22 DE FEBRERO
Ese viernes
22 de febrero era el día elegido para iniciar el viaje. Nuestros amigos Cándido
y Paqui habían llegado la tarde del día anterior a Torremolinos para dormir en
casa y aparcar el coche, y así poder desplazarnos al día siguiente al aeropuerto Pablo Ruiz Picasso de Málaga,
para lo que contratamos un par de taxis que nos llevaron con celeridad a la
terminal internacional para juntarnos allí con el resto del grupo e iniciar los
trámites de facturación. Lo planificado era realizar ese mismo día dos vuelos,
ambos con la compañía de Turkish Airlines, uno que nos llevaría desde Málaga
hasta el aeropuerto internacional Atatürk de Estambul (TK 1306), y desde allí,
sin salir del aeropuerto, tomaríamos otro vuelo que nos llevaría hasta la
ciudad de Kayseri (TK2018) situada en el centro de Anatolia.
Fuimos los
primeros en llegar al punto de encuentro dentro del aeropuerto de Málaga. Allí
nos hicimos una foto y la mandamos al grupo de Whatsaap de todos los que
participábamos en el viaje. Al poco aparecieron por allí Toby y su mujer Loli,
su hermana Rosario y también Maribel. Momentos después aparecieron Ángel,
organizador y alma del viaje, su mujer Paqui, su hija Marina y Loli. Finalmente
aparecieron “los de Granada”:
Bernardo y su mujer Encarna y su hija Natalia, junto con Sonia, David y
Cristina y Javier y María.
Una vez todos
reunidos, nos dirijamos al mostrador de Turkish Airlines para facturar el
equipaje. No sé qué problema había en ese mostrador pero cuando llegamos no se
podía facturar porque, según nos dijeron, “se
había caído el sistema” y por tanto no podían llevar a cabo la facturación
del equipaje. Eran más de las doce del mediodía y, por la fila de viajeros que
había esperando a facturar, daba la sensación de que la salida del vuelo no iba
a ser muy puntual, ya que ésta estaba prevista para las 13:10 horas. Minutos
después, y una vez solucionado el problema, facturamos la maleta mediana y nos
quedamos con las dos maletas de cabina para subirlas con nosotros al avión. El
paso por el control de policía fue rápido, aunque tuvimos la mala suerte de que
nos tocó abrir mi maleta para que la policía comprobara que todo lo que
contenía era correcto. Me dijeron que aleatoriamente seleccionaban un número de
maletas diario y sobre ellas realizaban el control. Yo pensé para mí: ¡mira qué
suerte tengo para esto y sin embargo nunca me toca la lotería! Solventado ese
pequeño retraso iniciamos el largo camino hacia la puerta de embarque de la
compañía turca con la que volábamos. “Nos
han enseñado todo el aeropuerto de Málaga” era el comentario
gracioso entre
nosotros ya que la dichosa puerta de embarque estaba al final de todo el
aeropuerto y tuvimos que hacer todo ese recorrido a pie y cargando con las
maletas de cabina. Quien más lo notó fue Cándido que ya venía cojeando y
ayudado por un bastón. Viéndolo caminar tan dificultosamente llegamos a pensar
que no podría aguantar la totalidad del viaje.
Menú de Turkish Airlines |
Llegados
finalmente a la puerta de embarque, subimos al avión, guardamos nuestras
maletas de cabina en los compartimentos correspondientes y tomamos asiento. A
pesar de todo el retraso que habíamos acumulado con la caída del sistema en el
mostrador de facturación, el retraso no fue mayor de media hora. Y así, minutos
antes de las dos de la tarde, el avión inició su aproximación a la pista de
despegue y en un momento ya estábamos en el aire camino de Estambul. Nos
quedaban por delante algo más de cuatro horas y cuarto, según la información
facilitada por la compañía aérea; es decir, llegaríamos aproximadamente sobre
las siete y media de la tarde a Estambul.
