24 DE FEBRERO
Hoy tocaba madrugón. El día lo íbamos a comenzar
subiendo en globo, actividad que se había planificado para el día anterior pero
que, debido a las malas
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Inflando el globo con aire caliente |
condiciones
atmosféricas, no se pudo llevar a cabo. Si digo la verdad, no entiendo
mucho lo de las malas condiciones porque nos hizo un día maravilloso de sol y
poco frío; sin embargo, es verdad que no vimos ningún globo volando en ningún
momento. Así que el teléfono empezó a sonar en torno a las cuatro y media de la
mañana ya que habíamos quedado en el vestíbulo del hotel a las cinco y media.
De todo el grupo, Concha y Cándido no iban a subir al globo y se quedaban en el
hotel, y yo que tampoco iba a subir pero que sí iba a acompañar al grupo para
ver desde el suelo todo el proceso de inflar el globo y su subida a los cielos.
Así pues, a la hora acordada estábamos esperando la llegada del furgón que
enviaba la empresa con la que íbamos a volar para recogernos en el hotel. Una
vez subidos en el vehículo, éste se dirigió hacia el interior del valle de
Goreme donde nos esperaba el globo. Cuando llegamos, noche cerrada todavía,
varios operarios de Air Kapadokya,
empresa que se había contratado desde la organización del viaje para realizar
esta actividad, estaban afanados tratando de inflar el globo. Junto a éste,
había una pequeña mesa con té y pastas que todos nosotros agradecimos dado lo
intempestivo de la hora. El precio a pagar era de ciento setenta euros por
persona y la duración del vuelo de una hora aproximadamente. Estando el globo
medio lleno de aire caliente, los operarios detectaron algún pequeño problema
en la superficie del globo por lo que empezaron a desinflarlo para tratar de
solucionar el cierre de alguna abertura en la parte superior del globo que
estaba mal. Acto seguido comenzaron de nuevo a insuflar aire caliente al
interior del globo y en muy poco rato el globo estaba dispuesto para elevarse a
los cielos.
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Globos en la mañana capadocia |
Los globos, como medio de transporte, operan con
los principios básicos de la gravedad y transferencia de calor: si se caliente
el aire del interior del globo, éste se eleva; si se enfría, éste desciende. Es
decir, que para que el globo pueda volar necesitamos llenarlo de aire y después
calentar ese mismo aire para que el globo se aleje del suelo. Los globos,
fabricados en su mayoría con nylon impermeable, constan de tres partes: la cubierta o el globo propiamente dicho,
el quemador, situado por encima de
las cabezas de los pasajeros y es el encargado de mantener caliente el aire
dentro del globo, y la barquilla
donde viajan los pasajeros (la nuestra tenía una capacidad para veinte personas
más la plaza del conductor del globo). Evidentemente el conductor del globo
solo tiene capacidad para realizar el despegue y el aterrizaje del globo
calentando o dejando enfriar el aire de su interior; sin embargo, no puede en
ningún momento dirigir hacia una dirección determinada, siendo el viento el que
realiza esta función.
Una vez superados los nervios iniciales y tras
subir todos al globo, el conductor del mismo fue calentando poco a poco el aire
del interior y majestuosamente el globo inicio su andadura por los cielos de la
Capadocia. Mientras tanto, el conductor del furgón, Erdem y yo nos volvimos a
subir al vehículo y nos desplazamos a Goreme, donde la empresa del globo tenía
sus oficinas. Allí, en un ambiente más calentito, nos volvieron a ofrecer más
té y pastas e incluso me facilitaron la contraseña de la wifi para que
estuviera entretenido. A su vez, el conductor del furgón se afanó en preparar
unas medallas para entregárselas a cada uno de los pasajeros y una pequeña caja
en la que se podían observar los cuellos de algunas botellas de champán.
Terminada la tarea y tras recibir aviso del lugar donde iba a aterrizar el globo,
volvimos a subir al furgón y nos encaminamos al sitio acordado, fuera de los límites del Parque de Goreme, un
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Kaymakli. Dependencias |
poco por encima de Çavusin. Cuando llegamos el globo ya estaba en tierra. El
conductor del vehículo, cargado con sus medallas, y Erdem bajaron hasta donde
se encontraba el globo mientras que yo me quede cerca del furgón, y allí
estuvieron departiendo un buen rato, tomándose incluso una copa de champan que
les ofrecía los operarios de la empresa. Al momento apareció otro todoterreno
con un remolque del que bajaron varias personas que empezaron a terminar de
desinflar el globo, doblarlo y cargar la barquilla en el remolque. Poco después
volvimos a subir todos al furgón para volver al hotel y desayunar. Los
comentarios de todos eran muy buenos y había sido una actividad que les había
satisfecho mucho. Eran poco más de las ocho de la mañana.
