martes, 4 de octubre de 2016

BERLÍN (2): PALACIO REAL, ISLA DE LOS MUSEOS, UNTER DEN LINDEN, NUEVA GUARDIA, BEBELPLATZ, ZUR GERICHTSLAUBE, GENDARMENMARKT, CHECKPOINT CHARLIE

Nos amaneció un día perfecto, de cielos plenamente azules y escaso frío, hecho que nos motivó positivamente para levantarnos, desayunar unos tés cortesía dl hotel y las pastas que habíamos comprado la tarde anterior en uno de los innumerables puestos de comida que había en los pasillos de la estación de metro de Alexanderplatz. Cabe recordar que el desayuno continental que servía el hotel costaba alrededor de diecinueve euros por persona y no era nada del otro mundo, y la zona en la que pernoctábamos destacaba fundamentalmente por la presencia de oficinas y pocos negocios dedicados a la restauración. Poco antes de las ocho y media ya estábamos en la calle, saludando a nuestros amigos los osos, a los que habíamos conocido el día anterior. Enfilamos nuestros pasos hacia la llamada Isla de los Museos que era lo que teníamos planificado visitar a primera hora de la mañana. Por el camino nos llamaron la atención un par de cosas, una más mundana que la otra: un enorme anuncio de Adidas de Gareth Bale, jugador del Real Madrid, que cubría toda la fachada de un bloque de pisos que estaba en construcción, y una especie de pequeño quiosco con las dimensiones de una cabina telefónica, que en realidad era una reducida biblioteca municipal callejera de la que se podía retirar cualquiera de los suficientes libros que disponía. Nos miramos Concha y yo y sonreímos pensando qué pasaría con un “invento” de estos en cualquier pueblo de España. Seguimos nuestro camino y llegamos hasta la explanada dominada por el moderno edificio del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán frente al que se está reconstruyendo el antiguo PALACIO REAL de los Hohenzollern, que, aunque sobrevivió a la guerra y a la destrucción, fue demolido en 1950 como «basura de la historia», según las autoridades comunistas. En el mismo lugar se construyó entre 1973 y 1976 el Palacio de la República como sede de la Cámara Popular de la RDA, que tuvo que ser demolida solo treinta años después por culpa del amianto. Libre de nuevo el solar y unificada la ciudad se acordó la construcción de nuevo del viejo palacio respetando los planos. Se prevé que una vez finalizado, albergue el Foro Humboldt.

Muy cerca pudimos contemplar las atrevidas líneas arquitectónicas del llamado HUMBOLDT BOX, edificio desde el que se colabora con la reconstrucción del Palacio Real. Desde aquí nos adentramos en la MUSEUM INSEL –Isla de los Museos– rodeada por el doble abrazo del río Spree que se abre en esta zona. Cinco son los grandes museos que se ubican en este constreñido espacio: el Museo de Pérgamo –Pergamunmuseum–, el Museo Nuevo –Neues Museum–, el Museo Bode –Bode Museum–, la Antigua Galería Nacional –Alte Nationalgalerie– y el Museo Antiguo –Altes Museum. De los cinco, teníamos intención de visitar dos: el Museo de Pérgamo y el Museo Nuevo. Los otros tres, a pesar de que teníamos acceso a ellos pues su visita estaba incluida en la tarjeta Berlin Welcome Card que habíamos comprado a nuestra llegada, los dejamos para una futura vuelta a la ciudad. El BODE MUSEUM acoge una extensa colección de esculturas desde el período bizantino hasta el siglo XVIII, así como tesoros del Museo de Arte Bizantino y de la Colección de Numismática. La ALTE NATIONALGALERIE se ubica en un precioso edificio a imagen de un antiguo templo clásico con su imponente escalera de acceso. Acoge obras del Clasicismo, Romanticismo, Impresionismo y el arte contemporáneo temprano. El ALTES MUSEUM acoge una exposición permanente que presenta arte y esculturas de la antigüedad clásica, desde la antigua Grecia hasta el Imperio Romano.