La actividad
de las azafatas durante el vuelo, a pesar de su duración, fue muy variada y de
una excelente atención a los pasajeros. A los pocos minutos de iniciar el
vuelo, ya estaban ofreciéndonos unos auriculares con los que poder utilizar los
recursos audiovisuales que se nos ofrecían en la pantalla que había frente a
nosotros en la parte trasera del asiento delantero. Allí podías infórmate de
las noticias, de la situación y localización en cada momento del vuelo, podías ver documentales sobre
Turquía, películas dobladas al castellano, juegos, etc. Y lo más curioso de todo
es que toda esa oferta de entretenimiento funcionaba correctamente. Al rato
volvieron a pasar las azafatas de nuevo –también había algún que otro azafato– ofreciendo té, café, agua o
algún zumo de fruta. No llevaríamos más de una hora cuando volvieron a pasar
nuevamente para ofrecernos esta vez un menú completo: ensalada, plato
principal, postre y pan con bebidas incluidas –agua, vino o cerveza–. Poco
después, una vez retirada la
bandeja del menú, volvieron a pasar ofreciendo
otra vez té, café, refrescos o bebidas alcohólicas. Todas estas atenciones nos
llamaron poderosamente la atención ya que hacía mucho, pero que mucho tiempo,
que no nos ofrecían en los vuelos nada más que objetos para comprar o papeletas
para participar en sorteos. Y así, entretenidos y distraídos por la continua
actividad de las azafatas hacia los pasajeros, nos plantamos en el aeropuerto Atatürk de Estambul casi sin
darnos cuenta dentro del horario previsto que eran las siete y media de la
tarde. En Estambul ya era noche cerrada teniendo en cuenta que existe una
diferencia horaria con España de dos horas.
Estambul. Aeropuerto Atatürk |
Una vez en el
aeropuerto, sin necesidad de recoger la maleta facturada que sería embarcada en
el vuelo que nos llevaría a Kayseri,
nos pusimos a caminar en busca de los mostradores del control de pasaportes y
del control de equipaje de mano que debíamos de volver a pasar en este
aeropuerto a pesar de no haber salido del mismo. Una vez solventados estos
trámites nos dirigimos a la terminal de
vuelos domésticos del aeropuerto; es decir, a la terminal desde la que
operaban todos los vuelos interiores de Turquía. Si el aeropuerto de Málaga ya
nos pareció grande por la mañana y a Cándido, por su cojera evidente, se le
figuró enorme, no voy a comentar en exceso las dimensiones del aeropuerto
turco. A esas horas de la tarde/noche, el pie de Cándido era todo un poema.
Apoyado dificultosamente en el bastón, lo arrastraba con evidentes muestras de
dolor. Por fin llegamos al control de acceso de la terminal doméstica y
nuevamente tuvimos que pasar por el escáner las maletas. Una vez que hubimos
pasado el control se nos presentó Erdem
Endinç que iba a ser nuestro guía inseparable en los siguientes diez días. Siguiendo
sus instrucciones, nos dirigimos nuevamente a la puerta de embarque
correspondiente para tomar el vuelo TK 2018 de Turkish Airlines, que nos
llevaría de Estambul a Kayseri, ciudad situada a unos setenta kilómetros de
distancia de Ürgüp, localidad donde se encontraba nuestro hotel. Así que, de
nuevo nos embarcamos, colocamos nuestras maletas de cabina en los
compartimentos correspondientes y tomamos asiento. El vuelo salía a las 21:55
horas y llegaba a Kayseri en torno a las once y media de la noche. Tanto el
despegue como el aterrizaje fueron relativamente puntuales. Y nuevamente el
cuerpo de azafatas comenzó su trabajo rutinario: nos ofrecieron unos nuevos
auriculares para poder disfrutar de la oferta audiovisual que nos mostraban en
pantalla; pasaron de nuevo ofreciendo té, café o agua –las bebidas alcohólicas
en este vuelo desaparecieron–; otra vez volvieron a pasar para entregarnos un
bocadillo bastante apetitoso como cena. Aterrizamos sin ningún tipo de problema
y enfilamos nuestros pasos hacia la cinta donde se encontraba nuestra maleta
mediana facturada. Una vez recogida, nos dirigimos hacia la salida del
aeropuerto donde esperamos la llegada del autobús que nos acompañaría el resto
del viaje conducido por Ösdem y en
el que se encontraba ya nuestro guía. Una vez colocadas las maletas en el
maletero del autobús, en torno a las doce de la noche enfilamos nuestros pasos
hacia el hotel Perissia de Ürgüp, un cinco estrellas con mucho
encanto y en el que dormiríamos tres noches, donde llegamos aproximadamente a
las una de la madrugada. Tras el reparto de habitaciones y entrega de la
correspondiente tarjeta de acceso a las mismas, cada uno de nosotros se dirigió
hacia su habitación con la intención evidente de descansar y estar preparados
para el día siguiente. Previamente, Erdem nos explicó que íbamos a cambiar las
actividades del sábado por las del domingo y viceversa, ya que la actividad de
subirse en globo prevista para el sábado había sido suspendida por las malas
condiciones atmosféricas.
El grupo en el aeropuerto de Kayseri |
Hotel Perissia. Lámpara del vestíbulo |
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