lunes, 2 de mayo de 2011

BRAGA: UNA CIUDAD AGRADABLE DE VISITAR

Tocaba regresar a casa. Pero el viaje de vuelta no lo íbamos a hacer directamente, sino que habíamos planificado hacer un recorrido de oeste a este por todo el norte de Portugal hasta llegar a Zamora donde pernoctaríamos en el Parador de la ciudad esa noche. Así que teníamos un largo camino por delante que llevaría nuestros pasos a las ciudades de Braga, Guimarães y Bragança para terminar el día cruzando la frontera y llegando a la capital zamorana. Por ello, era necesario madrugar y movernos con cierta rapidez. El día amaneció espléndido, con un sol radiante que hacía presagiar que íbamos a pasar, al menos durante la mañana, algo de calor. Pasaban algunos minutos de las ocho y media de la mañana, ya desayunados, cuando bajamos las maletas al vestíbulo del hotel y yo me acerqué hasta el estacionamiento privado donde estaba aparcado el coche. Una vez en la calle, cargamos las maletas e iniciamos camino de la Bracara Augusta romana de la que nos separaban unos sesenta kilómetros que recorrimos ligeros por una excelente autopista escasamente saturada de circulación. Después de callejear por la ciudad un poco siguiendo las instrucciones del navegador, poco antes de las diez de la mañana salíamos del aparcamiento, sito en la plaza de Largo Carlos Amarante, al lado de la IGREJA DE SANTA CRUZ, donde habíamos dejado el coche. Y en este punto iniciamos la visita a la ciudad. El templo se construyó por orden del fundador de la Cofradía de Santa Cruz. La construcción fue iniciada en el primer tercio del siglo XVII, pero no se terminó hasta casi mediados del siglo siguiente, hecho que justifica la existencia en el mismo tanto de elementos arquitectónicos manieristas y barrocos. El interior, de una sola nave, es abigarrado, muy del gusto portugués, sobresaliendo las bóvedas trabajadas en piedra, así como los arcos fajones recubiertos de elementos decorativos dorados, al igual que las capillas que se abren a ambos lados de la nave, dando una impresión muy recargada y asfixiante para el espectador. Concluida la visita a la iglesia, nos dirigimos al otro lado de la plaza, casi enfrente del templo, para contemplar la CASA DOS COIMBRAS, donde nos topamos con una preciosa ventana, compuesta por cuatro pequeñas ventanas, enmarcada por una cuerda de granito de una belleza increíble, que nos recordó el tan usual cordón franciscano que enmarca las construcciones de esta orden religiosa. Originalmente esta casa de estilo manuelino fue un pequeño palacio construido en el siglo XV para albergar a los eclesiásticos. Años más tarde fue comprada por João de Coímbra, que construyó una capilla, que fue derruida y reconstruida junto a la capilla de São João do Souto a comienzos del siglo XX cuando se remodeló el trazado urbano de esta zona de la ciudad.

 


La CAPILLA DE COIMBRAS, que todavía conserva las ventanas y puertas originales, es una edificación probablemente de origen románico, aunque cuenta con trazas góticas que fueron añadidas en el año 1528. Está considerada como una de las edificaciones religiosas más importantes de la ciudad. Adosada a la anterior se encuentra la IGLESIA DE SAO JOAO DO SOUTO, construida a finales del siglo XVIII. Cuenta con una planta rectangular formada por una nave y presbiterio. Resulta curioso el contraste de las fachadas de ambos edificios religiosos en el espectador: una presumiendo con toda su parafernalia medieval, mientras que la otra, cubierta de simples azulejos, se encuentra desprovista prácticamente de elementos decorativos. 


Frente a ambos templos se abre un pequeño espacio ajardinado que alberga una escultura homenaje a FRANCISCO SANCHES, filósofo y matemático nacido en la ciudad en el siglo XVI. Pero lo que más atrajo nuestra atención fue la llamada CASA DO PASADIÇO que cuenta con un precioso y cuidado jardín exterior. Habíamos leído que es una de las casas más bellas del centro de la ciudad que atesora una larga historia. Cuenta además con la ventaja de ser una de las que muestran una excelente decoración interior, ya que se dedica precisamente a eso: a diseñar proyectos de decoración exclusivos, trabajos por los que presume de renombre mundial. Disfrutamos paseando por algunas de sus estancias, planteándonos aquello de “qué bien viven los ricos”. 


