sábado, 28 de febrero de 2015

CARTAGENA, ROMANA Y MARINERA

Habíamos salido de Murcia tras visitar el Museo de Salzillo pasadas las doce de la mañana. En algo más de media hora recorrimos los escasos cincuenta kilómetros que separaban la capital de la Comunidad de la ciudad de Cartagena a través de una autovía de buen asfalto y escaso tráfico. Habíamos reservado una habitación en el HOTEL LOS HABANEROS, sito en la calle San Diego, muy cerca de la estación de cercanías de RENFE. El hotel, un tres estrellas de reciente construcción, se encontraba en una esquina de la calle, frente al Centro de Interpretación de la Muralla Púnica y el edificio de la sede del Rectorado de la Universidad Politécnica, ante la cual se ubicaba el grupo escultórico Homenaje al Profesorado y a los Estudiantes Universitarios, donde interactúan tres figuras en bronce: un profesor y dos estudiantes universitarios, uno masculino y otro femenino. El joven parece estar consultándole algún apunte al profesor  mientras que la chica se dirige hacia ellos. El edificio del hotel presentaba tres plantas y una fachada de color arenoso. Tenía varias plazas de aparcamiento en la calle, en una de las cuales dejamos nosotros el coche.  El precio de la habitación fue de cuarenta y nueve euros. Aunque el hotel tenía buena presencia, la habitación donde nos ubicaron –más pequeña que la que habíamos tenido en Murcia, pintada en un tono claro y con un cabecero en madera que recorría todo el testero de la pared– no terminó de ser de nuestro total agrado: estaba al final de un largo pasillo en el que se incluían algunas escaleras y las vistas eran a un patio trasero que no brillaba precisamente por su limpieza. Dejamos las maletas en la habitación, nos refrescamos un poco y nos echamos a la calle deseosos de conocer la ciudad.

Bajamos la calle San Diego hasta llegar a la Plaza de la Merced, donde en una de sus esquinas se encuentra el PALACIO DE AGUIRRE, huella del modernismo en la región. Fue construido a principios del siglo XX y está formado por dos fachadas que se unen en una esquina achaflanada sobre la que encontramos un amplio mirador a la altura del primer cuerpo, y rematada por una cúpula, recubierta con placas de zinc. Tanto las dos fachadas como la esquina se encuentran decoradas, en su parte superior, con paneles cerámicos de motivos florales y zoomorfos. Desde aquí giramos a la izquierda por la calle Alto y subimos por el Bulevar José Hierro donde contemplamos abundantes restos de una calle romana que nos indicaban a las claras el pasado esplendoroso romano de la ciudad. Continuamos nuestro paseo por la calle Duque que se continúa con la calle Cuatro Santos, y giramos a la izquierda por la calle del Aire y de nuevo a la derecha por la calle Cañón para salir directamente a la Plaza del Ayuntamiento, presidida por el majestuoso edificio de la Casa Consistorial. El AYUNTAMIENTO es, sin duda, uno de los más bellos edificios de la ciudad. De estilo ecléctico, algo afrancesado, fue construido en los primeros años del siglo XX.  El edificio de planta triangular presenta tres fachadas diferentes con abundantes elementos decorativos: frontones partidos, ventanas elípticas, molduras clásicas, cabezas femeninas o escudos. Los materiales utilizados en su construcción fueron mármol, granito, hierro y zinc. Desde ahí, iniciamos un largo paseo que nos llevó por las principales arterias comerciales. Comenzamos en la calle Mayor, pasamos por delante del AULA DE CULTURA, dependiente de la Fundación Caja Mediterráneo, que tiene un bonito edificio de varias plantas, con elementos modernistas en su fachada y unas rejas de forja en color blanco preciosas. Un poquito más adelante nos encontramos con la IGLESIA CASTRENSE DE SANTO DOMINGO, con una fachada simple y un bonito azulejo de la Virgen junto a la puerta principal de acceso al templo. Es una construcción barroca del siglo XVIII muy remodelada a lo largo de los siglos. Y así llegamos a la Plaza de San Sebastián, de dimensiones reducidas. En uno de sus extremos destaca el grupo escultórico en bronce MONUMENTO AL PROCESIONISTA, con el que se rinde homenaje a los “hombres y mujeres que hacen posible la Semana Santa” cartagenera. Muy cerca de esta escultura se encuentra el edificio del GRAN HOTEL, que nos recordó con insistencia al Palacio de Aguirre que habíamos visto en la plaza de la Merced. Se construyó a comienzos del siglo XX y presenta claras influencias del modernismo vienés y francés. Sus dos fachadas convergen en una rotonda rematada por una vistosa cúpula. Se distingue por los detalles decorativos como los hierros de puertas y marquesinas. A partir de la plaza de San Sebastián la calle Mayor toma el nombre de Calle Puerta de Murcia y así llegamos a la plaza Icue, donde destaca la escultura del mismo nombre. El ICUE es una escultura de bronce que antecede la fachada del Palacio Pedreño. La obra muestra un icue, que es el nombre como se llamaba popularmente a los niños que deambulaban por el puerto, sujetando un boquerón –aladroque en la jerga local– del que brota un chorro de agua. Continuamos por la bulliciosa calle Carmen donde nos encontramos sentada en un banco la estatua, en bronce y a tamaño natural, de la escritora CARMEN CONDE, homenaje que le rinde la ciudad con motivo del centenario de su nacimiento. La figura se nos presenta en actitud pensativa, con un libro en el regazo y la ligera sonrisa en los labios. En uno de sus dedos lleva una alianza con el nombre de Antonio grabado. Frente a la escultura se encuentra la IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN, antigua iglesia del desaparecido convento de San Joaquín construida a finales del siglo XVII. Y así llegamos hasta la Plaza de España, donde una amplia rotonda reconducía el ruidoso y abundante tráfico existente en esos momentos.

