domingo, 10 de junio de 2018

ENTRE SANTOÑA Y LAREDO, VILLAS MARINERAS

Amaneció un día radiante, con algunas nubes sueltas en el horizonte. Hoy dejábamos Santander, ciudad que había cumplido las expectativas que nos habíamos fijado antes de su visita y que hemos dejado plasmada en una entrada anterior del blog. Hoy teníamos desplazamiento en nuestro intento de acercamiento a Bilbao, ciudad a la que llegaríamos en un par de días. Para el día que empezaba teníamos previsto visitar dos localidades cántabras: Santoña y Laredo, donde dormiríamos esa noche. Ambas localidades asentadas sobre una gran extensión de marismas se encuentran separadas por la desembocadura de la Ría de Treto. Esa mañana nos levantamos pronto pues queríamos llegar a Laredo para comer. Recogimos las maletas, que habíamos dejado preparadas la noche anterior y nos despedimos del señor que había en la recepción, al que habíamos abonado las dos noches que habíamos dormido en este establecimiento la tarde anterior. Salimos a la calle en torno a las ocho y cuarto y nos dirigimos hasta la cercana calle de Narciso Cuevas donde teníamos aparcado el coche, junto a una tienda que me ponía los dientes largos cada vez que pasábamos junto a ella, Espuma de cerveza, dedicada a vender únicamente artículos relacionados con esta bebida: botellas y latas, copas, jarras, etc. Montamos el TomTom en el vehículo y fijamos el destino de Santona, obteniendo como respuesta que esta se encontraba a algo menos de cincuenta kilómetros desde donde estábamos. Casi todo el recorrido lo hicimos por una muy buena autovía de firme perfecto.


Llegamos a SANTOÑA a las nueve de la mañana. Estuvimos callejeando un rato hasta que encontramos aparcamiento en la calle Manzanedo, muy cerca de la Estación de Autobuses. Lo primero que decidimos fue buscar una cafetería o bar para desayunar algo. Y paramos en el BAR RAFA, a escasos cien metros de donde habíamos dejado el coche, que a esa hora presentaba una numerosa clientela atacando los cafés, cruasanes y tostadas que estaban sobre las mesas y la barra. Pedimos un café con leche, una manzanillas y dos medias tostadas, que con diligencia nos sirvió el camarero que atendía la barra, al que abonamos cinco euros por el servicio. Nos fijamos en las numerosas fotografías que había en el local de raciones y tapas a precios muy competitivos: percebes, gambas, rabas, bígaros, etc. Enfrente del bar se encontraba el MONUMENTO AL BOCARTE, nombre con el que se conoce también a la anchoa en el norte de España, monumento con el que se quiere mostrar la importancia de esta especie en la historia de la pesca y la conserva en la villa marinera. Finalizado el desayuno nos echamos a la calle para iniciar el recorrido que llevábamos planificado. Lo primero que visitamos fue el AYUNTAMIENTO, también conocido como PALACIO DE MANZANEDO, palacio construido a finales del siglo XIX por un indiano local enriquecido en Cuba con el comercio. Muy cerca, en unos jardines próximos estaba la ESCULTURA DEL TÍO RÍOS, de bronce, dedicada a un personaje muy conocido, de principios de siglo, “Tío Ríos”, que altruistamente cuidaba y regaba los jardines de la ciudad. Enfrente, se encuentra el actual IES MARQUÉS DE MANZANEDO, mandado levantar por el mismo personaje que construyó el palacio que hoy hace las veces de Ayuntamiento y de características constructivas muy similares. Continuamos por la calle del Aro donde fotografiamos el MURAL “PÓSITO 1”, pintado en memoria de los dieciséis marineros fallecidos en el naufragio pesquero acaecido el ocho de julio de 1936. Desde aquí nos acercamos a ver el triste espectáculo del PALACIO DE CHILOHECHES, construcción barroca del siglo XVII de extraordinaria fachada, que posteriormente fue hospital militar y durante la Guerra Civil se utilizó como cárcel, finalmente en la posguerra sirvió como escuela. Hoy en día está totalmente abandonado y en ruina. ¡Una verdadera lástima que pueda perderse este edificio! Continuamos el paseo hasta la Plaza de San Antonio, hermoso rectángulo arbolado con un bonito quiosco de música. En una de sus esquinas está el MONUMENTO A CERVANTES, una figura de bronce de trescientos kilos, con una altura de 1,70 m, dedicada al genial escritor alcalaíno. Seguimos por la calle Las Huertas para dar con el MONUMENTO A LA MUJER CONSERVERA, escultura de dos metros de altura que representa una mujer con falda y calzada con las típicas almadreñas, con bote de salazón, cajón de salmuera y cestillo con bocartes realizando labores propias de la industria de la