Cumplido nuestro capricho continuamos por rúa de Sao Joao llegamos a la cabecera de la sede catedralicia de la de la ciudad, la Sé,  cuyo ábside se encuentra oculto entre las numerosas dependencias añadidas con el paso de los siglos. Giramos a nuestra izquierda y llegamos a una amplia plaza dominada por uno de los laterales de la catedral y frente a éste un precioso edificio ocupado en la actualidad por las dependencias del Tribunal del Trabajo. Entre ambos edificios, se encuentra el MONUMENTO A LOS ARZOBISPOS DE BRAGA, donde se reproducen en bronce unos escudos nobiliarios. Volviendo la vista hacia el muro exterior de la Epístola de la Sé nos encontramos con una bella portada románica, con tres excelentes arquivoltas decoradas con elementos geométricos que descansaban sobre unas elegantes columnas con capiteles primorosamente decorados con figuras típicas del románico. Desde aquí nos dirigimos hacia la fachada principal de labraguense. Esta catedral comenzó a construirse en el siglo XI, está considerada la catedral más antigua de Portugal y uno de los mejores ejemplos de arte románico del país –estilo del que apenas quedan alguna portada interesante y algunos restos de muros–, aunque también tiene elementos góticos, manuelinos y barrocos añadidos a lo largo de los siglos según la moda imperante. La fachada, encuadrada entre dos torres, no da la sensación de excesiva altura. A la misma ya incorporan elementos típicos del gótico como la portada principal, la crestería que decora los arcos exteriores y las rejas que cierra el pequeño portal exterior. El templo está compuesto por tres naves, con seis tramos y cubierta de madera. Al intentar acceder al interior, nos encontramos con que parte de la catedral estaba cerrada por obras de restauración y consolidación de alguna techumbre. No obstante, pudimos acceder y, a través del claustro, visitar las tres capillas anexadas a la nave principal: la  Capela dos Reis con un primoroso estilo gótico; la Capela da Gloria con una agradable decoración con azulejos y frescos heráldicos; y la Capela de Sao Geraldo,  decorada con azulejos que narran la vida de este santo que fue el primer arzobispo de la ciudad. Terminada la visita, nos acercamos a una tienda de jabones aromáticos, ZENMOTIONS, cuyos escaparates habíamos visto con anterioridad en la rúa Dom Gonçalo Pereira. Una dependienta muy amable y hablando un español perfecto nos fue enseñando diversos formatos y olores de estas pequeñas piezas que utilizaríamos para evitar los malos olores de los armarios de los dormitorios de casa. Finalmente compramos jabones por un total de casi treinta y cinco euros. 


El tiempo nos iba apremiando, pero a pesar de ello, decidimos acercarnos a ver el llamado ARCO DE PORTA NOVA, un elegante arco dieciochesco que funcionó como acceso principal a la ciudad. El arco muestra el ostentoso escudo de armas del arzobispo José de Bragança. Desde aquí comenzamos el camino de vuelta hacia el coche, pero cambiando el itinerario para ver algunos monumentos más. Así nos dirigimos hacia la soleada plaza a la que se abre el sobrio edificio neoclásico del PAÇOS DOS CONSELHO, que alberga el consistorio de la ciudad. Continuamos hasta pasar por delante del Palacio Episcopal y desde allí hasta la Praça da Republica y desde allí hasta el coche.


Pero no abandonamos Braga, ya que nos dirigimos para visitar el SANTUARIO E IGLESIA DEL BOM JESUS DO MONTE, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, donde llegamos alrededor de las doce y cuarto de la mañana. Este complejo religioso se ubica en la localidad de Tenões, a unos seis kilómetros de Braga. La historia de este santuario, muy querido por los portugueses, se remonta al siglo XIV y ha permanecido a lo largo de los siglos sufriendo numerosas reconstrucciones de los edificios que lo conforman. No es hasta el primer tercio del siglo XVII cuando se construye una iglesia de peregrinaje dedicada al Bom Jesus (Buen Jesús) con seis capillas dedicadas a la Pasión de Cristo. Sin embargo, el templo que hoy en día contemplamos no se parece en nada al inicial. 


Todo en Bom Jesus está pensado para impactar al peregrino que viene a pedir el favor del titular del templo. Todo es un escenario preparado para conmover al visitante. Todo ello se enfatiza aún más por la visión de las escaleras barrocas en zigzag que los devotos y peregrinos todavía suben a pie o de rodillas. De hecho, estas escaleras es lo más fotografiadas del recinto, más que la propia iglesia. Pero no son unas simples escaleras para subir o bajar. Cada tramo tiene su significado. La parte baja es la Escadia dos Cinco Sentidos que presenta cinco fuentes dedicadas a cada uno de los sentidos; la parte más alta es la llamada Escadia das Tres Virtudes, con tres fuentes más dedicadas a las virtudes católicas. Son las impresionantes vistas de Braga y las montañas que circundan el santuario. Nosotros, tras las fotos correspondientes de las escaleras coronadas en simétrica perspectiva por la iglesia, decidimos subir utilizando el funicular construido en 1882, que funciona íntegramente con agua. Compramos dos billetes de ida y vuelta que nos costaron un total de cuatro euros y nos sentamos en uno de los bancos corridos delanteros a esperar que llegara la hora programada para iniciar el viaje. Aprovechamos esos momentos para hacernos algunas fotos más en un medio de transporte que parecía sacado de una máquina del tiempo. El trayecto con una muy pronunciada pendiente no duró más de tres minutos y al instante nos vimos en lo alto del monte donde se ubica la iglesia del Bom Jesus que se nos mostró en toda su plenitud rodeada de unos jardines magníficos. El templo fue construido entre 1784 y 1834 y es un gran ejemplo de estilo neoclásico portugués. Lo más destacado de la iglesia es el altar principal que representa la escena de la crucifixión, una Virgen de los siete cuchillos –enormes– y un Crucificado de cuatro clavos con una bellísima ejecución. Paseamos un rato más por los jardines, hicimos todas las fotos que creímos convenientes y nos encaminamos de nuevo hacia el funicular para iniciar el descenso del Santuario. Desde allí nos dirigimos al coche y cuando el reloj marcaba algo más de las una y cuarto pusimos dirección a la cercana Guimarães.  

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