jueves, 7 de junio de 2018

SANTILLANA DEL MAR, UNA VILLA DE PELÍCULA

Abandonamos San Vicente de la Barquera y nos dispusimos recorrer los poco más de treinta kilómetros que nos separaban de Santillana del Mar con la intención de comer en esta localidad. Algo menos de las una y media era cuando llamamos a Alicia, anfitriona del apartamento que habíamos reservado a través de AIRB&B para pasar los dos siguientes días por un total de ciento quince euros, para informarle de nuestra inminente llegada. Muy amablemente nos informó cómo llegar hasta el inmueble indicándonos que, si algún guardia municipal nos detenía por circular dentro del recinto histórico, le dijéramos que teníamos reservado aparcamiento incluido en el apartamento. Al parecer está casi prohibida la circulación de vehículos por las calles principales del pueblo. Puntualmente nos recibió Alicia en la puerta del edificio donde íbamos a alojarnos, un impresionante palacio blasonado de finales del siglo XVII, situado frente al lavadero público de la calle del Río, a escasos metros de la Colegiata de Santa Juliana. El aparcamiento consistía en un hueco murado por una pequeña lonja entre la calle y la pared del patio del palacio. La vista que teníamos en ese momento era espectacular con la fachada principal de la Colegiata como telón de fondo. Subimos las maletas al apartamento, donde Alicia nos mostró las distintas dependencias: el salón, el dormitorio, la cocina y el baño. Los ventanales que se abrían tanto en el dormitorio como en la cocina nos mostraban una especie de patio enorme, todo verde por el césped existente, con un solitario árbol frutal en uno de sus laterales y multitud de hortensias de considerable tamaño y volumen rodeando dos de las tapias del patio.