salazón. Un poco más adelante, en la calle Lino Casimiro Iborra, nos encontramos con una nueva figura, la ESCULTURA “CORAL”, hecha de acero cortén pintado en color rojo, con una altura de más de siete metros. Más adelante, en la Plaza Camilo José Cela vimos un grupo de ESCULTURAS DE VÍCTOR DE LOS RIOS, escultor santoñés cuya obra se encuentra repartida por toda la villa. Las que están en esta plaza son bustos que representan a personajes tan relevantes como Ramón y Cajal, Ortega y Gasset, San Juan de la Cruz o García Lorca, este último situado frente al TEATRO CASINO LICEO, construido en el siglo XIX y remodelado y restaurado a lo largo del siglo XX. Otro edificio interesante fue la CASA PALACIO DE CASTAÑEDA, una bella construcción de principios del siglo XX de estilo neoclasicista, formada por la casona y el torreón. Cerca de aquí, en la plaza de Manuel Andújar, que más que plaza es una confluencia de varias calles, hay una réplica de una antigua FUENTE a la que acudían las mujeres a por agua y a pocos metros de ella, la ESCULTURA DE UNA MUJER AGUADORA, una santoñesa vestida con indumentaria de principios del siglo XX, falda larga, delantal y pañuelo, con un cubo de madera más ancho por la base que por la boca sobre la cabeza, con el que antiguamente trasladaban el agua de las fuentes a las casas. Poco a poco nos habíamos ido acercando al puerto, cuyo olor ya se percibía. Estábamos en la Plaza de la Concordia en la que en uno de sus laterales vimos un MONUMENTO AL CARNAVAL hecho en acero con unas siluetas de personas vestidas de negro que acompañan a una enorme sardina a su entierro. Así llegamos a los jardines que corren paralelos al puerto. En ellos se encuentran diversos atractivos turísticos, como el MONUMENTO A LA HISPANIDAD, mural compuesto por piezas de barro y relieves hechos a mano que son un homenaje a todo el mundo hispánico conseguido a lo largo de los siglos tras el descubrimiento de América. Muy cerca se encuentra el MONUMENTO A JUAN DE LA COSA, en el que, sobre dos columnas, dóricas que representan a las de Hércules, se apoya un bloque con la nao Santa María propiedad del cartógrafo y piloto santoñés Juan de la Cosa, autor del primer mapamundi en 1500. Enfrente se perciben los RESTOS DEL ANTIGUO MUELLE construido en el siglo XVII, sobre el que encontramos también la figura de un perro de aguas, fiel compañero de los marineros. La vista de este lugar es magnífica, el paisaje se derrama de derecha a izquierda mostrándonos la majestuosa y apaciguada ría, las cercanas casas de la vecina Laredo al otro lado de esta, y el mar abierto enmarcado entre dos riscos que se elevan al cielo. Desde aquí nos acercamos a ver el MONUMENTO AL SULERO, en el que se reproduce la figura de un pescador de sulas y sus artes de pesca, muy popular en los muelles de la villa del puerto. La sula es un pescado con cierto parecido a la sardina, criado en las aguas de fondos arenosos cercanas a la villa. Continuamos el paseo por estos agradables jardines, cuidados con verdadero mimo, pensados hasta el más mínimo detalle: el encaje de las ramas de los árboles, la orientación y número de los bancos para sentarse, los parterres de flores… ¡Un verdadero encanto! Al final de dicho paseo nos encontramos con el MONUMENTO A CARRERO BLANCO, obra de Juan de Avalos, dedicado al Almirante y político franquista asesinado por ETA Luis Carrero Blanco, natural de esta villa. Tiene veinte metros de altura y en él se puede apreciar un gran timón en cuya cúspide hay un ángel oferente y la rosa de los vientos. Nos dio la sensación de que este monumento causa más incertidumbre en los miembros de la Corporación municipal que otra cosa. Desde aquí comenzamos el camino de vuelta hacia el coche, no sin antes acercarnos a visitar la IGLESIA DE SANTA MARÍA DEL PUERTO, edificio protogótico del siglo XIII, aunque de su vieja cabecera desaparecida, quedan aún algunos restos de finales del XII. Tiene planta de tres naves, la central más ancha y alta, que se abre a las laterales por arcos de medio punto de tradición aún románica. Los capiteles, aunque continuos, mantienen igualmente recuerdos románicos, con temas iconográficos del Paraíso, Infierno, caza del jabalí, cabezas cortadas, etc. Los más marcados rasgos góticos están en las cubiertas, todas de crucería sencilla. En el tramo norte del crucero, existe el famoso retablo de San Bartolomé, una de las piezas pictóricas flamencas más notables de España. Pieza importante es la pila bautismal, con muy bella cuba de gallones y relieves con la Anunciación.

