martes, 25 de septiembre de 2018

BRUSELAS, CIUDAD MULTICULTURAL

Hubo que madrugar bastante este día que comenzaba el ansiado viaje a Bélgica. A eso de las cuatro de la mañana salimos de la casa de Carlos camino de la Terminal 1 del aeropuerto Adolfo Suárez-Madrid-Barajas, pues, aunque no teníamos que facturar las maletas, queríamos estar con la suficiente antelación a fin de evitar cualquier tipo de problema que pudiera surgir. Así que, una vez superado el control policial, a eso de las cinco y cuarto de la mañana nos dirigimos hacia la puerta de embarque de Ryanair. Nuestro vuelo salía a las 6:05 horas y tendría una duración de dos horas y veinte minutos. Subimos al avión y nos dirigimos a nuestros asientos que habíamos reservado previamente. Se veían muy pocos asientos desocupados. Puntualmente el avión despegó e tuvimos un vuelo normal en cuanto a tiempos de salida y llegada y ausencia de incidencias. Una vez en el aeropuerto de Charleroi nos dirigimos hacia la salida de la terminal donde nos esperaba frente a esta el autobús que habíamos contratado vía internet a la compañía FLIBCO.COM para que nos llevara a la Estación Sur de Bruselas, previo pago de 28,40 euros. Bajamos del autobús en un lateral de la Brussel Zuid, en la calle Frankijkstraat una hora después. Cogimos nuestras maletas y nos dirigimos al interior de la estación en busca del Metro al que nos costó llegar pues el acceso al mismo está prácticamente en el extremo opuesto.Una vez dentro, compramos en una máquina expendedora un par de abonos de 24 horas al precio de 7,50 euros cada uno. ¡Ojo! El billete tiene una validez de día natural: si lo compras a las diez de la mañana, caduca a las cero horas de ese día; si lo compras a las tres de la tarde, también caduca a las cero horas de ese mismo día. Pero según nuestros planes, teniendo en cuenta que cada billete cuesta 2,10 euros, cuando usáramos el bono para dos viajes de ida y vuelta, ya nos salía a cuenta. Subimos en un abarrotado vagón perteneciente a la Línea 3 cargando con nuestras maletas para apearnos diez minutos después en la estación de Bourse


Nuestra intención era acercarnos hasta la rue des Fripiers, a un comercio llamado Mister Minit donde íbamos a dejar nuestras maletas esa mañana, pues no podíamos entrar al apartamento antes de las dos de la tarde. El piso se encontraba a escasos ciento cincuenta metros de este comercio. Acordamos depositar nuestras maletas en este comercio desde la diez de la mañana hasta las dos de la tarde. El precio de esta operación fue de 17,10 euros. Al menos, de este modo, podíamos aprovechar toda la mañana visitando lo que llevábamos planificado. Esta opción, que nos recomendaron los dueños del apartamento, se gestiona a través de una web llamada NANNYBAG. Cuando llegamos a la puerta del establecimiento aún no eran las diez por lo que este se encontraba cerrado, así que tuvimos que esperar unos minutos. La tienda, por lo que vimos, se dedicaba a vender pilas, auriculares, etc., a la vez que hacía copias de llaves y arreglan zapatos. Le enseñamos al señor que trabajaba allí nuestro resguardo de reserva y nos cogió amablemente las maletas y la mochila que llevaba yo. Y así nos vimos libres para empezar a recorrer las calles de Bruselas.

Aprovechamos que ya no llevábamos carga y decidimos acercarnos a la dirección donde habíamos alquilado el apartamento que estaba a poco más de ciento cincuenta metros. Pero antes decidimos tomarnos un café para entonar el cuerpo. Lo intentamos en la Cafetería Paul, sita en el Boulevard Anspach, pero fue imposible. Después de más de cinco minutos intentando pedir un par de cafés con leche, desistimos del intento y nos fuimos del local. Nos dirigimos a la Place du Samedi, que más que plaza, era una calle con forma de ‘L’ cerrada al tráfico por unos grandes maceteros. La plaza se veía tranquila en ese momento y los dos o tres bares que había estaban cerrados. Nos pusimos en contacto vía Whatsapp con Anthony para informarle que habíamos llegado y que estaríamos en la puerta del apartamento a las dos de la tarde para recoger las llaves. Quedamos en el bar que había justo al lado del bloque llamado “Marcelle – Débit de Boissons”, Una vez controlada la ubicación, decidimos comenzar el recorrido planificado que comenzaba en justo al lado, en la BEGIJNHOFKERK, del siglo XVII, destinada a la comunidad de beguinas más grande de todo el país, mujeres que, tras matrimonios fallidos o enviudar, ingresaban en esta orden laica y se dedicaban a obras de caridad. La iglesia, inspirada en la del Gesù de Roma, es notable por sus rasgos del barroco flamenco. Estaba cerrada por lo que solo pudimos verla por fuera. Un dato curioso que atrajo nuestra atención es que en un lateral de la iglesia había un urinario público. Como era temprano, y el cuerpo estaba un poco desconsolado, aprovechamos para terminar de comernos los bocadillos que habíamos preparado en España y que no habíamos acabado en el avión. Finalizados los bocadillos, nos dispusimos a continuar lo que esa mañana sería un largo paseo por la llamada “Ruta del Cómic” bruselense, itinerario que dedicaremos una entrada específica en este blog incluyendo direcciones, por lo que en esta solo citaremos el mural y autor. Así nos plantamos ante, entre otros, el MURAL BOB Y BOBETTE, de Willy Vendersteen; el MURAL BILLY THE CAT, de Colman y Desberg; el MURAL CUBITUS, de Dupa; el MURAL BLAKE Y MORTIMER, de Jacobs; el MURAL CAROLINE BALDWIN, de André Taymans; el MURAL LOS SUEÑOS DE NIC, de Herman; el MURAL CORI, LE MOUSSAILLON, de Bob de Moor. Eran prácticamente las doce de la mañana y ya iba el cuerpo pidiendo una cerveza fresca, además de que esa mañana el calzado que Concha le estaba molestando y necesitaba descansar un rato. Así que paramos en un pequeño bar que estaba en la rue de la Senne y allí nos pedimos una pinta de cerveza Jupiler y una Coca-Cola Zero, que nos aliviaron el cansancio y mejoraron nuestro ánimo. El camarero hablaba medianamente bien el castellano y le preguntamos el motivo a lo que nos contestó que había vivido unos años en la costa levantina. Curiosamente, al ir al servicio me topé con un azulejo que ponía “Rincón de España”. Terminada la pausa nos dirigimos a la rue de la Buanderie para disfrutar viendo el magnífico MURAL LUCKY LUKE, de Morris; y continuamos con el MURAL DE ASTÉRIX Y OBÉLIX, de Goscinny y Urdezo, que curiosamente estaba pintado en un muro interior de un colegio, aunque era visible desde la calle; y el MURAL NÉRON, de Sleen. Y con este paseo habíamos llegado a la PLAZA Y MERCADO DE SAINT GERY, construido como tal a finales del siglo XIX y reconvertido en un espacio ideal para tomar un café o una cerveza y charlar con los amigos o leer un buen libro en alguno de sus sofás. En el verano la plaza se convierte en una terraza. El espacio es muy luminoso y consta