27 DE FEBRERO
Amaneció un nuevo día y
otra vez volvimos a madrugar. Siguiendo la rutina
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Medio de transporte para llegar a Afrodisias |
diaria que habíamos cogido en
los últimos días, después del aseo matinal nos dedicamos a recoger las maletas
y dejarlas en la puerta de la puerta de la habitación para que los mozos del
hotel las bajaran al autobús mientras nosotros desayunábamos en el comedor. Del
desayuno, poco que decir, simplemente que era muy parecido al de días
anteriores, con una oferta culinaria abundante para nuestros glotones
estómagos, sobre todo el mío. Esto me ha llegado a concluir que la mayor parte
de los hoteles turcos –al menos los que visitamos nosotros– tienen una oferta
estandarizada muy similar unos de otros. Sí me gustaría comentar que el comedor
del hotel era muy grande y a la hora que bajamos nosotros, en torno a las ocho
menos cuarto de la mañana, ya había numerosos huéspedes haciendo lo mismo que
nosotros íbamos a hacer: desayunar. Finalizado el mismo, nos dirigimos al
autobús y tomamos dirección este. Esta noche volvíamos a dormir a la orilla del
Mediterráneo del que nos separaban apenas trescientos kilómetros que
recorreríamos a lo largo del día después de realizar las visitas que teníamos
planificadas: Afrodisias y Éfeso.
En poco más de una hora
y media recorrimos los escasos cien kilómetros que separan Pamukkale de Afrodisias,
donde llegamos en torno a las diez de la mañana. Esa mañana durante el trayecto
nos comentó Erdem que teníamos un problema con la wifi del autobús ya que no
funcionaba: había momentos en que captábamos la señal de la misma pero era
imposible acceder a ningún contenido. Según nos dijo, llevaba varios días
intentando solucionarlo sin poder conseguirlo, aunque esperaba solucionarlo
pronto –ni que decir tiene que hicimos todo el viaje sin conseguir conectar la
wifi–. Junto a este problema que, de haber funcionado, nos hubiera facilitado
una mayor distracción en los desplazamientos realizados, poco antes de llegar a
las ruinas de Afrodisias comenzamos a notar unos fuertes botes que daba el
autobús en el momento que alcanzaba una cierta velocidad a pesar de que el
firme de la carretera era
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Tetrápilo. Puerta manumental de entrada |
bueno. Así anduvimos hasta que llegamos al punto de
recogida para la visita a las ruinas donde Ösdem, nuestro conductor, se acercó
a un taller cercano para ver cual era el motivo de esos botes mientras nosotros
iniciábamos la visita más maravillosa de todo el viaje, al menos para mí. El punto de recogido no era ni más ni menos
que una explanada a unos ochocientos metros aproximadamente del yacimiento; en
ella pudimos observar un local dedicado a los turistas: venta de recuerdos, té,
agua, etc. y dos tractores con sendos remolques bajos adaptados para el
transporte de pasajeros: se les había añadido unos bancos corridos en los que
se podían sentar perfectamente unas veinticinco personas. Los colores con los
que estaban decorados –unas franjas verdes laterales y otra blanca central– nos
trajeron recuerdos de nuestra tierra. Y así, de esta guisa, con una sonrisa
dibujada en la cara, subimos al remolque y nos fuimos repartiendo por los
distintos bancos. Parecía que fuéramos de romería era el comentario de algunos,
que nos vamos de aceituna, reían otros. En poco más de un par de minutos nos
bajamos porque los tornos de acceso a las ruinas se encontraban frente a
nosotros. La primera sensación fue de mucho frío; veníamos calentitos de la
calefacción del autobús y al bajarnos, la temperatura exterior dio un bajón
espectacular; a ello se unía una ligera brisa que hacía que la sensación
térmica medio ambiental fuera aún menor. No obstante, a medida que el cuerpo se
fue aclimatando a la temperatura exterior, ese frío, que pensábamos que nos iba
a molestar durante la visita a las
ruinas, fue desapareciendo poco a poco.