Desde este punto iniciamos el camino de vuelta porque teníamos pensado visitar el Museo y Teatro romano de la ciudad. Sin embargo, una vez que llegamos de nuevo a la calle Puerta de Murcia nos desviamos hacia la calle de la Seña y de ahí a la calle de la Morería Baja para contemplar en este corto tramo urbano los restos de una elegante COLUMNATA ROMANA, que fue descubierta casualmente en el año 1957 debido a unas obras de alcantarillado. Se  han recuperado cuatros basas de columnas que pertenecieron al pórtico de una edificación romana. Llegamos de nuevo a la Plaza del Ayuntamiento y tras repasar otra vez la belleza del edificio, entramos en el MUSEO Y TEATRO ROMANO para visitar los restos de la antigua ciudad romana y, sobre todo, su impresionante teatro. Eran casi las dos de la tarde. El descubrimiento del teatro constituye uno de los acontecimientos más importantes en la arqueología de la ciudad. Se trató de un hecho fortuito ya que no había ni referencias escritas ni datos arqueológicos, que pudieran evidenciar su existencia. Este mismo espacio fue utilizado para distintos fines y sirvió de emplazamiento con el paso del tiempo a variadas edificaciones, entre ellas la antigua Iglesia de Santa María (Catedral Vieja). El teatro se ubicó en la colina más alta de las cinco que configuran la topografía de la ciudad y contrapuesto al anfiteatro, a fin de facilitar la construcción del graderío. Por los restos encontrados se puede datar a finales del siglo I antes de nuestra era, coincidiendo con la época de mayor apogeo urbanístico de la colonia. El graderío o cavea se articula en tres sectores horizontales, dividida a su vez por cinco escaleras radiales. Tenía una capacidad aproximada de seis mil espectadores. La scaena se articulaba en dos pisos por medio de columnas y tenía un alzado aproximadamente de dieciséis metros, con gran variedad cromática de los materiales de los que estaba hecha. Paseamos tranquilamente por la cavea, nos subimos a la escena y nos hicimos fotos en todos los lugares que consideramos idóneos para plasmar una instantánea digna del lugar en el que nos encontrábamos. Una vez finalizada la visita, enfilamos para abandonar el teatro romano y pasamos junto a los restos de lo que queda de la antigua CATEDRAL DE SANTA MARÍA LA MAYOR, bombardeada y derruida por el bando sublevado en 1939 durante la Guerra Civil. Pocos restos quedan, si exceptuamos una portada de arco apuntado cercana al acceso de salida del teatro romano. Salimos a la calle Cuesta de la Baronesa, abarrotada de gente en ese momento. Toda la calle era una fiesta: puestos callejeros para servir bebidas, música ambiental ruidosa, muchos corrillos de personas con una cerveza en la mano servida en vasos de plástico charlando animadamente… Imaginamos que debía de ser alguna quedada de “Amigos de la VESPA”, ya que eran numerosas las motos de esta marca aparcadas en fila, tuneadas de todos los colores y con todos los artilugios impensables para conseguir la mayor originalidad frente al resto. Descendimos con tranquilidad la calle hasta llegar a la confluencia con la calle Cañón, donde nos dimos de bruces con una preciosa reja que daba acceso a un local llamado El Patio de Theatrum, al que no entramos. Sin embargo, y dado que eran algo más de las tres de la tarde, nos decidimos a entrar en el RESTAURANTE LA TAGLIATELLA, un amplio local situado en la calle Cañón, que en ese momento tenía un elevado número de comensales, aunque disponía de mesas libres. Pedimos un par de cervezas que nos sirvieron con rapidez acompañadas de un cuenco de patatas fritas. Pedimos un par de platos combinados consistentes cada uno en tres pinchos de carne –pollo, cerdo y cordero– acompañados de patatas fritas y una salsa agridulce. Yo pedí otra cerveza más para terminar el plato. Pagamos veinticuatro euros por todo. 

