domingo, 22 de abril de 2018

CIUDADELA, PEDRERA s'HOSTAL Y NAVETA DES TUDONS

De nuevo, el día amaneció radiante, con una temperatura casi veraniega. Todas las prendas de abrigo con las que habíamos llenado la maleta seguían en el fondo del armario esperando peores tiempos. Tal y como habíamos planificado, hoy visitaríamos por la mañana la antigua capital de la isla, Ciudadela y, ya de vuelta al hotel, teníamos previsto parar en dos sitios: la Pedrera s’Hostal y la Naveta dels Tudons. Por la tarde nos íbamos a quedar en el hotel porque Concha quería darse un chapuzón en la tranquila cala que teníamos enfrente. Así que, al igual que días anteriores, nos levantamos temprano -algo menos de las ocho de la mañana-, nos vestimos y bajamos al comedor para desayunar. Apenas había gente en las escasas mesas ocupadas. Repetimos la rutina de cada día: zumo, café con leche, tostadas de aceite y tomate, algo de fiambre y algo de bollería para completar. Vuelta a la habitación, limpieza de boca y dientes, repaso estético en general, últimos retoques al atuendo y a la calle. Nos subimos al coche y enfilamos dirección a CIUDADELA de la que nos separaban aproximadamente cuarenta kilómetros, en general de buena carretera ya que íbamos a circular por la Me-1, vía que une Mahón y Ciudadela. Casi a las diez menos cuarto llegábamos a las primeras rotondas, en las que por lo general había alguna escultura relacionada con la ciudad: un caballo por sus conocidas fiestas, la silueta de un zapato por su industria zapatera, etc. Callejeamos un rato hasta llegar a la céntrica Plaza des Born, donde, entre otros, se encuentra el Ayuntamiento. Casualidades de la vida, había varios huecos para aparcar y en uno de ellos metimos el coche, aunque toda la zona era de pago. Pero, dado que era domingo, el aparcamiento nos salió gratis por ser fin de semana. Haciendo un poco de historia, sabíamos que la ciudad fue capital de la isla hasta 1714, coincidiendo con el periodo de la ocupación inglesa. Todo ese pasado, los años de destrucción de la ciudad y resurgimiento otra vez, la han dotado de una belleza difícilmente igualable. Sus plazas apacibles, sus estrechas calles adoquinadas, sus iglesias, principalmente su catedral gótica y la desacralizada iglesia del Roser, la larga franja de su puerto… Todo ello son alicientes más que suficientes para visitar y disfrutar de la ciudad.

Como dijimos anteriormente, aparcamos frente al AYUNTAMIENTO, que es uno de los edificios más bellos del centro histórico, aunque no tan antiguo como uno podría suponer, ya que es una construcción de principios del siglo XX. La plaza en la que se ubica junto con otros edificios nobles es la llamada PLAÇA DES BORN, en cuyo centro hay un obelisco que rinde honores a aquellos que dejaron su vida para defender la ciudad. Es aquí donde se conmemora, cada nueve de julio, el asalto turco de 1558. Enfrente del Ayuntamiento, al otro lado de la plaza se ubican dos palacios con fachadas muy similares, separados por la calle Major. Mirándolos de frente, el de la derecha es el PALACIO SALORT, cuya construcción se inicia a principios del siglo XIX, muestra su fachada principal severa y maciza a la calle Major, mientras que en la plaza del Born se traduce en una galería de tres arcos a doble altura, abierta y de una gran ligereza y fina composición. La fachada se divide en tres cuerpos delimitados por pilastras jónicas. El cuerpo central, ligeramente avanzado al exterior, está rematado por un frontón triangular gris. El de la izquierda, el PALACIO DE TORRE-SAURA, es el más impactante de los palacios de la ciudad, tanto por sus dimensiones -ocupa tres cuartas partes de la manzana- como por su concepción -es el ejemplo más depurado de la arquitectura neoclásica civil-. Su fachada principal, al igual que el Palacio Salort, se encuentra en la calle Major. Sobre la puerta principal hay un busto de mujer cubierto por un velo. Dos detalles de reflejan el lujo y el refinamiento de los antiguos propietarios de ambos palacios son los llamadores que existen en ambas puestas de entrada. Son un verdadero lujo para la vista. En otra esquina de la plaza está el TEATRO DEL BORN, construido a finales del XIX donde antes había un cuartel de caballería. Su fachada plana es simple, de estilo neoclásico. En paralelo a la fachada del teatro