miércoles, 26 de febrero de 2020

ANTEQUERA, CIUDAD MÁGICA

Teníamos muchas ganas de volver a Antequera, sobre todo para recorrer a fondo sus calles y plazas ya que teníamos la sensación de que, a pesar de las tres o cuatro visitas que ya habíamos hecho a la ciudad, no poseíamos un conocimiento lo bastante profundo para haberla disfrutado. Si a esto le añadimos que no conocíamos el contenido del Museo local ni habíamos podido visitar el interior de la iglesia de San Sebastián, era casi obligatorio planificar una visita más exhaustiva, dejando para otra vez El Torcal. Habíamos planificado la visita de Antequera junto con la de Archidona por la cercanía entre ambas. No habíamos estado nunca en Archidona y después de informarnos y documentarnos nos pareció interesante girar unas horas a esta localidad. Lo que ocurre es que, entre el cansancio que llevábamos encima y la ocultación prácticamente de la Plaza Ochavada por una gran caseta portátil erigida por el Ayuntamiento para la celebración de los Carnavales, decidimos volver a visitarla y entonces sí incluirla en este blog. 

Salimos de La Carihuela, donde estábamos pasando parte del frío invierno, relativamente temprano, en torno a las ocho y media de la mañana, ya desayunados y listos para recorrer los escasos setenta kilómetros que nos separaban de Antequera. Había poco tráfico lo que facilitó que llegáramos a nuestra primera visita un poco antes de las nueve y media. Habíamos planificado iniciar nuestra andadura en la zona de los dólmenes, situados en las afueras de la localidad para, desde allí, trasladarnos a la zona alta de la Alcazaba, aparcar el coche y continuar el resto de la visita a pie. Lo primero que visitamos, por tanto, fue el THOLOS DE EL ROMERAL, típico sepulcro de falsa cúpula, construido entre el 3000 y el 2200 aC. Tiene un corredor de mampostería y cubierta adintelada que conserva 11 losas, con una longitud máxima de 26,3 m, una anchura media de 1,50 m y una altura media de 1,95 m. La cámara, con la típica cubierta de falsa cúpula, tiene sus paredes ligeramente abovedadas, elaboradas en mampostería, que terminan en una losa horizontal; es de planta circular con 5,20 m de diámetro y 3,75 m de altura. Al fondo de esta cámara, se abre un vano que da acceso a un pequeño corredor que termina en una camarita donde se reproducen a menor escala las mismas técnicas constructivas. La visita es gratuita y ha cambiado con respecto a cuando lo visitamos por primera vez allá por el año 1995. Ahora hay un guarda que amablemente te acompaña durante todo el recorrido iluminado con pequeños focos desde el suelo y responde a comentarios y preguntas que le hacen los visitantes. Anteriormente, también había un guarda que vigilaba el recinto, pero no entraba contigo; te daba una linterna para que te iluminaras a lo largo del recorrido lo que imposibilitaba la realización de fotos o vídeos dada la extrema oscuridad existente. Este tholos, junto con los Dólmenes de Menga y Viera son actualmente Patrimonio de la Humanidad. Tras la visita, nos subimos de nuevo al coche y nos dirigimos al llamado “Sitio de los Dólmenes”, amplio espacio ajardinado en el que se encuentran Menga y Viera. La entrada también gratuita. Te facilitan una entrada, imagino que para llevar el control de visitas. Dejamos el coche en espacioso aparcamiento y desde allí nos dirigimos al Centro de Interpretación donde nos facilitaron un díptico informativo y las entradas de control mencionadas anteriormente. No había excesivo número de visitantes, aunque cuando salíamos del recinto entraban los escolares y su algarabía de un par de autobuses. Pasemos por las pasarelas junto a las que abundan las hierbas aromáticas que hacen más agradable el paseo. Poco antes de llegar al dolmen de Viera, pasamos por el Centro Solar Michael Hoskin, responsable de las investigaciones que han sido decisivas para la declaración del Sitio de los Dólmenes de Antequera como Patrimonio Mundial de la UNESCO en cuanto a las singularidades descubiertas y demostradas en torno a la orientación de los dólmenes de Menga, Viera y El Romeral. Y desde allí, tras un pequeño