MUSEO CASA NATAL DE JOVELLANOS, ubicado en la plazoleta del mismo nombre del intelectual gijonés, al que no entramos. Gaspar Melchor de Jovellanos fue uno de los principales exponentes de la Ilustración española. El Museo Casa Natal que lleva su nombre está ubicado en una casa palacio construida entre finales del siglo XIV y principios del siglo XVI, donde nació el escritor en 1744. Adosada al museo se encuentra la CAPILLA DE NUESTRA SEÑORA DE LOS REMEDIOS, pequeña y estrecha, de una sola nave, con una sobria fachada prácticamente sin adornos, coronada por una espadaña de la que penden un par de campanas. En ella se encuentra el mausoleo de Jovellanos. En las proximidades de esta plazuela pudimos contemplar los restos de algunas torres y lienzos de muro que aún se conservan de la antigua MURALLA ROMANA, en proceso de reconstrucción en la actualidad. Desde aquí nos fuimos hacia la calle Cabrales desde donde se puede contemplar en todo su esplendor el antiguo PALACIO VALDÉS, que en la actualidad funciona como un centro educativo –Colegio Santo Ángel–. El edificio se ubica en el comienzo del barrio de Cimadevilla y es una muestra del barroco temprano. Su estructura, que nos recordó vívidamente la del Palacio de Revillagigedo, es de cuerpo central y dos torres, con una capilla adosada a la izquierda y su organización interior en torno a un patio. Su fachada presenta una gran sobriedad decorativa, utilizando casi con exclusividad los sillares almohadillados sobre esquinas, vanos y puertas del edificio. En esta misma calle, muy cerca del Ayuntamiento, se encuentra un busto dedicado al ilustre jovellanista JOSÉ MIGUEL CASO, erudito gijonés del siglo XX.
De nuevo salimos al mar, al extenso arenal de la PLAYA DE SAN LORENZO pues en ese momento la marea estaba baja. Muy cercano también al Ayuntamiento se encuentran el edificio de las antiguas PESCADERÍAS, de uso administrativo en la actualidad. Tomamos dirección hacia la iglesia de San Pedro, no sin antes toparnos con la copia de una estatua, cuyo original se encuentra en los Museos Vaticanos, La estatua en sí es la de OCTAVIO AUGUSTO, primer emperador de Roma. Casi al lado de la escultura, bajo el subsuelo ajardinado de la plaza, estaba la entrada al recinto de las TERMAS ROMANAS DE CAMPO VALDÉS, museo-yacimiento considerado como uno de los más importantes del norte de España. Fueron descubiertas de modo casual a comienzos del siglo XX. Y así llegamos a la icónica IGLESIA DE SAN PEDRO, ubicada junto al mar, al final de un agradable paseo a lo largo de la playa de San Lorenzo desde donde es visible y proporciona un perfecto enfoque al ir acercándote al templo paso a paso. Su origen, de estilo gótico, data del siglo XV, aunque el actual templo fue reconstruido en los años cincuenta del siglo pasado después de haber sido destruido el original durante los bombardeos de la Guerra Civil. Por eso, en su diseño se tuvieron en cuenta las características prerrománicas y románicas de otros templos de la zona. La iglesia tiene una estructura frontal simétrica dividida en dos por una elegante y estilizada torre. Los muros son de piedra arenisca, con largas estelas de arquillos ciegos de origen lombardo como principal elemento decorativo. El remate de la cabecera del templo con un precioso ábside es espectacular. El interior consta de tres naves con bóvedas de cañón, con cierta estrechez debido a las dimensiones del templo. Los elementos decorativos, celosías, mosaicos, ventanales, etc, nos transportan al prerrománico asturiano. Fue una visita muy agradable y tranquila pues a esa hora la iglesia estaba prácticamente sin visitantes.
Desde aquí comenzamos a subir el Cerro de Santa Catalina donde íbamos a visitar una de las esculturas que teníamos muchas ganas de ver y fotografiar. Es un apacible paseo conformado por viales asfaltados y preparados para tal fin, que se pierden en multitud de direcciones sobre el verde de la pequeña colina. A esas horas, poco más de las diez y media de la mañana, había pocos paseantes por la zona. Desde una distancia significativa ya era visible coronando la cima la inmensa estructura del ELOGIO DEL HORIZONTE, obra de Eduardo Chillida, una impresionante escultura que corona este espacio sin urbanizar al norte de la ciudad. La figura está hecha de hormigón, mide diez metros de altura y tiene un peso de quinientas toneladas. Esencialmente la obra en sí son dos pilares que soportan el peso de una elipse abierta. El monumento representa la unión de la tierra y el cielo, que lo hace en el cambiante horizonte. Las vistas desde este punto son espectaculares. Al frente, el ruidoso mar que rompe sobre los abruptos acantilados, a nuestra espalda las primeras construcciones del histórico barrio de Cimadevilla, a nuestra izquierda la playa de Poniente y a nuestra derecha la de San Lorenzo. Tras la correspondiente tanda de fotografías, deambulamos por los viales de la zona hasta pasar por delante de la BATERÍA ALTA DE SANTA CATALINA, baluarte defensivo militar, en la actualidad en desuso para tal fin.
