Los primeros que nos vieron llegar al hotel fueron dos osos enormes situados cada uno a un lado de la puerta de acceso, uno dorado y otro plateado, ambos con los brazos en alto sosteniendo un cartel en el que figuraba el nombre del hotel. Su presencia se convirtió en algo habitual en nuestras entradas y salidas por lo que terminamos saludándolos cada vez que nos topábamos con ellos. Tal vez convenga decir que el oso es el animal representativo de la ciudad por lo que su presencia es recurrente en muchos edificios berlineses. Y lo más curioso es que no hay osos en Alemania. Ya en la calle volvimos a coger el metro en la estación de Spittelmarkt de la línea U2; hicimos trasbordo en la estación de Stadmitte de la línea U6; y desde allí nos dirigimos hasta la estación de Hallesches Tor de la línea U1 donde volvimos a hacer trasbordo y nos bajamos en Schlesisches Tor, en las cercanías del PUENTE OBERBAUN, cuyos orígenes se remontan a comienzos del siglo XVIII, simbolizando en la actualidad la convergencia del Berlín Oriental y Occidental. Su nombre se debe a la antigua práctica de bloquear el río con un gran tronco de árbol a modo de barrera para evitar el contrabando. De ahí el nombre de Oberbaum (“árbol río arriba”). Cruzamos el puente y nos detuvimos un momento en uno de sus arcos para contemplar la escultura denominada MOLECULE MAN, situada en medio del río Spree. Son tres figuras humanas de pie de dimensiones colosales, que parecen caminar sobre el agua. Es una obra realizada en aluminio y toda su superficie esta cubierta por cientos de agujeros, que representan la liviandad de las moléculas de aire y agua que conforman a los seres humanos. Estas tres figuras parecen fundirse en un abrazo, y este vínculo simboliza la unión de Berlín Occidental y Oriental.
Salimos del puente y giramos a la izquierda por la calle Muhlenstraße para acercarnos a la muy interesante EAST SIDE GALLERY, una serie de murales y pinturas de numerosos artistas al aire libre sobre los restos del trozo más largo que se conserva del muro, de 1.316 metros de largo, que corre paralela a la orilla del río. Es la mayor galería de arte al aire libre del mundo. Nada más caer el muro, ciento dieciocho artistas de más de veinte países diferentes decoraron el antiguo lado oriental con murales relacionados con los cambios políticos sucedidos entre los años 1989 y 1990, rindiendo homenaje a la libertad y a la esperanza por un mundo mejor que se produjo al terminar la Guerra Fría. Entre los murales más conocidos y fotografiados se encuentran las cabezas redondas y coloridas al estilo de los dibujos animados del artista Thierry Noir; el Beso entre el líder ruso Brezhnev y alemán Honecker de Dmitri –esta costumbre de besarse entre los dirigentes comunistas se había convertido en un ritual diplomático oficial y tenía por objeto demostrar la especial solidaridad entre los Estados socialistas; el Saltador de Muro por Gabriel Heimler, en el que un hombre salta sobre el Muro de Berlín para dejar Berlín Este y llegar a Berlín Oeste, huyendo de la dictadura para unirse al mundo libre; el Test the Best de Birgit Kinder, en el que un coche Trabant, el más popular de la RDA, penetra en el Muro de Berlín y nos recuerda a los muchos alemanes orientales que intentaron huir a Occidente. No obstante, esta galería abierta nos decepcionó un poco debido a su mala conservación. Al ser al aire libre, ha sufrido numerosos ataques vandálicos a lo largo de sus más de treinta años de existencia. Muchos de los murales, a pesar de haber sido restaurados en 2009 y estar protegidos por unas vallas metálicas que dificultaban sobremanera la toma de fotos, tenían pintadas encima o, incluso, otros dibujos que tapaban el original. Sin embargo, lo interesante de todas estas