recodo, pudimos presenciar en toda su belleza el DOLMEN DE VIERA, que puede considerarse como un sepulcro de corredor, con más de 21 m. de longitud, que estaría formado por un largo corredor segmentado en dos tramos, al final del cual se disponía una cámara de planta cuadrangular a la que se accede por medio de una puerta perforada cuadrangularmente en la primera losa. Cada lateral del sepulcro debió estar formado por dieciséis losas de las que se conservan catorce en el lateral izquierdo y quince en el derecho, mientras que la cabecera esta compuesta por una solo losa. De la cubierta se conservan cinco losas integras y fragmentos de otras dos. La altura interior media, del sepulcro es de poco mas de dos m. Tras las correspondientes fotos, nos encaminamos hacia el DOLMEN DE MENGA, situado a escasos metros del anterior. Se cree que se construyó en torno al 2500 aC. Este dolmen es otro magnífico ejemplo de sepulcro de corredor. Tiene una longitud es de veintisiete m. y la altura aumenta desde la entrada con 2.70 m hacia la cabecera, donde se amplia 3.50 m. En la cámara final se ha descubierto no hace muchos años un pozo excavado en la arenisca de 1,50 m de diámetro por veinte m. de profundidad, quedando alineado con los tres pilares que coinciden con la unión de las losas de la cubierta. Este pozo, inexistente en nuestras primeras visitas allá por los años noventa, muestra unos pequeños agujeros excavados en la roca que servirían como escalera para subir y bajar por él. El sepulcro se cubre con túmulo y esta orientado hacia el noreste, al norte de la salida del sol en el solsticio de verano, buscando el alineamiento con la Peña de los Enamorados. Como dato curioso hay que decir que el nombre de Menga le viene dado por una de sus últimas residentes en el mismo, una tal Dominga que vivió en él. Visto los dólmenes cogimos nuevamente el coche y nos encaminamos a la parte alta de la ciudad, para visitar la Alcazaba y el recinto de la Colegiata de Santa María. Aparcamos el coche, con la ayuda de un gorrilla al que amablemente le dimos un euro por el servicio, casi al lado del ARCO DE LOS GIGANTES, puerta que se abre en un muro de más de dos metros de grosor realizado en mampostería, en el que se sitúan inscripciones latinas relativas tanto a la propia Anticaria como a otras ciudades romanas que existieron en sus inmediaciones y cuatro grandes lápidas en las que se desarrolla una dedicatoria al rey Felipe II. El vano, en forma de medio punto, está compuesto por dovelas alargadas de piedra arenisca cuya clave se resalta situando en ella un relieve con un jarrón de azucenas. Éste, junto al castillo y el león de la cornisa superior, conforman el escudo de la ciudad. Nada más pasar el arco, a la izquierda se abre un amplio balcón que bajo el nombre de MIRADOR DE MICHAEL HOSKIN, presenta una magnífica vista de la Peña de los Enamorados, de la ciudad y su vega. En esta pequeña plazuela el Ayuntamiento le ha dedicado un busto a este arqueo-astrónomo británico que tanto bien le ha hecho a la ciudad. Continuamos el paseo hasta la Plaza de Santa María, donde destaca imponente la fachada renacentista de su Colegiata, frente a la cual se encuentra la ESTATUA DE PEDRO ESPINOSA, poeta antequerano, conocido por se unos de los mejores antólogos de la lírica del Siglo de Oro. La COLEGIATA DE SANTA MARÍA LA MAYOR, iniciada a comienzos del siglo XVI y en cuya obra participaron arquitectos de la tall de Diego de Siloe, al que se debe el diseño de la fachada, uno de los emblemas patrimoniales de la ciudad. Mirando la fachada de la Colegiata, a la izquierda se pueden contemplar las ruinas de las conocidas como TERMAS ROMANAS DE SANTA MARÍA, cuyos trabajos de excavación comenzaron en 1988. Se trata de unas termas de época romana que estuvieron en funcionamiento desde la segunda mitad del siglo I d.C. hasta bien entrado el siglo V d.C. sufriendo una reestructuración y reparaciones importantes en el siglo III. En las estructuras pueden apreciarse los distintos ambientes termales característicos del mundo romano: piscinas de agua fría, templada y caliente: frigidarium, tepidarium y caldarium. Y por último, completando este impresionante recinto, visitamos la ALCAZABA. Paseamos un poco por los jardines, pero no entramos dentro del recinto, asentamiento musulmán del siglo VIII sobre otros más antiguos romanos y visigodos, del que quedan pocos restos interesantes, salvo los lienzos de murallas que resisten el paso del tiempo y las llamadas Torre del Homenaje y Torre Blanca. Todo ello presenta a las claras la dificultad de conquistarla, hecho que tendrá lugar en 1410 al mando de Fernando de Antequera