Afrodisias es una verdadera
maravilla completamente desconocida para el gran público. Si a esto le añadimos
que realizamos la visita totalmente solos, el éxtasis se multiplica por mucho.
Estas ruinas de origen griego, que se encuentran muy cerca de la localidad de
Geyre, reciben el nombre de Afrodisias por la diosa Afrodita cuya estatua
residía en el templo que tenía dedicado en la ciudad. Según nos había comentado
previamente Erdem, la ciudad fue construida cerca de una cantera de mármol que fue
utilizada extensamente durante la época helenística y del Imperio romano. Las esculturas hechas a partir de éste, convirtieron
a Afrodisias en un centro artístico famoso durante la era romana. Sin embargo,
tras la desolación causada a lo largo de los siglos por varios terremotos, la
ciudad fue abandonada hasta mediados del siglo XX cuando comienzan las
excavaciones en la zona. La entrada a la ciudad está acompañada de numerosos
sarcófagos con una bella decoración de guirnaldas y figuras humanas, dispuestos
aleatoriamente en el espacio existente entre la tienda del museo y el museo
propiamente dicho. Desde allí iniciamos la visita dando dando una vuelta
completa al recinto en la que pudimos observar y disfrutar de los restos que
aún se conservan. En primer lugar nos dirigimos hacia el Tetrápilo o entrada monumental, construido en el siglo II a.C. con el
propósito de hacer de este una entrada decorativa a la ciudad, situándose
en frente del templo de Afrodita. Muy cerca de esta entrada monumental se
encuentra la tumba de Kenan Erim, arqueólogo
neoyorkino, principal impulsor de la puesta en valor de estas ruinas y que vio
cumplido su sueño de ser
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Estadio de Afrodisias |
enterrado en este lugar. Desde allí nos desplazamos
hasta el estadio. Yo creo que mis
pupilas no se han dilatado tanto en su larga vida. Todo un estadio romano
prácticamente completo ante nuestros ojos: graderío, vomitorios, arena... Dicen
los expertos que es el mejor conservado de todos los estadios romanos. Tiene doscientos
sesenta y dos metros de largo y casi sesenta de ancho, y cabían en este
más de treinta mil personas, teniendo treinta filas de asientos en cada lado y
extremo. La pista medía unos doscientos veinticinco metros de largo por
por treinta de ancho. Con la impresión todavía latente, encaminamos
nuestros pasos hacia el templo de
Afrodita, cuya construcción se inició aproximadamente en el siglo I a.C.,
durante el reinado de Augusto, y se terminó durante el reinado de Adriano en el
siglo II d.C. Para su construcción se utilizó abundante mármol de las montañas
cercanas al lugar. Constaba de más de trece columnas jónicas a cada lado y ocho
columnas en la parte delantera y trasera (de las cuales quedan catorce
actualmente). Desde allí nos dirigimos hacia el Buleterión, también llamado Odeón.
Se trata de un edificio que se utilizaba tanto como “Consejo Municipal o Parlamento”
o como “sala de Conciertos”, con el techo cubierto, con un aforo de mil
setecientas cincuenta personas aproximadamente. Estaba construido en mármol
blanco y azul, con leones a los pies de las columnas y al borde de la escena.
Estos leones daban sensación de fuerza y estética. Después pasamos por las
Termas de Adriano, baños públicos
que constaban de sitios para actividades gimnásticas y lúdicas. Fueron
construidos en el siglo II, durante el mandato del emperador Adriano. Están
presididas por una estatua de Apolo y aún es perfectamente visible parte de la
solería del recinto. Más tarde caminamos hacia el Ágora que era la zona pública o mercado. Estaba situado en el
centro de la ciudad, entre el Templo de Afrodita y la acrópolis. Fue construido
en el siglo I a. C. Estaba formado por dos largos pórticos de estilo jónico, de
hasta doscientos metros de longitud, entre los cuales destacaba sobremanera una
enorme fuente toda ella de mármol blanco. de un metro de profundidad y de ciento
setenta y cinco metros de largo.