Enfilamos la calle Juan de la Cosa hacia la Plaza de la Concordia. Durante el trayecto preguntamos en varios establecimientos, Conservas Nuevo Libe, Mariscos Riomar o Conservas Emilia, entre otros, la posibilidad de comprar algunas latas de anchoas para llevarlas en el viaje de vuelta a Bailén, y todos nos lo desaconsejaron ya que, al no conservar la cadena de frío, la anchoa podía perder calidad y echarse a perder. Entramos también en un Supermercado DÍA donde compramos algo de fiambre, una botella de vino tinto y varias latas de refrescos para cenar una vez que estuviéramos alojados en Laredo. Antes de retomar de nuevo el camino hacia el coche y a la vista de la hora que era, algo más de las doce de la mañana, acordamos tomar unas cervezas en un establecimiento situado en la calle Santander llamado BAR LA TIERRUCA GALLEGA, así que nos sentamos en una de las mesas que había en la calle y pedimos dos raciones, una de gambas y otra de bígaros de un tamaño aceptable. El precio de cada ración era de cinco euros. El camarero nos las trajo a la mesa en dos platos bastante colmados junto con las dos pintas de cerveza. Quince euros abonamos en total. Desde aquí llegamos en pocos minutos a la calle Baldomero Villegas, donde contemplamos en las paredes laterales de tres bloques de pisos los murales llamados CASAS DE PESCADORES, en los que aparecen pescadores y marineros que nos recuerdan a los personajes de la novela “Sotileza” del escritor montañés José María Pereda. A eso de las una, subimos al coche y enfilamos dirección a Laredo.

LAREDO se encuentra a dieciocho kilómetros de Santoña. Llegamos a la villa a eso de las una y media y nos costó un mundo aparcar el coche porque el hotel que habíamos reservado, HOTEL RAMONA, se encontraba ubicado en medio de los muchos puestos de venta ambulante de alimentación y textil del mercadillo semanal que se celebraba ese día. Todo estaba cortado y no había forma humana de aparcar el coche a una distancia razonable del hotel. Así que optamos por una solución radical: aparcamos cerca del IES BERNARDINO DE ESCALANTE, a más de un kilómetro de distancia. Nos fuimos a dar una vuelta por el mercadillo y cuando este finalizó me acerqué a recoger el coche para aparcarlo casi en la puerta de entrada del hotel. Dos cosas nos habían sorprendido durante nuestros primeros pasos por la ciudad: una, la existencia de un pabellón deportivo llamado “Emilio Amavisca” antiguo jugador del Real Madrid, entre otros equipos, natural de esta villa; y dos, la presencia permanente de un horrible y monstruoso bloque de pisos en todo lo alto de uno de los montes que rodean la población, que afea sobre manera el paisaje. Bajamos las maletas del coche y nos dirigimos a la recepción del Hotel Ramona, situado en la calle Villa de Foz, donde teníamos reservada una habitación por 40 euros. Cubierto este trámite y dejadas en la habitación las maletas y la bolsa con fiambre, refrescos y vino que habíamos comprado en Santoña, nos echamos de nuevo a la calle para pasear por las calles de este apacible pueblo marinero y ruidoso enclave turístico. En el Laredo actual se distinguen tres zonas: La Puebla Vieja, el primer Ensanche y la prolongación de este hasta el Puntal. El Casco o Puebla Vieja se articula en torno a seis calles, dispuestas en retícula, repletas de edificios de carácter popular, que se entremezclan con otros nobles, tanto civiles como religiosos. Tomamos la dirección para llegar a la Plaza Cachupín, donde se encuentra, por un lado, la CASA TORRE DE VÉLEZ CACHUPÍN, construcción del siglo XVII en la que llegó a pernoctar el conquistador Simón Bolívar. Lindado con ella, aunque más hacia la calle San Francisco, la preciosa fachada del PALACIO DE ZARAUZ nos acoge de frente, mostrándonos sus cuatro arcos con piedra de sillería en el soportal, el arranque de la Puerta Medieval