Poco antes de las una abandonábamos la Playa de las Catedrales en dirección a Ribadeo donde, tras recorrer los poco más de diez kilómetros que separan ambos lugares, llegamos alrededor de las una y cuarto. Llevábamos una sensación extraña, como de haber visitado un lugar extraterrestre, donde las enormes rocas emergen poderosas libres del mar que las engulle dos veces al día al ritmo de las mareas. El caminar por la firme arena que el agua deja al descubierto, el contemplar la gran cantidad de vida a través de los incontables criaderos de percebes, mejillones y lapas marinas que se adhieren salvajemente a las rocas, el maravillarse con la sólida presencia de los arbotantes naturales que ha moldeado el mar con infinita paciencia monacal, el caminar envuelto en la más absoluta soledad por este onírico paisaje… todo ello nos creó una sensación increíble de bienestar interno que ya no abandonamos a lo largo de todos los días que nos restaban de viaje. Una vez llegamos a Ribadeo, nos dirigimos a la Plaza de España, también llamada Plaza do Campo, donde se encontraba el hotel que habíamos seleccionado para dormir esa noche. Era el HOSTAL LINARES, establecimiento que tiene una cafetería en su planta baja donde, además de las consabidas tostadas, ofrece churros a sus clientes para desayunar. Además de la larga barra atendida por diligentes camareros, tiene dos salones, uno exterior y otro interior que estaban bastante animados la tarde que llegamos tras finalizar nuestra visita a la ciudad. Pagamos treinta y cuatro euros por la habitación, ubicada en la primera planta del edificio –agradecimos enormemente que hubiera ascensor–. La habitación nos resultó un poco pequeña, aunque no agobiante. Una buena cama y mucha limpieza eran sus características principales. A esto había que añadirle que el balcón que teníamos se abría directamente a la Plaza de España desde donde se podían observar todos los edificios importantes que la circundan. Una vez que depositamos las maletas en la habitación y nos refrescamos un poco, nos echamos de nuevo a la calle donde comenzamos la visita a la villa pasadas ligeramente las una y media de la tarde.
Nos dirigimos en primer lugar a visitar la IGLESIA DE SANTA MARÍA DO CAMPO, ubicada a escasos metros del hotel donde nos alojábamos. Esta iglesia que inicialmente formaba parte de un antiguo convento franciscano se convirtió en parroquia en la primera mitad del siglo XIX. Ha sufrido numerosas reformas con el paso del tiempo. En el 1905 sufrió la demolición de la espadaña que se encontraba sobre el muro del Evangelio y en su lugar se construyó el campanario actual; fue ampliada al añadirle el pórtico y el coro y se le cambió la bóveda que era de cierre de madera por una bóveda nervada. El templo presenta una única nave y varias capillas. La puerta principal es gótica del siglo XIV, con cuatro columnas que tienen capiteles de decoración vegetal, ventana grande de la misma época y torre de estilo neogótico. En su interior destacan los arcos románicos que dan acceso a la sala capitular antigua desde el claustro y dos retablos barrocos del siglo XVIII. Casi pegada a la iglesia pudimos contemplar la CASA NATAL DE LEOPOLDO CALVO SOTELO, autor del libro “Ribanova”, mezcla de historia local y anecdotario, narrado con un fino sentido del humor. Leopoldo Calvo-Sotelo fue padre del que fuera presidente del Gobierno español entre 1981 y 1982. Desde aquí nos trasladamos a través de los jardines de la plaza de España hasta el BUSTO DE “EL VIEJO PANCHO”, donado en 1957 a la ciudad por el gobierno de Uruguay al cumplirse el centenario de su nacimiento. José María Alonso y Trelles Jarén nació en Ribadeo a mediados del siglo XIX y falleció en Montevideo en 1924. Conocido por su sobrenombre literario de "El Viejo Pancho" gozó en vida de enorme popularidad por su poesía criolla, y en especial por sus composiciones gauchescas. En 1915 publicó su obra maestra llamada "Paja brava" en la cual recopiló la mayoría