Una vez que Alicia nos hizo entrega de las llaves y nos quedamos solos en el apartamento, metimos en el frigorífico toda la compra que habíamos hecho en Potes y que nos había sobrado la noche anterior. Después decidimos a salir a la calle para comer algo. Nos encaminamos por la calle Cantón hacia la Plaza Mayor, donde nos sentamos en la terraza del Restaurante El Castillo donde pedimos un par de cervezas. El cielo se había ido nublando, aunque no amenazaba lluvia, y la temperatura se había suavizado un poco pero no hacía frío. Viendo la hora que era y que teníamos suficiente apetito nos decidimos por pedir algún menú del día completo y no hacerlo a base de raciones como habíamos pensado inicialmente. Así que nos levantamos de la terraza y volvimos sobre nuestros pasos a la calle Cantón, donde habíamos visto un restaurante de nombre bastante curioso, que no tenía mala pinta y ofertaba un menú del día aceptable, variado y económico, el RESTANTE “EL OJÁNCANO”. Entramos y la camarera nos llevó a un salón con una enorme chimenea de piedra, decorado todo él con cierto gusto a la antigua: una de las paredes era de piedra y ladrillo con puntales de madera incrustados, lámparas de forja, techos con vigas de madera y algún que otro elemento más. Pedimos de primero, entre los plantos que componía el menú del día, un arroz cremoso con setas y gambas y un arroz negro con chipirones y gambas, y de segundo, coincidimos en pedimos una sartén de huevos fritos con paleta ibérica y patatas, todo ello regado con sendas cervezas frías. Tras el postre, abonamos la cuenta que se elevó a treinta y dos euros, donde se incluía una copa vino tinto de Ribera del Duero que pedí una vez finalizada la cerveza, y salimos a la calle para volver al apartamento y reposar la comida, así como descansar un rato. A eso de las cuatro y media nos encaminamos hacia el lateral izquierdo de la COLEGIATA DE SANTA JULIANA, donde se encuentra la taquilla de acceso. Allí compramos dos entradas por seis euros. La Colegiata tiene su origen en la expansión del antiguo monasterio del mismo nombre, a mediados del siglo XII. Fue construido por un grupo de monjes para contribuir a la repoblación de la zona y crear una pequeña ermita en la que exponer las reliquias de la mártir Juliana, que traían consigo . Por aquel entonces la aldea toma el nombre del monasterio: “Sancta luliana”, que declinó en la actual Santillana. De la estructura actual destaca la iglesia, de estilo románico. Su fachada principal, que se encuentra precedida de un amplio atrio, cuenta con un arco de medio punto rodeado de arquivoltas con un friso que representa al Pantócrator y una hornacina con la imagen de Santa Juliana en el friso. Sus capiteles reflejan una gran variedad de motivos florales y figurados, ambos representativos de la iconografía románica. El magnífico claustro, situado en la fachada norte, contiene una espléndida colección de capiteles muestran los principales elementos decorativos utilizados en la época, florales, geométricos y figurados. En el interior de la iglesia cabe destacar su retablo mayor, realizado entre finales del siglo XV y comienzos del siglo XVI y que mezcla elementos del gótico flamígero y del plateresco. En el museo encontramos una reliquia de Lignum Crucis, donada por el abad de Santo Toribio al abad de la Colegiata a comienzos del siglo XV. Una vez fuera, no teníamos palabras para describir la belleza infinita de la mayoría de los capiteles del claustro y la majestuosidad de sus figuras esculpidas con mimo en la dura piedra. Yo me hubiera pasado la tarde entera fotografiando capitel a capitel, pero teníamos más visitas pendientes y había que cumplir el plan trazado. Volvimos al apartamento y nos montamos en el coche camino del MUSEO Y NEOCUEVA DE ALTAMIRA, una réplica muy minuciosa de la cueva original, situada a escasos tres kilómetros del casco urbano. Habíamos comprado previamente las entradas por internet, por las que habíamos abonado seis euros y teníamos concertada la visita para las seis y media de la tarde. Decidimos irnos un rato antes para tener tiempo suficiente y poder visitar con tranquilidad el museo anexo a la neocueva donde tanto los paneles informativos como los objetos expuestos, permiten al visitante situar a Altamira en el contexto de la prehistoria en el que surge, entre 35.000 y 13.000 años. Por su parte, la neocueva reproduce exactamente las formas de las piedras y los distintos dibujos que conforman la zona más famosa de la cueva primitiva, el Gran Techo de los Polícromos. La diferencia entre la original y la copia está en que en esta podrás ver las pinturas cómodamente de pie, pues están dispuestas a una mayor altura que en aquella. Nos había merecido la pena visitar ambas instalaciones y conocer las didácticas explicaciones que nos ofrecía la guía del grupo. De vuelta de nuevo al apartamento, decidimos iniciar la visita al casco histórico de la localidad. Y lo hicimos viendo la llamada CASA DE LOS HOMBRONES, edificio barroco del siglo XVII construido en piedra de sillería, de dos alturas y tejado a dos aguas y en la que destaca su fachada principal que da a la calle del Cantón. En la fachada se encuentra el gran escudo de armas de los Villa que da nombre a la casa por los dos hombres que lo sostienen y el espléndido soportal con cuatro arcos. Anexa a esta casa palacio se encuentra la CASA DE DOÑA LEONOR DE VEGA, vivienda en la que habitó,  según la leyenda popular, la que fue madre del primer Marqués de Santillana. El edificio está construido en piedra arenisca de sillería, tiene dos alturas y tejado a dos aguas. En la fachada principal destacan los tres escudos góticos de la familia De la Vega entre las ventanas adinteladas, así como los herrajes de las dos puertas de la casa. Actualmente es la sede del Hotel Casa del Marqués. Desde aquí tomamos la calle Racial y nos dirigimos hacia la Plaza Mayor donde se encuentra la TORRE DE MERINO, considerada como una de las construcciones más antiguas de la villa ya que se cree que data del siglo XIV. Su nombre se debe a que esta torre era la vivienda del Merino Mayor, representante del rey y administrador de la zona. Enfrente, el imponente edificio del AYUNTAMIENTO, de planta cuadrada, de dos pisos y un tejado a tres aguas. Destaca en la construcción una gran balconada de hierro, un soportal con varios arcos y el enorme escudo de la villa que sirve de adorno para la fachada. En otra esquina de la irregular plaza se alza majestuosa la TORRE DON BORJA, del siglo XV. Fue restaurada a finales del siglo XX para servir de sede a la Fundación Santillana, utilizándose en la actualidad como centro cultural y de exposiciones. También, frente al Ayuntamiento, se encuentra el PALACIO DE BARREDA BRACHO, actual PARADOR DE TURISMO GIL BLAS, construido a finales del siglo XVIII. Es un edificio construido en piedra de sillería, de tres alturas, con tejado a dos. Destaca su fachada principal, la que da a la Plaza Mayor, con sus cuatro balcones de forja y el escudo de armas de la familia. Enfrente del Parador, destacan dos casonas, cada una con sus características. Son las CASAS DEL ÁGUILA Y DE LA PARRA. La casa situada más al norte, junto al Ayuntamiento, es la Casa de la Parra y data de principios del siglo XVI. Recibe su nombre de una enorme parra que adornaba su fachada principal antes de ser sustituida por la pantalla de entramado de madera y ladrillo actual. Es una edificación gótica como se puede apreciar en sus dos puertas de arco ojival. A su lado está la Casa del Águila, que debe su nombre al águila que adorna el escudo que la casa luce en su fachada principal. Desde aquí nos dirigimos por la calle Juan Infante hasta llegar a la CASA DE LOS VILLA, con fachada remodelada en siglo XVIII. Presenta una puerta adintelada, entre pilastras flanqueada por óculos. Sobre ellos dos balcones de hierro con ménsula de piedra del tipo de púlpito, con puertas de acceso adinteladas y entre ellas el blasón de la familia. En este momento decidimos dar por concluida la visita a la villa para continuarla al día siguiente por la tarde, cuando volviéramos de la Cueva de ‘El Soplao’ y Comillas que íbamos a visitar por la mañana. Por eso, nos detuvimos en la terraza interior que tenía el CAFÉ BAR EL PORCHE para tomarnos un gin tonic y un refresco de cola. Finalizadas las consumiciones nos dirigimos por la calle de la Carrera hasta el PALACIO DE VALDIVIESO, edificio de la primera mitad del siglo XVIII, de base cuadrada y dos alturas. La fachada principal está construida en piedra de sillería y en ella podemos ver cuatro balcones de piedra con barandillas de forja y puertas adinteladas. En una esquina del edificio se puede apreciar el escudo de armas. Hoy en día, es el Hotel Altamira. A pocos pasos de aquí, en la calle Bertrand Clisson se encuentra ubicado el MUSEO DE LA TORTURA, dedicado como su propio nombre indica a la exposición permanente dedicada a los diversos instrumentos de tortura, castigo, humillación y pena capital, utilizados durante el periodo en el que actuaba la Inquisición. Los objetos son originales y fueron realmente empleados con tales fines. Desde aquí continuamos hasta la calle Jesús Otero donde nos habían dicho que había un pequeño supermercado y allí compramos unas latas de cerveza, una botella de vino tinto de Ribera del Duero, unas latas de refrescos, leche, fiambre, queso y algo de fruta para cenar esa noche. Camino del apartamento paramos en la panadería Santillana, que estaba a las espaldas de nuestro apartamento, para comprar pan y algunos dulces para acompañar al gin tonic de la noche. Una vez en el piso, nos dimos una buena ducha y nos pusimos ropa cómoda para tapear, en primer lugar, y cenar más tarde. Nos acostamos temprano porque al día siguiente teníamos que estar antes de las diez en las instalaciones de la Cueva de ‘El Soplao’ para realizar la visita que teníamos pagada y concertada.