pinturas es la lección de historia que nos transmiten y que no debería de olvidarse nunca. A nuestra derecha, cuando más o menos llevábamos la mitad del recorrido previsto nos encontramos con el impresionante PABELLÓN MERCEDES BENZ, un espectacular centro de convenciones, conciertos y eventos deportivos. Otro hecho que nos llamó poderosamente la atención fue la presencia casi opresiva de una serie de tuberías azules que se extendían a lo largo de la calle a la vez que se expandían hacia las bocacalles colindantes. Al principio no entendíamos qué sentido podía tener no enterrar las tuberías y mostrarlas al aire libre. Después nos enteramos de que son necesarias por la ubicación concreta de la ciudad. Berlín está construida sobre una ciénaga. A veces, el nivel freático es bastante alto, y llega a estar en algunos puntos de la ciudad a ras de suelo. Esto supone que cuando se construye un nuevo edificio en el centro, los cimientos llegan hasta el nivel del agua, y la obra puede llegar a sufrir inundaciones. Por eso, durante el proceso constructivo, el agua tiene que drenarse constantemente, cosa que se hace gracias a las tuberías azules. También leímos que pueden ser de color rosa o incluso rojo. Completado el recorrido por los murales del muro nos dirigimos hacia la estación de Berlín Ostbahnhof correspondiente a la línea S de cercanías y nos dirigimos nuevamente a Alexanderplatz. Una vez en la plaza, salimos al exterior para iniciar el recorrido previsto por los alrededores de la misma.ALEXANDERPLATZ ha estado considerada el centro de Berlín desde la Edad Media. Aunque a finales de la guerra la zona estuvo completamente desolada por los bombardeos, durante las casi tres décadas en las que Berlín estuvo dividida, la plaza fue el centro del Berlín Oriental. En los años 60, como parte de su plan para reformar su sector de la ciudad, la República Democrática Alemana la amplió y la hizo peatonal. Para demostrar el poder de su gobierno, en 1969 levantaron la TORRE DE TELEVISIÓN (Fernsehturm) que aún hoy sigue siendo uno de los edificios más altos de Europa con sus doscientos tres metros. Es visitable aunque nosotros declinamos tal opción. La plaza era un enjambre de gente yendo y viniendo por todos lados y en todas direcciones. Todo el espacio estaba ocupado por numerosos puestos de bebida y comida celebrando el famoso OKTOBERFEST, que además coincidía con el Día Nacional alemán. Como ya era una hora avanzada –casi las una y media de la tarde– decidimos acercarnos a un puesto de cerveza y pedir dos jarras de medio litro de Lowenbrau por las que pagamos diez euros, que acompañamos con unas salchichas de otro puesto de comida que nos costaron seis euros. En el puesto de la cerveza nos dieron una ficha como depósito de las dos jarras por las que nos abonarían dos euros cuando las devolviéramos. Nos sentamos en unos asientos libres, que había en una mesas y bancos corridos y allí dimos ajustada cuenta de la bebida y comida. Repuestas las fuerzas, nos acercamos a contemplar la FUENTE DE LA AMISTAD DE LOS PUEBLOS, levantada en 1970 para celebrar el veintiún aniversario de la RDA. Sus grandes dimensiones impresionan incluso ahora. La obra supone un juego de aguas en la que el agua fluye desde el punto más alto y va bajando por diecisiete conchas colocada cada una sobre una columnas, formando una espiral. En otro extremo de la plaza se encuentra URANIA o Reloj Mundial, uno de los más famosos del mundo, nos ofrece la hora en diferentes lugares alrededor del planeta Tierra. En la parte superior del reloj hay un modelo del sistema solar. Además, en la plaza se encuentra también la GALERÍA KAUFHOF, un centro comercial ubicado en un edificio construido bajo los parámetros de la arquitectura soviética, y el HOTEL PARK