de dos plantas en las que se reparten los distintos negocios que se encuentran aquí. Tras un breve descanso, continuamos nuestro camino hacia la rue des Chartreux para contemplar el MURAL L’ANGE, de Yslaire. Como ya se iba acercando la hora de recoger las llaves del apartamento, nos acercamos a un supermercado Lidl, sito en la rue Van Artevelde y allí compramos algunas latas de cerveza belga y algo para picotear y comer a mediodía, a la vez que nos servía de descanso. De vuelta, nos detuvimos frente a uno de los tres “meones” de Bruselas, el ZINNEKE PIS, menos conocido que sus hermanos humanos. Es un perro mestizo de Bruselas que pasea tranquilamente por las calles de la ciudad, eligiendo uno de sus postes para dejar su rastro. Este perro sin raza, resultado de los cruces, representa la esencia multicultural y multirracial de Bruselas. Poco antes de las una y media de la tarde, nos dirigimos nuevamente a la rue des Fripiers para recoger nuestras maletas. Pasamos por un lateral del magnífico edificio de la Bolsa y por delante del conocido BAR FIN DE SIECLE, un pequeño restaurante de finales del siglo XIX. El local, con capacidad para unas 50 personas, está formado por una serie de mesas alargadas que se comparten, una barra y una gran pizarra donde se apuntan los platos disponibles. Nada más. La decoración del establecimiento es mínima, pero agradable a la vista. Vendremos a tomarnos algo alguna tarde, si tenemos tiempo. Recogidas las maletas, enfilamos hacia la Place du Samedi. Llegamos a las dos menos cuarto, así que decidimos sentarnos en la terraza de ‘Marcelle – Débit de Boissons’ a esperar la llegada de Anthony. Mientras tanto, pedimos dos cervezas Maredsous, que nos recomendó el camarero, con un buen precio, tres euros cada una. Pocos minutos pasaban de las dos cuando el dueño de apartamento se presentó ante nosotros. Se disculpó por su falta de puntualidad alegando problemas con el tráfico. Terminamos las cervezas y nos dirigimos al apartamento. No había llave alguna. La puerta de la calle tenía un código que había que teclear en el dispositivo de acceso que había en el marco de la puerta; y había que volver a teclear otro código para acceder al apartamento alquilado. Anotamos ambos códigos en el teléfono para evitar posibles problemas de olvido. Una vez en el apartamento, Anthony nos explicó la ubicación de los utensilios de la cocina, el funcionamiento de la placa de cocina, del horno, de la wifi y de la televisión y todas aquellas dudas que nos surgieron, se fueron aclarando sobre la marcha. Una vez solos en el apartamento, vimos que en el frigorífico había un par de latas frías de cerveza Maes y una botella de agua. A eso le añadimos nosotros las que habíamos comprado en el Lidl y la comida correspondiente. Así que nos descalzamos, nos pusimos cómodos y picoteamos y bebimos parte de lo que habíamos comprado. Poco después nos echamos en la cama un rato para tratar de dormir una pequeña siesta ya que llevábamos levantados desde prácticamente las tres y media de la mañana.

Despiertos de la siesta, nos preparamos para salir nuevamente a la calle. Esa tarde habíamos previsto acerarnos a visitar el Atomium y para finalizar la noche, una visita para ver la Grand Place iluminada. Eran algo más de las cinco y media de la tarde cuando echamos mano de nuestro abono de veinticuatro horas de metro y nos dirigimos a la estación de De Broukére, de la Línea 1, situada a escasos metros de nuestro apartamento. Desde allí nos dirigimos hasta la estación de Beekkan, donde hicimos transbordo a la Línea 6 y desde allí fuimos hasta la última estación, llamada Roi Baudouin, para ver el Atomium, muy cerca del tristemente famoso Estadio Heysel, donde en 1985 murieron treinta y nueve personas tras una avalancha de los aficionados ingleses que habían acudido a presenciar la final de la Copa de Europa entre la Juventus y el Liverpool. Salimos a la calle y nos topamos en la distancia con las brillantes esferas superiores del ATOMIUM, uno de los símbolos emblemáticos de Bruselas. Se construyó para la exposición Universal celebrada en la capital europea en el año 1958. Al igual que pasó con la Torre Eiffel sufrió muchas críticas en su construcción. Con sus 103 metros de altura representa un átomo de hierro aumentado 200.000 millones veces. Desde la esfera superior, que alberga un restaurante, se pueden contemplar unas espectaculares vistas de la ciudad. Las nueves esferas que lo conforman, de 18 metros de diámetro, representas las nueves provincias de Bélgica. El interior de algunas de estas esferas es visitable pues en ellas tienen lugar exposiciones son temporales, normalmente relacionadas con la historia de Bruselas y fotografía. Después de pasearnos por las zonas verdes y fotografiarlo de todas las posturas y enfoques, desandamos el camino y volvimos a la estación de metro. Durante este recorrido vimos carteles anunciadores de dos atracciones muy queridas de los niños: Kinepolis Bruselles y Mini Europe, donde se pueden ver los edificios más representativos de cada país europeo a tamaño mini. Nosotros no llegamos a entrar. Una vez en el metro, repetimos idéntico itinerario, pero de vuelta, y nos apeamos en la estación De Broukére. Descubrimos que justo antes de salir a la calle, en esta estación había un supermercado con una oferta y precios bastante asequibles. Estando ya en la plaza, y siendo ya noche cerrada, nos dirigimos hacia la Grand Place para verla iluminada. Pasamos cerca de las casas adosadas a la Iglesia de San Nicolás y continuamos por la rue de Marché aux Herbes, donde, ¡fatal casualidad! vimos una creperie que ofrecían crêpes de fruta natural. Paramos y compramos uno con fresas laminadas al precio de cuatro euros. Nos lo fuimos comiendo de camino a la plaza. La Grand Place no tiene palabras ni adjetivos para describirla. Es la plaza más bonita y espectacular de todas las que hemos visto. Si a eso le añadimos la maravillosa iluminación que la realzaba, la visión de este espacio no tiene parangón alguno. Ya hablaremos más adelante, de los edificios que la conforman y un poco de su historia. Ahora simplemente, vamos a citar la magnificencia y empaque de la totalidad de las fachadas que la conforman. Ruidosa, abarrotada de gente, bares y restaurantes abiertos y repletos de clientes, la finísima aguja del Ayuntamiento perdiéndose en el negro cielo… ¡No hay palabras! Estuvimos un rato deambulando de un sitio para otro, de un ángulo a su contrario, hasta que, a eso de las diez de la noche, decidimos volver al apartamento. Concha ya no iba bien. Decía tener molestias de estómago y continuos escalofríos. Nada más llegar al piso, ella se acostó y yo me quedé levantado tomándome una cerveza. Pensamos que el crêpe que habíamos comprado le había sentado mal, pero que al día siguiente ya se encontraría mejor. Así pasamos la noche.

