Nos levantamos muy temprano pues hoy teníamos que llegar a Santillana del Mar pasando previamente por San Vicente de la Barquera. También habíamos incluido el acceso a la Neocueva de Altamira, previa reserva para las seis y media de la tarde. En nuestra planificación inicial habíamos incluido en este mismo día, ya que nos cogía de camino, la visita a la Cueva del Soplao, pero nos encontramos con el hándicap de que no había entradas disponibles para el acceso de la mañana. Solo podíamos acceder a la cueva durante la tarde, opción que nos entorpecía todo el día. Por eso decidimos no visitarla ese día y hacerlo el siguiente que sí teníamos posibilidad de hacerlo a primera hora de la mañana. A las siete de la mañana estábamos ya en el balcón con un café con leche humeante entre las manos. Los juegos de luces y sombras que a esa hora sacaba el sol al macizo montañoso de los Picos de Europa que teníamos frente a nosotros no se puede describir, había que verlo para poder entender la fuerza de la naturaleza. Esta visión nos volvía a traer el recuerdo de Lole y Manuel con su tema “El sol, joven y fuerte, ha vencido a la luna, que se aleja impotente del campo de batalla”. Terminado el desayuno, recogimos las maletas y las cargamos en el coche. Antes de irnos queríamos comprar orujo y otros licores de la zona. El dueño del apartamento me había recomendado el que se vendía en un local sin más publicidad que un portón grande, situado muy cerca de donde teníamos el coche aparcado. Me acerqué a ver y me encontré con una de las mejores marcas de orujo y otras clases de licores que he probado. Compré una botella de orujo blanco, otra de hierbas, otra más de licor café y una última de orujo de miel. Pagué los cincuenta euros que me pidió el dueño del local, que además era el que elaboraba los licores. Tras la compra, terminamos de repasar el apartamento para evitar que se nos quedara algo, dejamos las llaves en la mesa del salón y nos dirigimos al coche que pusimos dirección a San Vicente de la Barquera.
A los pocos kilómetros de abandonar Potes nos encontramos con que la carretera mostraba inequívocas señales de que estaba en obras lo que nos supuso continuas paradas para permitir el trasiego de camiones, unas veces cargados y otras vacíos, siguiendo las señales de los obreros. Sin darnos cuenta estábamos metidos de lleno en el DESFILADERO DE LA HERMIDA, que tiene el record de ser el de mayor longitud de toda España, alrededor de veinte kilómetros que se pueden recorrer íntegramente en coche. Grandes paredes de roca verticales de hasta seiscientos metros de altura que se aposentan casi en la misma carretera impidiendo la existencia de un mínimo arcén, y un protagonista indiscutible, el angosto cauce del río Deva. El único inconveniente que pudimos achacarle a este desfiladero fue la inexistencia de algunos ensanches en determinadas zonas donde poder dejar el coche y admirar el espectáculo que nos brindaba la naturaleza. También entendíamos que era bastante complicado dotar de estos aparcamientos porque eso suponía comerle espacio a la montaña. A unos diez kilómetros de Potes nos desviamos brevemente para visitar la bellísima IGLESIA DE SANTA MARÍA DE LEBEÑA, un templo mozárabe de siglo X que guarda en su interior unas cuantas leyendas. La iglesia se encontraba cerrada y no constaba ningún horario de visita. A pesar de todo, disfrutamos de su magnífica torre campanario y las arquerías de sus ventanales y canecillos. Y así sin más paradas en el camino nos dirigimos a SAN VICENTE DE LA BARQUERA, donde llegamos sobre las diez de la mañana, después de haber recorrido los escasos cincuenta kilómetros que lo separan de Potes. San Vicente constituye una de las más bellas estampas de la cornisa cantábrica y es paso obligado entre Asturias y Cantabria, así como del Camino de Santiago por su ruta costera. Dimos alguna vuelta que otra tratando de encontrar aparcamiento donde dejar el coche. Finalmente pudimos aparcar en una amplia zona habilitada para ello en el Parque Avenida Miramar. Decidimos, antes de comenzar la visita de la localidad, tomarnos