corre un mirador sobre el puerto que nos deja unas imágenes muy clarificadoras de la belleza de esta zona portuaria. Y en otro extremo de la plaza, se vislumbra la mole de la IGLESIA DE SAN FRANCISCO, situada entre el gótico tardío y la severidad neoclásica, es la más espaciosa de la ciudad después de la Catedral. Desde aquí avanzamos hasta la cercana Plaza de la Catedral, que en esos momentos se encontraba totalmente ocupada por un sinfín de puestos callejeros vendiendo toda clase de artículos: libros, bisutería, productos típicos, etc. En la plaza se encuentra la enorme fachada en piedra arenisca de la SEDE DEL CONSELL INSULAR, antigua sede de la Universidad General de Menorca. Cerrando otra de las esquinas frente a la fachada principal de la catedral se encuentra la anodina fachada de la CASA OLIVAR, construida en el siglo XIX en piedra marés, coronada por una gran cornisa con el frontón, que disimula la curva de su fachada. Desde aquí, en vez de entrar a la catedral para visitarla nos dirigimos hacia la calle del Bisbe donde pasamos a ver el PALACIO EPISCOPAL, construcción iniciada en los últimos años del siglo XVIII, con fachada decorada de balcones coronados alternativamente con frontones triangulares y curvos. Presenta también un bonito llamador en la puerta de acceso al tranquilo y bucólico patio con un bonito pozo y una magnífica escalera exterior desde la que se accede a una galería porticada que comunica el interior del palacio y la catedral. Salimos de nuevo a la calle para contemplar, al fondo de esta la fachada del PALAU SQUELLA, donde resaltan los variados elementos decorativos de la fachada pintada en tono pastel, entre los que destacan unas pequeñas cariátides que soportan figuradamente el peso de las pilastras. De vuelta sobre nuestros pasos para entrar en la CATEDRAL, que ocupa el antiguo lugar de la mezquita mayor, convertida al culto cristiano tras la conquista de la isla por Alfonso III. La catedral es un notable edificio gótico de importantes dimensiones, donde llama la atención su altura. Tiene una sola y amplia nave, cubierta con bóveda de crucería sencilla, segmentada en cinco tramos, con capillas laterales entre los contrafuertes. La cabecera es poligonal. De todas las capillas catedralicias, destacan la barroca Capella de les Ànimes y la neoclásica Capella del Santíssim. Lo más destacable de la fachada principal es el pequeño rosetón superior, único resto gótico que sobrevivió a la restauración de esta portada en el siglo XIX. También se ha conservado la puerta gótica lateral. Terminada la visita a la catedral, nos dirigimos a la calle del Roser para contemplar la bellísima facha de la IGLESIA DEL ROSER, hoy en día desacralizada y convertida en sala de exposiciones.
De todas las fachadas de las iglesias de Menorca, la del Roser es la de mayor calidad arquitectónica. La triple portalada con depuradas decoraciones, el bordón que rompe el vacío de la cerradura de fachada intermedio y el rosetón con la figura de Nuestra Señora del Roser, han conformado la fachada más elaborada de la isla. La torre del campanario es del siglo XIX. A escasos pasos, en la calle del Santíssim, se nos muestra la impresionante fachada del PALAU SAURA MORET, en cuya fachada principal destaca la composición de las pequeñas ventanas del segundo piso, con la cornisa muy volada y ornamentada, que se extienden a la fachada lateral y consiguen dar una gran unidad al conjunto. En su interior se ha ubicado el Museo Municipal, aunque cuando nosotros lo visitamos el palacio estaba cerrado y no tenía función alguna.  De vuelta de nuevo hacia la catedral llegamos a SES VOLTES, espacio porticado que es
uno de los paseos más encantadores del centro histórico de la ciudad, salpicado de estrechas callejuelas y placitas con encanto donde ofrecen sus productos numerosas tiendas y sus terrazas multitud de bares y cafeterías. En toda la zona abundan los colores de tono pastel, aunque los soportales porticados están todos blanqueados. Y en una de estas placitas se encuentra la COLUMNA HOMENAJE A LAS FIESTAS DE SAN JUAN, coronada por una escultura de un CORDERO que enarbola una bandera. En el Día des Be (o "día del cordero"), el domingo antes de Sant Joan, se sale con este animal, blanco, elegante e impoluto y una comitiva formada per la "Junta de Caixers" y el hombre