de sus textos del mencionado género. Enfrente de estos jardines se ubica uno de los edificios más atractivos y originales de la villa, la TORRE DE LOS MORENO, edificio diseñado por el arquitecto Julián García y el ingeniero Ángel Ardex, discípulo de Gaudí, para los hermanos indianos Juan y Pedro Moreno Ulloa. En su construcción, entre 1914 y 1915, se utilizaron materiales como el hormigón, hierro, vidrio y cerámica con un admirable resultado estético. La fachada modernista contrasta con la neoclásica de la parte posterior y la diversidad de adornos aplicados: alicatados, mármoles, vidrieras, grecas y tejados de porcelana junto con las cuatro cariátides que soportan la cúpula de la torre principal dejan en Ribadeo un edifico imperecedero. En el edificio también destaca la cúpula que lo corona, sostenida sobre cuatro cariátides, que se ha convertido en un icono de la ciudad. En la esquina opuesta a esta torre se encuentra el PALACIO IBÁÑEZ-SARGADELOS, sede actual del CONCELLO. Construido a finales del S. XVIII en sillería de granito por Antonio Raimundo Ibáñez, marqués de Sargadelos, es de base rectangular, dos alturas y buhardilla. Destaca la escalinata de entrada de la que surgen tres pilares, que con los dos laterales forman un soportal que en su parte superior se encuentra coronado por una gran balconada de estilo Isabelino y balaustrada de hierro forjado. Justo en la escalinata que se abre ante el edificio se encuentra la coloreada ESTATUA DEL MARQUÉS DE SARGADELOS, reconocido como uno de los grandes ilustrados, comerciantes e impulsores de la industria en la comarca. La escultura es una reproducción exacta del retrato que Goya le hizo al Marqués, que se conserva en el Museo Baltimore de Estados Unidos. Continuamos bordeando la plaza y pasamos delante del edificio de la OFICINA DE TURISMO, ubicado muy cerca del CONVENTO DE SANTA CLARA, fundado en el siglo XIII, aunque ha sufrido numerosas reformas a lo largo de los siglos que le han hecho perder parte de la esencia románica y gótica original. Sobre la puerta principal se encuentra la inscripción Haec Est Domus Paupertatis, (Esta es la casa de la pobreza) que mandó poner Santa Clara en la puerta de entrada de todos los conventos de clarisas. Es interesante el claustro de tres plantas que se ha conservado. En el pequeño jardín adelantado de las paredes claustrales hay una escultura de granito en homenaje a las hermanas de esta orden. Vimos que eran las dos y media en el reloj del móvil y decidimos que había llegado la hora de comer. Nos dirigimos hacia la calle San Roque y entramos en el MESÓN MORRIÑA, que anunciaba en su puerta su exquisita cocina gallega. Todas mesas de la planta baja del local estaban ocupadas por lo que el camarero nos guio a una mesa de la primera planta cercana a uno de los ventanales que daban a la calle. Concha pidió una verduras salteadas y yo una fabada que me presentaron en un recipiente del que podían comer perfectamente tres personas. Así que con esos dos platos nos dimos por satisfechos que comimos con fruición acompañados de unas cervezas. Comidos y bebidos nos dirigimos de nuevo hacia la Plaza de España para tomar dirección hacia la plaza de Abaixo, donde pudimos observar el edificio cerrado del ANTIGUO AYUNTAMIENTO, construcción del siglo XVIII. Esta plaza fue en el pasado el centro neurálgico de la villa, estando en las calles adyacentes las residencias de las familias más acomodadas. Este espacio urbano quedó relegado a un segundo término con la construcción de la nueva plaza de España y el traslado del ayuntamiento a su nueva ubicación. En uno de sus laterales pudimos ver la llamada CASA DE DON CLEMENTE, personaje nacido en Ribadeo que emigró a América del Sur y regresó a su villa natal tras adquirir una considerable fortuna y la consiguiente posición social. En esta plaza compró dos edificios anexos que en parte reconstruyó y acondicionó para crear una sola vivienda. En el extremo opuesto, haciendo esquina con la