Amaneció un nuevo día y Concha no mejoraba. No quiso desayunar y se quedó en cama, invitándome a mí a salir del apartamento y recorrer algunas de las visitas que habíamos planeado, aunque fuer solo. Me dijo que, en caso de sentirse peor, me llamaría al móvil. Y así lo hicimos. Tengo que decir que la práctica totalidad de los murales y edificios que voy a relatar en este segundo día, los volvimos a ver de nuevo en los días siguientes y, sobre todo, cuando volvíamos de las distintas ciudades que fuimos a visitar: Lovaina, Brujas, Gante, Malinas y Amberes. Como dije anteriormente, ella se quedó en cama y yo me dirigí hacia la SINT-KATHERINEKERK, que se encontraba a escasos cincuenta metros del apartamento, cuya arquitectura se define por la voluntad de crear un estilo original que entremezcla los estilos románico, gótico y renacentista. La iglesia está terminando de ser restaurada y luce más que nunca. A lado, se encuentra la Tour Noire, una de las torres de las antiguas murallas. Desde aquí, callejeando, me dirigí hacia el imponente PALACIO DE LA BOLSA, majestuoso edificio de finales del siglo XIX en estilo neo renacentista. Su monumental escalera está flanqueada por dos grandes leones, uno que alza la cabeza hacia el cielo - simbolizando las subidas del mercado de valores - y el otro que la agacha hacia abajo - señalando las consecuentes caídas de la bolsa-. A ambos laterales del Palacio nos encontramos con dos magníficos ejemplos de Art Nouveau: son los restaurantes FALSTAFF y LE CIRIO. A la espalda de la Bolsa, se encuentra la IGLESIA DE SAN NICOLÁS, del siglo XIV, dedicada al patrón de los comerciantes, es una de las más antiguas de la ciudad. Por primera vez he podido contemplar una iglesia cuyo altar no está paralelo a la nave. Nada más pasar al interior, lo primero que llama la atención del visitante es que el altar mayor está girado a la izquierda y por tanto no se puede contemplar en su totalidad. La explicación es fácil, la inestabilidad del terreno obligó a este movimiento. En su interior, con decoración barroca, se pueden destacar los medallones de la sillería del coro que representan escenas de la vida del santo. La iglesia tiene una pequeña pintura de Rubens de la 'Virgen con el Niño', el Icono de Vladimir, pintado por un artista de Constantinopla en 1131, y la Urna con las reliquias de diecinueve franciscanos asesinados en el siglo XVI durante la revolución protestante, elaborada en cobre bañado en oro. También me llamó la atención una escultura de San Nicolás a tamaño natural toda ella coloreada de verde, a no ser que el material con el que se esculpió fuera verde.  Otro detalle de esta iglesia es que solo es visible la fachada; el resto del edificio está oculto tras una serie de tiendas que están adosadas a las paredes del templo. A la salida, podemos ver la pequeña FUENTE DE LA PARABOLE DES AUVEGLES, que no es más que una representación de la “Parábola de los ciegos” basada en el cuadro de Pieter Bruegel. Desde aquí volví de nuevo al Boulevard Anspach para girar en la rue Plattesteen y adentrarme en un callejón estrecho llamado rue de Chaufferette, en cuyas paredes abundan o murales de temática gay. Salí a la rue du Marché au Charbon, donde me topé de bruces con otra serie de murales pintados; entre ellos,   el MURAL LE PASSAGE, de François Schuiten, el MURAL BROUSSAILLE, de Frank Pé; y el MURAL VICTOR SACKVILLE, de Carin. Muy cerca de este último se encuentra la IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA DEL BUEN SOCORRO. Esta es otra de las iglesias del camino de Santiago a su paso por Bruselas por lo que en su fachada pueden apreciarse algunos símbolos como alguna concha de vieira o un bastón de peregrino tallados. Al entrar en el templo, lo primero que se ve al fondo es un altar presidido por una pequeña figura de la Virgen. Y sin más me presenté en la GRAND PLACE, llamada también Grote Markt en flamenco. La Grand Place es la plaza central de Bruselas. La plaza, famosa por su riqueza estética e histórica, está rodeado por el Ayuntamiento, de finales del siglo XIV, la Maison du Roi, del siglo XVI, y muchas casas gremiales. Es considerada una de las plazas más bellas del mundo y desde 1998 está incluida en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco. A lo largo de su superficie se alinean edificios erigidos en distintas épocas, pero todos responden al modelo renacentista, donde los elementos italianizantes han sido interpretados libremente por el espíritu flamenco y traducidos con fantasía y abundancia de adornos, componiendo un cuadro de extraña elegancia. Esta plaza ha sido el escenario de muchos hechos capitales de la historia belga. En una de las esquinas de la calle Charles Buls que desemboca en la Grande Place hay ubicada una pequeña estatua de bronce que recuerda a EVERARD ‘T SERCLAES, héroe belga que recuperó el poder de Bruselas -y los derechos de sus ciudadanos- en una exitosa campaña militar que enfrentó a las tropas flamencas. Para muchos, la imagen de Serclaes es símbolo de valentía e independencia, pero también, según una leyenda popular, funciona como un amuleto: si se le toca un brazo trae suerte, si se pasa la mano desde la cabeza a los pies ayuda a contraer matrimonio, y de los pies a la cabeza, por el contrario, ayuda a separarse de la actual pareja. Frente al edificio del Ayuntamiento se encuentra la MAISON DU ROI, bonito palacio que, a pesar de su nombre, no fue nunca residencia real. Se construyó como 'Brodhuis', mercado del pan. Tiene elegantes formas del gótico tardío brabantino, con una doble galería. En la actualidad alberga el MUSÉE COMMUNAL, donde se exponen los pequeños trajes que forman parte del guardarropa del Manneken Pis. Enfrente de esta, está el HÔTEL DE VILLE (STADHUIS). No he visto en mi vida un Ayuntamiento más bonito que este. La fina y alargada aguja de su torre se muestra inabarcable al objetivo de la cámara con sus noventa y seis metros de altura. Es el monumento antiguo más conocido de Bélgica y uno de los más importantes de la arquitectura gótica civil. Su construcción fue iniciada hacia 1402 por Jacques van Thienen, que realizó el ala izquierda. La parte derecha es obra de un arquitecto desconocido (1444). El inmueble revela un buen número de anomalías que a su vez le dan fama y originalidad. El ejemplo más claro es el de la torre del ayuntamiento que no está centrada en el eje del edificio. La puerta de acceso, que está presidida por una escultura del Arcángel San Rafael, da a un patio de grandes dimensiones en cuyos laterales figuran dos fuentes muy decoradas.  Según cuenta una leyenda poco fiable, el arquitecto de la torre se suicidó tras ver que el edificio no estaba centrado. ¡Dura profesión la de arquitecto, que provoca multitud de suicidios en todas las partes del mundo debido a sus errores! En una de sus esquinas, luce orgulloso su número uno el CAFÉ LE ROI D’ESPAGNE. El nombre viene del rey español cuyo busto podéis contemplar en la fachada del edificio, Carlos II, soberano además de Flandes cuando se levantó este edificio a finales del siglo XVII. Saliendo de la plaza por la rue de l’Etuve, se puede admirar el MURAL DE TINTÍN Y MILÚ, de Hergé. Y veinte metros más adelante, el más famoso de los “meones” de Bruselas, el MANNEKEN PIS, réplica del original que se encuentra en el Museum Communal de la Maison du Roi. Se encuentra situado en una esquina sobre un podio rematado por una concha venera. Es una pequeña estatuilla de bronce, que no medirá más de cincuenta centímetros, realizada en el siglo XVII y que en la actualidad es la imagen que define a la perfección la ciudad de Bruselas. Ha sufrido varios robos a lo largo de la historia por lo que desde 1965, la figura que vemos es una copia. Se cuentan multitud de leyendas sobre esta figura. Se dice que el modelo para esculpirla fue un muchacho que orinó sobre una antorcha con la que las fuerzas enemigas pretendían incendiar la ciudad. Otra historia habla de que un ciudadano perdió a su único hijo durante unas fiestas y no lo encontró hasta cinco días más tarde, orinando y feliz, mandó hacer una estatua en ese lugar. La que parece más verosímil es la que cuenta que el gremio de los curtidores pagaba a los niños un precio simbólico a cambio de que orinasen encima de las pieles. En el museo donde se custodia se guardan más de novecientas piezas con las que puede ser vestido: de futbolista, de Elvis, de torero, de vampiro…, que se le van colocando, dependiendo de la festividad que se celebre. Eran casi las doce y media cuando me senté en la terraza de un bar que había casi enfrente del Manneken Pis, con un nombre impronunciable: BRASSERIE POECHENELLEKELDER (la traducción al castellano sería algo así como  ‘Sótano de marionetas’. La verdad es que es difícil describir este ecléctico bar. Su estrecha fachada nos podía hacer pensar que era pequeño, pero nada más lejos de la realidad. En su interior, haciendo honor a su nombre, existen multitud de marionetas colgadas en la paredes y techo. Además, nos ofrece una amplia variedad de reproducciones de su famoso vecino meón. Cuenta con una carta de más de noventa cervezas, la mayor parte de ellas a precios asequibles “belgas”. El rato que yo estuve descansando, procesando todo lo que había visto esa mañana y, como no, refrescándome, fue suficiente para tomarme dos pintas de cerveza, una St. Feuillien y otra Duvel, por el módico precio de 10 euros. Eso sí, las dos pintas vinieron acompañadas de un cuenco pequeño de galletas saladas variadas. Finalizada la parada, enfilé la rue du Chêne, cuya pendiente fue haciéndose más pronunciada poco a poco. Muy cerca contemplé el MURAL OLIVIER RAMEAU, de Dany. Unos metros más arriba, otro enorme mural con temática del Manneken Pis, ya que la tienda que se encuentra en esa esquina está dedicada en exclusiva a vender ropa para esta pequeña estatua. Y así llegamos a la rue de Villers, de pendiente más elevada que la anterior, donde se encuentra parte del recinto amurallado de la ciudad, así como la TOUR DE VILLERS, del siglo XII. Iniciando el camino de regreso al apartamento, me detuve a contemplar el MURAL LE JEUNE ALBERT, de Chaland. Y muy cerca de allí, la Place de la Vieille Halle aux Blés, donde se encuentra la Fundación ÉDITIONS JACQUES BREL, consagrada a conservar el legado de este famoso cantante belga. En la misma plaza hay una escultura a tamaño natural donde se nos muestra al cantautor en actitud de estar actuando con los brazos extendidos. Alrededor de las una de la tarde llegué de nuevo a la Grand Place, donde me detuve nuevamente a contemplar la belleza de los edificios que se encuentran en ella. Tras pasar de nuevo por la iglesia de San Nicolás y el Boulevard Anspach, me detuve un momento en el supermercado DELHAIZE, para comprar algunas cosas que me había encargado Concha. Aquí me enteré que si compras la cerveza en botellas de cristal, el supermercado te cobra un suplemento de diez céntimos por cada una, que luego te devuelven llevas el casco a una máquina que hay en el súper; si la compras en latas, pagas el precio de la lata, sin suplemento alguno.  Llegué al apartamento y Concha seguía en cama, algo mejor pero no bien del todo. Preparamos una sopa de fideo y algo de carne a la plancha, junto con unas cervezas y agua.

Tras descansar un rato y dormir una breve siesta, Concha me comentó que prefería quedarse en el apartamento y terminar de curarse aquello que fuera lo que tuviese. Lo achacábamos al dichoso gofre de fresas naturales, pero vaya usted a saber. Es verdad que tenía menos vómitos y el dolor de estómago y de cuerpo era menor. Así que de nuevo me vi en la calle a eso de las cinco y media para completar el paseo que tenía previsto, siempre y cuando no me llamara y tuviera que volver más rápido. Tomé la rue du Fossé aux Loups hasta llegar a la Place de la Monnaie donde se emplaza el TEATRO REAL DE LA MONEDA, que es la sala de ópera donde tiene su sede la compañía lírica y de ballet de la ciudad. Es un de los teatros de ópera más grandes de Europa. Continué caminando por la rue de l’Ecuyer hasta llegar a las GALERÍAS REALES SAINT-HUBERT, construidas en 1846 por encargo del rey para proteger a los habitantes de Bruselas de la lluvia durante sus compras. Son un símbolo de Bélgica, fueron las primeras galerías comerciales de Europa. Las galerías de Bruselas están formadas por tres alas bautizadas Galería del Rey, de la Reina y de los Príncipes. Dentro de las galerías no encontrarás marcas comerciales, sino tiendas especializadas y de lujo: chocolaterías, joyerías, una guantería, tiendas de encajes, librerías… Casi enfrente, estaba el conocido BAR “À LA MORT SUBITE”, al que acudían a comienzos del siglo XX muchos de los empleados del Banco Nacional de Bélgica. Éstos eran muy aficionados a un juego de dados llamado 421, que terminaba siempre en una ronda eliminatoria de desempate conocida como “muerte súbita” (mort subite), en la que el primer contrincante que logra vencer gana el juego, de ahí el nombre del local. En el local, que aún conserva la decoración original de 1928, se siguen sirviendo cervezas artesanales elaboradas en el mismo establecimiento con sabores afrutados a frambuesa o melocotón. Desde aquí fui acercándome poco a poco hasta la estación de Bruselas Central, de la que se encontraba muy cerca la CHAPELLE DE LA MADELEINE, una pequeña iglesia gótica del siglo XV, que se ubicaba en el lugar que ahora ocupa la Gare Centrale pero, a principios de la década de 1950, se trasladó, piedra a piedra, algo al lugar donde ahora se encuentra para permitir la construcción de la estación art decó y el aparcamiento. A la izquierda de esta capilla se encuentra la ESTACIÓN CENTRAL, que es, como su nombre indica, la más céntrica de las cuatro estaciones principales con las que cuenta la capital belga. Las taquillas están en la misma entrada a la izquierda, mientras que a la derecha del hall de entrada están las escaleras que bajan a las diferentes plataformas. Muy cerca de esta estación se encuentra la PLACE D’ESPAGNE, donde podemos observar las figuras de
Don Quijote y Sancho Panza, réplica del conjunto escultórico de Don Quijote y Sancho Panza erigido en la plaza de España de Madrid. En la parte baja de esta descuidada plaza, al menos las veces que nosotros hemos pasado varias veces por ella, se encuentra una ESCULTURA DE BÉLA BARTOK, homenaje a este compositor de origen húngaro asiduo visitante de la ciudad. Continuando por el Boulevard de l’Imperatrice se llega a uno de los grandes monumentos de la ciudad, la CATHÈDRALE ST-MICHEL  ET STE-GUDULE, que es la iglesia nacional de Bélgica. Resulta el mejor ejemplo que se conserva de arquitectura gótica de Brabante. La catedral está construida en piedra caliza arenosa traída de las canteras locales. El interior, dividido en tres naves por pilares redondos de estilo normando y fasciculados, es muy sobrio a causa de los continuos saqueos que ha sufrido a lo largo de los siglos. No tiene rosetón pero sí un gran ventanal decorado con una vidriera que representa el 'Juicio Final'. Hay también un llamativo púlpito en estilo barroco, “Expulsión de Adán y Eva del Paraíso”. ¡Ay, los púlpitos belgas… son incomparables! Esta fue la catedral donde se coronó Carlos V de Alemania y I de España o tuvieron lugar las bodas de los reyes de Bélgica, incluida la de la monarca española Fabiola y Balduino. Una vez visitada la catedral, subí la cuesta de la rue Treurenberg hasta dar con el MURAL EL ESCORPIÓN, de Marini y Desberg, para continuar por el Boulevard Berlaimon par visualizar la ESCULTURA DE GASTÓN LAGAFFE, de Franquin. Desde esta rotonda, bajé las escaleras hasta llegar a la rue des Sables, donde se encuentra el CENTRO BELGA DEL CÓMIC, instalado en unos antiguos almacenes en estilo art nouveau construidos por Víctor Horta a comienzo del siglo XX. En el vestíbulo se encuentra el famoso cohete de Tintín. Al final de la calle, girando a la izquierda por la rue de Marais, podemos admirar la impresionante fachada del edificio del BNP PARIBAS FORTIS. Continuando esta misma calle llegamos al RADISSON BLU ROYAL HOTEL, con una preciosa fachada moderna de estilo art déco y un impresionante patio interior, con una cúpula de cristal y un río. Asimismo, se ha integrado la existencia de un muro original del siglo XII. De nuevo en la rue l’Ecuyer, me dirigí hasta la calle Rue de la Fourché para visitar el DELIRIUM CAFÉ, considerada la mejor cervecería del mundo. A dos pasos de la Grand Place, escondido en un estrecho callejón, se encuentra escondido este paraíso para los cerveceros. También es conocido como el “bar del elefante rosa”. Cuenta en su carta con más de tres mil tipos de cerveza de todas partes del mundo. Dispone de una decoración que utiliza souvenirs, antiguos carteles publicitarios, bandejas, vasos y cientos de elementos más todos ellos relacionados con la cerveza. Para hacer honor a esta visita, sentado en su barra, pedí una pinta de Trappistes Rochefort, dura de tragar pero exquisita, al precio de 4,50 euros. Finalizada la cerveza, en el mismo callejón que se encuentra esta cervecería se encuentra la tercera meona de la ciudad, la JEANNEKE PIS, versión femenina del Manneken Pis. La historia de esta niña meona es menos fantástica y más comercial que la de aquel. Fue el encargo de un hostelero para promocionar su local, que se encontraba al final del Impasse de la Fidelité, un callejón sin salida y pensó que colocando esta pequeña meona sería una manera de atraer clientes. A diferencia del niño meón la Jeanneke Pis no la visten. De vuelta al apartamento, me crucé con el MURAL GASTÓN LAGAFFE, de Franquin. Eran ya casi las siete y media cuando entraba por la puerta. Concha estaba levantada viendo la televisión, con mejor cuerpo y mejor cara. Parece ser que, al día siguiente, podría acompañarme sin problema.

Como ya hemos comentado anteriormente, esos dos primeros días habíamos permanecido en Bruselas, pero a partir del día siguiente, íbamos a alternar la visita a otras ciudades con pasar las tardes paseando por distintas zonas de la capital belga. Y así lo hicimos. A la vuelta de nuestra visita a Malinas, tras salir de la estación Bruselas Central, nos dirigimos a visitar la catedral de San Miguel y Santa Gudula, cuya descripción ya hemos plasmado anteriormente. También fuimos a ver las Galerías Reales Saint Hubert,  donde compramos algunas tabletas de chocolate para probarlo. Desde allí nos fuimos a visitar el Manneken Pis de nuevo, en esos momentos atestado de turistas, como nosotros. Desde aquí fuimos directos a la Grand Place y nos detuvimos en todos y cada uno de los edificios que la conforman: Le Roi d’Espagne y su popular café; la Maison du Roi y su museo del Manneken Pis; L’Etoile, donde se encuentra el monumento a Everard; El Cisne, donde Marx y Engels fundaron el partido obrero belga; el palacio de los Duques de Bravante, cuya fachada ocupa todo un lateral de la plaza; Le Pingeon, donde estuvo residiendo Víctor Hugo durante su exilio francés; y otras muchas más. Para terminar la noche, nos metimos en uno de los callejones de la plaza, la rue des Harengs, para terminar en el BAR LE CERCUEIL, un local que está decorado como un cementerio, con ataúdes que hacen las veces de mesas, calaveras, coronas de flores, ... En esos momentos había poca gente y la música era bastante agradable. Pedimos un par de pintas, una Leffe negra y una Kastell de tonos rojizos, al módico precio de nueve euros. Ya nos íbamos acostumbrando. Y aquí se nos presentó un pequeño problema: todo el día haciendo fotos dio como resultado que las baterías de nuestros dos teléfonos quedaron agotadas y nuestros móviles apagados. Al pronto no nos dimos cuenta, pero, a medida que nos acercábamos al apartamento, caímos en la cuenta de que los códigos de acceso al piso los llevábamos anotados en el teléfono y este estaba apagado. Tampoco podíamos llamar a Anthony para que nos los facilitara. Menos mal que preguntamos en el bar que había al lado del apartamento, Marcelle – Débit de Boissons” y la camarera tenía un cable cargador para el iPhone. Yo pedí una cerveza, por aquello de agradecerle su amabilidad, y en el momento en que el teléfono tuvo una mínima carga y se encendió, anotamos los dos códigos y nos subimos para el apartamento. Tras una buena ducha y vestidos con ropa cómoda, nos dispusimos a tomarnos unas cervezas frescas que teníamos en el frigorífico y a cenar tranquilamente. Pasaban algo más de diez minutos de las ocho de la tarde. Nos acostamos pronto porque mañana tocaba madrugar para nuestra visita a Brujas. En los días siguientes viajamos a Gante y Lovaina y por las tardes, al regresar de nuevo a Bruselas, continuábamos paseando por aquellos lugares que ya habíamos visto en días anteriores o bien que yo había visitado solo.

Hoy, uno de abril, tocaba recorrer durante todo el día Bruselas, sobre todo, los barrios de Monts des Arts, Place Royal y Marolles. Así que, tras un desayuno completo con café con leche, tostadas, fiambre y fruta, nos dispusimos a salir de nuevo a las calles de la capital belga. El cielo amenazaba lluvia, pronóstico que la app del teléfono confirmaba, al menos durante la mañana. Salimos temprano del apartamento y pocos minutos antes de las nueve de la mañana estabamoms ante la ESTATUA DE KAREL BULS, sita en la plaza Agoraplein, dedicada a este político y alcalde apreciado de la ciudad de Bruselas a finales del siglo XIX. Gracias a la testarudez de este alcalde podemos disfrutar hoy en día de la Grand Place o del Monts des Arts, espacios que el rey belga Leopoldo quiso derribar para llevar a cabo su política de construcciones megalómanas. Y desde esta concurrida plaza, llena de bares y restaurantes y de gente yendo y viniendo, iniciamos la ascensión hacia la BIBLIOTHEQUE ROYALE, más conocida con el nombre de Albertine. Fue creada a mitad del siglo XIX y es la más importante del país debido a la cantidad y calidad de sus depósitos. A su lado se nos presenta esplendorosa la PLACE DE L’ALBERTINE, adornada por la estatua ecuestre del rey Alberto I. Es la entrada al moderno complejo arquitectónico MONT DES ARTS (Kunstberg), especie de colina donde se encuentran algunos de los principales museos de Bruselas. El conjunto fue ordenado entre 1954 y 1965. A la izquierda está el PALAIS DE LA DYNESTIE, sobre arcadas y con un gran reloj de carillón de 24 campanas en el que aparecen figuras históricas. A continuación de este edificio, y pegado a él, está el PALAIS DES CONGRÈS, donde se puede admirar una verdadera antología de artistas belgas contemporáneos. A la derecha se encuentra la escalinata de acceso a la Biblioteca Albertina. Las vistas de la ciudad con la afilada aguja del Ayuntamiento de fondo y el verde alfombrado con flores multicolores de la Place de l’Albertine son maravillosas y muy propicias para plasmarlas en unas excelentes fotos. El deseo de lluvia aún estaba controlado y continuamos nuestro paseo ascendente que nos llevaría hasta la Place Royale. Por el camino, nos detuvimos a contemplar el MUSEO DE LOS INSTRUMENTOS MUSICALES, que ocupa el edificio Old England, joya del art nouveau, con una fachada muy elaborada y realizada enteramente en vidrio y hierro forjado. Está rematada por un mirador abovedado y por una torre lateral. La PLACE ROYALE es un amplio espacio rodeado por todos sus lados por edificios nobles que hoy en día funcionan como museos. Ocupa el lugar donde anteriormente estaba el palacio Coudenberg destruido en el incendio a mediados del siglo XVIII. Por eso, toda la plaza presenta una uniformidad que asombra a los visitantes, recordando en muchos momentos a la Viena imperial. En el centro de la bella plaza simétrica se levanta la estatua de Godofredo de Bouillon, militar que luchó en las primeras cruzadas católicas y murió en Palestina. En una esquina de la plaza está el MUSEO MAGRITTE, que, abierto en 2009, posee una magnífica colección de este maestro del surrealismo. En otra de sus esquinas se encuentra el MUSEO BELVUE, que presenta la historia de Bélgica desde la Revolución de 1830 hasta la creación del Estado Federal actual. Y aquí fue cuando el cielo abrió las compuestas y jarreó un poco de agua. Nos refugiamos en los soportales de la IGLESIA DE SAINT JACQUES SUR COUDENBERG, levantada respetando el estilo neoclásico imperante en la zona. La nave es de medio cañón y el ábside con su media cúpula están salpicados de motivos florales de escayola. Poco a poco la lluvia fue remitiendo, aunque no del todo, lo que nos obligó a continuar con los paraguas abiertos. Desde la plaza nos desplazamos a la derecha para contemplar la fachada majestuosa, nunca mejor dicho, del PALACIO REAL, residencia oficial de la familia real belga, cuya bandera, cuando se iza en el tejado, indica la presencia del rey en su país. Pero los reyes no viven aquí, sino que tienen su residencia real en el palacio de Laeken. La función actual del palacio es principalmente la de albergar eventos, reuniones, ministerios y habitaciones para los jefes de estado invitados. Solamente desde el 21 de julio, día que coincide con la fiesta nacional hasta mediados de septiembre es posible visitar algunas de sus salas. Desde aquí nos dirigimos a la Regentschapsstraat para pasar delante de los MUSEOS REALES DE BELLAS ARTES, que son dos: el Musée d'Art Ancien y el Musée d'Art Moderne. Son los más importantes de Bruselas en la especialidad de bellas artes. Unos metros más abajo de suave pendiente de la calle, se encuentra la fabulosa IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA DE SABLON, un magnífico ejemplo del gótico brabantino de Bélgica. La iglesia está formada por 5 naves separadas por pilares redondos. De las capillas laterales destacan la Capilla de San Maclou, decorada en con el mármol blanco típico del barroco y la Capilla de Torre y Tasso. Tiene unas preciosas y enormes vidrieras que colorean sutilmente el color oscuro de la piedra de paredes y pilares. El púlpito, como la mayor parte de las iglesias belgas, es una preciosidad realizada en madera de caoba. Tras la visita continuamos caminando por la misma calle hasta llegar a la PLAZA POELAERT, magnífico mirador de la ciudad desde el que se pueden ver la aguja del Ayuntamiento de la Grand Place, la basílica del Sacre-Coeur o los destellos que lanza el Atomiun en el horizonte. En uno de los extremos, sobresale la enorme mole del PALACIO DE JUSTICIA, construido a finales del siglo XIX bajo la influencia megalómana del rey Leopoldo II. Es uno de los edificios de piedra más grandes del mundo. Todas las grandes obras de esta época tienen que ver con las ingentes cantidades de riqueza que Bélgica obtenía de su colonia el Congo Belga ya que a través de ellas daba muestra de su fuerza como nación. Este Palacio de Justicia, cuando se terminó, era el edificio más grande jamás construido. Llama la atención la existencia de andamios en casi la totalidad del palacio. No son temporales, sino permanentes debido al enorme peso de todo el edificio y a los terrenos tan pantanosos sobre los que se construyó. A partir de este momento, teníamos dos opciones: bajar muchas escaleras o utilizar el ASCENSOR DES MAROLLES, ubicado en uno de los laterales del mirador. Es totalmente acristalado, exterior y, lo más importante, gratuito. Desde aquí nos dirigimos hacia la rue Haute, y como ya iba siendo hora de hacer un descanso, decidimos parar en el Kombi Bar, un alargado, coqueto y tranquilo bar que nos satisfizo. Nos sentamos en una de las mesas y pedimos una pinta de cerveza marca Domus y un tercio marca Mystic para Concha. Como diríamos en Bailén: ¡A palo seco! La cerveza Domus se fabrica en Lovaina, ciudad que habíamos visitado el día anterior pero que, por unas cosas y otras, no pudimos probar. Lo que son las casualidades de la vida. La Domus me gustó mucho pues tenía un sabor muy agradable al entrar en la boca. De hecho, dada la sed que llevaba, la primera pinta cayó rápido por lo que tuve que pedir una segunda que ya sí calmó mi sed. Poco menos de nueve euros nos costaron las tres cervezas. Salimos del bar y continuamos por la misma calle hasta llegar a la Place de la Chapelle donde se encuentra la IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA CAPILLA, que nos trajo gratos recuerdos a dos gienenses como nosotros. Es una edificación que data del siglo XIII. Tiene tres amplias naves y es muy luminosa. No vamos a repetirnos en la magnificencia y majestuosidad del púlpito de la iglesia. El pintor Pieter Bruegel el Viejo, autor entre otras obras de la conocida como “La Torre de Babel” fue enterrado en esta iglesia. Y en homenaje a este pintor, su escultura se encuentra en un lateral de la iglesia, en la Place de la Chapelle. Es una escultura de bulto redondo donde se representa al maestro ante un lienzo sobre el cual extiende su pincel como si estuviera pintando.

Y con esta visita, dábamos por concluido el itinerario planificado para este día. A partir de ahora, nos dedicaríamos a recorrer aquellos monumentos, plazas o espacios que ya habíamos visto, bien yo solo, bien los dos, pero que nos apetecía volver a visitar. Así que nos dirigimos hacia la rue de Alexiens para contemplar de nuevo la Tour de Villers, uno de los pocos torreones que se conservan de la antigua muralla bruselense. Desde allí nos fuimos al callejón Impasse de la Fidelité para visitar el Delirium Café y la Jeanneke Pis o niña meona. Y desde aquí, cómo no, a la Grand Place, que cada vez que la visitábamos nos gustaba más y más, sobre todo, porque cada vez nos íbamos fijando en pequeños detalles que no habíamos visto en las visitas anteriores. Pero, además, ver los dorados de las fachadas de los edificios refulgir bajo los rayos del sol poniente era todo un espectáculo para la vista. Desde aquí, de nuevo a la rue de l’Etuve para contemplar la multitud de tiendas de dulces y de chocolate a las que ya entrábamos a casi todas a probar de un modo gratuito las variadas golosinas y chocolates que ofrecían a los turistas. Era encantador ver cualquier cosa que se nos pudiera ocurrir transformada en chocolate: un tornillo, una llave inglesa, unos alicates, un coche… ¡cualquier cosa! Desde aquí, cómo no, al Manneken Pis, donde, casualidades de la vida, dimos con una pareja de muchachas españolas que, tras ofrecerse a hacernos una foto delante del niño meón y nosotros preguntarles de qué zona de España era, nos dijeron que eran gallegas de Vigo, a lo que nosotros les respondimos que teníamos un hijo viviendo en Gondomar (Pontevedra), a lo que ellas nos contestaron que eran de Gondomar, resultando ser primas de Ana, la mujer de Víctor. ¡El mundo en un pañuelo! Nos despedimos de ellas y nos dirigimos de nuevo a la Grand Place, ya noche cerrada. Empezaron a caer algunas gotas de agua que nos obligaron de nuevo a abrir los paraguas. Si de día es preciosa, si con los rayos del sol reflejando en sus fachadas es una maravilla, verla toda iluminada en tonos fucsias es algo indescriptible. Era verdadera magia para los sentidos. Con el ánimo a rebosar, nos encaminamos hacia el apartamento, que ya iba siendo hora de volver. Antes, sin embargo, nos detuvimos en el supermercado DelHaize para hacer algunas compras, sobre todo, fiambre, vino y algún refresco para Concha. Llegamos a casa y nos pusimos cómodos, una buena ducha y a hidratar el cuerpo con alguna bebida. Yo me tomé primero una pinta de Leffe, que me supo a gloria, y después abrí la botella de vino que habíamos comprado. Previamente tengo que decir que la oferta de vino del súper era escasa y muy cara, ya que, por ejemplo, una botella de vino tinto de Valdepeñas costaba ocho euros; el Rioja y el Ribera no digo los precios que marcaban por vergüenza. Así que me decidí por un vino búlgaro, de la región de Tracia, de nombre Black Mountain, un cabernet sauvignon de 2016, que no tenía mal sabor y un precio más asequible de cinco euros. Concha se decantó esta noche por una lata de cerveza afrutada, de baja graduación, llamada Liefmans. Y así, tras ver un rato la televisión, ordenar las ideas del día transcurrido, dejamos todo preparado para visitar Amberes al día siguiente.