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Pórtico de Tiberio |
Si solo los restos majestuosos de los
edificios que estábamos visitando ya
sólo de por sí nos impresionaban, más impactaba la visión de la enorme cantidad
de restos ubicados en distintos espacios del recinto, listos para ser
restaurados con lo cual la belleza de todo el conjunto aumentaría de un modo
considerable. Pasamos a continuación por el Teatro, construido en la segunda mitad del siglo I a.C., en lo alto
de la ciudad, y dedicado a Afrodita. Lo que hoy podemos ver es una
ampliación romana del teatro griego original. Poseía dos partes, el auditorio y
el palco. Al principio se usó para exhibiciones y encuentros públicos,
donde los actores debían llevar máscaras y hablar en alto. Tenía una capacidad
para ocho mil espectadores, sentándose hombres y mujeres por separado. Por
comentarios de Erdem supimos que fue reconstruido en 1966, lográndose que las
gradas quedasen casi íntegras, así como el escenario. Y casi sin querer,
la visita iba finalizando. No obstante, quedaban tres autenticas joyas que
visitar: el Pórtico de Tiberio,
mandado construir por el emperador del mismo nombre, es una gran pared
conformada por muchos bloques de frisos, decorados con cabezas de personajes
mitológicos, históricos o simples máscaras teatrales que se enlazan entre sí
con guirnaldas; el Sebasteión, conjunto
de edificios de carácter religioso, dedicado al culto de César Augusto y a la
diosa Afrodita. Se construyó en el siglo I d.C. Está formado por una gran patio
de catorce metros de ancho por ochenta de largo, con dos pórticos y dos
columnas a los lados. Estaba
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Sebasteión |
cubierto de relieves sobre dioses, héroes mitológicos
y emperadores romanos; y, finalmente, el Museo
de Afrodisias, de construcción moderna, se abrió al público en 1979.
Contiene todos los hallazgos arqueológicos de la ciudad, descubiertos en las
excavaciones realizadas en el siglo XX. Entre estos, destacan las esculturas de
mármol de la ciudad, sobre todo la estatua de culto de “Afrodita, que es la más
famosa. En éste museo se hallan los relieves del Sebasteión, edificio dedicado
al culto de los Emperadores (Sebastos es en griego el equivalente al latino
Augusto, y de ahí viene el nombre). Así pues, de todo esto pudimos disfrutar en
la más absoluta tranquilidad ya que los únicos visitantes de la ciudad en
aquellos momentos éramos nosotros. Finalizada la visita, después de pasar por
los servicios y por la tienda del museo donde algunos compraron algún recuerdo
y otros tomamos té caliente para combatir un poco el fresco que hacía en aquel
momento, volvimos a subir al remolque del tractor que nos estaba esperando para
devolvernos a la parada oficial donde aguardaba nuestro autobús, con la avería
ya solventada. Eran poco más de las doce cuando iniciamos el trayecto hacia las
ruinas de la antigua ciudad de Éfeso de la que nos separaban escasos ciento
sesenta kilómetros.
Poco antes de las dos de la tarde paramos en el Oasis Park Restaurant situado en la
carretera de entrada a la localidad de Selçuk,
ciudad con poco más de treinta y cinco mil habitantes. Selçuk es uno de los
destinos turísticos más importantes de Turquía debido, fundamentalmente, a las
cercanas ruinas de Éfeso, la llamada Casa de la Virgen María y la riqueza que
atesora su museo local. El restaurante tenía una amplia terraza ajardinada
aunque nosotros entramos al recinto cerrado del mismo pues, aunque hacía sol y
el cielo estaba despejado, corría una leve brisa que enfriaba el ambiente. Nos
sentamos todo el grupo en una mesa larga y allí empezaron a traernos el menú
apalabrado consistente en varios platos pequeños con unos entremeses variados:
crema de yogur, ensalada de berenjena, verduras con mahonesa y muhammara; después nos sirvieron una
especie de empanada rellena de verdura y carne y finalmente unos pinchos de
cordero que estaban bastantes apetitosos. Todo ello regado convenientemente con
abundante agua y unas cervezas Tuborg
al precio de veinte liras turcas cada una. Esta cerveza es la versión turca de
la danesa Tuborg, propiedad del grupo Carlsberg,
que se estableció en la ciudad de Esmirna en 1969, siendo una primera compañía
privada que se estableció en el país. Esta cervecera tiene la fábrica de
cerveza más grande del país. Tras la comida, volvimos a subir al autobús y nos
encaminamos hacia la ciudad de Éfeso que se encontraba a menos de cinco
kilómetros del restaurante.
Cuenta el mito que la antigua ciudad de
Éfeso fue fundada por Androclos, rey
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Puerta de Hércules |
de Atenas. Androclos recibió el augurio por parte de los sacerdotes del oráculo
de Delfos de que fundaría una nueva ciudad a la que le guiarían un pez y un
jabalí. Tiempo después, mientras cocinaba unos pescados, uno de estos cayó al
suelo y espantó a un jabalí que se escondía en los alrededores. Androclos lo
persiguió hasta darle muerte, erigiendo Éfeso en el lugar donde sacrificó al
animal. Corría el siglo XI a.C. Siglos después, la ciudad fue engrandecida por
los romanos que la fijaron como puesto de mando en Asia. La ciudad creció
enormemente debido al variado comercio que permitía su cercano puerto, perdido
en la actualidad por los sedimentos depositados por el río Caístro. También fue
un centro cultural y religioso de gran importancia, teniendo como eje a la
diosa Artemisa, cuyo tempo era considerado como una de las siete maravillas del
mundo antiguo. Se cree que por esta ciudad pasaron personajes de la talla de
San Pablo, Heráclito, Cleopatra y Marco Antonio, entre otros. También fue
elegido por San Juan Evangelista para escribir su Evangelio y cumplir su
promesa a Jesús de cuidar de la Virgen María, que vivió y murió en esta ciudad.
Éfeso alcanzó su cénit en torno a los siglos I y IV d.C., cayendo después en el
ostracismo y olvido durante muchos siglos. Lo que hoy en día podemos ver y
visitar de las ruinas de Éfeso
se podría resumir de un modo muy conciso del siguiente modo: la ciudad tiene
dos entradas, la principal situada cercana al teatro y a la biblioteca de
Celso, y la secundaria ubicada en las cercanías del Odeón, del Pritaneoo, del
Templo de Isis o las termas de Vario, entre otros edificios. Entre la entrada
secundaria y la principal se prolonga en una suave pendiente una larga calle a
cuyos lados se encuentran los mejores restos de los antiguos edificios griegos
y romanos. Nuestro autobús nos llevó a la entrada secundaria para iniciar la
visita desde aquí y finalizarla para salir por la entrada principal, donde de
nuevo nos estaría esperando el conductor para evitar tener que dar el rodeo que
nos llevara a la entrada secundaria.