calle Trinidad, pudimos contemplar la soledad del antiguo CINE COLÓN, cerrado y abandonado a su suerte. Continuamos bajando por esta calle hasta llegar a la CAPILLA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD, del siglo XII, que tiene el honor de ser el edificio religioso más antiguo conservado hoy en Ribadeo. Es de planta rectangular, consta de nave, arco triunfal y presbiterio. El frontis presenta una puerta principal gótica del siglo XIV, con decoración en zigzag; sobre la puerta, escudo de Ribadeo y espadaña de un solo vano. Estaba cerrada y no pudimos visitarla. Al lado del templo se ubican dos cañones hincados de pie con los que se quiere indicar que el mirador de la Atalaya fue en su origen baluarte de defensa de la villa. Seguimos descendiendo en dirección al puerto, no sin antes detenernos en un magnífico MIRADOR con unas vistas excelentes del puerto de la villa y del PUENTE DE LOS SANTOS, que desde 1987 se extiende a lo largo de más de seiscientos metros sobre la desembocadura de la ría del Eo. Habíamos leído que su construcción supuso una auténtica transformación e impulso para la actividad económica, comercial y turística de la zona. El puente de los Santos recibe este nombre por su cercanía a dos capillas de la villa de Ribadeo, la capilla de San Román en Figueiras y la de San Miguel en Ribadeo, sitas en extremos opuestos de la ría. También nos acercamos a contemplar el ASCENSOR PANORÁMICO que conecta el muelle con el casco histórico, salvando un desnivel de más de veinte metros. El ascensor está construido en acero y cristal y tiene capacidad para dieciséis personas. De vuelta sobre nuestros pasos, nos detuvimos a contemplar la ANTIGUA ADUANA, un edificio de estilo neoclásico de comienzos del siglo XVIII, según reza una inscripción en el escudo que adorna su fachada. En la planta baja destacan tres arcos de medio punto, que enmarcan el conjunto de puerta y ojo de buey que facilitarían la iluminación de los amplios bajos destinados a almacén de mercancías. Una vez en el puerto y tras las correspondientes fotos comenzamos a subir la empinada cuesta de la calle Antonio Otero. En este momento comenzó a lloviznar muy débilmente. Menos mal que habíamos sido precavidos y llevábamos nuestros paraguas. De todos modos, las escasas gotas de agua cesaron a los pocos minutos. Casi en todo lo alto de la calle nos encontramos con la CASA DO PATÍN, del siglo XVIII, que tiene el honor de ser la construcción civil más antigua de la villa. Se accede a ella por medio de una gran puerta de piedra con un arco de medio punto con cantería de granito. Luce en la fachada un bonito escudo de armas. Comparte patio con el edificio de la antigua Escuela de la Marina, hoy CASA DE CULTURA y BIBLIOTECA MUNICIPAL, cuyo nombre homenajea a “El viejo Pancho”, nuestro conocido poeta nacido en Ribadeo pero triunfador en Uruguay. Unos metros más arriba nos topamos con la CASA NATAL DE “EL VIEJO PANCHO”, que alberga en la actualidad el Centro de Estudios Iberoamericanos. En la fachada figura una placa que recuerda tal nacimiento. En este punto dimos por finalizada la visita y nos encaminamos a través de varias calles con múltiples y variadas tiendas, bares y comercios por las que pululaban numerosas personas entrando en saliendo de dichos locales. De Ribadeo nos llevamos prendido en nuestros retinas el variado y explosivo colorido de las fachadas de numerosas casas donde se alternan los rojos violentos con verdes pistacho o amarillos limón, sin que por ello resulten obscenos a la vista. Nos dirigimos al hotel y nos sentamos en el salón interior de la cafetería donde pedimos una infusión y un gin-tonic que nuestros cansados cuerpos agradecieron con generosidad. Nos acostamos temprano porque al día siguiente en nuestro camino hacia Lugo, teníamos pensado hacer un alto en Mondoñedo, cuna de Álvaro Cunqueiro, para contemplar entre otras muchas cosas su magnífica catedral.
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