Tras desayunar, nos encontramos de nuevo en la
puerta del hotel para subir al autobús y dirigirnos a la ciudad subterránea de Kaymakli, una de las varias que existen
en la zona. Se cree que fue excavada entre los siglos V y XI d.C., aunque no
hay constancia científica que lo demuestre debido a la ausencia de pinturas en
las paredes. Esta ciudad, declarada Patrimonio de la Humanidad en 1985, consta
de once plantas subterráneas, una debajo de otra, aunque solo son visitables
las cinco primeras. Atendiendo a las recomendaciones de nuestro guía, Cándido,
Paqui, Concha y yo solamente visitamos las dos primeras mientras que el resto
del grupo sí se atrevió a recorrerlas todas. El motivo era muy simple: a partir
de la tercera planta los pasillos se estrechaban mucho y los
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Kaymakli. Ábside y altar de la iglesia |
techos no
permitían caminar erguido en algunas zonas. Así que, para evitar problemas y
dolores, nosotros nos quedamos disfrutando de las dos primeras plantas. La
ciudad, como es fácil de intuir, es un laberinto de pasillos y estancias
excavadas en la roca con la clara misión de almacenaje y de defensa de los
habitantes de la zona ante posibles invasiones de otros pueblos. La principal
función de los espacios excavados en la primera planta no era otra que la de
servir de establo, siendo visibles en la actualidad algunas argollas para atar
los animales clavadas en las paredes. Una piedra grande con forma de rueda
hacía las veces de puerta. Había incluso
hasta una iglesia, sita en la segunda planta, de una sola nave con altar tras
el cual había dos ábsides. Todas las plantas de la ciudad tienen puertas de
acceso a las mismas que podían ser cerradas con grandes piedras circulares que
encajaban perfectamente en los huecos de acceso. La visita de este laberinto de
pasillos y habitáculos está perfectamente señalizada en las paredes mediante
flechas azules que indican el camino de bajada hasta la quinta planta y flechas
rojas que nos conducen hacia la salida.
Una vez que salimos al exterior, Erdem nos dejó un
rato para que cada uno se perdiera libremente por los numerosos puestos y
tiendas de venta de recuerdos.
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Valle de las Tres Bellas |
Nosotros compramos un imán para el frigorífico y
una pulsera con cuentas de color turquesa. Compramos también unas botellas de
agua y subimos al autobús que nos llevaría al Valle de las Tres Bellas, un amplio espacio en el que destacan
sobremanera tres chimeneas de hadas muy juntas entre ellas, que dan nombre al
mirador y que puede ser recorrido tranquilamente porque existe una pasarela de
madera que facilita el paseo. No obstante, las vallas de esta pasarela estaban
siendo reparadas por varios operarios y en las juntas de la baranda estaban
echando una especie de pegamento que manchaba a todo aquel que se dejaba caer
en la baranda. Estas chimeneas de hadas durante muchos años fueron el verdadero
reclamo turístico de la zona y aparecían en todos los folletos publicitarios
que se hacían; sin embargo, su popularidad ha descendido en estos últimos años.
