jueves, 20 de mayo de 2010

Francia: En Collioure

Otra pequeña ilusión cumplida. Esta era de las más entrañables, de las más queridas. Ante la vista de la tumba de D. Antonio se me agolparon todos esos pequeños poemas que han ido puliendo los muchos ángulos de mi existencia. Su repentino y brusco impacto nada más traspasar la puerta del camposanto, su pronta presencia ante la vista del visitante, calma sobremanera la inquietud del que se adentra en las pequeñas dimensiones de este coqueto cementerio.
Sorprende la continua afluencia de personas de todas las edades, con más recogimiento las de mayor edad y más ruidosas las generaciones jóvenes, pero todas respetuosas con los restos del poeta. Casi todos los presentes dejan algún recuerdo sobre la tumba (por lo general, un guijarro de los muchos que tiene el camposanto).
Una bandera republicana preside la tumba, sobre la cual se esparcen anárquicamente placas escolares, flores y otros objetos de carácter más personal e intimista: unos cigarrillos, una cartera, un trocito de tela.
El rato que estuve frente a la fosa removió en mi interior muchas percepciones que yo ya creía olvidadas. Fue un intercambio muy fructífero. También me vino a la mente el recuerdo de mi amigo Salvador. ¡Descanse en paz, D. Antonio!

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