El día amaneció en Paracuellos de Jarama espléndido, con un ligero airecillo que refrescaba el ambiente y un cielo terso dominado por un profundo azul que contrastaba con el amarillento de las tierras secanas de los alrededores. Habíamos dejado el coche cargado la noche anterior para evitar ruidos innecesarios que pudieran despertar a nuestros nietos en esa hora tan temprana. Iniciábamos un nuevo peregrinaje a tierras gallegas para ver a nuestro hijo y su esposa y, sobre todo, a nuestros nietos Levy y Chloe que llevábamos ya sin ver presencialmente casi un año. El tráfico en esos momentos era ágil, con pocos coches y camiones circulando. No obstante, una vez que tomamos la A-6 en dirección a La Coruña, la densidad de vehículos aumentó significativamente, haciéndose en algunos tramos lenta y dificultosa. Hicimos una primera parada donde solemos hacerla siempre que subimos a Galicia: La tienda y bar de la Bodega Palacio de Bornos en Rueda nos esperaba cuando faltaban algunos minutos para dar las diez y cuarto en el reloj del coche. Una cerveza sin alcohol, una Coca-Cola doble cero y media ración de jamón con pan aderezado con aceite de oliva fue nuestro desayuno esa mañana. A esto, no obstante, habría que añadirle dos pequeñas copas de degustación de un blanco y un tinto de la casa por si nos animábamos a comprarlos. Lo que sí nos llevamos fue una caja de cinco litros de vino tinto de la casa que nos serviría de base durante los días que íbamos a estar en casa de Víctor y Ana. Y así continuamos viaje hasta hacer nuestra primera parada en la villa zamorana de Mombuey, situada en plena A-52, a poco menos de sesenta kilómetros de Benavente, ciudad que va a quedar marcada por nuestra experiencia en el Gastrobar Imperial relacionada con el cobro de veinte céntimos por cada consumición que el camarero nos acercaba a la mesa de la terraza, que nos había hecho aparecer en varias televisiones y diferentes medios de comunicación de carácter nacional e internacional. Siguiendo una norma no escrita que nos hemos marcado cada vez que subimos a tierras gallegas es hacer un par de paradas en localidades no muy lejanas de la Autovía de las Rías Baixas que contengan algún punto de interés que echarse al coleto. Esta vez le correspondió el honor a la capital de la comarca de La Carballeda zamorana que atesora un rico pasado y en la que íbamos a contemplar su principal atractivo que no es otro que la torre de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción construida en el siglo XIII y declarada Bien de Interés Cultural en 1931. Su corte militar apunta a un posible origen templario de la localidad. Torre de la iglesia
Mombuey es un pueblo pequeño y cortado por la Nacional-525 que lo divide en dos y forma parte de uno de los muchos Caminos de Santiago. Sin embargo, lo que nos había llevado a hacer ese alto en el camino era disfrutar de la torre románica de carácter defensivo que se encuentra adosada al cuerpo principal del templo que data en líneas general del siglo XVIII. Las terrazas de algunos bares con los que nos cruzamos estaban bastante animadas. Callejeamos un poco siguiendo las instrucciones del navegador lo que nos permitió aparcar prácticamente al lado del templo. La vista de la torre desde este ángulo es espectacular. Nos acercamos a la puerta de entrada y ¡albricias, estaba abierta! Con gran regocijo accedimos al interior que nos recibió acogedor y fresco en contraste con el calor ambiental que poco a poco iba caldeando el entorno. Nos recibió una simpática guía, joven y con personalidad que, tras el correspondiente “donativo para el mantenimiento del templo” que abonamos con gusto, nos explicó a una pareja más y a nosotros los pormenores de un templo del siglo XIII desvirtuado por las reformas llevadas a cabo a lo largo de los siglos, principalmente en el XVIII. Nos hizo especial hincapié en tres elementos esenciales que conserva con primor el interior de la iglesia: una virgen románica, un crucificado y dos pilas bautismales del siglo XIII.
La imagen de la Virgen fue localizada por casualidad en 1987 oculta tras un retablo barroco y sobre una ventana abierta en uno de los muros laterales coronada por dos mochetas decoradas con sendos ángeles. La imagen fue realizada en la misma piedra que la torre. Aparece María entronizada, con Jesús sobre su rodilla izquierda, al que sujeta con una desproporcionada mano, mientras que con su diestra parece sostener un fruto o flor hoy destrozado. Está la Virgen coronada, con velo, y viste calzado puntiagudo, túnica y manto ribeteado con tira perlada. Como detalle curioso, una de las patas del sitial pilla el borde del manto de María. El Niño aparece descabezado y sostiene contra su pecho el libro, mientras que bendeciría con su perdida diestra. Su policromía, de tonos rojizos en la indumentaria y dorados en la corona, bien pudiera ser la original. La guía nos explicó que probablemente, según algunos expertos, la imagen fue gravemente mutilada a base de golpes sin que se conozca motivo alguno. Una copia realizada en madera de esta Virgen en los años noventa del siglo pasado preside el altar mayor. El Cristo crucificado es una talla de madera sobre cruz de gajos con rasgos que ya anuncian el gótico. Por último, ubicadas en una sala de pequeñas proporciones, la guía nos mostró una especie de pequeño museo en el que sobresalían sobre el resto de los enseres dos pilas bautismales, una de mayor tamaño y mejor decoración que la otra. En este punto nos despedimos de la guía –la otra pareja hacía tiempo que se había marchado– y nos dedicamos a contemplar la elegante torre campanario adosada al templo. La planta de dicha torre es de forma rectangular y consta de cuatro niveles. El primer cuerpo se encuentra adosado a la parte menos noble del edificio, es macizo y se realizó con mampostería, es también el cuerpo más ancho de los que tiene la torre. Los tres niveles superiores sorprenden por su airosidad y elegancia, todos ellos están trabajados con una cuidada sillería, presenta dos vanos en cada frente de los muros largos y uno en los del ancho. En la parte de la izquierda, al final del cuarto cuerpo, sobresale una garita que sirve de matacán y de paso hacia el chapitel de piedra con forma bulbosa y con un acceso al exterior. La cornisa que sustenta el chapitel de la torre presenta ornamentación de bolas sobre modillones de bolas, motivos vegetales y cabezas que sostienen arcos. En el muro de la torre que da sobre el tejado de la iglesia aparece una gran cabeza de toro que hace referencia al topónimo de Mombuey. Finalizada la visita a la iglesia nos dedicamos unos momentos a hacer una cuantas fotos de un cercano cruceiro que se elevaba majestuoso sobre una zona ajardinada. Minutos después seguíamos camino hacia nuestra siguiente parada.
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