Finalizado el ágape, salimos a la calle con intención de volver al hotel a descansar un rato, aunque acordamos hacerlo dando un pequeño rodeo. Así llegamos a la calle Cuatro Santos y giramos en la calle Palas para acercarnos hasta la plaza de San Francisco, donde, bajo la sombra de dos inmensos e increíbles ficus se encuentra el MONUMENTO A ISIDORO MAIQUEZ, actor cartagenero del siglo XIX, obra del valenciano José Ortells, que había sido alumno de Benlliure y Primera Medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1917. Abandonamos la plaza por la calle Caballero y llegamos hasta la plaza de Risueño, presidida por una escultura de la INMACULADA CONCEPCIÓN elevada sobre un pedestal. En una esquina de esta misma plaza se encuentran los restos romanos de la llamada CASA DE LA FORTUNA, que en ese momento se encontraba cerrada, pero que teníamos planificada su visita al día siguiente. Llegamos al hotel casi a las cinco de la tarde. La visita nos había cundido. Nos fuimos a la habitación a refrescarnos y descansar un poco. Concha estaba agotada y prefirió quedarse en el hotel, pero yo, que no estaba muy cansado, me eché de nuevo en la calle a eso de las seis y media de la tarde para recorrer algunos edificios y monumentos que no habíamos visto en nuestro paseo inicial. 