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Templo de Adriano |
Una
vez pasado los tornos de acceso, Erdem nos reunió a todos en torno a una
maqueta idealizada de la ciudad y allí nos explicó con todo lujo de detalle la
historia, importancia, evolución y declive de la misma, tras lo cual comenzamos
la visita propiamente dicha. Lo primero que pudimos observar a derecha e
izquierda fueron los restos de las Termas
de Vario –cuyo intrincado sistema de cañerías sigue aún llamando la
atención–, el Pritaneo –ayuntamiento
de la ciudad, donde aún pueden apreciarse las altas columnas dedicadas a
Artemisa: en él ardía el fuego sagrado alimentado por los curetes, nombre
reservado en un principio en la mitología griega para los semidioses y que se
terminó usando también para nombrar a los sacerdotes–, el Odeón –destinado a acoger las reuniones de los administradores y
senadores de la ciudad, con una capacidad superior a los mil cuatrocientos
asientos–, la fuente de Polio –construida a finales del siglo I d.C. y sirvió como tumba
en honor a Gayo Polio mandado construir por su hijastro en el siglo I d.C.–, el templo de Domiciano
–con estatuas de Ulises y Polifemo en los nichos sobre sus columnas– y el monumento de Gayo Memmio –situado en la plaza de Domiciano y donde
se pueden apreciar las figuras del padre y el abuelo de Memmio en los bloques
sobrevivientes; la estructura tiene cuatro fachadas–. También destacaba sobre manera
en la citada plaza de Domiciano un relieve donde se representaba a la diosa
Atenea Niké, realmente espectacular. Justo en ese lugar se encontraba la
llamada Puerta de Hércules que daba
comienzo a la maravillosa Vía de los Curetes.
Como no podía ser de otra manera, también en Éfeso había fotógrafos para
turistas. El que nos tocó a nosotros se situó pasada la Puerta de Hércules e
iba fotografiando a todo aquel que pasaba por ella. Imaginaba que a la salida
del recinto estarían nuestras fotos expuestas para ser compradas por todos
aquellos que quisieran. Eso sí, f
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Fuente de Trajano |
ue un verdadero placer recorrer la Vía de los Curetes
prácticamente solos, sin nadie que molestara para poder hacer las fotos que
quisieras –sobre todo, después de ver fotos en internet donde una verdadera
marea humana se movía por esta antigua calle–. La Puerta de Hércules recibe este nombre por los dos pilares situados
uno enfrente del otro. La piedra está decorada con dos figuras en relieve que representan a
Hércules vestido con la piel del león de Nemea, ciudad del
Peloponeso donde habitaba en sus bosques un león, matado por Hércules en uno de
sus dos trabajos. Se cree que estos pilares fueron colocados al comienzo de la
Vía de los Curetes para impedir el paso de carros ya que este espacio estaba
reservado para los peatones. Desde allí, a pocos metros nos encontramos con la
espléndida Fuente de Trajano, dedicada a la diosa Artemisa con una altura de unos nueve
metros. Justo al lado, el Templo de
Adriano, del siglo II d.C., presidido por una magnífica cabeza de Medusa.
Casi enfrente pudimos ver las letrinas,
lugar que servía como baño público para los ciudadanos y que tan
difícil de imaginar nos resulta su utilización colectiva. Muy cerca ya de la
biblioteca, a mano izquierda según bajábamos, estaba la Puerta de Adriano, objeto
de restauración reciente. Y cómo no, nos dimos de bruces con el monumento más
conocido de Éfeso, la Biblioteca de
Celso. Construido en el año 100 D.C. en honor al senador
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Biblioteca de Celso y Puerta de Maceo y Mitrídates (derecha |
Tiberio Julio
Celso por su hijo, además de una biblioteca, fue pensada para que fuera la
privilegiada tumba del político. Aunque fue destruido en torno al año 270 A.C,
ya en el siglo XX se restauró hasta ser el monumento mejor conservado de los
que forman el conjunto de Éfeso. Y sobre este inmortal escenario nos hizo una
foto de grupo el fotógrafo que nos había rondado toda la tarde. Haciendo
esquina con la biblioteca pasamos por la Puerta
de Maceo y Mitrídates, puerta monumental que permitía la entrada al Ágora Comercial, conocida como Tetrágonos Ágora, conformada por un gran
patio central cuadrado de unos cien metros, porticado en dos de sus lados en
los que se concentraban las oficinas administrativas y de negocios y un
tribunal judicial. En una esquina, justo pasada la puerta de Maceo y
Mitrídates, a mano derecha, en un habitáculo pequeño, pudimos disfrutar de una
copia de la diosa madre Artemisa
Polimasta –múltiples pechos–. Y finalmente, para terminar la visita en
pleno asombro de todo lo que habíamos visto hasta ese momento, se nos presentó
ante nosotros el gran Teatro de Éfeso, construido en el periodo helenístico con
capacidad para veinticinco mil espectadores. Fue uno de los grandes teatros del
mundo antiguo, sirviendo para múltiples eventos como conciertos, artes
escénicas o actividades deportivas. Un terremoto lo destruyó en el siglo III. Frente
al teatro surgía majestuosa una nueva avenida con grandes losas de mármol
blanco, la llamada Vía del Puerto. Como
dato curioso, hacía mitad de la Vía de Mármol, calle que discurría entre la
biblioteca y el teatro, junto a una de las entradas al Ágora Comercial, una de
las losas del suelo contenía una serie de grabados –un pie, una casa, o una
serie de puntos– que, según nos comentó Erdem, eran las indicaciones precisas
para llegar al burdel de la ciudad,
casa que se ha localizado porque entre las esculturas que aparecieron cuando se
excavó se encontró una estatua de Príamo con un falo de gran tamaño.
Sé que dejamos atrás muchos otros restos
importantes que no vimos o lo hicimos con demasiada prisa, como por ejemplo las
llamadas Casas de la Colina, muy
cerca del Museo, conocidas por las pinturas murales al fresco que se han ido
rescatando con las últimas intervenciones arqueológicas y que tenían una
entrada de acceso independiente de la visita al conjunto de la ciudad de Éfeso.
O incluso, la visita al Museo de Éfeso,
situado en la localidad de Selçuk, que también tenía una entrada de acceso
específica, donde habríamos admirado restos arqueológicos encontrados en las
excavaciones, así como objetos y utensilios de esa época en sus diferentes
salas. ¿Cómo definir el día de hoy? Maravilloso, sorprendente,
extraordinario, increíble, mágico… Primero, Afrodisias, y luego, Éfeso. Solo
por este día había merecido la pena el largo viaje.
Desde allí, tras comprar un par de imanes
para el frigorífico y las correspondientes fotos del fotógrafo que nos acompañó
prácticamente desde la Puerta de Hércules hasta la Biblioteca de Celso, donde
nos hicimos una foto de grupo, subimos al autobús pasadas las seis de la tarde
y nos dirigimos hacia el hotel que teníamos reservado del que nos separaba una
distancia de poco más de veinte kilómetros. El Marina Hotel, cuatro estrellas, estaba situado a escasos metros del
puerto marítimo de Kusadasi, localidad de poco más de cien mil habitantes,
dedicada exclusivamente al turismo. Llegamos al hotel bastante
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Kusadasi. Marina Hotel. Vista del puerto desde la habitación. |
cansados por lo
que, una vez repartidas las llaves de las distintas habitaciones, nos
encaminamos a las mismas para darnos una buena ducha y relajarnos hasta la hora
de la cena. La habitación que nos había correspondido se veía decente y era
bastante amplia con dos camas grandes; sobre una mesa teníamos un hervidor de
agua y bolsas de té y café además de azúcar, además de unas botellas de agua Teníamos
unas vistas muy agradables desde el balcón de la habitación, ya que abarcábamos
gran parte de la costa de la ciudad así como el puerto marítimo. Más tarde,
bajamos al comedor decorado con tonos azules y fotos antiguas de la ciudad. La
oferta de menú era similar a la de hoteles anteriores y comimos, al menos yo,
con la misma gula de siempre; eso sí, acompañamos la cena con una buena cerveza
Tuborg, marca muy extendida por esta zona del Mediterráneo, mar que habíamos
perdido cuando salimos de Antalya. Finalizada la cena, nos dirigimos cada uno a
su habitación donde nos tomamos un té caliente para tratar de conseguir un
sueño reparador después de preparar las maletas para el día siguiente, donde
íbamos a visitar la antigua Pérgamo y Troya. La verdad es que emocionaba poder
decir estos nombres legendarios y que en breve podríamos contemplar en directo.
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