1 DE MARZO
Península de Gallipoli. Monumento |
Tras el desayuno, bajamos a la recepción, donde ya estaban nuestras maletas
camino de ser cargadas en el autobús. Iniciamos la mañana sin saber muy bien
cómo iba a discurrir, hasta que aparecimos junto con la explicación de nuestro
guía Erdem en el puerto de Çanakkale. La intención era cruzar el estrecho de
los Dardanelos en dirección a la península de Galipoli. Fuimos de los primeros
en llegar al puerto de embarque. Y nada más parar el autobús para esperar a que
llegara el ferry que nos transbordaría a la parte europea de este inmenso país,
empezaron a aparecer vendedores ambulantes ofertándonos sus mercancías que
veíamos a través de las ventanas. En un principio, ninguno de nosotros hizo
ademán de bajar del autobús para comprar algo, pero, a medida que la espera se
alargaba y el ferry no llegaba a puerto, algunos decidieron preguntar precios y
acto seguido bajar rápidamente a
comprar la mercancía ofertada. Viendo que la espera se alargaba, los miedos se
fueron relajando y poco a poco fuimos bajando casi todos a comprar algo, ya
fueran llaveros, recuerdo de Troya, ya camisetas de la misma ciudad.
El día amanecía fresco y corría cierto viento que aumentaba la sensación de
frío, aunque el cielo permanecía claro y raso. Cruzamos en menos de media hora
el estrecho de los Dardanelos hacia la ciudad de Kilidübahir, desde donde iniciamos
el itinerario hacia Estambul salvando una distancia de aproximadamente unos 300
km. Tanto durante la travesía como a lo largo de los primeros kilómetros
recorridos por la península de Galipoli, pudimos observar numerosos monumentos
recordatorios de la batalla desarrollada en esta zona durante la Primera Guerra
Mundial, monumentos levantados para recordar permanentemente la barbarie humana
cuando la ambición nubla la razón de vivir.
Restaurant Neyzen. Algunos de los entrantes |
Hoy Estambul es una ciudad,
como ya hemos dicho anteriormente, poblada por 18 millones de personas, cosmopolita
y viva que sigue siendo el centro cultural y comercial de Turquía a pesar de no
ser la capital. Sigue siendo residencia de los patriarcas de la iglesia
ortodoxa y de la iglesia armenia, que conviven con el arzobispo católico y con
más de 2.500 mezquitas y 16 sinagogas lo que le da un ambiente multicultural y
heterogéneo. La ciudad conserva el antiguo esplendor del pasado en
sus palacetes y mezquitas que se mezcla con los suburbios industriales de los
más desfavorecidos y las moles de cristal y hormigón que ha traído el progreso
y el acercamiento al mundo occidental.
El restaurante Neyzen está ubicado en una
zona repleta de tiendas y restaurantes, que para ser la hora que era –no más de
las una de la tarde– ya presentaba
un ambiente muy animado de gente yendo y viniendo, llevando y trayendo
mercancías. El restaurante estaba vacío en esos momentos y nos sentamos a lo
largo de dos amplias mesas sobre las que ya había varios platos. La bebida,
como siempre, agua; no obstante, esta vez podíamos pedir vino o cerveza, según
gustos, al razonable precio de unas 20 liras turcas como casi todo el viaje.
Como ya dije, sobre la mesa, distribuidos para cada cuatro comensales, nos
encontramos con cinco platos de entrantes: ensalada de pimientos rojos, unas alubias
blancas con zanahoria, crema de yogur, berenjenas y un plato con muhammara, una especie de crema pastosa
picante de pimientos rojos y nueces, muy típica en toda Turquía y que resultó
ser un feliz descubrimiento para mí; además, había una gran fuente de ensalada
para repartir. El menú se completó con una excelente lubina y un postre variado
de frutas, entre otras, naranja, granada y uvas.
Finalizada la comida, volvimos sobre nuestros pasos para subirnos de nuevo
en el autobús y así poder completar las visitas programadas para la tarde en
nuestro primer día en Estambul. En primer lugar, enfilamos el autobús en
dirección al barrio de Eminönü en busca del conocido Bazar de las Especias.
Este mercado, frecuentado por turistas y locales, se encuentra situado entre la
mezquitas Nueva (a la izquierda, si miramos de frente la entrada principal del
Bazar) y la de Rustem Pasa, situada a la derecha de la entrada del mercado. A
ninguna de las dos entramos, la primera porque estaba cerrada por obras de
restauración, y la segunda, porque no estaba programada su visita.
La Mezquita Nueva se encuentra a la
izquierda del Bazar de las Especias. Durante los sesenta y seis años que
duró su construcción surgieron numerosos problemas y eso le proporcionó el
triste record de ser la mezquita que más tiempo tardó en finalizarse de todo Estambul.