INN, perteneciente en la actualidad a la cadena Radisson, que es el edificio más alto del centro de la ciudad. Abandonamos este bullicioso espacio y nos dirigimos al amplio espacio ajardinado donde se encontraba la Torre de la Televisión que, curiosamente, la gente sigue conociendo con el mismo nombre de Alexanderplatz. No obstante, hicimos un alto más para sentarnos en un bar de comida rápida llamado DÖNER & CURRY situado en un bajo del puente elevado por el que circulan los trenes de cercanías que salen de la cercana estación. Nos sentamos en la terraza y pedimos una pinta de cerveza Berliner Kindl y una Coca-Cola con dos salchichas más acompañadas de salsa de tomate y curry y patatas fritas, ya que las que nos habíamos comido del puesto de la Oktoberfest nos habían parecido deliciosas. Estas también nos supieron a gloria. Además, mientras esperábamos a que nos sirvieran las salchichas, pudimos ver la variada oferta de comida asiática que tenía el local y los excelentes precios que marcaba. Eso nos animó a volver para cenar. Pagamos diez euros por todo y nos encaminamos a visitar la plaza donde se ubica la Fernsehturm. Aquí destacan tres elementos sobre el resto: la ST. MARIENKIRCHE o iglesia de Santa María, construida en 1250, que constituye uno de los edificios medievales más importantes de la ciudad, aunque hoy luce con prendas neogóticas fruto de la restauración que sufrió a finales del siglo XIX. Esta iglesia evangélica es actualmente la residencia del obispo evangélico de la región de Berlín-Brandemburgo. Casi enfrente, ubicado en el centro de esta plaza, se puede contemplar la FUENTE DE NEPTUNO, de finales del siglo XIX. Es un himno a la vida por la multitud de animales marinos que aparecen –cangrejos, peces, cocodrilos…– y niños. Cuatro personajes femeninos representan los ríos más importantes del país: el Rin con una red de pescadores y uvas, el Weichsel con troncos de madera, el Oder con una cabra y una piel, y el Elba con picos y frutos. La presencia de Neptuno se eleva en el centro de la fuente sobre el resto de los personajes. Y, por último, el ROTES RATHAUS, también llamado Ayuntamiento Rojo por el color de los ladrillos utilizados en su fachada. Fue construido a mediados del siglo XIX en estilo neo renacentista. Una esbelta torre de setenta y cuatro metros de alto corona el conjunto de ladrillo. Durante la Segunda Guerra Mundial, el edificio del ayuntamiento sufrió serios daños, pero fue reconstruido en los primeros años de posguerra. Tras la división de la ciudad, la administración municipal de Berlín del Este celebraba sus reuniones en este edificio. Sin embargo, desde 1991 el Ayuntamiento Rojo vuelve a ser la sede conjunta del gobierno local.
Seguimos alejándonos de la plaza hasta llegar a un cercano parque público a orillas del río Spree llamado Marx-Engels Fórum, donde destacaba la presencia del MARX-ENGELS DENKMAL, autores del Manifiesto Comunista y considerado los fundadores del comunismo. El monumento nos muestra una escultura de bronce representando a Marx sentado y a Engels de pie. Detrás de las estatuas hay un muro con relieves representando escenas de la historia del movimiento socialista alemán. Tentado estuve de subirme a las rodillas de Marx para hacerme una foto, pero mi controlado civismo y educación evitaron tal circunstancia. Frente a este memorial, del que muchos berlineses habían manifestado su opinión favorable a ser desmantelado por recordar el régimen anterior, cruzando la amplia avenida que teníamos ante nosotros se encontraba al RADISSON BLU HOTEL, a cuyo vestíbulo de entrada accedimos para visitar y disfrutar del enorme acuario situado en el centro del mismo, un enorme prisma de tonos azulados en cuyo interior retozaban tranquilamente un elevado número