viernes, 3 de mayo de 2013

LASTRES, UNO DE LOS PUEBLOS MÁS BONITOS DE ASTURIAS

Salimos de Ribadesella con el regusto amargo de haber perdido una oportunidad única de contemplar uno de los mejores ejemplos de pinturas rupestres como son las que se conservan en la Cueva de Tito Bustillo, cuya visita se había suspendido. Así que reorganizamos el resto de la mañana y nos decidimos por acercarnos a la villa de Lastres de la que habíamos leído que era uno de los pueblos más bonitos de la costa asturiana. Nos hicimos a la carretera y en algo menos de veinte minutos estábamos entrando en el extrarradio de la localidad, después de recorrer los escasos veinticinco kilómetros que separaban ambas poblaciones. Nos sorprendió ver la figura de un dinosaurio de considerable tamaño en una de las rotondas de acceso a la villa. Después nos enteramos de la existencia en las inmediaciones del Museo del Jurásico, o de la presencia de numerosas huellas de dinosaurios dispersas por esta costa. Eran algo más de las doce y cuarto cuando estábamos aparcando el coche muy cerca de la Oficina de Turismo en un hueco que vimos libre muy cerca del MONUMENTO A LAS SARDINERAS, después de haber recorrido una pronunciada pendiente de ascenso que nos iba a dejar en la parte más elevada de la población. Esta escultura, realizada en bronce y con dos metros de altura, rinde homenaje a aquellas mujeres de antaño, llenas de coraje que sacaban a sus familias adelante con un enorme sacrificio diario. Cuando las lanchas llegaban al puerto, al alba, ellas llenaban el paxu (cesta plana) con muchos kilos de pescado fresco, los cargaban sobre sus cabezas y recorrían decenas de kilómetros diariamente, llevando el pescado a todos los pueblos y aldeas. En la Oficina de Turismo nos dijeron que había una ruta dedicada a una serie de televisión que se había rodado en el pueblo, “Doctor Mateo”, de la que no habíamos oído hablar ni evidentemente habíamos visto. Por ello, preferimos visitar los lugares más emblemáticos de la villa y no los conocidos en la serie.  


Una vez que dejamos el coche nos encaminamos hacia la calle Reloj hasta llegar a la calle Real, desde donde comenzamos a ascender hacia lo alto de la villa para visitar dos lugares que consideramos esenciales: uno la iglesia de Santa María de Sábada y, el otro, el Mirador de San Roque. Entre casonas de buena piedra y excelentes balconadas fuimos subiendo poco a poco la cuesta. Una de las cosas que nos llamaron la atención fueron una especie de bolas elaboradas con hojas vegetales que colgaban en la parte baja de los balcones. No conseguimos saber qué función tenían, si servirían para ahuyentar insectos, aromatizar el entorno y simplemente adornar la fachada de la casa. Finalmente llegamos a la Iglesia de SANTA MARÍA DE SÁBADA, ubicada en la zona más alta del pueblo, con unas vistas excelentes del caserío lastrense derramándose colina abajo hasta llegar al mar. El templo, que data del siglo XVIII, nos muestra una entretenida fachada donde se mezclan el neoclásico y el barroco. Estaba cerrada por lo que no pudimos entrar y contemplar su interior. Continuamos camino bordeando el lateral derecho de la iglesia y dirigiéndonos hacia el que está reconocido como mejor mirador de Lastres. El MIRADOR DE SAN ROQUE nos permite asomarnos al vacío que se precipita abruptamente hasta llegar a la orilla del mar. En realidad, todo el mirador es un área para relajarse y observar, sobre todo observar como el caserío se deshilacha por estrechas e intrincada callejuelas que conducen hasta el puerto o la conocida playa de La Griega, dejándonos sentir el marcado carácter marinero de la población. En este majestuoso mirador también se encuentra la pequeña capilla de San Roque. Desde este punto y tras las correspondientes fotos, iniciamos el camino de vuelta. Llegamos de nuevo a la iglesia, giramos a la izquierda y comenzamos el descenso por la misma vía por la que habíamos subido, la calle Real. Es en esta arteria donde pudimos observar los mejores ejemplos de casitas de estilo marinero, rematadas con bellísimas balconadas de madera. Normalmente, se trata de construcciones de tres alturas, cuya primera planta estaba dedicada a la bodega. Y así fue como llegamos a la TORRE DEL RELOJ, de doce metros de altura, que se construye en el siglo XV con finalidad defensiva de la población, aunque es en el siglo XVIII cuando se le da su forma actual y se le añade un reloj procedente de Londres. Desde este punto, caminamos sin rumbo por su espectacular casco antiguo, de calles empedradas, de palacios y casas blasonadas que se entremezclan con las sencillas viviendas de pescadores, y todas tienen un denominador común: las espléndidas panorámicas al Cantábrico y al monte Sueve


De vuelta al coche, henchidos por una visita mucho más agradable de lo que habíamos pensado en un principio, enfilamos dirección a Villaviciosa de la que nos separaban algo menos de veinte kilómetros y donde teníamos previsto almorzar. 

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