Volví a bajar la calle de San Diego y subí por el bulevar José Hierro hasta llegar a la vieja PLAZA DE TOROS, totalmente arruinada, y que llamó mi atención al tener como nombre el de José Ortega Cano, torero cartagenero casado con la cantante Rocío Jurado. Curiosamente fue construida sobre las ruinas del antiguo anfiteatro romano. Parece ser que este espacio, restos del recinto taurino incluidos, una vez que se recupere el anfiteatro, se convertirá en Museo de Arte Contemporáneo. Desde ahí me dirigí hacia la calle Gisbert y pasé por delante del edificio de las antiguas ESCUELAS MUNICIPALES, hoy en día reconvertido en un Centro Municipal de Servicios Sociales. Después pasé por delante del REFUGIO-MUSEO DE LA GUERRA CIVIL –un refugio construido durante este periodo histórico y que narra en sus galerías el contexto histórico y social de la época– y del ASCENSOR PANORÁMICO, al que no subí pues lo íbamos a hacer al día siguiente, y que da acceso en su parte superior al CASTILLO DE LA CONCEPCIÓN, que ofrece unas magníficas vistas panorámicas de la ciudad. Continué camino por la calle Puerta de la Villa hasta llegar a la Avenida Muralla del Mar y pude contemplar unos hermosos ejemplares de ficus muy cerca del puerto. Desde aquí prácticamente durante todo el paseo fui acompañado de la MURALLA que, con un trazado inicial cercano a los cinco kilómetros, constituía la parte fundamental del sistema defensivo de la ciudad. Fue mandada construir por el rey Carlos III a finales del siglo XVIII. Desde aquí crucé al Paseo de Alfonso XII que discurre paralelo a la calle Muralla del Mar y al puerto de la ciudad. Desde aquí, casi a mitad de camino, hay una preciosa vista de la RESIDENCIA LOGÍSTICA DE LA ARMADA “LA MURALLA” con la presencia de una elegante escalinata de dos vertientes presidida por un busto de Carlos III. Casi enfrente se encuentra la atrevida fachada del MUSEO NACIONAL DE ARQUEOLOGÍA SUBACUÁTICA (ARQUA), institución responsable del estudio, valoración, investigación, conservación, difusión y protección del patrimonio subacuático español. Su principal reclamo es el llamado “tesoro del Odyssey”, colección de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes, que consta de más de 570.000 monedas de oro y plata de finales del siglo XVIII y principios del XIX. Poco después llegué a la plaza de los Héroes de Cavite, zona ajardinada muy frecuentada por los locales, donde se encuentra el MONUMENTO A LOS HÉROES DE CAVITE Y CUBA, obra del escultor Julio González Pola. El monumento, que se realizó por suscripción pública, está realizado de forma piramidal en piedra marmórea, con los relieves y el escudo de España en mármol negro. En un lateral de la plaza, sentado en un banco se encuentra la escultura HOMENAJE AL SOLDADO DE REEMPLAZO, en la que se representa en bronce un soldado en actitud pensativa, con el petate a los pies. Un poco más adelante está la escultura también en bronce HOMENAJE AL MARINERO DE REEMPLAZO, que pretende rendir el reconocimiento a todos aquellos jóvenes que, con su petate al hombro, llegaban a Cartagena para cumplir el servicio militar. La estatua, de cuerpo entero, es obra de Jorge García Aznar. Continué mi paseo en dirección al Ayuntamiento para toparme con una escultura de dimensiones colosales que pretende rendir un profundo homenaje a las víctimas del terrorismo. La obra tiene por nombre EL ZULO y es obra del escultor vasco Víctor Ochoa. Está realizada en bronce hueco y cuenta con una altura de 4,80 metros y dos toneladas de peso. Representa la figura de un hombre sentado, desnudo e indefenso, abrazándose las piernas y con la cabeza recogida, en posición casi fetal. En los jardines aledaños a esta plaza también fue posible contemplar una escultura en mármol blanco, llamada Maternidad, obra de Belén Ortas, y otra más de título Cabeza sobre la hierba. Desde aquí continué callejeando hasta llegar a la plaza del Rey, donde en uno de sus laterales hay un busto homenaje al marteño ANTONIO ÁLVAREZ ALONSO, autor del pasodoble “Suspiros de España”. También hay unas estructuras metálicas a especie de parasoles para decorar la plaza. Enfrente, está el llamado ARSENAL, otra de las edificaciones defensivas de la ciudad. Desde aquí, ya casi las ocho de la tarde, volví de nuevo al hotel para recoger a Concha, aunque antes me entretuve dando un pequeño paseo a la colindante ESTACIÓN DE CERCANÍAS, situada a escasos cien metros del hotel, con una fachada de inspiración clásica coronada por un reloj.