El día tres de octubre era el último día que íbamos a pasar en Bruselas y definitivamente en Bélgica. Esa mañana la habíamos planificado para visitar el Barrio Europeo. Nos levantamos temprano y desayunamos como cada día. Recogimos todo el apartamento y preparamos las maletas. Era nuestro último día. Después de revisarlo todo a conciencia para dejar nada olvidado cerramos la puerta y nos dirigimos, maleta en mano, a la estación de Bruselas Central. Fuimos directamente a la consigna, que habíamos buscado con tranquilidad el día anterior a nuestra vuelta de Amberes, elegimos una taquilla de las grandes, después de haber probado si entraban todas las maletas en una mediana, abonamos los 5,50 euros que costaba y a las diez y cuarto estábamos listos para iniciar nuestra ruta. Nos metimos en la estación de metro que había en la misma estación de tren y tomando la Línea 1 recorrimos rápidamente las cuatro estaciones que nos separaban hasta llegar a la de Shuman. Allí nos bajamos y salimos a la calle. Lo primero que se nos vino a la vista fue el imponente EDIFICIO BERLAYMONT, donde se encuentra la sede principal de la Comisión Europea. El lugar donde se desarrollan los grandes proyectos del viejo continente. El edificio diseñado por Lucien de Vestel consiste en una cruz de 17 pisos de altura. La torre tiene forma de estrella con cuatro alas. El edificio recibe este nombre porque se construyó donde estaba el convento de las Dames du Berlaymont. En una plaza anexa se encuentra el MONUMENTO AL AÑO EUROPEO DEL MEDIO AMBIENTE. Viendo todo lo que hay construido en esta zona y la suntuosidad con la que se ha hecho expresamente para uso y disfrute de los parlamentarios europeos, no es de extrañar que no haya suficiente dinero para mantener estas gigantescas estructuras en las que trabajan miles de funcionarios y políticos. Comenzamos nuestro paseo por este barrio dirigiéndonos por la rue Froissart y la Place Jean Rey hasta llegar a la CASA DE LA HISTORIA EUROPEA, donde se nos muestra la historia de este continente desde diversas perspectivas a través de exposiciones, eventos y múltiples actividades encaminadas a lograr este objetivo. Desde allí nos dirigimos al COMITÉ EUROPEO DE LAS REGIONES, un enorme edificio de acero y cristal. Desde aquí, después de andar un buen rato, nos presentamos en la ESTACIÓN EUROPA, ubicada en el edificio original de la Estación de Tren Bruselas-Luxemburgo. Ante este edificio se abre una enorme explanada conectada en altura por dos largos brazos con el edificio de enfrente. Esta gran plaza recibe el nombre de Solidarnosc 1980, en recuerdo del movimiento obrero iniciado en Polonia bajo el liderazgo de Lech Walesa, dirigente de este sindicato. Momentos después entramos en las oficinas de la Estación Europa para verlas y una azafata muy amable se nos presentó y preguntó de dónde éramos; al decir que españoles, se fue y vino con otra azafata que hablaba español. Allí estuvimos un rato charlando, explicándonos ella el funcionamiento de toda la infraestructura europea que hay allí creada, y al final nos hizo una foto, recordándonos que el mayo de este año eran las elecciones europeas. Nos entregó una copia de la foto y nos envió por correo electrónico la misma copia digitalizada. Nos despedimos de ella y nos dirigimos hacia el PARLAMENTARIUM, donde se encuentra el Hemiciclo al que acuden los parlamentarios de los distintos países. Puede ser visitado gratuitamente previa solicitud. Pues si el Comité Europeo para la Regiones era una enorme mole de acero y cristal, el Parlamentarium, también elaborado en acero y cristal, creo que tranquilamente duplica la extensión y medidas de aquel. Conviene explicar que el Parlamento Europeo cuenta con dos sedes: una en Estrasburgo,  donde se celebran doce sesiones plenarias de cuatro días al año, y es la sede oficial del Parlamento; y el complejo de edificios de Bruselas. Este es el mayor de los dos y sirve para las reuniones de los comités, los grupos políticos y las sesiones plenarias complementarias. Justo delante de la entrada al edificio hay una escultura denominada “Europa” donde se representa a una mujer con el brazo derecho en alto sosteniendo el símbolo del euro. Desde aquí nos alejamos por la rue Wiertz hasta un pequeño y tranquilo jardín en el que se había ubicado un trozo del derruido Muro de Berlín y donde había también innumerables esculturas de avestruz todas ellas con la cabeza metida en la tierra, aunque alguna tenía el cuello levantado. El final se iba acercando y nuestro recorrido también. Así que sin más dilación nos acercamos al PARQUE DEL CINCUENTENARIO, donde una serie de jardines y edificios fueron construidos a finales del siglo XIX para albergar la Exposición Mundial, encargado por el rey Leopoldo II para celebrar los 50 años de la independencia belga. Al fondo del parque se alza el palacio compuesto por dos alas semicirculares unidas por un arco de triunfo de tres ojos, donde se ubican varios museos relacionados con la historia belga. Y así, como curiosidad final camino de la estación de metro Shuman, nos dimos de bruces con la “embajada de Cataluña”, que se encontraba cerrada en ese momento. Una vez llegados a la estación del metro, nos subimos a él y nos dirigimos nuevamente a Bruselas Central, desde donde nos dirigimos a la Charles Bulsplein, no sin antes haber comprobado que nuestras maletas seguían intactas en su taquilla. No teníamos mucha gana de comer, así que nos sentamos en un pequeño bar llamado “De Pistolei” donde pedimos una ración de patatas fritas, un bocadillo bastante grande, con el que tuvimos de sobra para los dos y un par de latas de cerveza por un total de diez euros. Eran algo más de las tres de la tarde y decidimos irnos al aeropuerto y hacer la espera allí. Cogimos nuestras maletas de la taquilla y nos montamos en el tren que nos llevaría a la terminal de Zaventem que era desde donde volábamos a Madrid. El precio de los dos billetes fue de 17,60 euros. El billete es tan caro porque tiene un recargo para el mantenimiento del aeropuerto. El viaje fue rápido y el compartimento del metro no iba muy lleno de gente. Veinte minutos después nos bajábamos en la estación del aeropuerto. Como ya dijimos en otra entrada del blog, aquí es obligatorio llevar el billete de tren y tener cuidado de no perderlo, pues es necesario pasar su código de barras para que las puertas de acceso a la terminal se te abran. Si no lo llevas o lo has perdido, te ves obligado a comprar otro. Una vez que bajamos del tren y pasamos las puertas de seguridad, subimos a la planta correspondiente a las taquillas de nuestro vuelo con Ryanair. Eran algo más de las cinco y cuarto de la tarde y nuestro avión salía, si no había demora, a las 20:10 de la noche. En el vestíbulo principal de acceso a la terminal había una réplica del cohete en el que monta Tintin en su aventura “Un viaje a la Luna”. Pasamos pronto el control de seguridad y buscamos en las pantallas información de la puerta de embarque de nuestro vuelo. Una vez localizada, nos dedicamos a deambular por las distintas zonas del aeropuerto. Como no teníamos nada que hacer, nos detuvimos en unas de las plazas donde se encuentran las cafeterías y bares y nos pedimos dos pintas de cerveza, Leffe y Stella Artois, que nos sentaron maravillosamente. También pedimos unas patatas fritas para picar algo. Yo repetí otra pinta por seguir haciendo tiempo. Las copas en las que nos la sirvieron eran preciosas. El precio por las tres pintas y las patatas: veinte euros. ¡Para que luego digan que los aeropuertos son baratos! Como recuerdo me traje unos posavasos de Jupiler que había en la barra del bar. Llegada nuestra hora, puntualmente el avión despegó llegando a Madrid poco antes de las once de la noche, estando ya Carlos esperándonos para recogernos y llevarnos a su casa a dormir esa noche.

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