Habíamos llegado temprano ya que pasaban pocos minutos de las nueve de la mañana cuando nos dirigimos a la puerta de acceso del MUSEO DE PÉGAMO, que en ese momento se encontraba cerrada pues el horario de apertura fijaba las nueve y media como hora inicial. Solo había una persona haciendo cola y tras ella nos pusimos nosotros. Eso me permitió, mientras Concha guardaba la fila, pasear por los jardines aledaños y fotografiar las diferentes esculturas, a cuál más bonita, que se hallaban dispersas entre los parterres. La fila de espera apenas había aumentado escasamente a diez personas. Si tenemos en cuenta que este es el museo más visitado de la ciudad, tuvimos suerte evitando aglomeraciones. Con puntualidad alemana, el museo abrió sus puertas y pasamos al interior. Tres elementos que destacaban por encima de todo el resto de la colección que alberga el museo, llevábamos en mente visitar: el Altar de Pérgamo, la Puerta de Ishtar y fachada del Mercado de Mileto. Nuestra primera decepción nos vino dada porque la sala que alberga el imponente Altar se encontraba cerrada por restauración y reordenación de los espacios. Así que dirigimos nuestros pasos a la impresionante Puerta de Ishtar y la Vía Procesional que conduce a la misma. Poder disfrutar de este sensacional monumento de arte mesopotámico prácticamente solos fue un placer que difícilmente desaparecerá de nuestras mentes. Y más teniendo en cuenta las fotos previas que habíamos visto donde la aglomeración de personas era tal que hacer una foto sin gente era una tarea casi imposible. Nosotros paseamos con total tranquilidad, nos fijamos en los más mínimos detalles, en la belleza de los azulejos, en el colorido de las flores esmaltadas, en la grandiosidad de la puerta y en un sinfín de detalles más. Nuestra capacidad de asombro aumentó cuando traspasamos esta conocida puerta y se abrió ante nosotros la fastuosa Puerta del Mercado Romano de Mileto. Continuábamos siendo los únicos visitantes que en ese momento se encontraban ante tal espectáculo. Subimos a la tribuna situada enfrente para contemplar con mayor lujo de detalle si cabe los arcos, columnas, capiteles, frontones, etc. Henchidos por tanta belleza continuamos la visita al resto de la colección del museo, que alberga infinidad de elementos del arte mesopotámico y sumerio. También es destacable la espléndida colección de Arte Islámico que atesora en sus salas. Impresionante también nos pareció la fachada de Mushatta, de treinta y tres metros de largo y cinco de alto, incluyendo la base de dos de las torres que protegían el palacio. Es una construcción del período Omeya (siglo VIII) que se erigió en Jordania, muy cerca de Ammán. La piedra se encuentra grabada con rosetas y bonitos dibujos de animales fantásticos y motivos agrícolas.