Cuando llegué al hotel, Concha ya me estaba esperando en el vestíbulo y nos echamos de nuevo a la calle. Paseamos tranquilamente arrullados en una tranquila y no muy fría noche. Llegamos hasta la Plaza del Ayuntamiento, nos fotografiamos de nuevo con la escultura “El Zulo” y nos acercamos a la plaza de España. En este punto empezamos a pensar en buscar un lugar para comer. No queríamos sentarnos para hacer una cena completa, sino que nos apetecía picotear algo a base de tapas. Y mira por dónde nos topamos sin esperarlo con un bar que nos venía que ni pintado. Llegamos a la calle Mayor y nos dimos de bruces con el BAR EL TRANVÍA, un local de fachada no muy ancha, con varias estancias con mesas y sillas que lo dotaban de una notable profundidad y una barra que manejaban primorosamente dos camareros. A esa hora los clientes eran numerosos lo que propiciaba un ambiente relativamente ruidoso. Nos sentamos al fondo del local y, mientras Concha guardaba mesa, yo me acerqué a la barra para pedir dos cervezas y unas tapas de lacón con pimientos, unas bravas, unas croquetas de jamón y dos mini hamburguesas. Terminadas las bebidas y las tapas, me acerqué de nuevo a la barra para pedir otra cerveza y unas tostas de gulas con alioli y presa ibérica con foie. Satisfechas nuestras necesidades, abonamos los veintiséis euros que nos pidió el camarero y salimos a la calle decididos a volver al hotel para descansar. Ni que decir tiene que esa noche caímos rendidos en la cama y no despertamos hasta que los rayos del sol del nuevo día nos indicaron que había que levantarse y terminar la visita a la ciudad. 

Nos volvimos a levantar temprano, recogimos la habitación y las maletas, abonamos el importe de la pernocta y cargamos nuestro equipaje en el coche que se encontraba aparcado en la puerta del hotel. Eran algo más de las nueve y media de la mañana. Hicimos un alto para desayunar en la CAFETERÍA IDEAL, situada en una de las esquinas de la plaza de Merced. Un café con leche, una infusión y un par de tostadas de aceite y tomate nos dejaron listos para continuar nuestra marcha. Llegamos a la plaza del Ayuntamiento y nos dirigimos hacia la cercana plaza de los Héroes de Cavite, deteniéndonos ante las esculturas homenaje al soldado y marinero de reemplazo con la consiguiente sesión fotográfica. Continuamos camino hacia el paseo de Alfonso XII, haciendo pequeñas pausas para contemplar la bonita fachada del Museo Nacional de Arqueología Submarina, la muralla construida bajo el reinado de Carlos III o las esculturas que con cierta frecuencia nos encontrábamos. Llegamos a la calle Puerta de la Villa y nos dirigimos hacia el ASCENSOR PANORÁMICO, al que accedimos y subimos hasta la última planta. Las vistas de la ciudad desde este punto son espectaculares: el ruinoso coso taurino, el puerto, los restos del CASTILLO DE LA CONCEPCIÓN por los que estuvimos paseando con tranquilidad hasta llegar una zona desde la que la visión del teatro romano y su graderío es una verdadera delicia. Los primeros datos de la existencia del castillo se remontan a época hispano-musulmana, aunque el recinto tal y como lo conocemos hoy fue construido durante el reinado de Enrique III (siglo XIV) y para ello se aprovecharon restos de construcciones romanas, como pilastras, columnas y lápidas, así como algunas inscripciones que son plenamente visibles en sus muros. Posteriormente, este recinto ha servido como presidio, almacén de pólvora y alojamiento de carabineros, habiéndose recuperado recientemente. Desde aquí, cumplida la visita, nos dirigimos hacia la plaza de Risueño, por la que habíamos pasado el día anterior, para visitar la CASA DE LA FORTUNA, magnífico ejemplo para entender con mayor claridad el ambiente doméstico de la Cartagena romana del siglo I. Recorrimos las diferentes estancias que formaban la vivienda: el comedor donde la familia celebraba los banquetes, la sala de representación en la que el señor de la casa recibía a sus clientes o los dormitorios como parte privada de la casa. Sus objetos de adorno personal, lucernas, vajillas, entre otros, que nos ayudaron a entender las modas y costumbres de la época. Además, pudimos admirar la belleza de sus pinturas murales y mosaicos con variados motivos como el cisne –icono gráfico de la casa–, esvásticas, flores o granadas. Todo cargado de un gran simbolismo mitológico.

Con esta visita dimos por finalizada nuestra estancia en la ciudad y, poco antes de las una de la tarde, nos encaminamos hacia nuestro hotel donde teníamos estacionado el coche y partíamos rumbo a San Pedro de Pinatar donde íbamos a pernoctar esa noche en el HOTEL TRAIÑA y me iba a reunir con mi amigo Miguel Mercader, miembro de un grupo de coleccionistas de monedas de euro al que tengo el honor de pertenecer. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario