Terminada la visita mañanera a Badajoz, decidimos acercarnos a este enclave fronterizo, separado por algo más de veinte kilómetros. Habíamos oído hablar muy bien en el aspecto artístico de esta villa amurallada y de su afamado comida portuguesa. Elvas está considerada como la mayor fortificación abaluartada del mundo y ha tenido a lo largo de la historia un papel importante en la defensa de la frontera de Portugal, lo que justifica que haya sido elegida Patrimonio de la Humanidad. Las murallas de distintas épocas y las curiosas fortificaciones en forma de estrella son los principales puntos de interés del conjunto.
Una vez en la ciudad, atravesamos una de las puertas de su muralla y nos dirigimos hacia el centro histórico buscando más que nada un lugar donde aparcar el coche, ya que pudimos comprobar que dejarlo en la calle suponía un grado de dificultad elevado dado la estrechez de las calles y el elevado número de vehículos que circulaban. Aparcamos en el estacionamiento público habilitado en la céntrica Praça da Republica. Es un espacio amplio y accesible donde se puede visitar la antigua catedral, la IGLESIA DE NOSSA SENHORA DA ASSUNÇÃO. Fue construida en el s. XVI siguiendo el trazo del arquitecto real Francisco de Arruda. La capilla mayor, de mármol de varios colores, es un trabajo del siglo XVIII que merece especial atención, además del órgano de talla dorada. La larga escalinata de la entrada dificulta el acceso a la misma, pero el interior es amplio.
Desde la plaza nos dirigimos hacia la rúa da Cadeia donde en uno de sus establecimientos, Tabacaria Painho, compramos dos botellas de gingiña Espinheira, un licor elaborado a base de cerezas muy típico de todo Portugal, a un precio bastante aceptable: unos veintidós euros por los dos envases. Con las botellas en su bolsa, y dado la hora que era, algo menos de las dos de la tarde, preguntamos a un señor que atendía un comercio llamado Casa do Percal e do Algodao Egipcio, para que nos aconsejara un lugar donde poder comer. Muy amablemente nos dirigió a un establecimiento cercano llamado RESTAURANTE PEDRAS, situado en la paralela rua da Feira donde, según su opinión, se comía de maravilla conjugando el mantra de las tres bes: bueno bonito y barato. Y hacia él nos encaminamos, pasando previamente por el MUSEO DE ARTE CONTEMPORÁNEO, institución con tutela municipal inaugurada en 2007, ubicada en un edificio de gran valor patrimonial. Justo enfrente del museo destaca majestuosa la TORRE FERNANDINA, en cuyo interior puede verse una exposición sobre las fortificaciones de la ciudad y su importancia a lo largo de la Historia de Portugal. La torre tiene tres plantas a las que se acede por una escalera de caracol. Continuamos caminando por Largo de Misericordia donde nos encontramos con un pequeño ensanche arbolado en cuyo centro se ubica una ESTATUA DE DON MANUEL I, rey portugués durante cuyo reinado –finales del siglo XV y comienzos del XVI– se llevaron a cabo brillantes descubrimientos, y el imperio portugués alcanzó una extensión inigualable. Llegamos a la puerta del restaurante que nos habían recomendado y nos encontramos conque estaba completamente abarrotado pues estaban celebrando un bautizo. Uno de los camareros nos atendió y nos explicó la imposibilidad de atendernos dadas las circunstancias. A la vista del resultado, desandamos el camino y volvimos de nuevo a Largo de Misericordia donde vimos un nuevo restaurante, GIRASSOL de nombre, cuyo pequeño comedor estaba repleto de comensales, hecho que nos animó a entrar para preguntar si había mesa disponible. Tuvimos suerte y el camarero y dueño nos acomodó en una mesa para dos. Pedimos unas cervezas y un par de platos de sopa de ajo con bacalao como primeros, y un plato de bacalao a la brasa para compartir de segundo. Algo más de dieciocho euros abonamos por el almuerzo. El restaurante resultó ser todo un descubrimiento, ya que es un sitio muy familiar, con una magnífica atención, una estupenda comida casera, un trato inmejorable y todo a un precio muy económico. Totalmente recomendable. Una vez comidos, nos dirigimos de nuevo hacia la Praça da Republica para coger el coche y dirigirnos hacia Olivenza donde dormiríamos esa noche.
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