Desandamos nuestros pasos y nos dirigimos de nuevo al coche para tratar de aparcarlo por última vez cerca de la Plaza del Portichuelo desde la que se puede contemplar una vista majestuosa de toda la Alcazaba antequerana y los riscos que la circundan. A esta plaza volveríamos cuando finalizáramos la visita. Lo primero que pudimos contemplar la bella y estoica fachada de la IGLESIA DE SANTA MARÍA DE JESÚS, construcción a caballo entre los siglos XVI y XVII. No pudimos visitarla porque se encuentra en obras. Casi al lado, la CAPILLA DE LA VIRGEN DEL SOCORRO es una singular capilla-tribuna construida en 1715, de imitación mudéjar y dedicada a difundir la devoción a la Virgen del Socorro, imagen de Dolorosa que se venera en la cercana iglesia de Santa María de Jesús. Como curiosidad, decir que la parte baja del balcón-tribuna está ocupada por las mesas y sillas de un bar cercano. Desde aquí emprendimos el descenso de la empinada calle Álvaro de Oviedo hasta llegar a la espectacular fachada del PALACIO DE LA MARQUESA DE LAS ESCALONIAS, de clara influencia italiana, considerado como uno de los edificios mejor conservados con la tipología de antigua casa palaciega antequerana de principios del siglo XVII. A pocos metros del palacio se encuentra la IGLESIA DE LA PAZ, antiguo convento de Santo Domingo, obra del siglo XVIII, con una fachada exterior de gran sencillez. Estaba cerrada al público. En su interior se guardan algunos de los pasos que procesionan en la Semana Santa. Y desde la escondida plazuela que cobija este templo,  pudimos contemplar la cercanía de la elegante torre de la Iglesia de San Sebastián, el templo por excelencia de la ciudad. Y para llegar a ella bajamos, como su propio nombre indica, la calle Cuesta de la Paz, también de inclinación severa, para llegar a la Plaza de San Sebastián, donde se inicia una de las principales calles de Antequera, la del Infante Don Fernando.  La REAL COLEGIATA DE SAN SEBASTIÁN, construcción del siglo XVI, es el resultado de las numerosas reformas y añadidos de que ha sido objeto a lo largo de varios siglos. De su fachada lo más interesante es la bella portada renacentista que presenta tres cuerpos, de módulo más reducido los dos superiores con respecto al primero. Hay, al menos, dos elementos que hacen importante y significativa la visita de esta iglesia. Uno es el llamado ANGELOTE que corona su torre campanario desde principios del siglo XVIII. Es una de las veletas más importantes de Andalucía, hecha con pletina de hierro forjado y forrada de chapa de bronce sobredorada. Recientemente ha sido restaurado. Otro elemento significativo de esta iglesia es el CRISTO DEL MAYOR DOLOR, paso procesional de finales del siglo XVIII que presenta las dos rodillas en tierra, con la derecha algo adelantada, el tronco paralelo al suelo, sobre el que se apoya con la mano izquierda, mientras la diestra se levanta en actitud de recoger las vestiduras. Impresiona su visión porque es la primera imagen que te encuentras al pasar al interior de la iglesia. De nuevo en la plaza, destaca la presencia de un grupo escultórico cerca del arranque de la torre campanario. Sentados sobre un banco de la plaza, nos encontramos con la presencia de dos de los personajes más ilustres de su historia, el poeta José Antonio Muñoz Rojas y el pintor José María Fernández, que charlan amigablemente. El escultor autor de esta obra es Pedro Fernández y fue inaugurada en 2017. Tras las correspondientes fotos, nos encaminamos hacia la calle Encarnación para encontrarnos en una de sus esquinas el CONVENTO E IGLESIA DE LA ENCARNACIÓN, obra