Finalizada la visita, nos dirigimos a la entrada del NEUES MUSEUM. El edificio que lo alberga fue gravemente dañado durante la II Guerra Mundial y permaneció hasta 1999 en ruinas hasta su reapertura en 2009. Recorrimos relajados sus pasillos y salas donde pudimos contemplar piezas seleccionadas procedentes del Museo Egipcio, de la Colección de Papiros, del Museo de la Prehistoria y la Protohistoria, así como la colección de antigüedades. Una pieza destacada, que atrajo poderosamente nuestra atención por la novedad que suponía su visión para nosotros fue el llamado Sombrero Dorado, de la Edad de Bronce tardía, que fue encontrado en el sudoeste de Alemania. El sombrero de forma cónica fue recubierto con una fina lámina de oro. Se cree que estos sombreros eran la insignia de las deidades o sacerdotes de un culto centro-europeo que adoraba al Dios Sol. También se cree que tenía funciones astronómicas y servía de calendario. Sin embargo, la joya del museo, sin lugar a duda, es el Busto de Nefertiti, expuesto en una sala exclusiva a la que se accede a través de un largo pasillo que te permite observar con mayor detalle la escultura a medida que te vas acercando a ella. Es la única pieza de todo el museo que no puede ser fotografiada o grabada en vídeo, tarea de la que se encargan con excesivo celo varios vigilantes que están pendientes de las posibles estratagemas de los visitantes para conseguirlo. Además, si nuestra visita al museo fue relajada, con apenas público en las distintas salas, al llegar a la de Nefertiti el público, sobre todo estudiantil acompañado de sus profesores, se agolpaba para disfrutar del espectáculo. Realmente resultó emocionante encontrarnos frente a frente con uno de los iconos del arte que habíamos idealizado en nuestra juventud. Finalizada la visita nos dirigimos hacia la salida situada en la calle Bodestraße, continuamos por Hinter dem Gießhaus hasta situarnos en la parte trasera del DEUTCHES HISTORISCHES MUSEUM, que consta de dos edificios contrapuestos, uno de diseño atrevido y acristalado, diseñado por Pei, autor de la Pirámide de cristal de acceso al Museo del Louvre de París, y otro de corte clásico, cuya fachada principal se abre a la avenida Unter den Linden. En este punto nos impresionó la visión de un enjambre de grúas que se alzaban altivas a lo largo del recorrido de esta importante arteria, señalando el frenético ritmo constructivo que se vivía en la capital berlinesa.  

La AVENIDA UNTER DEN LINDEN –traducido como “Bajo los tilos”– es, junto con la Kurfürstendamm, una de las principales avenidas de Berlín. La extensa avenida constituyó una parte importante en la vida cultural berlinesa hasta el comienzo de la II Guerra Mundial; después de 1945, la mayor parte de sus edificios se encontraban en ruinas y atrapados en el sector oriental bajo el dominio de la República Democrática Alemana. Unos metros más delante de la fachada del Museo Alemán de Historia nos topamos con el edificio de la NUEVA GUARDIA, construido y diseñado por el omnipresente arquitecto alemán Friedrich Schinkel en el año 1818 como Cuartel de la Guardia Real a la vez que  festejaba la derrota de Napoleón y la libertad de Berlín. En 1931 se abrió en el centro del techo del edificio un óculo. Desde esta época el edificio ha tenido principalmente función conmemorativa: en los años treinta fue considerado un monumento a las víctimas de la primera guerra mundial; en los sesenta se dedicó a las víctimas del fascismo alemán; hoy en día es un monumento dedicado a todas las personas que sufrieron por culpa del fascismo o guerras. Sin embargo, lo que más atrae de la visita en sí al edificio es la presencia de una escultura de una madre que sostiene sobre sus brazos a su hijo ya fallecido. Es conocida como MUTTER MIT TOTEM SOHN. Se encuentra ubicada justo debajo del óculo abierto por el que el frío, la nieve o la lluvia cae inmisericorde sobre la escultura haciendo más intenso, si cabe, el dolor maternal ante la muerte de un hijo. Salimos consternados y con el corazón en un puño del edificio. Desde luego, Käthe Kollwitz, autor de esta moderna Piedad, había conseguido plenamente su objetivo. De nuevo en la avenida llegamos hasta BEBELPLATZ, espacio que, debido a su ubicación y los edificios que la rodean, es uno de los principales atractivos turísticos de la ciudad. Es una plaza rectangular y totalmente empedrada del siglo XVIII en la que destacan, entre otros, el edificio de la ÓPERA NACIONAL, que se encontraba en proceso de restauración; la catedral católica romana de ST. HEDWIGS-KATHEDRALE, que cuenta con una nave circular y una sobredimensionada y resplandeciente cúpula de color verde; la antigua BIBLIOTECA REAL, conocida como la "Kommode" (la “Cómoda”), que hoy pertenece a la Universidad Humboldt, y el ALTE PALAIS. Pero si por algo ha pasado a la historia es por la quema de libros durante la época nazi en 1933. Un suceso negro que aún tiene un impacto importante y una influencia directa en toda la sociedad alemana y occidental. Esta plaza fue el escenario de una gran hoguera en la que se quemaron miles de libros de unos cuatrocientos autores censurados por los nazis, como Thomas Mann, Stefan Zweig, Karl Marx o Sigmund Freud, siguiendo órdenes directas de Joseph Goebbels. Los libros de Heinrich Heine también fueron quemados. Este autor es célebre porque una de sus frases, escrita en 1817, prácticamente anticipó lo que estaba por llegar: “Eso sólo fue un preludio, ahí donde se queman libros, se terminan quemando también personas". Este hecho se recuerda permanentemente en la Bebelplatz de Berlín desde 1995. En medio de la plaza, bajo una losa de cristal muy rallado, encontramos el monumento subterráneo BIBLIOTHEK del artista israelí Micha Ullman. A través de ese vidrio, se ve una biblioteca con las estanterías vacías, cuyo tamaño es el que debían ocupar los libros quemados aquella trágica noche. Una estructura hueca que es una absoluta invitación a la reflexión. Justo enfrente de esta plaza se encuentra la reconocida UNIVERSIDAD DE HUMBOLTD, la más antigua de la ciudad, cuyo modelo universitario ha influenciado otras universidades europeas. Completan el atractivo de este espacio la estatua ecuestre dedicada a Federico el Grande sita en el centro de la avenida Unter den Linden y un reloj de tamaño considerable situado en un lateral frente a la Biblioteca Real. 