Cumplido el deseo, volvimos de nuevo al paseo marítimo, donde disfrutamos de unas vistas preciosas de la playa y una temperatura muy agradable. Pasamos otra vez por delante de San Pedro, dejamos atrás el Ayuntamiento, continuamos caminando hasta llegar a LA ESCALERONA, escalera de tres tramos que desciende hasta la arena. Preside el espacio una especie de mástil de granito del que ondea una bandera de la ciudad y en una de sus caras tiene un termómetro gigantesco que informa de la temperatura ambiente. Desde aquí fuimos callejeando hasta llegar a la plaza Campinos de Begoña, con un elegante ajardinamiento donde se encuentra la IGLESIA DE SAN LORENZO, templo erigido en estilo gótico a comienzos del siglo XX. En estos jardines también pudimos contemplar la obra de Joaquín Rubio Camíns llamada GÉNESIS, toda ella de hormigón y bastante fea a nuestro parecer. En palabras de su autor, la escultura "representa el nacimiento de una forma geológica pura de las entrañas de la tierra”. Muy cerca de la anterior, otra escultura de nombre EVOCACIÓN está dedicada a Francisco Carantoña, gallego periodista director del diario local El Comercio, que fue nombrado hijo adoptivo de la ciudad. La escultura, realizada en acero corte, es una silueta donde se intuye al periodista caminando por estos jardines que eran uno de sus espacios preferidos de la ciudad. Desde aquí nos dirigimos hacia el aparcamiento para coger el coche y continuar lo planificado para el resto del día que no era otra cosa que la visita a las villas de Avilés y Cudillero. No obstante, antes pasamos ante la fachada del afamado TEATRO JOVELLANOS, inaugurado en los últimos años del siglo XIX, reducido a escombros durante la Guerra Civil y y reconstruido en los años cuarenta. Eran las once y media de la mañana aproximadamente y nos había dado tiempo más que suficiente para completar la visita de los lugares que queríamos visitar.
De nuevo de vuelta a Gijón, tras visitar las ciudades mencionadas anteriormente, llevamos el coche otra vez al aparcamiento y, antes de subir a nuestra habitación del hotel, nos dirigimos hacia el SUPERMERCADO ALIMERKA, sito en la calle Los Moros, donde compramos casi un kilo de cecina en un trozo y cuatro botellas de sidra que llevamos al maletero coche para que viajara con nosotros de vuelta a Madrid al día siguiente. Pagamos algo menos de diecisiete euros por la compra. Una cosa que nos sorprendió enormemente fue ver por primera vez el sorprendente tamaño de un jamón entero de vaca que se exhibía en los alrededores de los mostradores de charcutería. Realizada la compra, nos dirigimos hacia el hotel donde pudimos refrescarnos un poco y descansar un rato. No obstante, antes de volver a salir para cenar a base de alguna ración, volví de nuevo a comprar en Alimerka un par de tónicas, fiambre, pan y unas golosinas de chocolate para picotear algo en la habitación y tener algún bocadillo preparado para el desayuno del día siguiente durante el viaje de vuelta. Nueve euros pagué por todo y otra vez regresé al hotel para recoger a Concha. Con todas las compras realizadas, volvimos a salir y de nuevo nos dirigimos a la zona de bares donde habíamos estado la noche anterior. Si durante la primera noche había gente a rabiar en bares y terrazas, esta segunda noche había mucha más. Está vez pedimos una ración de cecina que, al igual que habíamos pedido la noche previa, estaba deliciosa, una ración de rabas y unas cervezas –cañón y caña, que yo repetí posteriormente–, en la VINATERÍA CERVECERÍA PLATERO. Por todo ello abonamos veintiséis euros. Desde aquí, esta vez sí, tomamos camino al hotel para preparar las maletas y acostarnos temprano porque al día siguiente había que madrugar para regresar a Madrid.
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