del cordero, que lo lleva en sus hombros. Dicha comitiva recorre las calles del centro histórico de la ciudad invitando a la población a asistir a las fiestas el día 23 y 24 de junio. Avanzamos unos pasos hasta la IGLESIA DEL SANT CRIST, que recibe su nombre de la talla que representa a Jesús en actitud de haber ya expirado, con la cabeza tumbada hacia la derecha, los ojos cerrados y con una diáfana expresión de majestuosa serenidad. Esta imagen tiene una leyenda que cuenta que el lunes 14 de marzo de 1661, hacia mediodía, dos personas se presentaron en la casa del vicario general y le dijeron que la imagen del Cristo sudaba. Este, cautelosamente, envió allí al presbítero de la parroquia para que viese lo que sucedía. La noticia corrió muy pronto por toda la población y, al atardecer, mucha gente acudió a ver el prodigio. En la mañana del 15 de marzo la imagen sudó por segunda vez, y así hasta cinco veces que se produjo el sudor de la imagen. En esta misma calle, un poco más abajo se encuentra el PALACIO SEGUNDA RAMA SAURA MIRET, que acoge el Centro Municipal de Arte de Ciudadela en la actualidad. Y a continuación, el CLAUSTRO E IGLESIA DELS SOCORS, reconvertida en estos momentos en el MUSEO DIOCESANO, construido en el siglo XVIII. Sigue las pautas del barroco de la época. El claustro, de notables proporciones, es rectangular, con corredores cubiertos por bóvedas de arista. La iglesia, anexa al claustro, es de estilo renacentista, con una sola nave y capillas laterales, cubierta de bóveda de cañón y crucero coronado por una cúpula. Tras visitarlo, nos dirigimos hacia la Plaza de Artrutx, para contemplar la fuente instalada en el centro de esta que contiene la ESCULTURA “EL SECRETO”, de tonos grisáceos, donde dos mujeres desnudas y sentadas, de gruesas proporciones, una de ellas le dice algo al oído de la otra. Como ya eran más de las once y media, decidimos parar en uno de los bares situado en una esquina de esta plaza, el BAR RENO, al que entramos y pedimos una infusión y un café con leche, que nos supieron a gloria. Desde aquí, callejeando por las calles de la Murada d’Artrutx y Sant Onofre, llegamos al MERCADO DEL PESCADO o Mercat des Peix, uno de los puntos más visitados por los turistas durante los meses de verano. El edificio del mercado acabó su construcción en el 1985, y desde entonces ha sido remodelado más de una vez. Además de comprar pescado y productos del mar, además podrás comprar carne y embutidos en todas las paradas que hay alrededor. Visitado el mercado que al ser domingo se encontraba cerrado, nos dirigimos hacia la Plaza de Alfonso III par contemplar el MOLINO DEL COMTE, uno de los pocos molinos que quedan en Menorca con una base de dos plantas -la baja servía de almacén y la planta piso era la vivienda del molinero- con la torre cilíndrica, igual que los otros de la isla, que las atraviesa y con la escalera interior que, en este caso, comenzaba en la planta piso y llegaba al piso de las muelas. Aunque habíamos visto fotos que impresionaban por las dimensiones de sus aspas, lo que nosotros vimos fue la construcción en obra, sin aspas de ninguna clase. De regreso hacia el coche, al llegar a la Plaza Nova, vimos la ESCULTURA DE RAFAEL OLEO QUADRADO, de pie, en uno de los extremos de la plaza. Esta escultura de bronce es un claro homenaje del pueblo de Ciudadela a este ilustre historiador y botánico nacido en esta ciudad. Llegamos a la Plaza des Born pasadas las doce del mediodía, subimos al coche y enfilamos el Paseo de San Nicolás, una larga avenida hasta el castillo de mismo nombre. Antes de acercarnos al castillo, pudimos contemplar el BUSTO DE DAVID GLASSCOW, nacido a principios del siglo XIX, hijo adoptivo de la ciudad y primer almirante de la flota de Estados Unidos, que sirve de antesala al CASTILLO DE SAN NICOLÁS. Este es un edificio de planta octogonal, bastante achaparrado y con una torre a modo de linterna. Esta torre fue construida en época española, antes de la dominación inglesa de la isla. La bonita puerta de entrada a la torre es de estilo barroco. Destaca, por encima de esta, el escudo de la Corona de Aragón. Paseamos un rato por la zona, vimos la bocana del puerto en toda su belleza y el romper de las olas en el pequeño acantilado tras el castillo. Con esto dimos por concluida nuestra visita a la ciudad.