unos cafés y para ello accedimos al CAFÉ BAR EL MANANTIAL, situado muy cerca del coche. Pedimos además una tostada de aceite y tomate para compartir que nos dejó un poco indiferentes, ya que el pan que nos pusieron era de molde y no estaba muy tierno. Pagamos las consumiciones y nos dirigimos calle arriba por la Avenida de los Soportales hasta el inicio de la calle Padre Antonio, donde comenzaba el casco histórico. Arremetimos la primera pendiente de la calle hasta llegar al CASTILLO DEL REY, construido a principios del siglo XIII y uno de los mejores ejemplos de fortaleza medieval de toda Cantabria. Restaurado recientemente, sus dependencias se han acondicionado para acoger diferentes eventos de carácter cultural. En la actualidad cuenta con una interesante exposición permanente sobre la historia y naturaleza de la ciudad. Casi anexa al castillo, se pueden ver algunos lienzos de la antigua MURALLA, que circundaba y defendía la vieja ciudadela alta. Desde este punto, las vistas sobre la amplia bahía de San Vicente son espectaculares. Seguimos subiendo la calle hasta llegar al PALACIO DE LA FAMILIA CORRO, actual Ayuntamiento. Situado frente a la Torre del Preboste, este palacio renacentista del siglo XVI mandado construir por el inquisidor de la ciudad para ser hospital de acogida de enfermos, pobres y peregrinos que transitaban por el Camino de Santiago. En su fachada, de estilo plateresco, se pueden ver los escudos de la familia. La TORRE DEL PREBOSTE es un robusto torreón del siglo XII adosado a la muralla. Según la tradición, fue sede del preboste, oficial real para la recaudación de diezmos e impuestos en la Edad Media. Pasado el ayuntamiento se abre una amplia plaza en una de cuyas esquinas se levantan los escasos restos del HOSPITAL DE LA CONCEPCIÓN, otro antiguo hospital de acogida y refugio de los numerosos peregrinos que se dirigían a Santiago de Compostela y que hacían su entrada por la puerta de la muralla llamada del Peregrino, junto a la Torre del Presbote. Un poco más arriba emerge poderosa entre el arbolado y edificios de la calle la IGLESIA DE SANTA MARÍA DE LOS ÁNGELES, ubicada en la zona más alta de la villa. Iniciada su construcción en el siglo XIV, se aprecian con claridad las características del gótico montañés siendo uno de sus ejemplos más destacados de este tipo de arquitectura. Llama poderosamente la atención su ancha torre campanario coronada por dos arquitos que le confieren gran plasticidad. Es uno de los símbolos más conocidos de la ciudad. Tiene dos puertas románicas de austera belleza, con unos bien definidos capiteles. No pudimos entrar a visitarla porque en ese momento se estaba realizando una visita privada para un grupo que se encontraba en su interior. Así que nos quedamos con la gana de poder ver la belleza del túmulo mortuorio renacentista del inquisidor Corro y la escultura del Ángel marinero, talla de madera policromada, con cara de mujer, cuerpo de hombre y un remo en su mano.
De vuelta al coche, paramos en una de las múltiples tiendas que había y compramos un lote de cuatro latas medianas de anchoas por un total de veinte euros del que daríamos buena cuenta en los próximos días en Santillana del Mar. Compradas las anchoas, nos dirigimos a visitar el SANTUARIO DE LA VIRGEN DE LA BARQUERA, situado en un bucólico lugar junto a la entrada del puerto, en el mismo lugar en el que, según cuenta la tradición, se apareció la Virgen de la Barquera, patrona del municipio, hace ya muchos siglos. De nuevo en el vehículo, tras la visita al santuario, nos encaminamos hacia Santillana del Mar, no sin antes pasar por el PUENTE DE LA MAZA, obra de ingeniería del siglo XVIII, que llegó a tener hasta treinta y dos arcos, siendo considerado como uno de los puentes más grandes del reino, con más de quinientos metros de longitud. Cuenta la tradición popular que si pides un deseo y cruzas el puente aguantando la respiración, éste se cumplirá, por eso se conoce también como el Puente de los Deseos. Nosotros no lo intentamos siquiera.
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