de finales del siglo XVI, con una fachada excesivamente sobria y poco decorada. Y así llegamos a la plaza por antonomasia de Antequera, la llamada Plaza del Coso Viejo, en la que destacan principalmente tres elementos: la estatua ecuestre de Fernando de Antequera, el palacio de Nájera actual sede del Museo local y el Convento de Santa Catalina de Siena. Empecemos por el primero. La ESTATUA ECUESTRE FERNANDO DE ANTEQUERA. Fernando fue un infante castellano que sería luego rey de Aragón con el nombre de Fernando I, que toma el sobrenombre de Antequera por ser el conquistador de esta ciudad en 1410. Esta realizada en bronce y elevada sobre un basamento de mármol rojo torcal con un peso de dos mil kilos. El PALACIO DE NÁJERA es hoy la sede del MUSEO MUNICIPAL. Se construyó en el primer tercio del siglo XVIII, reutilizando una portada del siglo XVI. A la plaza del Coso Viejo se abre la fachada principal, toda ella realizada en ladrillo, en la que destaca su torre-mirador. En su función actual como Museo contiene numerosas piezas interesantes encontradas en los alrededores de la ciudad, destacando sobremanera la prestancia de dos de ellas: de un lado, el llamado Efebo de Antequera; y de otro, una destacable escultura de San Francisco de Asís, obra de Pedro de Mena. El acceso a su interior es gratuito, lo que se agradece y más en estos tiempos. En la última planta hay una exposición permanente de Cristóbal Toral, pintor contemporáneo hiperrealista.

El EFEBO representa a un joven de tan excelente belleza que resulta imposible no quedarse admirado al contemplarlo, por su ligereza, armonía y elegancia. Esta excepcional escultura en bronce es de época romana, siglo I, fundida en bronce, con un grosor pequeño que oscila entre tres y cinco milímetros y con una altura de 1.43 metros, representa a un adolescente desnudo, en actitud de un cierto movimiento, de pie y posado sobre el costado derecho, mientras que, a la izquierda, únicamente apoya la punta de los dedos. Los globos oculares, hoy vacíos, debieron llevar en su tiempo un relleno de pasta vítrea que simulase los ojos. Los brazos aparecen en actitud de haber portado algún objeto liviano, bien sea una guirnalda, una lámpara o un candelabro. Por su parte, la escultura de SAN FRANCISCO DE ASÍS ha sido fechada hacia mitad del siglo XVII. Es una talla de tamaño natural y realizada en madera policromada, que representa el cadáver de San Francisco tal como cuenta la tradición que lo encontró el papa Nicolás V en su visita a la tumba de Asís. Está representado, por tanto, incorrupto, de pie, mirando hacia el cielo, calada la capucha y con las manos enfundadas bajo las mangas, al tiempo que mana la sangre de los estigmas del costado y del pie derecho que aparece bajo la túnica. A pesar de lo que representa, un cadáver, la sensación que tiene el espectador es la de estar contemplando un arrobamiento místico del santo en vida. De hecho, según la leyenda, tal fue la sensación que vivió el propio pontífice en su visita. Fuera del Museo, paseamos ante la fachada del CONVENTO DE SANTA CATALINA DE SIENA, con un exterior de una gran sencillez, destacando diversos elementos de la fachada, como son la torrecilla de la esquina, la rítmica serie de celosías altas y la portada de ingreso al templo, muy simple de composición. Después a través de la calle Barbacana nos acercamos a ver la fachada de la IGLESIA DE SAN JOSÉ de principios del siglo XVIII. Su fachada, profusamente decorada, está coronada por un frontón triangular. Pegado a esta iglesia, se encuentra la larga fachada del PALACIO DE LOS MARQUESES DE LA PEÑA DE LOS ENAMORADOS, que actualmente es un colegio de las Carmelitas. Y dos pasos más más arriba se nos presenta la elegante fachada del CONVENTO DE LA VICTORIA, cuyo elemento más característico es su volado balcón central y los laterales que le dan un aspecto de edificio civil. Desde aquí, callejeando llegamos a la Plaza de Plácido Fernández Viagas, frente a la cual se conservan los escasos restos del antiguo MONASTERIO DE SAN ZOILO, donde hoy se ubica la Biblioteca Municipal, amén de otros negocios particulares.