Como siempre, justo al lado del mirador, nos encontramos con numerosas tiendas
de recuerdos dedicadas a captar las compras de los turistas. También aquí nos
encontramos el recurrente fotógrafo que iba echando fotos por doquier a todo el
que se ponía delante de las chimeneas y,al igual que en Valle de las Palomas,
cuando volvíamos camino del autobús ya estaban impresas y enmarcadas, al módico
precio de veinte liras, listas para ser compradas como así ocurrió con algunos
de los miembros de nuestra excursión
Una vez finalizada la visita, nuestro guía nos
explicó que antes de almorzar íbamos a realizar la segunda visita prevista
relacionada con la artesanía turca. Esta vez visitaríamos una taller de orfebrería dedicado a la
creación de joyas con metales y piedras preciosas. Estaba situado a las afueras
de Avanos, en un complejo formado por un hotel (Suhan Cappadocia Hotel), cuya recepción junto con el taller de
orfebrería y un restaurante de grandes dimensiones ocupaban toda la planta baja
del edificio. Entramos en el amplio
local a través de varios pasillos donde recibimos una explicación muy didáctica
a cargo de una señora sudamericana sobre las características principales y
variedad de colores de las turquesas, incidiendo de un modo muy especial en las
procedentes de Turquía. Terminada la explicación, el grupo se separó y se
repartió por las
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Viene la comida calentita |
distintas vitrinas donde se exponían numerosas piezas de
orfebrería: sortijas, pulseras, anillos, gargantillas, collares, algunos de las
cuales era realmente espectacular, como espectacular era también su precio. Al
igual que el día de la visita al taller de alfombras, aparecieron unos
operarios que trataron de convencer a las indecisas sobre la bondad y buen
precio de los productos que allí se ofertaban. Justo antes de finalizar la
visita, nos sirvieron unos vasos de té turco que nos prepararon el cuerpo para
la comida que en breve íbamos a degustar ya que eran casi las dos de la tarde
Desde allí, y sin salir del recinto donde estábamos
nos dirigimos a otra zona donde se ubicaba el restaurante donde íbamos a comer.
El local era un gran salón diáfano, pero nuestro grupo fue ubicado en otra sala
más pequeña a la que se accedía bajando una escalera. Todo el grupo fue
colocado en dos grandes mesas con capacidad para diez comensales cada una.
Nosotros, Cándido, Paqui, Concha y yo nos sentamos con los más jóvenes, que nos
animaron la comida. Pudimos pedir unas cervezas cuyo precio parecía que todos
los locales de la Capadocia se habían puesto de acuerdo: veinte liras. La
comida, al igual que las realizadas hasta ese momento, consistía en una serie
de entrantes distribuidos en platos pequeños: crema de yogur, muhammara –una especie de pasta hecha con pimientos rojos y
nueces– ensalada de berenjenas, etc. A esto le siguió otro plato compuesto por
una especie de pizza de carne troceada y verduras y, finalmente, el plato
principal que llegó a las mesas montado en un carro pequeño; se suponía que la
comida iba dentro de una especie de cántaro cerrado cuya boca estaba ardiendo.
Tras un breve ceremonial, el jefe de los camareros dio un fuerte golpe con un
largo cuchillo en el cuello del cántaro, que se rompió y la comida que contenía
en su interior se extendió por una gran bandeja que estaba debajo del
recipiente cerámico, comida que fue repartida diligentemente por los camareros
en los platos que teníamos en la mesa. Tras comernos el postre y pasar por los
servicios para aligerar la vejiga, prácticamente sin pausa subimos al autobús y
nos dirigimos a visitar los últimos tres valles que estaban planificados en las
actividades del día: el Valle del Amor, el Valle de los Champiñones y el Valle
de Devrent, llamado también de la Imaginación.
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Valle del Amor |
Así, tras un breve trayecto, nos encontramos de
nuevo en el interior del valle de Goreme en busca del llamado Valle del Amor (Zemi Vadassi, en turco), situado entre Çavusin y Goreme. No se
puede asegurar a ciencia cierta el origen del nombre, aunque la mayor parte de
los viajeros está convencida que la presencia de enormes chimeneas de hadas con
ciertas reminiscencias eróticas, con formas que recuerdan la forma del miembro
sexual masculino, tiene mucho que ver. A la labor de la naturaleza, en ese caso
se le ha unido también la mano del hombre y la presencia de corazones en el
mirador es permanente. También nos encontramos con un pequeño globo al que
subir para plasmar el momento en una buena fotografía. Como dato curioso,
comentar que en el momento en que llegamos, había un grupo de personas bailando
en la explanada del mirador un música típica turca, al que hubo algún intento
de incorporarse para aprender el baile por parte de nuestro grupo. De nuevo nos
encontramos con pequeños árboles decorados con abalorios del ojo de la suerte.