de la Mar, en el interior, y la balconada corrida típica de nuestra región, además del escudo nobiliario, uno de los más elaborados de las casas nobiliarias de la villa. Desde aquí, casi anexa se encuentra la Plaza de la Constitución donde se yergue el ANTIGUO AYUNTAMIENTO DE LAREDO, de mediados del siglo XVI, y constituye la muestra más representativa de la arquitectura civil renacentista en Cantabria. En ese momento estaba en proceso de restauración. Presidiendo la fachada principal figura el escudo de la villa. Arquitectónicamente vemos una serie de arcos de medio punto en el piso inferior, y escarzanos en el superior. También posee varias balconadas que servían para presidir los actos solemnes. Acogió hasta 2007 las dependencias del Ayuntamiento. En ese momento, dado la hora que era, casi las tres de la tarde, y que las pintas y raciones de Santoña habían pasado a mejor vida, decidimos hacer un alto en el BAR ESPAÑOL, que también era administración de loterías. Atendido por dos simpáticas camareras que demostraban tablas en el oficio, pedimos de entrada unas cervezas y comimos a base de pedir tapas sueltas, bastante apetitosas la mayoría de ellas: croquetas de bacalao, gulas, gildas, lomo con pimientos, mejillones rellenos, etc. Después de la segunda cerveza, yo me pasé al vino tinto. Terminamos pagando veinticinco euros más cuatro más que abonamos por una primitiva que hicimos para el jueves y sábado siguientes. Desde aquí volvimos rodeando el antiguo Ayuntamiento donde vimos una escultura de medio cuerpo del Emperador Carlos I, relacionado con esta villa porque desde aquí embarco hacia el monasterio de Yuste, una vez que había abdicado en su hijo Felipe II. En la acera de enfrente destacaba la fachada del MERCADO DE ABASTOS, de principios del siglo XX, donde se proyecta en abundancia todo el repertorio mudéjar: ladrillo visto, cerámica, mampostería, sillería en esquinas, entrelazados, arcos imbricados, etc. En la misma calle se puede observar la escultura HOMENAJE A DIEGO DEL BARCO, héroe coruñés de la Guerra de la Independencia. De vuelta a la calle San Francisco, vimos los escasos restos que quedan de la CASA DE LA FAMILIA PELEGRÍN, edificación del siglo XV ahora en ruinas. Unos metros más arriba nos espera el CONVENTO DE LAS TRINITARIAS, que actualmente funciona como un Albergue de peregrinos, y la IGLESIA DE SAN FRANCISCO, construcción del último tercio del siglo XVI. Es un templo de una sola nave y de ocho capillas laterales con un coro en lo alto de la nave central. Continuando por la misma calle llegamos a la PUERTA DE SAN LORENZO, también llamada de Bilbao, antigua puerta de acceso a la villa perteneciente a la muralla medieval del siglo XIII. Todavía conserva la torre de vigilancia del siglo XIV. En la actualidad acoge el Centro Temático Carlos V. Al lado de esta puerta destaca la CASA DEL CAPITÁN ALVARADO, del siglo XV. En ella nació D. Hernando de Alvarado, quien fuera capitán de las tropas del conquistador D. Francisco Pizarro en la conquista del Perú. Enfrente de esta casa, la CAPILLA DEL ESPÍRITU SANTO, fundada anexa al antiguo Hospital de la Villa, con elementos arquitectónicos que recuerdan al romántico. Se conserva el ábside con unos frescos que representan escenas sagradas. También destacan los canecillos externos del ábside con motivos variados y el pequeño campanario con su campana que es un añadido posterior. Adosada a ella está el ANTIGUO HOSPITAL, con una trabajada fachada de piedra sillar, arquerías y soportales. Poseía 16 camas para enfermos y era atendida por religiosas. Fue centro de acogida de los peregrinos que venían a Santiago de Compostela por el Camino de la Costa. Desde este lugar, nos dirigimos hacia la calle Espíritu Santo donde vimos una fachada de gran belleza con escudo familiar en esquina soportado por dos leones, que no es otra que