Al día siguiente, ya de vuelta de la Cueva de ‘El Soplao y Comillas, y tras una reparadora siesta, decidimos terminar de conocer los lugares que teníamos planeados visitar en Santillana del Mar. Y empezamos conociendo el PALACIO DE QUEVEDO Y COSSÍO, de finales del siglo XVII, donde teníamos nosotros el apartamento. El edificio está compuesto por dos casas distintas, hoy en día unidas, que forman una sola vivienda. Es una casa construida en sillería, de dos alturas y en la que destaca el túnel con arcos de piedra que pasa por debajo de la vivienda y que servía como desagüe al abrevadero y al río, del cual toma su nombre la calle. En ella se puede observar uno de los escudos de armas más bonitos e imponentes de toda la villa. En los bajos de este palacio se encuentra la pastelería-confitería “Casa Quevedo”, fundada en 1950 y que se dedica a la venta de productos típicos de Cantabria como son las quesadas, los sobaos pasiegos o los bizcochos. Casi enfrente se encuentra la CASA DE LA ARCHIDUQUESA, construida a finales del siglo XVII; toma el nombre por haber sido residencia de Margarita de Austria y Borbón. En esta misma casa se encuentra ubicado el MUSEO DEL BARQUILLERO, donde se pueden encontrar esculturas, juguetes, diversas partituras, planchas, cuadros, utensilios, moldes, y otros muchos utensilios relacionados con el oficio del barquillero. También enfrente de este palacio se encuentra el MUSEO DE JESÚS DE OTERO, escultor nacido en la villa a la que dejó su legado que se puede contemplar en este magnífico museo situado junto a la Colegiata. Continuamos camino por el lateral derecho de la Colegiata hasta llegar al PALACIO DE LOS VELARDE, obra de mediados del siglo XVI, con una fachada que destaca por sus ventanas ritmadas y su coronación de pináculos decorativos. En su fachada principal, se aprecia el espléndido escudo de la familia Velarde, los balcones de forja y el soportal. Desde este punto, la vista de los ábsides de la cabecera de la iglesia de la Colegia es espectacular.

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