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Valle de los Champiñones o Pasabag |
Y desde allí subimos nuevamente al autobús y
recorrimos los escasos kilómetros que separaban este mirador del llamado Valle de Pasabag, también llamado Valle de
Champiñones que, como su propio nombre indica, toma este nombre por
recordar las chimeneas de hadas la forma de este producto. Aquí no hay mirador;
este valle es una llanura por la que puedes pasear entre las chimeneas de
hadas, algunas de las cuales alcanzan una altura bastante considerable y
resultan espectaculares. Es también en este valle donde mejor se ve el proceso
erosivo que sigue este tipo de roca pues las chimeneas de hadas de este valle
son unas de las más recientes en cuanto a su formación. La roca superior, más
dura, sirve de freno de la erosión que pueda sufrir la roca inferior,
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¿Dromedario en el Valle de la Imaginación? |
más
blanda por lo general. Paseamos con tranquilidad por todos los recovecos del
valle y fotografiamos todos los rincones posibles. Finalizada la visita, otra
vez al autobús para recorrer los escasos kilómetros de distancia hasta el Valle de Devrent, también llamado Valle de la Imaginación. Este valle es
de dimensiones más pequeñas que los anteriores aunque aquí la naturaleza ha
jugado con las rocas de un modo más creativo. Se llama Valle de la Imaginación
porque es aquí donde uno puede dejar libre su mente y que esta imagine en los
contornos de las rocas aquellas imágenes que le vengan en gana; así no es
difícil encontrar entre las diferentes chimeneas de hadas un dromedario, una
virgen con su largo manto, una pareja haciendo el amor o, por qué no,
besándose.
Tras la visilla del Valle de Devrent, el autobús
enfiló nuevamente camino hacia
Avanos, pues allí tendría lugar la actuación de
los derviches giróvagos que
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¿Una Virgen? |
íbamos ver. El lugar era el Sarihan Kenvansaray, situado a las afueras de Avanos, en la carretera
que va de Kayseri a Nevsehir, a las orillas del arroyo Damsa. Fue construido a mitad del siglo XIII con piedra
volcánica tallada, con muros gruesos y altos para evitar las incursiones de los
ladrones. Toda la decoración exterior se concentraba en la puerta de entrada.
Dentro del caravansar nos encontramos con un gran patio y una serie de
habitaciones, que hoy en día se han convertido en salones sociales. Aquí se les
proporcionaba a los comerciantes alojamiento y seguridad y establos para el
cuidado de sus animales. Este caravansar es uno de los mejores ejemplos de este
tipo de construcciones creadas por los sultanes selyúcidas a lo largo de la
Ruta de la Seda para proteger las rutas comerciales y dentro de su sencillez
decorativa, transmitía seguridad y, sobre todo, tranquilidad.
Esta actividad de los derviches giróvagos era una de las que había que pagar, al igual
que la del viaje en globo, ya que no entraba en el precio final que habíamos
pagado por el viaje. El precio era de treinta euros por persona. Todos abonamos
nuestra entrada a Erdem, aunque algunos, a la salida del espectáculo, protestaron la baja calidad del mismo
teniendo en cuenta el precio
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Patio del caravansar |
pagado. Yo no me encontraba entre ellos. Aunque
habíamos visto algún documental que otro en televisión o, incluso, habíamos
presenciado una danza muy parecida a esta que llevan a cabo los derviches
durante la celebración de la Feria de los Pueblos de Fuengirola, en la caseta
de Egipto; aunque en casa tenemos algunos cds con este tipo de música y los
hemos escuchado con cierta frecuencia, ver este ritual en directo sí merece la
pena y más teniendo en cuenta el espacio escénico en el que se iba a
desarrollar. La danza de los derviches, vestidos completamente de blanco y
girando como si estuvieran en trance es mucho más que un mero espectáculo
visual. Los derviches son una corriente del sufismo y, por tanto, una más de
las numerosas órdenes del Islam. Esta orden fue creada por Mevlana en 1312 en
la ciudad de Konya donde está enterrado –mausoleo que visitaríamos al día
siguiente–. En cuanto al simbolismo del ritual de la
danza, el sombrero de pelo de camello (llamado sikke )
representa una lápida del ego, mientras que la falda blanca (llamada tenencia )
es la mortaja del ego. Cuando el derviche se quita su capa negra, se supone que
debe renacer espiritualmente a la verdad. Así mientras gira, los brazos del
derviche se abren con su mano derecha dirigida hacia el cielo, lo que
representa su disposición a recibir la beneficencia de Dios. La mano izquierda
del derviche está girando hacia la tierra, lo que representa su disposición a
transmitir el don espiritual de Dios a los hombres. También se cree que
mientras gira de derecha a izquierda alrededor de su propio corazón, el
derviche abraza a toda la humanidad con amor, ya que los sufis creen que el ser
humano fue creado con amor para amar.