la CASA DE LA FAMILIA GUTIÉRREZ CARRIAZO, construida en el siglo XVII. Hoy en día es un restaurante. A pocos pasos de aquí, subiendo la Travesía de Santa Catalina está la IGLESIA DE SAN MARTÍN Y SANTA CATALINA, que es la iglesia más antigua de la Villa, de mediados del siglo XI. Es de estilo románico, con muros fuertes sin ventanales, de una única planta, con acceso por una puerta en ojiva. Destaca su espadaña de siete huecos, una de las mejores de España en su género. Tiene un bellísimo ábside. No pudimos visitarla porque se encontraba cerrada. Desde aquí nos dirigimos a la PLAZA DEL MARQUÉS DE ALBAIDA, donde se conserva “el primer artificio que adornó la salida del agua en una plaza pública en Laredo”, una fuente de cuatro caños que es conocida como la Fuente de la Cordera, cuya construcción es del siglo XVIII. Frente a esta plazuela vimos la CASA TORRE DE LA FAMILIA VILLOTA, del siglo XV, con varias ventanas de ojiva en su fachada norte. A pocos pasos, la PUERTA DE LA BLANCA, conocida también como Puerta de San Martín ya que por ella se accedía a la Iglesia del mismo nombre, extramuros de la villa. Esta puerta forma parte de la muralla medieval del siglo XIII que circunda la Puebla Vieja. Era el primer paso aduanero y de control para mercaderes, peregrinos y comerciantes. Siguiendo la ruta por la calle de Santa María llegamos a la IGLESIA DE SANTA MARIA DE LA ASUNCIÓN. Es la parroquia matriz de Laredo y patrona de la Villa. Su construcción data del siglo XIII. Tiene una bella arquería gótica en sus naves, así como un magnífico ejemplo de ábside. Destaca como pieza más valiosa de la iglesia el retablo de la Virgen de Belén. Saliendo de la iglesia, situada en el punto más alto de la Puebla Vieja, y ya volviendo sobre nuestros pasos nos encontramos con la CASA DE DON DIEGO CACHO, de mediados del siglo XVIII, aunque conserva elementos arquitectónicos anteriores que le confieren el aspecto de fortaleza como las ventanas saeteras de la planta baja. De nuevo en la Plaza Cachupín, nos dirigimos por la calle Turismo de Laredo hacia la playa de la Salve, donde íbamos a terminar de pasar la tarde, viendo la bellísima desembocadura de la ría de Treto, con Santoña como escenario final. Aquí se iniciaba un largo paseo entre jardines, playa, matorrales, arena y dunas que a esas horas de la tarde estaba bastante animado con parejas paseando, niños corriendo y saltando y ancianos sentados en sus bancos disfrutando de los últimos rayos solares de la tarde. La primera escultura que nos encontramos fue el MONUMENTO A LOS PESCADORES, conjunto que rinde homenaje a la vocación marinera de la villa. Caminando en dirección a Santoña, nos encontramos a continuación el MONUMENTO A LA SARDINERA, en el que una mujer porta una gran bandeja llena de sardinas sobre su cabeza. Un poco más adelante, vimos otra escultura denominada LA VARIABLE FEMENINA que, realizada en hierro, presenta la figura de una mujer cuyos cabellos ondean al aire. Y así llegamos hasta la ESCULTURA DE LOS DELFINES. Y desde aquí, a las ocho y media de la tarde, iniciamos de nuevo el camino de retorno hacia el hotel al que llegamos realmente cansado pues habíamos tenido un día realmente duro. Nos dimos una ducha relajante y con ropa cómoda nos dispusimos a ver la televisión para enterarnos un poco de lo que había ocurrido durante el día. Sacamos, por un lado, del frigorífico de la habitación los refrescos, la botella de vino tiento y las latas de cerveza que teníamos fresquitas y, por otro, el fiambre, el pan y la fruta y nos dispusimos a cenar Terminamos de tal cometido sobre las diez y media y nos metimos rápidamente en la cama para poder levantarnos temprano al día siguiente, durante el cual volvíamos a tener de nuevo otra visita maratoniana. Nuestro viaje iba llegando a su fin.

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