Desde aquí, de nuevo en el coche, nos dirigimos hacia LÍTHICA, también llamada PEDRERA S’HOSTAL, de la que habíamos leído cosas interesantes para incluir su visita en nuestro itinerario. Aparcamos el coche en la entrada a la entrada del recinto y pagamos cinco euros por dos entradas reducidas y un folleto informativo a color. Las canteras de s’Hostal son un gran universo laberíntico tallado en el terreno, fruto de la extracción manual y mecánica de la piedra de marés para su uso en la construcción. La extracción de piedra del marés manual o mecánica se realiza en forma de sillares que posteriormente se cortan en piezas de diferentes tamaños según sus necesidades constructivas. En las técnicas manuales la piedra se extrae a golpe de escoda, herramienta de hierro cortante, dejando en las paredes marcas similares a unos arañazos. Existen varias zonas muy ilustrativas de esta forma de extraer la roca que deja enormes paredes cuadriculadas. Por ejemplo: la llamada Brecha, zona zona de encuentro entre una antigua cantera de extracción manual y la cantera del Anfiteatro, de extracción mecánica; el Tótem, que es el punto más emblemático y conocido de s’Hostal y símbolo de Líthica; y el Laberint, un cuadrado laberíntico al pie de la figura emblemática del Tótem. Muchas de las piedras que lo componen están numeradas. Terminamos la visita y nos dirigimos de nuevo al coche para recorrer los poco más de cinco kilómetros que nos separaban de la NAVETA DES TUDONS. Llegamos al aparcamiento habilitado para su visita a pie de carretera, bajamos del coche y nos extrañó ver la puerta de acceso cerrada. Había una pareja de trabajadores que estaban haciendo obras de mantenimiento en la carretera y les preguntamos por qué se encontraba cerrado el acceso. Muy amablemente nos explicaron que unos días antes habían entrado unos gamberros y se habían dedicado a pintarrajear las piedras de este monumento neolítico. Y que debido a esto, las autoridades competentes habían decidido clausurar las visitas hasta que la restauración fuera completa. Así que nuestro gozo en un pozo y a más de uno todavía le deben de estar temblando las ojeras de las maldiciones e improperios que articulé en voz baja. Así, subimos de nuevo al coche y nos dirigimos al hotel donde llegamos pasadas las dos y cuarto de la tarde. Subimos a la habitación, nos refrescamos un poco y bajamos al comedor que a esa hora comenzaba a despejarse.

Después de una buena siesta, y como habíamos acordado quedarnos esa tarde en el hotel, Concha decidió bajar a darse un baño a la cala. El agua seguía mansa y sin apenas movimiento y ruido. Más de media hora estuvo nadando, saltando y flotando sobre las tranquilas aguas. Yo bajé con ella pero me senté en una de las toallas que habíamos bajado y estuve mirando noticias en el móvil y actualizado las visitas del día siguiente. Después nos fuimos a la terraza de la cafetería del hotel y allí pedimos un refresco y una pomada, mezcla de ginebra Xoriguer y limón. Descansamos un rato más y nos subimos a la habitación, nos dimos una ducha caliente y nos vestimos para bajar a cenar. Nuestros amigos de la noche anterior nos habían guardado sitio en su mesa, aunque ellos llevaban más adelantada que nosotros la cena. Acordamos volver a vernos en el salón de actividades del hotel a las nueve y media, donde el que llegara primera debía de coger mesas y sillas para los seis. Y así lo hicimos, aunque no fuimos nosotros los primeros en llegar. Poco a poco, con algún chupito de licor de hierbas que otros, con alguna que otra pomada y algún que otro refresco fue transcurriendo la noche entre las notas musicales del grupo que amenizaba la estancia y el ruido de las voces de los presentes en aquel salón. Llegada una hora prudencial, decidimos irnos a acostar porque al día siguiente teníamos que continuar con nuestra marcha.

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