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Sarihan Kenvansaray. Danza de los Derviches Giróvagos |
Dicho lo anterior, poco antes de las seis de la
tarde accedimos al interior del caravansar en cuyo centro, bajo la cúpula,
estaba el escenario cuadrado donde se iba a desarrollar la danza. Había un
pequeño graderío en dos de los lados. Si exceptuamos media docena de personas
que se habían sentado en uno de los graderíos, todos nosotros nos sentamos en
el otro. Erdem nos había comentado que durante la duración del espectáculo
estaba prohibido hacer fotos o grabar, cosa que podríamos hacer una vez que
finalizara el ritual, ya que los derviches volverían a bailar de nuevo, aunque
solo estarían presentes los tres bailarines y los tres músicos; el director
espiritual del grupo ya no estaría en el escenario. Una vez sentados y con la
única iluminación del escenario, ya que el resto del gran salón donde estábamos
permanecía en penumbra y con un silencio tan grande que casi se oía,
aparecieron en primer lugar los tres músicos que comenzaron a tocar sus
instrumentos –una flauta de caña llamado ney),
un instrumento de cuerda (llamado tambür)
y un gran tambor redondo (llamado bendair)–;
a continuación aparecieron los tres danzantes y su director espiritual que
dieron gracias a Dios varias veces antes de empezar la danza. Al momento, los
tres derviches se despojaron de sus capas negras y comenzaron a danzar uno tras
de otro hasta estar los tres bailando a la vez sobre el escenario. Mientras
tanto, el director, que no se había despojado de su capa y la conservaba sobre
sus hombros, caminaba entre los derviches danzantes musitando una oración, cuyo
termino indicaba a los derviches el final de su danza y se iban a uno de los
lados del escenario donde permanecían muy quietos hasta el inicio de la
siguiente oración donde se volvía a repetir la misma estructura. Así hasta el final del espectáculo. Una vez
concluido el mismo, como ya dije con anterioridad, el director espiritual se
retiró del escenario y durante un par de minutos, los músicos volvieron a tocar
sus instrumentos y los derviches de nuevo a danzar para poder ser fotografiados
y grabados en vídeo. Ni que decir tiene que esta actividad supuso para muchos
de nosotros un pequeño problema: la mayoría estábamos levantados desde antes de
las cinco de la mañana y habíamos tenido
un largo día lleno de visitas; si a eso le añadimos un ambiente en penumbra,
una música suave y muy relajante y un silencio sepulcral, todo ello junto dio
lugar a que alguno que otro diera pequeñas cabezadas vencido por el sueño,
hecho que luego, a la salida, originó numerosas sonrisas entre todos los
presentes.
Una vez finalizado el espectáculo, salimos al patio
del caravansar donde estaba previsto proyectar en una de sus paredes el origen
y evolución de este tipo de establecimientos dedicados al hospedaje de
comerciantes y peregrinos. También nos ofrecieron el consabido vaso de té –esta
vez podíamos elegir entre té negro y té de manzana– que nos vino de perlas pues
la temperatura exterior se había desplomado y hacía realmente frío. Terminada
la proyección en torno a las siete y media de la tarde, enfilamos nuestros
pasos hacia el hotel salvando los escasos kilómetros que nos separaban desde el
caravansar. Tras una ducha relajante y cambiarnos de ropa, acordamos tomar una
cerveza en el bar del hotel antes de ir al comedor para cenar. Y dicho y hecho,
sobre las ocho y media estábamos Cándido, Paqui, Concha y yo delante de nuestra
Efes dispuestos a dar cuenta de ella.
Convendría aclarar que los precios del bar del hotel, a pesar de ser un cinco
estrellas, estaban bastante más baratos que los que habíamos visto hasta el
momento: solo dieciséis liras turcas por botella. Desde allí, subimos las
escaleras camino del comedor donde cenamos opíparamente. Desde allí, camino de
la habitación para descansar y recuperar unas cuantas horas de sueño, ya que al
día siguiente abandonábamos el hotel y dejábamos la Capadocia camino de Konya,
cuna de Mevlana, creador del sufismo. Por ello, antes de dormir, tuvimos que
preparar las maletas, recoger todo lo que teníamos fuera de ellas pues teníamos
que dejarlas al día siguiente, antes de ir a desayunar, en la puerta de la
habitación a fin de que los mozos del hotel pudieran bajarlas hasta el autobús
y cargarlas en su maletero. Y así, con la retina impregnada todavía de todo lo
que habíamos podido ver en estos dos días por la Capadocia, el sueño llamó
suavemente y nos dormimos.
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