Desde aquí, volvimos sobre nuestros pasos pues se acercaba la hora de almorzar y teníamos previsto hacerlo en un restaurante cercano al Ayuntamiento Rojo del que habíamos leído críticas muy buenas. No obstante, nos desviamos brevemente de nuestro recorrido para pasar por delante, ya que se encontraba cerrada por estar en proceso de restauración, de la IGLESIA DE FRIEDRICHSWERDER, que en la actualidad alberga el Museo Schinkel, donde se expone una parte interesante  de la colección de escultura de la Antigua Galería Nacional, que abarca desde el neoclasicimo hasta el Imperio alemán. La iglesia construida en ladrillo y de estilo neogótico sufrió graves daños durante la II Guerra Mundial. Toda la zona era un hervidero de grúas, camiones, excavadoras y de trabajadores yendo y viniendo en la construcción del futuro Foro Humboltd. Desde aquí, tomamos dirección a la calle Werderscher Markt, pasamos por Scholßplatz, lugar por el que habíamos pasado a primera hora de la mañana, atravesamos el puente de Rathausbrücke hasta llegar a la pequeña calle de Poststraße donde se ubicaba el restaurante que habíamos elegido y por donde habíamos paseado la tarde/noche anterior, en pleno barrio de San Nicolás. Faltaban pocos minutos para las una y media de la tarde cuando llegamos. El ZUR GERICHTSLAUBE –traducido como “El Cenador de la Corte”– se construyó conjuntamente con el ayuntamiento medieval alrededor de 1270. Justo al lado de su actual entrada se encontraba la picota donde se encadenaba a los delincuentes para que el pueblo pudiera verlos, insultarles o pisarlos (una placa ubicada en ese lugar rememora estos hechos). Hoy en día es una de las casas más antiguas que conserva la ciudad. El local, de dos plantas, es encantador. Nosotros solo vimos la planta baja que consistía en un salón de estilo rústico con bóveda gótica de crucería que ofrece un ambiente berlinés de antaño con sus grandes ventanas ojo de buey, su suelo de granito y sus robustas mesas. Éramos los únicos clientes del local en ese momento, pero no nos importó. Siguiendo los sabios consejos del camarero que nos atendió, pedimos dos platos para compartir: una gran salchicha asada, y un lomo de cerdo asado a la Kassler. Ambos platos estaban acompañados con un platito de salsa al vino tinto, col agria en vino y patatas cocidas a las hierbas. Para acompañar estas viandas pedimos una caña y una pinta de cerveza Berliner. Como la pinta nos vino corta, pedimos con posterioridad otra más. Pagamos algo menos de treinta euros por esta apetitosa comida y este maravilloso enclave.