de peces de muy variados colores y tamaños. Al lado del hotel nos entretuvimos visitando una de las tiendas dedicadas al AMPELMÄNNCHEN, que no es otra cosa que la silueta típica de los semáforos en los pasos de peatones del sector de Berlín de la extinta República Democrática Alemana. Creado en 1961, el hombrecillo del sombrero poseía una apariencia bastante infantil, con una cabeza grande y las piernas cortas pero logró una enorme popularidad que hoy en día aún se mantiene. En el interior de la tienda pudimos ver la figura de este muñeco estampada en camisetas, objetos escolares, balones, calcetines, vasos, cuadernos y semáforos de juguete entre otras cientos de opciones. Nos hicimos unas fotos con unos muñecos de gran tamaño que había en la acera junto a la entrada de la tienda y seguimos caminando por una calle lateral cubierta donde abundaban las terrazas de bares y restaurantes. Llegamos a Heiligegeistkirchplatz. Giramos a la derecha y continuamos por St. WolfgangStraße para volver a girar a la izquierda por Spandauerstraße. Continuamos recto hasta atravesar el puente del mismo nombre de la calle y nos plantamos ante el DEAD CHICKEN ALLEY, ubicado en el número 39 de la Rosenthalerstraße. Era la sorpresa que le tenía preparada a Concha ya que no le había hablado de este sitio en ningún momento. El acceso al mismo consiste en una especie de pasadizo mediante el cual se accede a una suerte de callejón. Nada en el exterior te indica lo que te vas a encontrar una vez que pasas al interior, ya que podrías pasar muchas veces por la calle y no darte cuenta de lo que esconde este portón. Una vez que entras, los grafitis estallan a raudales. También hay algunas curiosas esculturas. Prácticamente no hay un trozo de pared que no esté pintado. ¿Y qué tiene de especial este callejón? Que es un lugar explícito para plasmar la expresión propia. Aquí también se puede tomar una copa pues hay dos bares con precios asequibles, uno justo al entrar al callejón y otro al final, aunque nosotros no nos tomamos nada. Como curiosidad, pudimos comprobar la existencia de un museo dedicado a Ana Frank. Salimos del callejón y giramos a la derecha para subir por Oranienburgerstraße hasta llegar a la NUEVA SINANOGA, que durante un tiempo llegó a ser considerada como el templo judío más grande y lujoso de Alemania, pudiendo acoger en su interior hasta tres mil fieles. El edificio, que se encontraba cerrado, fue construido en estilo árabe a mediados del siglo XIX. Una gran cúpula dorada corona el edificio, cuya fachada de entrada, ostentosamente adornada con ornamentos de ladrillo está flanqueada por dos torres, igualmente con cúpulas doradas. Volvimos sobre nuestros pasos hasta llegar a DIE HACKESCHEN HÖFE, una serie de patios profusamente restaurados de estilo Art Decó que se han convertido en un punto de encuentro, tanto para los berlineses como para visitantes. Constituyen la mayor zona de patios cerrados de Alemania y en 1972 fueron declarados monumento histórico. Como en muchos patios interiores berlineses, el conjunto de edificios constituye una mezcla de oficinas, negocios, fábricas –sobre todo en el primer piso– y viviendas. Como ya las piernas iban pidiendo un descanso, nada más entrar en el primer patio, decorado primorosamente con azulejos, nos sentamos en la terraza del BAR OXYMORON donde nos tomamos una café con leche para mí y una Fanta de naranja para Concha. Una vez recuperadas las fuerzas, recorrimos con tranquilidad prácticamente todos patios. Si uno era bonito, el siguiente lo era más; si uno era tranquilo, el siguiente lo era más. A medida que íbamos adentrándonos, el arbolado aumentaba significativamente, las enredaderas trepaban con vértigo por las paredes y el canto de los pájaros se hacía más ruidoso.
