jueves, 18 de abril de 2019

CASTILLO DE COLOMARES Y BENALMÁDENA PUEBLO



Esta Semana Santa han estado pasando unos días en el apartamento que tenemos en La Carihuela nuestros amigos Paqui y Cándido. Y en una de esas mañanas que no teníamos nada previsto, propuse una visita al Castillo de Colomares, pegado a Benalmádena Pueblo, que ellos no conocían, y que se encontraba relativamente cerca de nuestro domicilio. Así que, pertrechados con nuestros móviles y palos selfie, subimos al coche y en poco más de diez minutos ascendíamos las fuertes pendientes que subían desde la costa hasta la altura en que se encontraba nuestro destino.


El Castillo de Colomares es de propiedad privada y tiene una entrada de acceso al mismo de dos euros por persona (jubilada). Está situado en la Finca La Carraca, en la carretera de la Costa del Sol que va desde Benalmádena Pueblo a la zona costera. ¿Cómo y por qué surgió esta idea? En 1987 El Dr. Esteban Martín Martín comenzó esta obra de forma improvisada y con la ayuda de dos albañiles la terminó en solo siete años, en 1994, utilizando ladrillo, piedra y cemento.

Este doctor quería reivindicar la hispanidad del descubrimiento de América, sorprendido por la escasa información que los americanos tenían sobre la historia del descubrimiento de América. Para ello, abandonó su carrera de cirujano en Estados Unidos, y gracias a sus conocimientos de arte, historia y arquitectura, diseñó y ejecutó un monumento inclasificable que reproduce en piedra lo que a lo largo de los años se ha ido contando en los libros. Acabó casi arruinado pero vio concluida su obra. Mezcla lo mudéjar con el románico y el gótico flamígero y hasta el oriental. Sobre ladrillo, piedra y cemento, levantaron torres de 33 metros y perfilaron una reproducción de cada una de las tres carabelas. Sobre la piedra hay inscripciones sobre los Reyes Católicos, la Hispanidad y Andalucía en algo que se parece, sin duda, a un libro escrito en piedra.

Quedan representadas las tres naves que Colón utilizó en su travesía, la Niña, la Pinta y la Santa María en éste Castillo Monumento. La Niña en lo más alto de la construcción, bajo el arco de la Rábida, el Monasterio que dio cobijo a Colón cuando llegó desde Portugal; La Pinta, en la fachada principal, siendo esta la nave de los hermanos Pinzones, con el caballo Pegaso, que la sostiene; y La Santa María, aislada de las otras dos, pues esta nave sufrió un accidente y se hundió el día de Navidad, en Santo Domingo.

El Dr. Esteban Martín Martín, su creador falleció el 8 de febrero de 2001, hastiado de la falta de ayuda de los poderes públicos que no creyeron en ningún momento en su proyecto.

Finalizada la visita al castillo, seguimos ascendiendo hasta llegar a la localidad de Benalmádena, cuyas viejas calles aún mantienen su trazado tortuoso del viejo pueblo árabe que fue. Aparcamos cerca del casco antiguo y con paso tranquilo nos dirigimos a la Plaza de España, a contemplar la famosa escultura llamada la Niña de Benalmádena, obra del artista Jaime Pimentel, de la que recientemente se han cumplido los cincuenta años. La escultura en bronce, de 1,25 metros representa a una niña de sonrisa ingenua y el pelo recogido en coleta que ofrece, con los brazos extendidos, agua en una concha; representa la bienvenida, amistad y la confraternidad que la localidad ofrece a todos sus visitantes. La plaza representa una plaza típica andaluza, con viviendas de dos plantas en las que la mayor parte de sus bajos están ocupados por bares, restaurantes o tiendas. Estando en la plaza comenzó a llover de forma desmesurada y dado que no podíamos hacer nada, tal era la cantidad de agua que caía, decidimos sentarnos en una terraza y disfrutar de unas cervezas frescas bajo el rumor estridente de la lluvia. Desde allí, a través de la calle Santo Domingo nos encaminamos hacia la iglesia del mismo nombre, del siglo XVII, pequeña, blanca, de paredes diáfanas, donde estaban preparando los pasos de Semana Santa que procesionaban esa tarde. Camino de vuelta a la plaza nos detuvimos un momento para visitar el vestíbulo de entrada y el patio del Hotel La Fonda, el cual tras una espléndida restauración, muestra a sus visitantes la armonía de una típica casa señorial andaluza, donde, además, podemos contemplar las formas que el gran artista canario César Manrique dio a este peculiar hotel. Paseamos también por la calle Real camino de la Avenida de Juan Luis Peralta, donde pudimos apreciar unos azulejos en tonos añiles que representaban cantes y bailes típicos de la provincia de Málaga, fundamentalmente verdiales, escenas de la vida agrícola y marinera o unos niños jugueteando a ser toreros. Desde allí nos dirigimos a visitar el Museo de Arte Precolombino “Felipe Orlando”, que alberga una de las más importantes colecciones de piezas de la América Precolombina existentes en España, con muestras de artesanía procedentes de México, Perú, Nicaragua, Colombia y Ecuador. Sin embargo, dada lo avanzada de la hora, decidimos volver al coche y regresar al apartamento para comer.










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