Salimos de nuevo a la calle y nos dirigimos hasta la cercana estación de metro de Alexanderplatz y tomamos la U2 para bajarnos en la estación de Stadmitte. Ya estábamos en otro de los platos fuertes del día: la plaza de GENDARMENMARKT, construida en el siglo XII. El nombre proviene del Regimiento Gens d'Armes (hombres armados) que se encontraban acuartelados en ella. A ambos lados de la plaza se pueden ver dos iglesias barrocas idénticas que se completan con una torre coronada por una cúpula. La iglesia de la zona norte, FRANZÖSISCHER DOM (Iglesia Francesa), fue construida para los hugonotes franceses que se trasladaron a la zona en el siglo XVIII. En 1708, la comunidad luterana alemana construyó una iglesia en el sur de la plaza, DEUTSCHER DOM (Iglesia Alemana), similar a la francesa. Entre las dos iglesias, se sitúa la KONZERTHAUS BERLÍN, sede de la Orquesta Sinfónica de Berlín. Su interior, destruido prácticamente por completo durante la II Guerra Mundial, tuvo que ser restaurado para volver a utilizarlo. Frente a la escalina de esta sala de conciertos se encuentra una fuente dedicada a las artes, y una escultura de Schiller, uno de los poetas germanos más célebres. En esta misma plaza se encuentra otra de las múltiples AMPELMANN SHOP, donde venden toda clase de recuerdos relacionados con este típico muñeco que encontramos en los pasos de peatones de los semáforos berlineses. No entramos porque ya lo habíamos hecho el día anterior en otra de similares características situada en las cercanías del Hotel Radisson Blu. Donde sí entramos y disfrutamos como niños fue en la famosa tienda de chocolates  FASSBENDER & RAUSCH CHOCOLATIERS, situada en un lateral de la plaza, en la que se exhiben gran parte de los monumentos berlineses realizados en chocolate. ¡Las lágrimas se nos saltaron viendo un enorme oso de chocolate, símbolo berlinés por excelencia, que estaba pidiendo a gritos “comedme”!  

Una vez que salimos de la tienda nos dirigimos por la calle Mohrenstraße para girar a nuestra izquierda en la intersección con la calle Friedrichstraße para encaminar nuestros pasos hacia el conocido CHECKPOINT CHARLIE, paso fronterizo entre el sector americano y soviético aparecido en multitud de películas. Después de la construcción, quedaron pocas fronteras a través de las cuáles los ciudadanos pudieran moverse entre las dos Alemanias. Sin embargo, el alcalde de Berlín Occidental consiguió que sus ciudadanos pudieran visitar la parte oriental con algunas restricciones y Checkpoint Charlie era el lugar de acceso. En la actualidad, se encuentra instalada una réplica del cartel que años atrás advertía a los ciudadanos: “Está abandonando el sector americano”. Aparte del cartel, hay una pequeña frontera en la que los turistas se fotografían sin parar –nos fotografiamos–, además de una larga colección de fotografías y textos de la época, donde se puede ver el aspecto que llegó a tener ese punto. Justo al lado, se encuentra situado el MUSEO DEL MURO DE CHECKPOINT CHARLIE, un lugar en el que se puede aprender mucho sobre los acontecimientos que tuvieron lugar durante la Guerra Fría. Entramos en este pequeño museo, mitad al aire libre, mitad en espacio cerrado y nos entretuvimos leyendo la información ofrecida y viendo los paneles con fotografías de la época. Un rato después nos dirigimos al Checkpoint Charlie donde nos hicimos fotos y más fotos, aunque no llegamos a situarnos al lado de los actores vestidos de soldados americano y ruso situados junto a la caseta de control, que cobraban por hacerte una foto con ellos. Eran visibles en las fachadas de varios edificios de los alrededores restos de la simbología comunista. Continuamos nuestro camino por la calle Kochstraße, giramos a la derecha por la calle Wilhelmstraße y nos encontramos ante el enorme patio que circunda los antiguos cuarteles de la Gestapo nazi, la llamada TOPOGRAFÍA DEL HORROR, en cuyos sótanos eran sometidos a interrogatorios y continuas torturas los que se oponían al régimen de Hitler. En la misma esquina de esta última calle era visible un largo tramo del antiguo muro que dividía la ciudad. Giramos a la derecha donde nos encontramos con otra atracción llamada WELT BERLIN HIGH FLYER, un globo de helio con el que se puede sobrevolar la ciudad. Justo al lado, nos encontramos con un concesionario que alquilaba los típicos coches de la Alemania comunista, los clásicos TRABANT. Volvimos de nuevo a la calle Friedrichstraße porque íbamos a visitar las famosas GALERIAS LAFAYETTE, ya que disponíamos de tiempo para ello. Estos grandes almacenes se ubican en un impresionante edificio acristalado transparente, hecho que causó controversia entre los berlineses pues no respetaba el carácter sólido y ciego de las edificaciones cercanas. El edificio fue concebido como una vitrina gigante, particularmente de noche, cuando el interior de las tiendas se proyecta hacia la calle sin pudor alguno. Entramos sin ninguna idea preconcebida y nos paseamos por las diferentes plantas que conforman estos almacenes. Eran visibles unos largos conos acristalados que bajaban desde el techo hasta la planta baja que reflejaban multitud de luces e iluminaban con primor las distintas tiendas. Allí pudimos observar con todo detalle lo que es el lujo y los precios desorbitados: abrigos de cuatro y cinco mil euros, zapatos que no bajaban de los dos mil, algunos artículos de joyería que superaban los diez mil euros… En fin. 