Entre los problemas que afectaron a la construcción de la mezquita podemos
citar la polémica de construir un templo musulmán en un barrio tradicionalmente
judío; el elevado coste del proyecto; o la cercanía del mar, que requería unos
conocimientos arquitectónicos muy elevados. Todo ello retrasó, sin duda, la
finalización de la obra. Las obras comenzaron en el año 1597 a petición de
la sultana Safiye, madre de Mehmet III y esposa de Selim II. Aunque no era
muy habitual que las mujeres tuvieran tal poder en el sultanato, en esa época
sí que gozaron de una importante trascendencia. El encargado del diseño fue el
arquitecto Davut Aga, puesto que fue ocupado por Ahmed Aga, tras el
fallecimiento del primero. El exterior de la mezquita contiene sesenta y
seis bóvedas y semibóvedas en una estructura piramidal, así como
dos minaretes. La bóveda principal mide treinta y seis metros de altura, y está
apoyada en cuatro semibóvedas que la flanquean. Como con otras mezquitas
imperiales, está precedida por un patio monumental.
Por su parte, la mezquita de Rüstem Pasa está
situada a la derecha del Bazar de las Especias. Es conocida por la calidad y
colorido rojizo de los azulejos de Iznik que decoran su interior con motivos
florales y geométricos. No hay ninguna otra mezquita en Estambul que
esté tan profusamente decorada con estos azulejos, que cubren paredes enteras
así como el mihrab y el mimbar, junto a trabajos en mármol y madera con
incrustaciones de madreperla. Es pequeña pero se considera una
de las más exquisitas de Estambul. La mandó construir el Gran Visir Rüstem Pasa, yerno
de Suleimán el Magnífico. Se construyó en una terraza elevada sobre una zona
comercial conocida como mercado Tahtakale; con el propósito de que el alquiler
de las tiendas financiara los gastos de construcción de la mezquita. Esta
mezquita sufrió importantes daños durante
el incendio de 1660 y posteriormente durante el terremoto de 1776 en el que se derrumbaron la
cúpula y el minarete, aunque éstos han sido reconstruidos recientemente. La
entrada está precedida por una bella explanada rodeada por arcos y en la que
destaca una fuente octogonal.
Estambul. Bazar de las Especias |
Estambul. Bazar de las Especias |
El Bazar es propiamente dicho una calle larga y cubierta por una bóveda
apuntada bellamente decorada y al final se bifurca lateralmente a la izquierda
y con un par de puestos de venta más a la derecha. Por eso se dice que tiene
forma de “L” aunque más correcto sería decir que tiene forma de “T” con el
brazo derecho de la letra mucho más corto que el izquierdo. Al final de la
calle principal, nos encontramos con unas puertas que dan a una especie de
plaza muy animada y donde se puede seguir comprando. En ella se respira el
ambiente más oriental de Estambul. Vendedores ambulantes de comidas y bebidas
como rosquillas, kebabs, buñuelos y helados; restaurantes y bares en los que
degustar un plato típico; además del mercado de aves y flores que se encuentra
en el exterior, hacen que puedas pasar un rato muy entretenido. E incluso algún
vendedor que otro de banderas turcas nos encontramos a la salida. Nosotros compramos té negro y una caja de delicias turcas en el puesto
número 21 del Bazar, local que nos había
recomendado Erdem, y la verdad es que no nos pareció cara la compra
realizada. Al cambio, pagamos unos 15 euros aproximadamente por cuatrocientos
gramos de un magnífico té negro –con un perfecto envasado al vacío para poder
transportarlo sin ningún problema– y una caja bastante completa y variada de
estos dulces. Eso sí, previamente a la compra, con el pretexto de que estábamos
viendo y probando, nos dimos, al menos yo, una buena mano de comer estas
delicias que en trozos pequeños pasaban los comerciantes entre los que
estábamos dentro del local. Todo ello acompañado de un excelente té caliente,
bien negro, bien de manzana, que ha sido otro de los descubrimientos culinarios
de este extraordinario viaje.
Estambul. Vendedor de mazorcas de maíz y castañas asadas |
Estambul. Torre Gálata y Barrio de Beyoglu |
Cuando acabamos, decidimos
irnos camino del hotel a descansar. Íbamos tan cansados que, a pesar de que nos
habían dicho en recepción que el hotel disponía de un spa gratuito para sus
clientes, decidimos subirnos a nuestras respectivas habitaciones y aprovechar
las horas que nos quedaban echados en la cama a fin de estar bien descansados
para comenzar una nueva jornada al día siguiente.
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