Iba ya siendo hora de hacerle un honor al cuerpo pues las manecillas del reloj ya marcaban las una y media pasadas. Y nos entró la duda de si tomar unas cervezas con tapa o sentarnos realmente a comer un menú. Estuvimos viendo las ofertas de varios establecimientos que había en la zona, incluso en la cercana Plaza de San Francisco, y no nos atrajo lo que nos ofertaban. Así que continuamos caminando por la calle Diego Ponce con la intención de parar donde primero viéramos y, evidentemente, nos gustaba la oferta que nos hacían. Fue hacia mitad de la calle donde nos topamos con el Bar Cafetería Las Niñas, que ofertaba un menú de la casa atractivo y a muy buen precio: 8,50 euros, dos platos –a elegir entre ocho–, postre y bebida. Como no sabíamos lo que podíamos encontrar más adelante, decidimos entrar y probar. Mereció la pena. Pedimos dos cervezas, dos porras antequeranas de primero, y una selección de hamburguesitas y un pulpo frito de segundo; fruta y flan de postre. Mi cerveza resultó insuficiente dada la sed que llevaba, por lo que añadí una copa de vino tinto. Finalizada la comida, tras abonar la cuenta, en torno a las tres menos cuarto de la tarde continuamos la visita al resto de edificios y monumentos que nos quedaban por ver. Así, a pocos metros del bar donde habíamos comido, esta el ANTIGUO CONVENTO DE MADRE DE DIOS DE MONTEAGUDO, obra de los siglos XVII y XVIII, con una planta extraordinaria, una preciosa fachada toda ella elaborada en ladrillo, al igual que el resto del edificio, y una elegante torre en la esquina de la calle. Únicamente se utiliza la piedra para enmarcar la portada principal del edificio y una pequeña ventana con tejadillo situada a su izquierda. A escasos metros, en la calle de Las Comedias, destaca la imponente fachada del PALACIO DE LOS MARQUESES DE VILLADARIAS, construcción se remonta a la primera década del siglo XVIII. Es uno de los mejores ejemplos de la arquitectura civil de su época en la ciudad y es conocida popularmente como Casa de las Columnas por las existente enmarcando su portada. Como la puerta de acceso al edificio estaba abierta nos asomamos al amplio zaguán y a un bello patio porticado, separados ambos espacios por una magnífica y esplendorosa reja de hierro. Retomando la calle Cantareros, a muy pocos metros del Convento de Madre de Dios de Monteagudo nos dimos de bruces con el edificio más colorido e impactante que hemos visto en la ciudad, el conocido TEATRO-CINE TORCAL, construido en los años treinta del siglo pasado. El edificio en su conjunto se inserta dentro de la estética del Art Decó, que tanta incidencia tuvo en Europa durante el periodo 1920-1940. En su exterior se advierten profusión de formas angulares, distribución regular de huecos y una acusada simetría, con cuerpos salientes laterales y bandas paralelas horizontales, junto a coloridas líneas azules y rojas sobre un fondo amarillo crema. Nos gustó mucho, sí señor. Desde allí continuamos la calle hasta dar con las fachadas de varios palacios nobles, prácticamente uno a lado del otro. La CASA DE LOS COLCHADO, con fachada de grandes dimensiones, toda ella en ladrillo excepto el marco de la portada de acceso al palacio y los escudos nobiliarios que la adornan. Otro palacio es la CASA DE LOS SERRAILLER, obra de Aníbal González, arquitecto autor de la Plaza de España de Sevilla, en la primera mitad del siglo XX. Toda la fachada está construida en ladrillo y organizada en cinco ejes verticales y tres plantas en disminución de altura hacia arriba. Actualmente es la sede de la Agencia Tributaria. Y, finalmente, el PALACIO DEL CONDE DE PINOFIEL, uno de los edificios mejor conservados, así como una de las poquísimas construcciones domésticas de las que conocemos su fecha y autor. Ambos datos rezan en una cartela de la fachada en la que se dice textualmente: «Juan de Navarrete me fecit. Año 1762». Su exterior es totalmente de ladrillo con excepción de la portada realizada en caliza blanca. Nos dirigimos de nuevo a la calle Infante Don Fernando para ir a dar casi