Salimos de nuevo a la calle cuando el sol comenzaba a declinar y la penumbra iba ganando terreno a la luz solar. Eran casi las siete de la tarde y nos apetecía hacer un pequeño descanso para tomar un café y hacer hora para que anocheciera por completo para poder contemplar en todo su esplendor la Puerta de Brandenburgo iluminada. Por eso entramos en una cafetería de nombre curioso, LITTLE GREEN RABIT, que hacía esquina con la avenida Unter den Linden. Allí pedimos un par de cafés con leche y nos sentamos en una de las muchas mesas que estaban libres. El descanso nos vino de maravilla y el café caliente nos hizo entrar en calor. Aproveché también que en una de las mesas de al lado había un ejemplar del periódico Frankfurter Allgemeine, pillado por dos tablillas que evitaban que algún cliente despistado del local acabara llevándoselo. Este diario alemán, de ideología conservadora, es en la actualidad el principal del país. Evidentemente, no entendíamos el alemán y poco pudimos enterarnos de las noticias de las que informaba. Pero pasamos un rato entretenido. Terminadas las consumiciones, nos dispusimos de nuevo a recorrer esta bucólica y sorprendente avenida que finaliza en la hermosa Pariser Platz con la Puerta de Brandenburgo como telón de fondo. Un frío cada vez más espeso se iba dejando sentir en el ambiente lo que nos obligó a abrocharnos bien nuestros anoraks. Al llegar a la plaza nos encontramos con que se estaba proyectando un atractivo espectáculo de luz y sonido sobre la PUERTA DE BRANDENBURGO, que visitaríamos con más detenimiento al día siguiente. Sin embargo, éramos pocos los transeúntes que en ese momento estábamos disfrutándolo. Imaginamos que el frío hizo mella en el ánimo de los posibles interesados. Tampoco nos quedamos mucho rato nosotros. Emprendimos el camino de vuelta con ganas de llegar al hotel pues el día había sido largo. Antes de llegar a la estación de metro de Französischestraße de la línea U6, pasamos por delante de las oficinas de la línea aérea rusa Aeroflot y del cercano edificio de la Embajada Rusa. Una vez en el interior de la estación, subimos al convoy e hicimos trasbordo en la estación de Stadmitte de la línea U2, que nos llevó hasta nuestro hotel, donde entramos a las ocho y media de la noche aproximadamente. Llegamos cansados pero contentos. El día había merecido la pena.


No hay comentarios:

Publicar un comentario