Terminada la visita, enfilamos el camino de vuelta para llegar a la calle Burgstraße. Bordeamos el James Simon Park para contemplar en una de sus esquinas la escultura dedicada a ADOLF DIESTERWEG, homenaje a este pensador, educador y político liberal alemán que desarrolló su labor a mediados del siglo XIX. Continuamos por la calle Vera-Brittain-Ufer, que discurre paralela al río Spree, frente a la llamada Isla de los Museos. Desde aquí la vista de la catedral berlinesa es una maravilla impactante. La BERLINER DOM, catedral luterana, se alza majestuosa coronada por una cúpula de cobre de color verdoso. Es el edificio religioso más representativo de la ciudad. Fue construida entre los años 1894 y 1905 sobre los cimientos de una pequeña catedral barroca situada enfrente del palacio imperial. Esta cercanía permitió convertirse en el lugar en el que se daba sepultura a los miembros de la familia real. Decidimos no entrar ya que, por un lado, estábamos a esas horas bastante cansados y, por otro, no consideramos interesante su visita tras las lecturas que habíamos realizado con anterioridad al viaje. Donde sí nos detuvimos un momento fue para contemplar y fotografiar el grupo escultórico denominado “TRES MUCHACHAS Y UN MUCHACHO” que se encuentra ubicado frente a la mole catedralicia. Son cuatro esculturas de bronce que representan a cuatro jóvenes desnudos sentados en un pequeño muro, junto al río Spree y frente a la Isla de los Museos. Junto a estas esculturas nos encontramos con unas escaleras que descendían hacia la orilla del río en las que se anunciaba la presencia del Museo de la extinta RDA. Llegamos de nuevo a los jardines del Marx-Engels Fórum cuando nos sonó el teléfono, hecho que nos sorprendió. ¿Quién nos podía llamar a Berlín? Resultó ser el mecánico del taller que nos lleva el mantenimiento del coche para comunicarnos el presupuesto de una pieza que íbamos a reemplazar. Finalizada la llamada, pudimos deleitarnos del magnífico escenario que nos brindaba la tarde mortecina, a pesar de las numerosas obras de la zona. El Ayuntamiento Rojo –haciendo verdadero honor a su nombre– refulgía bajo una preciosa luz solar enmarcada por un cielo de suaves tonos azulados. Seguimos nuestra caminata por la calle Spreeufer hasta llegar a una pequeña plaza junto al río. En ella destacaba por encima de todo una escultura de SAN JORGE LUCHANDO CON EL DRAGÓN, de gran belleza y plasticidad. Ya estábamos en pleno barrio de San Nicolás, uno de los más bonitos de la ciudad y donde se puede admirar lo que ha sobrevivido del antiguo Berlín medieval. Constreñida por los edificios que la rodean nos encontramos con la NICOLAIKIRCHE, una de las iglesias más antiguas de la ciudad, de comienzos del siglo XIII. Presenta una estructura románica tardía, con elementos góticos añadidos a finales del siglo XIV y algunos toques renacentistas y barrocos. Tras los destrozos sufridos durante la II Guerra Mundial, fue reconstruida prácticamente en los años ochenta del siglo pasado. Frente a la fachada principal de la iglesia se abre un pequeño parque en el que destaca una preciosa fuente de magnífica piedra con numerosos motivos decorativos, de nombre WAPPENBRUNNEN, que conserva el escudo de armas berlinés sostenido por un oso. Muy cerca se encuentra también una entrañable estatua de pequeñas dimensiones que homenajea al pintor y fotógrafo, HEINRINCH ZILLE. La noche poco a poco se iba cerrando y las luces callejeras iban confiriendo al entorno un aire bohemio roto solo por las animadas conversaciones de los clientes de los numerosos bares y restaurantes de la zona. Decidimos elegir un lugar donde cenar y nos dirigimos hacia Alexanderplatz donde la OKTOBERFEST mantenía el bullicio y la algarabía en todos los puestos callejeros de bebida y comida que en ese momento, cerca de las ocho de la noche, se mantenían abarrotados de público. Dimos una vuelta para ver si había algún sitio libre en las mesas y bancos dispuestos en la plaza, pero no encontramos. Entonces, pensando también en el relente que caía, decidimos acercarnos al bar donde habíamos estado a mediodía, DÖNER & CURRY. Había mesas vacías en el interior del mismo. Nos sentamos y pedimos dos platos contundentes de comida asiática, uno de arroz y otro de pasta; ambos platos iban acompañados de pollo y verduras en salsa agridulce. A ello le añadimos un par de pintas de cerveza Berliner Pilsner que nos supieron a gloria. Abonamos dieciséis euros por la cena y, cansados, pero satisfechos por el desarrollo de las visitas que habíamos realizado, nos dirigimos al metro que nos llevó hasta nuestro hotel. Esa noche dormimos de un tirón.
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