de bruces con la monumental fachada del AYUNTAMIENTO, que fue hasta la Desamortización un convento franciscano, al cual pertenecía también la vecina iglesia de los Remedios. Aunque la fachada se ha rehecho modernamente, aún se conservan en su interior importantes piezas del antiguo conjunto monástico, como el patio claustral y la suntuosa caja de la escalera principal. Adosado al mismo, se encuentra la IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA DE LOS REMEDIOS, que alberga la pequeña imagen de la Virgen de los Remedios, patrona de la ciudad. Casi enfrente de la iglesia destaca la elegante fachada de la CASA DE LOS PARDO, del siglo XVII y uno de los más bellos edificios civiles de la ciudad y de un ejemplar de fundamental importancia dentro de la arquitectura doméstica del manierismo en Andalucía. En la actualidad sólo se conserva de la primitiva construcción la fachada, albergando en sus bajo una sucursal bancaria. A pocos pasos de allí se encuentra el antiguo HOSPITAL DE SAN JUAN DE DIOS, con unos bellos azulejos andaluces en su zaguán de entrada. Muy cerca, donde se unen las calles Infante Don Fernando y Cantareros se encuentra la ESTATUA DEL CAPITÁN MORENO, militar antequerano que participó en la Guerra de la Independencia contra los franceses. Ya estábamos casi al final de nuestro trayecto, así que continuamos andando hasta llegar a la llamada Puerta de Estepa, puerta monumental construida toda en ladrillo, junto a la cual se encuentra la Plaza de Toros. Frente a este gran espacio abierto se despliega la amplia Plaza de Castilla en cuyo centro se encuentra el MONUMENTO A LOS ENAMORADOS DE ANTEQUERA, homenaje a la leyenda de la Peña de los Enamorados. El grupo escultórico es obra de Manuel Patricio Toro. Representan dos figuras entrelazadas, las de los enamorados de la Peña, unos enamorados que protagonizaron una bonita historia de amor y que su recuerdo pervive cada vez que miramos la famosa roca desde cualquier punto de Antequera.

Desde aquí tocaba volver hasta el coche, así que aprovechamos el camino de vuelta para visitar algunos monumentos y fachas que nos habían quedado sin ver. Volviendo por la calle Cantareros llegamos de nuevo a la calle Ponce de León, donde pudimos admirar la fachada toda ella en ladrillo, excepto la portada, del PALACIO DEL BARÓN DE SABASONA, en la actualidad sede del Colegio Público Romero Robledo. Desde allí nos desviamos por la calle Maderuelos hasta llegar a la CASA DE LOS COLARTE, edificio construido a comienzos del siglo XVIII y que en la actualidad, alberga el Museo de Arte de la Diputación (MAD), con colecciones muy interesantes. A muy pocos metros se alza la IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA DE LORETO, de finales del siglo XVII, constreñida en una estrecha plaza que no permite una perspectiva amplia de la misma, ya que la fachada de esta iglesia está considerada como la más monumental de todo el barroco antequerano, estando realizada íntegramente en piedra de sillería. Y siendo ya casi las tres y media de la tarde, dimos por concluida la visita a la ciudad, visita que no nos había defraudado en absoluto. Así que dirigimos nuestros pasos hacia la iglesia de San Sebastián y desde aquí, por la Cuesta de la Paz llegamos hasta la Iglesia de la Paz. Allí se quedó Concha esperando a que yo subiera a por el coche que teníamos aparcado en la Plaza del Portichuelo. Cuestas hemos subido unas cuantas, algunas con bastante pendiente, pero la Cuesta de Caldereros, no sé si porque ya iba cansado o porque ya los años se van notando, se me puso, como se dice popularmente, “cuesta arriba”. Tuve que hacer un par de descansos hasta coronarla. Afortunadamente, arriba del todo había una tienda de alimentación donde compré una botella de agua fresca para apagar la sequedad de garganta que llevaba en esos momentos. Pasadas las fatigas de subida, me dirigí hacia el coche y, tras recoger a Concha, enfilamos dirección a Archidona, que ya narraré en otro momento.

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